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Se
pavonea,
¡ay!, se pavonea Por la repercusión que la disputa ha tenido, y no necesariamente por sus frutos, hemos dedicado la sección de Ecos y Murmullos a recoger todos los mensajes, cartas, declaraciones, etc, que han suscitado varios programas trasmitidos recientemente por la televisión cubana. Hemos tratado, en lo posible, de ordenar los textos de acuerdo con la fecha en que fueron apareciendo o llegando. Tal fue nuestra intención inicial. Sin embargo, a medida que crecía la página, y ante la perspectiva de que la Conferencia sobre el Quinquenio Gris en Casa de las Américas sólo le echaría más leña al fuego, decidimos no pasar del texto publicado por Alessandra Molina en Encuentro, y con el cual cerramos este Ecos y Murmullos. Todo lo que ha venido, y vendrá después, lo incluiremos en su totalidad en el próximo número. No resulta difícil percibir que los «tua culpa» han predominado sobre los escasos gestos conciliatorios que el debate ha producido. De lo que se trata no es, por supuesto, de olvidar y de echar el pasado al cesto, sino de tener presente que ese pasado es todavía presente, y bien presente si se lee cuidadosamente la solapada respuesta del fantasmático «secretariado» de la UNEAC. Eso, para no hablar, por ejemplo, de las reacciones de Arrufat y Barnet a esa declaración; que, no por esperadas, son menos repulsivas. Se ha hablado hasta la saciedad de culpas y de responsabilidades, de contubernios, y se han expresado en voz alta no sólo las protestas, sino también los resentimientos, las hipocresías y los olvidos. Estos textos no sólo son sobre la memoria, sino también sobre el olvido. Tan importante es lo que incluyen como lo que dejan fuera. Lo que ha sobrado en casi todos los casos, pensamos, es la necesidad de parcelar la culpa, de territorializar la mancha. Mancha exteriorizada en un doble sentido: en el de dilucidarla en el espacio público, y en el de colocarla, insistentemente, del otro lado (en muchos otros lados con excepción, insistimos, de ése desde donde hablan los autores). De aquí el vitriolo de ciertos ataques personales, el resentimiento que apunta a otros callejones más allá de Pavón, del «quinquenio gris» o del «milenio oscuro», como quiera llamársele. Habría que preguntarse si el «pavonato» no habría tenido lugar igualmente fuera del territorio de Cuba de haber existido las estructuras y apoyos institucionales – antidemocráticos – que lo hicieron posible en la Isla. Nos preguntamos si no existirá también, acaso, en la Isla del día después. No hay más que repasar los juicios, las «recomendaciones» y hasta las demandas que Enrique J. Varona y Manuel de la Cruz – entre otros – le hicieron a Casal para ver en ellos, ya en ciernes, el «pavonato», el «calibanismo» de Fernández Retamar, el «castrismo», y, en general, los golpes de pecho de todos los que se creen dueños de la verdad, guardianes de la ética, y baluartes de la libertad. Nuestra decisión de incluir todos estos materiales obedece, pues, a que creemos en la importancia de preservarlos, aunque sólo sea como referencia. Ellos tienen mucho que decir sobre nosotros, aún si lo que dicen o sugieren es bastante patético. Para refrescar la memoria, incluimos una foto del entierro de Bola de Nieve. Ahí tienen una Santísima Trinidad que se las trae: Nicolás Guillén, Alfredo Guevara (con la "capa carmesí" ad usum) y Luis Pavón. Nota aclaratoria: a fin de no cansar a los lectores interrumpiremos ocasionalmente el flujo de esta papelería para, como es habitual, mantenerlos informados a todos acerca de los libros y revistas recibidos en nuestra redacción, tanto como sobre lo último en la brillante carrera, todavía en marcha, de Alicia Alonso. A esto añadiremos cualquier otro material que consideremos de interés para nuestro fieles amigos y lectores. Redacción de La Habana Elegante Indignación intelectual Un homenaje en la TV nacional al ex comisario político Luis Pavón reabre viejas heridas entre intelectuales de la Isla. Redacción EER martes 9 de enero de 2007 A raíz de la exaltación pública que se hiciera recientemente en el programa Impronta, del canal Cubavisión de la televisión cubana, de la persona de Luis Pavón Tamayo, presidente del Consejo Nacional de Cultura durante el llamado "quinquenio gris", varios intelectuales residentes en la Isla —incluso algunas de las víctimas de esta etapa represiva— han mostrado su indignación en mensajes que han hecho circular por email. La aparición televisiva de Pavón saca a la luz uno de los episodios más oscuros en la historia de la cultura cubana después de 1959: la parametración. La también conocida como "década negra", que comenzó con la detención y retractación forzada en 1971 del escritor Heberto Padilla, marcó una etapa de represión en que decenas de escritores fueron enviados a la cárcel, y otros fueron destinados a puestos burocráticos anónimos, esperando entre doce y veinte años para poder publicar. Luis Pavón, entonces presidente del Consejo Nacional de Cultura, fue uno de los principales promotores de esta represión. Una gran cantidad de actores y directores, sometidos a lo que se llamó el "parametraje", fueron acusados de "conducta impropia" por una comisión de evaluación. Parte de los perseguidos apelaron a los Consejos de Trabajo y después de una enconada lucha, lograron que el Consejo Nacional de Revisión los reintegrase a sus labores. Pavón cayó en desgracia cuando el Tribunal Supremo falló en su contra acusándolo de "abuso de poder" y por medidas "inconstitucionales" contra los trabajadores de la cultura. Tras años de ausencia y desaparecido de los medios públicos, reaparece ahora en la televisión cubana, junto a otros represores de entonces, como Jorge Serguera, ex presidente del ICRT, y Armando Quesada, quien se ocupó de "limpiar" el movimiento teatral cubano. A continuación, reproducimos los mensajes que han hecho circular los escritores Desiderio Navarro, Reynaldo González, Antón Arrufat, Jorge Ángel Pérez, Arturo Arango y Ena Lucía Portela: ------------------------------------------------------- Estimados amigos y compañeros: De repente, al cabo de más de treinta años de su destitución, reaparece en la esfera pública Luis Pavón, ex-Presidente del Consejo Nacional de Cultura durante el eufemísticamente llamado "quinquenio gris", ni más ni menos que en todo un programa de la Televisión Nacional dedicado a "su impronta cultural en la cultura cubana". Ahora bien, ¿es lo que ayer vimos y oímos la impronta de Luis Pavón en la cultura cubana? ¿O es otra que dañó irreversiblemente las vidas de grandes y menos grandes creadores de la cultura cubana, "parametrados" de uno u otro modo? ¿Que impidió la creación de muchos espectáculos artísticos y la divulgación de muchas obras literarias y plásticas en Cuba y en el extranjero? ¿Que nos privó para siempre de innumerables obras a causa de la casi inevitable autocensura forzada que siguió a los ubérrimos 60? ¿Que llenó todo un período con una pésima producción literaria y artística nacional hoy justamente olvidada hasta por sus propios ensalzadores y premiadores de antaño? ¿Que nos inundó con lo peor de las culturas contemporáneas de los países de la Europa del Este, privándonos del conocimiento de lo más creativo y profundo de éstas? ¿Que a la corta o a la larga condicionó el resentimiento y hasta la emigración de muchos de aquellos creadores no revolucionarios, pero no contrarrevolucionarios, cuya alarma había tratado de disipar Fidel en Palabras a los intelectuales? ¿Que creó e inculcó estilos y mecanismos de dirección y trabajo cultural neozhdanovianos que ha costado décadas erradicar, de tan "normales" que llegaron a hacerse? ¿Acaso somos realmente un país de tan poca memoria que no recordamos ya la penosa situación a la que fueron reducidas nuestras instituciones culturales por obra del Consejo Nacional de Cultura, situación que el humor cubano captó por entonces en aquel trío de refranes parodiados: "El que no oye al Consejo, no llega a viejo", "En la Unión no está la fuerza" y "En Casa de las Américas, cuchillo de palo"? Cierto es que Pavón no fue en todo momento el primer motor, pero tampoco fue un mero ejecutor por obediencia debida. Porque hasta el día de hoy ha quedado sin plantear y despejar una importante incógnita: ¿cuántas decisiones erróneas fueron tomadas "más arriba" sobre la base de las informaciones, interpretaciones y valoraciones de obras, creadores y sucesos suministradas por Pavón y sus allegados de la época, sobre la base de sus diagnósticos y pronósticos de supuestas graves amenazas y peligros provenientes del medio cultural? Si de improntas culturales valiosas en el periodismo cubano se trata, habría que mostrar aquellas como las de ese hombre de letras que fue Agustín Pí, quien, en ese mismo período, desde su modesto puesto en el periódico Granma, ayudó a cuantos "mal vistos" de valía pudo y logró que las páginas culturales de Granma fueran lo menos cerradas posibles en cada momento y no se convirtieran del todo, como tantas otras publicaciones cubanas de la época, en un erial de mediocridad y oportunismo. En mi artículo In medias res publicas he hablado de la responsabilidad de los políticos en las limitaciones del papel crítico del intelectual —sobre todo en los años en que la cultura fue conducida por Luis Pavón—, pero ésa es sólo la mitad del problema. La otra mitad —merecedora de un simétrico artículo— es la responsabilidad de los intelectuales: sin el silencio y la pasividad de la casi totalidad de ellos (por no mencionar la complicidad y el oportunismo de no pocos) el "quinquenio gris" o el "pavonato", como ya entonces lo llamaron muchos, no hubiera sido posible, o, en todo caso, no hubiera sido posible con toda la destructividad que tuvo. Con contadas excepciones, entre los intelectuales, los heterosexuales (incluidos los no-homófobos) se desentendieron del destino de los gays; los blancos (incluidos los no-racistas), de la suerte de los negros reivindicadores; los tradicionalistas, del destino de los vanguardistas; los ateos (incluidos los tolerantes), de las vicisitudes de los católicos y demás creyentes; los prosoviéticos, de la suerte de los antirrealistasocialistas y de los marxistas ajenos a la filosofía de Moscú, y así sucesivamente. Cabe preguntarse si esa falta de responsabilidad moral individual podría repetirse hoy entre la intelectualidad cubana. Se impone, pues, preguntarse responsablemente sin dilación: ¿por qué justamente en este singular momento de la historia de nuestro país en que todo nuestro pueblo está pendiente de la convalecencia del Comandante en Jefe se produce esa repentina gloriosa resurrección mediática de Luis Pavón con un generoso despliegue iconográfico de selectas viejas escenas con los más altos dirigentes políticos, y ello tan sólo días después de la no menos repentina reaparición televisiva de Jorge Serguera, quien desde la presidencia del ICRT hizo un perfecto tándem político-cultural con el CNC durante el "quinquenio gris"? "Feliz el hombre aquel que llega a conocer las causas de las cosas." Desiderio Navarro ------------------------------------------------------- Preocupaciones compartidas Antón Arrufat El viernes 7 de enero, y en un horario casi estelar, en el programa Impronta del canal Cubavisión, dedicado, como indica su título, a aquellos creadores que han dejado una "impronta" en la cultura nacional, tanto en las artes como en la ciencia y el deporte, se presentó uno dedicado a la exaltación mediática de Luis Pavón Tamayo. Fotos con altos dirigentes del país, portadas de sus escasos libros, paneo sobre una multitud ostentosa de medallas, y una entrevista acerca de su presente, de la labor que realiza en la actualidad. Con voz casi inaudible y manos vacilantes, el televidente creyó oír que "asesoraba" no supo bien qué institución o qué editorial. Terminada la emisión de este programa, la inmensa ciudad de sus víctimas, cientos de ellas felizmente todavía vivientes, comenzaron a llamarse por teléfono horrorizadas de que la actual Televisión Cubana, más de treinta años después de aquellos oprobiosos acontecimientos, dirigidos por el hoy inmaculado Luis Pavón Tamayo, dedicara parte de su precioso tiempo y espacio a uno de los personajes más execrables, incluidos los tiempos coloniales y neocoloniales, de la historia de la cultura cubana. Allí estaba, sin duda, quien durante cinco largos y estériles años, presidió la institución rectora de nuestra cultura, desde su alta torre del palacio del Segundo Cabo, frente a la Plaza de Armas. Allí estaba hablando como si nada hubiera ocurrido, lavado por arte del ocultamiento, de toda responsabilidad con su conducta de aquellos años. Ni el texto encomiástico que un locutor leía, en el que las víctimas televidentes se enteraron por primera vez de su importancia como poeta, ni las incoherencias musitadas del entrevistado realizaron alguna referencia, ni por un segundo, al pasado ominoso de quien presidió durante esos cinco años el Consejo Nacional de Cultura. Es decir que todos habían tomado el agua del Leteo, que da el olvido, y que esperaban que las víctimas, por el contrario, recordaran a su verdugo. Allí estaba, vestido de blanco, el gran parametrador de importantes artistas, ahora si de verdad, el que los persiguió y expulsó de sus trabajos, el que los llevó ante los tribunales laborales, los despojó de sus salarios y de sus puestos, quien los condenó al ostracismo y al vilipendio social, quien pobló sus sueños con las más atroces pesadillas, el que anuló la danza nacional, mutiló funciones del guiñol, quien llevó al exilio a artistas dispuestos a trabajar en su país y dentro de su cultura, quien persiguió a pintores y escultores despojándolos de sus cátedras y de la posibilidad de exponer sus obras, el gran censor de músicos y trovadores, allí estaba quien enseñó a los artistas cubanos un ejercicio apenas practicado en nuestra historia, el de la autocensura, inventor y propiciador de la mediocridad que llenó todo su período con obras que hoy felizmente a nadie le interesa recordar, sabiduría crítica que los dirigentes de la televisión y sus responsables ideológicos no han sabido imitar. Allí estaba alguien que, con una vocecita en apariencia inofensiva, creó e inculcó en el trabajo cultural, como observa con justicia Desiderio Navarro: "estilos y mecanismos de dirección que ha costado décadas erradicar". Estos hechos históricos, escamoteados por decisión de alguien, sin embargo debieron ser conocidos por los televidentes —las víctimas los conocen en carne propia—, principalmente las nuevas generaciones que carecen de información sobre tal período. Así la impronta de Luis Pavón Tamayo en la cultura nacional podría ser juzgada con justicia por todos. Por supuesto no es el único cadáver insepulto que la Televisión Cubana trata de poner en circulación, sin que se sepa hasta hoy con justeza el porqué. Hace poco las víctimas de Jorge Serguera, antiguo Presidente del ICRT, lo vieron gesticular entre las velas de una especie de capilla ardiente, sin que se le moviera un músculo de la cara, sobre sus años de dirigente persecutor. Este tampoco pidió excusas, y muy por el contrario exclamó envanecido que no se "arrepentía de nada". Sus víctimas, en otro sentido, tampoco tienen nada de que arrepentirse. No obstante estos dos insepultos no son los únicos. Hace unos meses en un programa del Canal 2, Diálogo abierto, por igual en horas de alta audiencia, fue entrevistado uno de los rancheadores de la administración de Pavón, Armando Quesada, a quien encargó que se ocupara con esmero de "limpiar" el movimiento teatral cubano. Así lo hizo, claro, por el tiempo en que su mayoral estuvo en el poder. La única "medalla" que se le puede acreditar a la Luis Pavón Tamayo no figura en la vanidosa colección que las cámaras, desplazadas hasta su propia casa, con luminotécnicos y maquillistas acompañantes, tomaron inclinadas sobre una mesa dispuesta como para una puesta teatral. Esta "medalla" es la que se ganó en justa lid cuando el Tribunal Supremo fallara en su contra por "abuso de poder" y por medidas "inconstitucionales" contra los trabajadores de la cultura. Es su mayor mérito, y el más original: es casi el único dirigente de la Revolución que lo ha obtenido. Ahí están las Gacetas Oficiales con los diversos fallos, varios en total, que provocaron, en gran medida, su destitución. Quizá para un filósofo determinista, Pavón no es responsable absoluto de sus acciones al frente del Consejo. Es en cierta y oscura medida una víctima posterior del pavonato, que él mismo instrumentó. En tal observación se encuentra una parte de verdad. Como en la teología católica las estrellas inclinan pero no fuerzan el albedrío, en las modernas doctrinas sociales las circunstancias, el complicado tejido de la sociedad de una época, inclinan también, como nuevas estrellas terrenales, pero no fuerzan el albedrío. De acuerdo con la libertad humana, aún en las condiciones más férreas, puede el hombre negarse, discutir, proponer soluciones diversas, influir, o al menos no excederse en la violencia. Tal vez el hecho de que Pavón se excediera, propicia en sus víctimas explicaciones ya de carácter sicológico. Hay deseos, placeres, fobias, envidias que contaminan cualquier decisión en apariencia imposible de no cumplir. Cuando comenzó la rehabilitación de los artistas y escritores que Luis Pavón Tamayo intentó aniquilar para siempre, y la política cultural entró en el período de las revolucionarias rectificaciones, y las víctimas del pavonato fueron reconocidas en su valor como creadores, el viejo Ex-presidente se acercó a uno de sus amigos para advertirle, con parecidas palabras a éstas, no te comprometas demasiado con esos que ahora son Premios nacionales, pronto a todo esto se le dará marcha atrás. Extraño pensamiento en un marxista declarado: concebir el tiempo histórico como un eterno retorno. ¡Ay!, qué rico, qué rico es... el ritmo Pavón, pa que lo goce usted, el ritmo Pavón pa que lo goce usted. ¡Ay!, pero que rico, que rico es el ritmo Pavón pa que lo goce usted. ------------------------------------------------------- Un nuevo desacierto de la televisión cubana acaba de ocurrir: Luis Pavón, uno de los personajes más espantosos y temibles en la historia de la cultura cubana acaba de recibir lisonja en el programa Impronta de Cubavisión. En estos días en que tantos la emprendieron contra La diferencia, supongo, espero, que también ahora apunten sobre este dislate tan absurdo, y, por favor, permítanme el pleonasmo. Jorge Ángel Pérez ------------------------------------------------------- Cualquiera diría que al refrescar la imagen nada constructiva de Luis Pavón se trata de una reivindicación de sus ímprobas bondades. No creo que sea pura coincidencia. Existe una tendencia en pensar que las víctimas de un atropello —en este caso un error histórico, aunque la palabra se haya vanalizado– aumentan el crimen padecido. Se ve así desde los que cometieron el crimen y desde el silencio de indolentes acuñados en sus posiciones. Ocurre con el holocausto de los hebreos por el nazismo. Al homenajear al culpable —directo o instrumentalizado— de un error enorme, de los que no se curan con timonazos, se está sancionando favorablemente sus hechos, su culpa. La televisión y sus responsables —los que residen en L y 23 y los distantes— han dado un paso alevoso, despectivo hacia el padecimiento de los protagonistas de la cultura cubana que fueron sumergidos en el desprecio y condenados al ostracismo en un período cuyas torceduras todavía no se han curado. Se silencia la voz de los ofendidos y se le devuelve la voz a la cara mostrable de los hechos. Su reivindicación es nuestro escarnecimiento. Tienes razón, Jorge Ángel, en todo eso hay algo más que torpeza e insensibilidad, o inadvertencia. ¿Demoraremos en ver a Carlos Aldana nuevamente dictando "orientaciones" a "las partes blandas de la sociedad"? ¿Vuelven "los duros"? ¿Cuántos creadores de verdad, que aportan a la cultura cubana, no han sido reconocidos todavía por la televisión mientras reciclan sus "protagonistas", sacados de un troquel tiránico, siempre agazapados a la espera del turno del revanchismo? ¿Es la televisión un ente aparte de la cultura cubana? Te autorizo a utilizar estas opiniones, Reynaldo González ------------------------------------------------------- Desiderio: Esta mañana te reenvié el breve correo de alerta que circuló Jorge Ángel Pérez porque estaba seguro de que reaccionarías con tanto enojo como lucidez al desconcierto que él planteaba. Concuerdo plenamente con tu análisis y, como a ti, me cuesta creer en las casualidades. Aunque sea obra de un aparente azar, la presencia en la televisión cubana, a pocos días de diferencia, de Jorge Serguera y Luis Pavón Tamayo debe ser interpretada como un síntoma, y cometeríamos el gravísimo error del silencio si no realizamos, de inmediato y por cualquier vía, la labor simultánea de denuncia y análisis. Porque la denuncia sin que se piense a fondo, como tú haces, ese pasado cuyas cicatrices aún perviven en la cultura cubana, puede ser inútil, como lo sería también el pensamiento neutro, que no sitúe posiciones y enfrente perspectivas. Vivimos un momento tan difícil como intenso, y estoy convencido de que el rumbo que el país tome en un futuro más o menos inmediato es responsabilidad de todos. El campo intelectual cubano, a mi juicio, se ha complejizado en los años más recientes, y, al lado de un evidente pensamiento de derechas, dentro y fuera de Cuba, coexiste una posición complaciente (¿una derecha pragmática?) en la que se mezclan las oportunidades del mercado con la preferencia oficial por actitudes de obediencia y silencio. "Si me dejan ganar dinero en paz, me quedo callado o aplaudo sin reservas", parecería ser un lema frecuente en estos días, alimentado por la difusión de que disfrutan esos que siempre asienten y el usual ninguneo para quienes, desde la izquierda y la revolución, prefieren pensar (y, con frecuencia, discrepar). Ambas vertientes, la derecha beligerante y la pasiva o pragmática, pueden ser un terreno propicio para el resurgimiento no ya de figuras cuyo capital político, incluso por razones de edad, está muy desgastado, sino de un tipo de pensamiento que persiste en nuestra cultura. Gracias por la provocación. Me gustaría que, de inmediato, este mensaje tuyo desencadenara una reacción realmente productiva, donde se debatan asuntos más interesantes que el número de velas en un set televisivo. Con un abrazo, Arturo Arango ------------------------------------------------------- Nuevo mensaje de Arturo Arango Amigos y compañeros: Las señales, los síntomas, siempre son complicados y diversos, y creo que hacemos mal si sólo vemos (y condenamos) unos y pasamos por alto otros. Mientras en la televisión ocurrían estas dos apariciones, en otra zona de la realidad le fue concedido el Premio Nacional de las Ciencias Sociales a Fernando Martínez Heredia, el guevarista, el fidelista, el marxista, uno de los intelectuales que con más lucidez ha analizado la historia cubana del siglo XX, de los fundadores, y el director, de la más importante revista cubana de Ciencias Sociales, un ser consecuente hasta el dolor con sus ideas, que siempre está colocando su pensamiento en términos de acción hacia un futuro que comenzó a imaginar desde que aún estaba en Yaguajay y en que aún sigue confiando. Hay que leer también esta señal, y acompañar a Fernando en sus empeños. Acompañarlo como él siempre ha querido que sean las compañías intelectuales: atendiéndolo y discrepando con él, escuchándolo y discutiéndolo. Y si todo ello ocurre frente a una botella (no de agua), mucho mejor. Arturo Arango Dame la mano y danzaremos, dame la mano y danzarás como una sola flor seremos así que olviden lo demás... Me llamo Arturo y tu Antoñico, pero tu nombre olvidarás.. prende la tele que está Fernando unámonos todos y nada más. ------------------------------------------------------- Amigos y compañeros: La recomendación que nos hace Arturo Arango de prestar atención también al Premio Nacional de Ciencias Sociales otorgado a Fernando Martínez Heredia, es tan pertinente que la seguí siete días antes de que nos la formulara en su mensaje de hoy, y, por ende, varios días antes del "lavado de biografía" televisivo que nos ocupa. A continuación reproduzco el mensaje que le dirigí a Fernando el pasado día 31, tan pronto supe de la buena nueva. Allí, como se verá, además de celebrar el valor intrínseco de la obra y luchas de Fernando, se leía el Premio como síntoma de fecundas posibilidades. Lamentablemente, los dos sucesos que yuxtapone Arturo en su mensaje —el Premio de Fernando y la Epifanía de Pavón— hay que considerarlos signos antagónicos, y no contradictorios, pues tienen orígenes institucionales y político-culturales bien diversos y no un mismo origen que estuviera contradiciéndose voluble e irreflexivamente o tratando ingenuamente de conciliar lo inconciliable. Y, ahora, a compartir esa botella y los tozudos sueños revolucionarios con Fernando! Un abrazo. Desiderio ------------------------------------------------------- Querido Fernando: Acabo de enterarme, por el magnífico texto de Guanche en La Jiribilla, que te han conferido el Premio Nacional de Ciencias Sociales. Sinceramente, es una de las pocas grandes alegrías que he tenido este año. En la cultura, y aún más en la política cultural, la justicia tarda… eppur si mueve y finalmente llega. Para decirlo con palabras de aquel Althusser de nuestra juventud, ese premio honra al Aparato Ideológico del Estado y abre nuevas esperanzas en estos tiempos preñados de fecundas posibilidades e insidiosos peligros. Los que vieron en el parecido semántico-lexical una relación de familia entre los nombres de Criterios y Pensamiento Crítico, no se equivocaron. Los que vieron una relación de catálisis en la irrupción de Criterios tan sólo siete meses después de la desaparición de Pensamiento Crítico, tampoco se equivocaron. En la historia de las luchas culturales de la Revolución Cubana, a ambos empeños editoriales los unirá siempre el afán de practicar y predicar el ethos martiano del injerto del mundo en el tronco de nuestras repúblicas y el ethos marxista de la crítica radical. Como le dije a Abel hará unos tres años, en una reunión con Fowler y Reina María en su despacho, no pierdo la esperanza de que aparezca una revista cubana de pensamiento social que sea hoy, mutatis mutandis, lo que fue Pensamiento Crítico, que incluso lleve su nombre y que sea dirigida por tí. ¡Qué síntoma más alentador sería de salud, fortaleza y renovada juventud ideológica y cultural para una Revolución socialista, qué anuncio sería de ese socialismo crítico y creativo que con lucidez y pasión tu obra ensayística propugna y prefigura! Déjame soñar. Querido Fernando, es una dicha tener la certeza de que no serás absorbido por ningún Canon y emplearás todo el capital simbólico que te da este premio en tus permanentes esfuerzos por hacer lo que realmente haría Marx ahora. Un fraterno abrazo y los deseos de un 2007 lleno de nuevos logros para ti y para Esther. Desiderio ¡Teatro!, lo tuyo es puro teatro, falsedad bien ensayada, postmoderno simulacro. Fue tu mejor actuación pasar por Criterión, y hoy que te veo de cerca comprendo tu simulacro... Perdona que no te crea, me parece que es teatro. ¡Teatro!, lo tuyo es puro teatro ¡Teatro! ------------------------------------------------------- Estimado Reynaldo González: En medio de la avalanchita de e-mails que ha suscitado la vuelta al proscenio de Luis Pavón, he leído sus opiniones al respecto. Le escribo sólo para hacerle saber que estoy plenamente de acuerdo con usted, con cada una de las palabras que dice ahí. Sólo que en algún sitio donde usted pone "errores", entiendo que por elegancia, por no ser obvio, yo pondría "actos criminales", que desde luego siguen y seguirán siéndolo en tanto no se los reconozca abierta y públicamente como tales, con absoluta transparencia, algo que mucho me temo no va a ocurrir en las actuales circunstancias de nuestro país. Aprovecho la oportunidad para comentarle que me llamó la atención —aunque no mucho, a decir verdad— que en el programa Este día de Cubavisión del pasado 19 de diciembre no incluyeran entre las efemérides importantes nada más y nada menos que el natalicio de José Lezama Lima. ¿Será también casualidad? No lo creo. Como tampoco creo que nuestra lamentable televisión (esa misma que exhibió versiones mutiladas de Philadelphia y de El beso de la mujer araña, y aquel glorioso spot para alertarnos sobre el peligro de las drogas como sustancias nocivas que hacen que los jóvenes se vuelvan homosexuales, esa misma que jamás ha transmitido una sola imagen de las manifestaciones de orgullo gay que tienen lugar en otras partes del mundo, esa misma que se complace a cada rato en chistes, o más bien pujos homofóbicos de la peor calaña, entre otras lindezas), sea un ente aparte de nuestra cultura. No, no lo es. Vamos, que a estas alturas de la vida tendríamos que ser demasiado ingenuos para suponer eso. Como bien dice nuestro Desiderio en su magnífico y muy oportuno artículo ¿Síntoma de qué? Preguntémonos por las causas de las cosas, estas bellaquerías, por decirlo suave, son signos de… algo. Y no de algo bueno precisamente. Estimado RG, pensé primero en enviarle este mensajito en forma privada, sólo para usted, en parte porque no acostumbro a dar gritos en el ágora y en parte porque usted y yo, si la memoria no me falla, no nos conocemos personalmente y… Bueno, temí que usted pudiera tal vez malinterpretarme. Pero luego pensé que si uno va a manifestarle apoyo y solidaridad a alguien que ha gritado, no debe hacerlo en voz baja. Así que estoy enviando copias a otras personas. Espero que no le moleste. Un cordial saludo, Ena Lucía Portela ------------------------------------------------------- Peor que olvidar el pasado es tener amnesia del presente Jorge Luis Arcos, Madrid miércoles 10 de enero de 2007 Los últimos acontecimientos desencadenados en Cuba tras la resurrección de Pavón-Quesada-Serguera, es decir, por ahora, multitud de gritos de diversa índole por correo electrónico, articulación de un frente común doméstico para protestar por el intento raulista de limpiar a sus antiguos instrumentos represores, lavar la memoria histórica, y, de paso, humillar una vez más a sus víctimas, y, en general, a todos los intelectuales, cuando no también, de paso, advertir que la pesadilla puede regresar de nuevo, etcétera, no es sino un episodio más dentro de una realidad devastada. Muchas de las reacciones en contra, así lo demuestran a pesar suyo. Unas abogan porque el problema se resuelva dentro de casa, como si una parte considerable de las víctimas no estuviera fuera de Cuba; otras tratan de negar lo evidente: que todo ello responda a una estrategia del poder, como lo fue en el pasado, y como lo es en el presente incluso; muchas critican lo sucedido, abogan por una reparación pública, pero, por supuesto, sin nombrar —ni antes ni ahora— a los verdaderos responsables. Es sencillamente increíble. Tal parece que una parte considerable de los intelectuales cubanos dan por hecho que el régimen actual va a continuar existiendo, y ellos, dentro del mismo, con su variada gama de complicidad, silencio, oportunismo o, incluso, alegre aprobación. Porque aun cuando se rectifique públicamente lo sucedido recientemente, ello no constituiría sino un leve reacomodo dentro de una política cultural en esencia subordinada a un poder totalitario. Pues está muy bien protestar por la resurrección de la imagen de aquel pasado ominoso, pero ¿cómo convivir en el presente con un régimen que coarta diariamente todas las libertades elementales? Peor que olvidar el pasado, es tener amnesia del presente. Aun los más honestos críticos de lo sucedido, demuestran que en el presente ellos mismos continúan sometidos a cierta censura, a un miedo modelado por décadas de represión. Como si lo terrible sólo aconteciera en el pasado, como si el presente no pudiera ser cuestionado… En todo caso, impera una buena dosis de conformismo: que no regresen aquellos tiempos tan tenebrosos (para ellos), pues el presente, terrible también, al menos no es tan tenebroso (para ellos). El poder a la larga ha ganado: ha logrado que una buena parte de la intelectualidad, sobre todo aquella que tiene voz pública dentro del país, viva en un limbo metafísico con respecto al resto de la población, no levante su voz —como ahora— contra los que organizan mítines de repudio contra los disidentes pacíficos, contra los que fusilan sumariamente a tres delincuentes comunes en una oprobiosa madrugada, encarcelan a periodistas, y, para colmo, firman cartas de aprobación de tales actos vandálicos. Tienen, pues, un civismo relativo, selectivo, pragmático, oportunista o conservador. Tienen miedo, en definitiva. Y no está mal que lo tengan, pues todos lo tenemos, pero sí que lo esgriman solamente cuando ven la posibilidad de ser ellos afectados nuevamente más de lo que lo han estado siempre. Uno de ellos dictamina sobre quienes son de derecha dentro y fuera de Cuba, dando por sentado que él es de izquierda. Pero ¿qué izquierda es esa que no quiere reconocer que la derecha ha estado siempre en el poder? Bien, yo también tuve miedo, yo también padecí la censura y sobre todo la autocensura. Tuve que irme de mi país para disfrutar del triste privilegio de poder escribir este mismo artículo sin esperar represalias, para poder poner en blanco y negro lo que pienso realmente sin el temor de perder mi trabajo, ser expulsado de la vida civil o, incluso, ir a la cárcel. Pero, al menos, respetemos a quienes dentro de Cuba sufren una represión directa por el simple pecado de decir lo que piensan, e, incluso, respetemos también a quienes hemos tenido que renunciar a nuestra patria física para poder dormir al menos con la conciencia un poco más tranquila, si es que ello es ya posible. Ustedes, los que viven en Cuba, también merecen ser respetados, pero tendrán que ganarse —como todos— ese respeto, ya sea con actos o incluso con silencios y sacrificios significativos, pues cómo siquiera intentar ser respetados por el mismo régimen que los humilla día a día con su variopinta colaboración o amnesia selectiva u oportuna. A estas alturas del juego ¿se puede jugar sinceramente a ser reformista? ¿Reformas, para qué, para mantener el estado actual de cosas? Esta es la encrucijada. Si los actuales sucesos no les hacen ver lo evidente: que el régimen ha sido en esencia siempre el mismo, entonces muy poco se puede esperar de un futuro "con todos y para el bien de todos". Es muy cómodo abogar porque la cultura cubana sea una sola y de repente olvidar a las víctimas tanto de dentro como de fuera del país. Amigos intelectuales cubanos, así no se juega. La izquierda masoquista se pavonea José Prats Sariol, México DF miércoles 10 de enero de 2007 "Perversión sexual de quien goza con verse humillado o maltratado por otra persona" —dice el mataburros—. ¿Gozarán mucho los escritores que ahora, con toda razón, denuncian el renacimiento de los Luis Pavón, Serguera y Quesada por la TV oficial? "Métete con la cadena, nunca con el león", me aconsejó una tarde de 1997 en Ciudad de México el hoy director de la Academia Cubana de la Lengua. ¿Acaso la mayoría de las protestas contra la resurrección de los subcomandantes sigue disciplinadamente las moralejas de la picaresca advertencia? Por favor, ¿peras al olmo? —para terminar con Sancho Panza—. Salvo en una de las justas protestas —de una talentosa narradora— no parece observarse la más mínima intención de juzgar al león, ni al hermano, a los que nunca se han arrepentido públicamente de cometer aquel Congreso Nacional de Educación y Cultura en abril de 1971, tras el desastre de la zafra de los 10 millones y la consiguiente sumisión al Moscú del comunismo científico y el realismo socialista. ¿Pensamiento crítico en el 2007 por parte de los mismos que clausuraron la revista Pensamiento crítico y el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana? ¿Ingenuidad o miedo de algunos de los que hoy acusan a la TV —tan totalitaria como en la "década negra"— de cumplir una orden —descendida del Partido— similar a la de entonces? ¿Será que lo dan por tácito, sobrentendido, implícito? Esperemos que así sea… Lo que no se transparenta o insinúa, en la retórica aristotélica de las denuncias contra el homenaje mediático a los pavones, es, sencillamente, si ya han perdido la poca fe que les quedaba en la cúpula del Poder. Ahí está, al parecer, lo que se elude. ¿Cuál cargo ocupaba Luis Pavón antes de ser designado presidente del Consejo Nacional de Cultura? ¿Acaso no era director de la revista Verde Olivo, es decir, un cuadro muy cercano, de la absoluta confianza de Raúl Castro? ¿Quién pudo nombrar al ex fiscal Papito Serguera en el Instituto Cubano de Radio y Televisión? Y a propósito: ¿De qué se ocupaba Armando Hart —entre otros dirigentes con poses liberales— en aquellos años? Ah, la memoria. Propongo una campaña para recolectar "almohadillas de olor". Como yo no la he perdido —ni la quiero perder—, recuerdo con nitidez el discurso de Fidel Castro en la clausura del estalinista Congreso de Educación y Cultura. El mismo desprecio a los intelectuales es el que demuestran los vices al empezar 2007: la prueba se encendió en la pantalla chica. Coincido en general con el artículo de Duanel Díaz. Quizás lo preocupante no sea la pose de críticos de la cadena que ahora asumen algunos masoquistas, sino el mensaje que tales resurrecciones trae consigo. ¿Hay otra vuelta a la tuerca que se ha mantenido edulcorada? ¿Habrá cambios en los funcionarios que dirigen la política cultural del gobierno? ¿Asistimos al reinicio de la represión desembozada contra artistas y escritores que el Poder sabe disidentes? ¿Se acabó el limbo? En cualquier caso: mal síntoma, la polarización siempre es un síntoma pésimo, que presagia violencia. Las próximas semanas nos dirán, porque lo evidente es que los halcones han salido de sus jaulas. Esperemos que la vejez y los achaques en el lado derecho —ellos son la verdadera derecha— les impida volar. De la Gran Escena por Odille, el cisne de avanzada La eximia y Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso (AA; por favor, no confundir con American Airlines) vuelve a ser noticia en el mundo del espectáculo baletístico y operático. No; volvieron a equivocarse. No reportaremos sobre ningura operación del metatarso. Se trata de un mancomunado esfuerzo entre el Gran Teatro de La Habana (que, por cierto, con la adición de dos asientos en el primer balcón pasará a llamarse Le Plus Grand Thêatre du Monde) y la UNEAC para realizar una producción benéfica con vistas a recaudar fondos con los cuales compensar a los escritores e intelectuales cubanos que sufrieron discriminación y ostracismo durante lo que ya se conoce como el «pavonato». En esta función - cuya fecha exacta permanece en secreto, aunque se sabe que coincidirá con el 700 cumpleaños de Alicia, es decir, en 1845 - Alicia Alonso estrenará Le Grand Pas de Quatre, y lo hará en compañía de otras leyendas como Lucile Grahn (Miguel Barnet), Carlotta Grissi (López Sacha) y Fanny Cerito (Pablo Armando Fernández). La conducción orquestal, los decorados, la escenografía y el vestuario estarán a cargo de Abel Prieto. En cuanto a las notas al programa y dirección general del espectáculo, ello correrá a cuenta del Máximo Director En Jefe, quien, no pudiendo estar de cuerpo presente, dictará sus instrucciones y sabiduría por teléfono. Alicia Alonso - cuyo nombre de pila es María Taglioni - interpretará también La muerte del cisne, en una versión vanguardista cuyo escenario no es el lago, ni el malecón, sino un sillón de ruedas junto a una pipa de agua de Centro Habana. De la parte operística se encargará Juana María Abas quien estrenará el aria de la locura de la ópera china YuTong, del chino Heras Li On. Con motivo del estreno, la Abas lucirá una peluca de la ya prestigiosa marca Pelucas Prieto, bellamente aderezada con palitos chinos y semillas de soya pintadas a mano en un exclusivo taller del Barrio chino de La Habana. Se trata de un moño de tres pisos que remata en una pagoda de estilo bizantino, y en la que se han dispuesto ventanas ojivales a través de los cuales salen, sin freno, los poemas de la temba. Después del aria de la locura, la Abas interpretará otra de las que más prestigio le ha dado en el ámbito del bel canto de la UNEAC: Perduta, Pedante, de La temba del Alhambra. La función en Le Plus Grand Thêatre du Monde - en la que intervendrán los Coros, Corales (premios o no), Cantoras y Coralinas de todo el país - demostrará la cohesión de los escritores e intelectuales de la Isla en el rechazo al «pavonato», pero también su irrestricto apoyo a las Palabras a los intelectuales. Palabras al cuerpo de baile Mientras tanto ha trascendido a nuestra redacción la incómoda reunión sostenida por la Dirección al Mando del Ballet Nacional de Cuba con los bailarines principales, corifeos, bailarines de carácter y cuerpo de baile. En caso de que alguien se lo esté preguntando, nos adelantamos para confirmarlo: en esa reunión se decretó la desaparición de la categoría primera figura de la nómina de empleados del BNC. "¡Para primera figura, y prima baillarina assoluta, YO!," se dice que gritó la eximia dando un fuerte golpe con una zapatilla sobre la mesa. "¡Qué nadie se haga ilusiones," agregó. "Poco me importa si algunos me llaman Bernarda Alba en los pasillos o en los baños de la Casa del Ballet. "¡Aquí hay Alicia para rato!, así que aguanten y no se salgan de su papel. Con Alicia, TODO; contra Alicia, NADA!," concluyó la mandataria. En las filas del ballet ya esas palabras empiezan a ser conocidas como Palabras al cuerpo de baile. Mariana Sanz, en un artículo publicado en Encuentro en la red, comenta: "Aquel decir tan hermoso de los Alonso, en la época en que proclamaban que el ballet no era de nadie en específico sino del pueblo, que bailaba, ha quedado mancillado por la actitud dictatorial de quien pretende ser más que un ejemplo de bailarina y sólo ha conseguido convertirse en una caricatura a la que el mundo rinde tributos por su glorioso pasado sobre las tablas. Parece que quisiera enterrar al ballet con ella." Y ustedes, amigos lectores, ¿qué me dicen? ¿No nos suenan familiares estas declaraciones? ¿Qué otra de las más grandes figuras producidas por De la gran escena cubana afirmaba exactamente lo mismo? ¡Adivinaron! Sí: era la Diva de la Dignidad Popular, la mayor, la más fabulosa. Y díganme, ¿no está acaso ella también absolutamente ciega? ¿No podríamos decir que tanto una como la otra quieren enterrar al país, llevárselo como trofeo a las pirámides que ya deben estar en plena frase constructiva; llevarse con ellas, insisto, a ese inmenso cuerpo de baile en que se ha convertido la Isla? Protagonistas respectivas de los dos más famosos ballets del mundo: Giselle y Girón la victoria (este último con la presencia de la pistolera Sara González), sus puntas cobraron notoriedad y las hicieron célebres en todo el mundo. Del mismo modo que hoy la ceguera las hace igualmente célebres. Observen la foto de Alonso con el cuerpo de baile durante la última edición del Festival de Vallet de La Habana que apareció en la revista Encuentro en la red. No se dejen engañar ustedes tampoco: esos dos muñecos-andamios que mantienen aguantada a la Alonso para que no se venga abajo no son otros que dos de los más calificados mecánicos del Hospital Ortopédico de La Habana, disfrazados de bailarines. Así de tristes andan las cosas en el ámbito del ballet cubano. Y Alicia, que no se baja de la locura - como la otra - insiste en que está entera y habla de crear una nueva coreografía: La cieguita Oichi de la Sierra Maestra. Crítica y memoria Duanel Díaz, Madrid miércoles 10 de enero de 2007 Ha llegado a mi buzón electrónico una carta pública donde Desiderio Navarro critica la reciente aparición de Luis Pavón en un programa de la Televisión Cubana que ha exaltado su contribución a la cultura nacional. Además de sumarme al merecido repudio de ese oscuro censor cuya obra literaria carece de toda importancia, me gustaría ahora compartir un par de reflexiones sobre la propia denuncia de Navarro; señalar, sobre todo, los límites de su posición, que son, básicamente, los de quienes a estas alturas de la partida afirman que la libertad de crítica y el socialismo cubano no son incompatibles. Al colocar casi toda la culpa en el funcionario, por importante que este sea, Navarro libera en gran medida de ella al gobierno revolucionario. "Cierto es que Pavón no fue en todo momento el primer motor, pero tampoco fue un mero ejecutor por obediencia debida. Porque hasta el día de hoy ha quedado sin plantear y despejar una importante incógnita: ¿cuántas decisiones erróneas fueron tomadas "más arriba" sobre la base de las informaciones, interpretaciones y valoraciones de obras, creadores y sucesos suministradas por Pavón y sus allegados de la época, sobre la base de sus diagnósticos y pronósticos de supuestas graves amenazas y peligros provenientes del medio cultural?", afirma, colocando en el origen —en la "base"— del entuerto al director de Verde Olivo, y atribuyendo así las erradas decisiones de la cúpula a los "datos" suministrados por él. Pero no fue Pavón quien inventó el estalinismo, ni quien decidió seguirlo en Cuba: esas valoraciones, que son las que fundamentan la doctrina del realismo socialista, ya habían presidido la obra crítica de las cabezas pensantes del Partido Socialista Popular: Carlos Rafael Rodríguez, Mirta Aguirre, Juan Marinello, José Antonio Portuondo, Nicolás Guillén. En un principio enfrentados con los partidarios de otras posiciones estéticas que reivindicaban para sí la originalidad de la Revolución, estos intelectuales estalinistas fueron adquiriendo más importancia en el dictado de la política cultural a medida que el gobierno revolucionario, declarado marxista-leninista desde 1961, fue estrechando sus lazos con el bloque soviético y los límites de la legalidad revolucionaria. Navarro afirma que la impronta de Pavón "condicionó el resentimiento y hasta la emigración de muchos de aquellos creadores no revolucionarios, pero no contrarrevolucionarios, cuya alarma había tratado de disipar Fidel en Palabras a los intelectuales", como si entre este discurso de Castro y los dictámenes del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura hubiera una simple solución de continuidad. La memoria que propugna en su carta no alcanza, pues, a recordar que fue el propio Castro quien pronunció el discurso de clausura de ese congreso, consagrando elocuentemente todos sus dictámenes; tampoco recuerda que Pavón, en tanto director de la revista Verde Olivo, estaba directamente subordinado a Raúl Castro. Las causas de las cosas que Navarro invoca en su cita de las Geórgicas llevan, entonces, directamente hasta ese Comandante en Jefe de cuya convalecencia todos están pendientes, y hasta aquel otro Castro que lo ha sustituido en sus funciones. Quedarse en las ramas Preconizar la necesidad de ir a las raíces y quedarse en las ramas es, así, la contradicción medular de la crítica que ya en el ensayo In media res publicas ofrecía Desiderio Navarro. Allí apunta: "La suerte del socialismo después de la caída del campo socialista está dada, más nunca que antes, por su capacidad de sustentar en la teoría y en la práctica aquella idea inicial de que la adhesión del intelectual a la Revolución —como, por lo demás, la de cualquier otro ciudadano ordinario— 'si de veras quiere ser útil, no puede ser sino una adhesión crítica'; por su capacidad de tolerar y responder públicamente la crítica social que se le dirige desde otras posiciones ideológicas —las de aquellos 'no revolucionarios dentro de la Revolución' a quienes se refería la célebre máxima de 1961". Ante esta reivindicación del derecho a crítica para los revolucionarios y los no revolucionarios de "dentro", cabe preguntarse dónde está el límite en que comienza la "contrarrevolución", quién establece el "afuera" sino ese Máximo Líder en cuyo dictum de 1961 estaban ya, in nuce, las determinaciones de 1971. Lo cierto es justo lo contrario de lo que dice Navarro: la existencia misma del socialismo, antes y después de caerse el Muro, depende de reprimir la crítica de fondo, pues esta lo derretiría como un trozo de hielo expuesto al mediodía cubano. La Revolución no admite "conciencia crítica". Para criticarla de verdad, hay que situarse "fuera del juego". Salir de su propia lengua: pasar de "Fidel" a "Castro". Mientras exista "Fidel", no ya sólo en tanto ser físico sino en tanto concepto proveedor de legitimación, la simetría entre "políticos" e "intelectuales" que sugiere Navarro resulta falsa; de hecho, en Cuba no hay "políticos", puesto que no hay partidos ni parlamento. Tampoco creo que una mayor resistencia de los intelectuales hubiera cambiado mucho la cosa en los setenta: más hubieran sido reprimidos, pues el sistema era una eficaz máquina de producir represores. Más criticables que los que en aquella coyuntura callaron o colaboraron, me parecen esos que, entonces marginados, se han convertido luego de rehabilitados en grandes adalides del régimen. En una cosa sí estoy de acuerdo con Navarro: hay que tener memoria. Es por ello que echo de menos, en su enérgica crítica al gremio, una autocrítica, pues no olvido que, aunque le hayan censurado escritos propios y prohibido la publicación de algunos ajenos, él no dejó de ser uno de los cómplices de esa misma política con la que ha quedado identificado el nombre del teniente Pavón. Como si se tratara de un colaborador de la revista positivista Cuba Contemporánea súbitamente montado por el espíritu de Zdanov, Desiderio Navarro escribió: "En modo alguno el sistema directivo de la sociedad socialista podría permitir que la cultura llegara a ser ese factor histórico que una vez fue abandonado a la espontaneidad y al libre curso y gracias a su capacidad de acción inversa sobre los demás factores sociales, introduciría en masa lo aleatorio, el desorden, la desproporción y la discordancia en todo el organismo social" ("El papel conductor del Partido marxista-leninista en el terreno de la cultura", La Gaceta de Cuba). Un reclamo arqueológico Ciudadano desconocido Confieso que tras la lectura de casi todas las cartas iracundas que conforman el actual affaire Pavón 2da parte, he llegado a casa con cierto olor a guardado, como cuando husmeamos en las gavetas de la abuela muerta o salimos de una librería de uso o del almacén de un anticuario. Fundada es esta ira --seamos justos--, pero infundados otros silencios. Se pregunta Desiderio Navarro: “¿cuántas decisiones erróneas fueron tomadas más arriba sobre la base de las informaciones, interpretaciones y valoraciones de obras, creadores y sucesos suministrados por Pavón y sus allegados de la época...?”, al tiempo que Antón Arrufat fustiga al “gran parametrador de importantes artistas, (...) el que los persiguió y expulsó de sus trabajos, el que los llevó ante los tribunales laborales, (...) quien pobló sus sueños con las más atroces pesadillas, (...) quien llevó al exilio a artistas dispuestos a trabajar en su país y dentro de su cultura...” Fundada es la ira de este reclamo, pero visibles a la vez sus costurones, el modo en que lo convierten en un asunto de arqueología sin lazos evidentes con el presente, único en la historia de nuestra cultura, único e irrepetible pues la sabiduría y el humanismo de la Revolución se impusieron en la hora nefasta para reivindicar a los excluidos por el Pavonato, como si los tiempos de censuras y autocensuras --no obligatoriamente ligados al mercado actual de las editoriales y al dinero-- ya fueran parte del pasado, como si la esencia de este y de tantos otros sucesos no estuviera en el carácter robespierreano de un Estado Total al que siempre le han incomodado los intelectuales preguntones, los que no se ajustan al canon y al pensamiento rector. Ahora resulta que el teniente Pavón --¿acaso se le ascenderá post-mortem?--, si seguimos lo expuesto por Antón Arrufat, “llevó al exilio a artistas dispuestos a trabajar dentro de su cultura.” ¿Acaso trabajaron FUERA de su cultura Gastón Baquero, Severo Sarduy, Benítez Rojo, Guillermo Cabrera Infante, todos merecedores de ese Premio Nacional de Literatura que Antón Arrufat ostenta? ¿Negarles semejante distinción a quienes decidieron vivir fuera del país o a quienes discreparon sobre el camino político tomado por la nación habrá sido una decisión del cancerbero Pavón justo antes de colocarse el pijama? ¿Acaso la verdadera impronta de este poeta-policía? Algo sí queda claro: todos estos intelectuales indignados de hoy terminan exculpando a ese ente abstracto que han dado en llamar Revolución de las atrocidades de un horrible censor llamado Luis Pavón, la exculpan a la vez que focalizan la envergadura del mal en lo que Desiderio Navarro llama “los ubérrimos 60” y los años grises que le siguieron, como si en los confortables 80, los supuestamente aperturistas 90 y los “incertidúmbricos” años 00 no se hubieran producido sutiles, inteligentes, barnizadas manipulaciones y acallamientos en el campo de la cultura nacional, como pretendiendo ignorar que Pavón, Serguera, Quevedo, como en justa carrera de relevo, no olvidaron pasarle el baluarte a Pedro de la Hoz, Iroel Sánchez, Fernando Rojas... Si Luis Pavón no fue más que un Pinocho eficaz de mala madera, ¿quien asumirá entonces el papel de Geppetto, su bondadoso creador? El simple --y grave-- hecho de que estas líneas deban parapetarse tras el anonimato es ya un marcador visible de que la real y nefasta impronta de Luis Pavón se respira, puede palparse. 11 de enero de 2007 Mi punto de vista Sería gravísimo error equivocarnos de contrincantes, pues existe la posibilidad de acabar siendo, uno, nuestro propio enemigo Eliseo Alberto, México DF viernes 12 de enero de 2007 "Cuando cierro la puerta, nunca sé si estoy adentro o afuera". (Judith Vázquez) Abro la puerta. La inesperada e inexplicable (aún inexplicada) reaparición televisiva de Jorge Papito Serguera, El Gordo Quesada y Luis Pavón Tamayo, también apodado (dicen algunos) Leopoldo Ávila, ha despertado una lógica agitación en círculos intelectuales cubanos, y esa turbulencia de correos electrónicos ha trascendido los servidores de la Isla para llegar, en ensamble coral, hasta la orilla del exilio cubano —donde muchos seguimos con atención, sorpresa y casi siempre angustia lo que sucede en Cuba, para bien o para mal—. Los de este lado de la frontera estamos "al tanto", no "al día", pero estamos. Pertenecemos. El lunes 8 de enero comenzaron a aparecer, vía internet, las primeras cartas cruzadas ("emilios") entre Jorge Ángel Pérez, Reynaldo González, Desiderio Navarro, Sigfredo Ariel, Arturo Arango. Mensajes van, mensajes vienen, la lista de destinatarios de tan ardida correspondencia (al principio privada y, después, pública) se fue incrementando hasta abarcar en pocas horas un registro muy amplio de direcciones. La razón trataba de imponerse a la pasión, sin conseguirlo del todo porque las ideas corrían, trotaban, con vibrante impaciencia, sin tiempo para asentar una denuncia contundente: así de intensa era la necesidad de avisarnos unos a otros del peligro. Necesidad y consternación. Desde La Habana, esas "resurrecciones" imprevistas, o las lecturas sombrías de las mismas, no se consideraban (como yo pensé, desde lejos) coincidencias más o menos alarmantes sino claros indicios de que "algunos" pensaban que cualquier tiempo pasado fue mejor y, ante la actual situación del país, inédita y crítica, había que cortar por lo sano. Lo infecto, para "los de la Vieja Guardia", eran los espacios de relativa libertad intelectual que los escritores y artistas del patio habían conseguido gracias, en primerísimo lugar, al renovado valor de sus obras y también a posturas personales, cada vez más autónomas, independientes. Títulos sobran. También acciones. El grito provocó el eco. En este caso, si la reverberación repercutió de muro a muro fue por culpa de los enormes paredones de censura que la "historia oficial" ha tratado de levantar a lo largo de treinta años de adulterios de la verdad, a beneficio propio. El alarido bota y rebota, le guste a quien le guste y le pese a quien le pese. A veces, la resonancia aturde más que el vocerío. Apenas cinco minutos al aire, en horario estelar de Cubavisión, y dedicados por entero a alabar al hombre (Luis Pavón) que aún carga sobre las espaldas de su conciencia la responsabilidad (no exclusiva) del peor período de la política cultural del gobierno y el Partido Comunista de Cuba, fueron más que suficiente para abrir viejas cicatrices en muchas víctimas de entonces. La memoria también tiene corazón. La memoria también se infarta. Un día después, el martes, el torrente de mensajes desbordaba los ríos del diálogo cibernético, y surgieron desde el bombín del exilio los primeros pañuelos —casi todos de apoyo—. Desde el palomar donde vivo, desde hace diecisiete años, le mandé este correo a Reynaldo González: "Querido Reynaldo: Hasta mi azotea en Ciudad México, llegan desde La Habana las palomas mensajeras con los informes, o partes, de la cólera que ha desatado en la Isla la resurrección televisiva de Pavón. Oigo, emocionado, el coro de los dignos. Cuenta con mi voz, mis cicatrices y mi palabra: suma mi ira al coraje de los amigos. Ojalá las aguas retomen su nivel, y que juicios desbocados no alboroten el avispero —aunque, si nos pican la memoria, al pan le llamemos pan y, al vino, por supuesto vino. Me siento, estoy, en la Isla y junto a ustedes —como siempre. Si puedes, hazle llegar mi abrazo a todos, a Antón, a Desiderio, a Arturo, a Sigfredo. A ti primero. Lichi". En su respuesta, rápida y breve, Reynaldo me pedía "Energía positiva". El autor de Siempre la muerte, su paso breve tenía motivos para pedirme "energía positiva". Entendí que eso necesitaban en La Habana: fervor del bueno. El orfeón fue sumando nuevas voces. La mayoría no se cuestionaba, en profundidad, los móviles posibles de tan descabellada "vuelta de carnero al pasado" sino expresaba su "solidaridad" con los escritores que se habían atrevido a levantar la mano y radiar la alarma, a tiempo y con premura. Al menos para mí, el concepto solidaridad sigue teniendo un significado entrañable: es más que una palabra. Sin embargo, algo debe de haber pasado la noche de ese martes (dicen que una reunión de urgencia en el Ministerio de Cultura) porque el miércoles 10 se acalló la polémica y un mutismo espeso se cuajó desde La Habana. Tal vez porque se aclaró "el malentendido". Puede ser. Quién quita. Quizás el entuerto no fuera tan grave, como pensamos. Visto el caso y comprobado el hecho, no sería una mala solución. Digo, las hay peores. Al enmudecer La Habana, algunos aprovecharon la pausa para desbocarse. Encuentro en la Red dio espacio a varias críticas demasiado severas, a juicio mío injustas y por muchas razones inapropiadas, de resentida autosuficiencia, que entre verdades innegables intercalaban aguijones de intolerable tirantez. Respeto y admiro a José Prats Sariol y Jorge Luis Arcos. Son mis amigos. A Duanel Díaz no lo conozco personalmente pero no es necesario para apreciar su inteligencia y rigor analítico: basta con leerlo. Como se dice en México, coloquialmente y sin ofender, tengo la sospecha de que los tres perdieron una excelente oportunidad para callarse. No era, no es, el momento de calar a fondo en un pasado que sus testigos recordamos, adoloridos, y buscar culpables mayores, nombrarlos a cuenta y riesgo. Todos perderíamos esa apuesta suicida e improcedente. ¿Quién no sabe "de memoria" las reglas del juego? ¿Se las recuerdo? No hace falta. Desde hace 48 años no han cambiado. O han variado muy poco. Los que han cambiando son los jugadores en el campo y los espectadores en las gradas, no los directivos ni los jueces. Quedan, en el banco, viejos verdugos. Pero estamos dentro de ese juego, no fuera. "No quiere ser un héroe, / ni siquiera el romántico alrededor de quien / pudiera tejerse una leyenda; / pero está condenado a esta vida y, lo que más le aterra, / fatalmente condenado a su época", dijo Heberto Padilla en su poema El hombre al margen. Unos lo aceptan, otros no. ¿Por qué avergonzarse de ello, si esa es (fue y será) nuestra vida? La que nos tocó a los de adentro y a los que, por algo, decidimos irnos —o nos echaron—. En situaciones complejas, como ésta, ¡cuánta falta nos hacen nuestros muertos! ¡Cómo extrañamos a Tomás Gutiérrez Alea, nuestro irremplazable Titón, tan sonriente como lúcido! ¿Qué habría dicho? ¿Y Jesús Díaz? Me parece oírlo. Resopla. ¿Y Moreno Fraginals? ¿Y Lezama, desde Trocadero 162? Gastón Baquero nos advirtió, con la inocencia de un pez que nos deja su testamento en la arena, que "la cultura es un lugar de encuentro" —y ese lema clarividente se convirtió en la razón de ser de la revista Encuentro—. También de la revista Temas o la revista Criterios, cada una a su manera. Yo le hubiera pedido su opinión a Santiago Álvarez, a Reynaldo Arenas o Guillermo Rosales, a Mirta Aguirre o Juan Marinello, o Carlos Rafael Rodríguez, a Guillermo Cabrera Infante o a Nicolás Guillén, y aunque quizás no hubiera compartido sus juicios o presagios, los habría tenido en cuenta porque el "respeto a la opinión ajena", como en Martí, en mí también es fanatismo. No pretendo responder en detalle los artículos de Prats, Arcos y Díaz: ellos tuvieron necesidad de escribirlos y exponer sus puntos de vista, bien pensados, con la ventaja que da el ejercicio de la reflexión, y no con la lógica ligereza de quien redacta al vuelo un S. O. S. electrónico. Sólo expongo por la misma vía del internet un par, o un trío, de observaciones, y las envío a la larga lista de remitentes implicados en la querella. Para mi buen amigo Pepe Prats Sariol, "lo que no se transparenta o insinúa, en la retórica aristotélica de las denuncias contra el homenaje mediático a los pavones, es, sencillamente, si ya han perdido la poca fe que les quedaba en la cúpula del Poder. Ahí está, al parecer, lo que se elude". Quién sabe. Los revolucionarios también pueden "perder la fe" y no por ello dejar de sentirse comprometidos con lo que ha sido, hasta el sol de hoy, la principal razón de sus vidas. La esperanza es una tabla de salvación, para muchos. Al autor de la excelente y poco conocida novela Guanabo gay, mi preferida entre las suyas, le resulta evidente "que los halcones han salido de sus jaulas" y pronostica que en pocas semanas sabremos si habrá, o no, cambios "en los funcionarios que dirigen la política cultural del Gobierno". Y se pregunta, sin adelantar vísperas: "¿Asistimos al reinicio de la represión desembozada contra artistas y escritores que el Poder sabe disidentes? ¿Se acabó el limbo?". Sí, sin dudas, por lo pronto (creo) se acabó el purgatorio, ese campo a la intemperie, sin jefes visibles, ángeles o demonios, a mitad de cielo entre el infierno y el paraíso. Ahora bien, ¿de veras son disidentes? No. Los disidentes de la Isla están encerrados en prisión o en sus casas, valientes, asediados por la misma prensa que hoy silencia la polémica desatada por la resurrección de figuras nefastas, acorralados entre cercos de repudio. Pepe Prats lo sabe bien, pues fue de los pocos que defendió y acompañó, desde su casa de madera en el barrio de Santos Suárez, a nuestro fraterno Raúl Rivero. Jorge Luis Arcos no sale de su asombro. Para él resulta "sencillamente increíble" que se trate de negar lo que a él le parece "evidente": que lo sucedido no "responda a una estrategia del poder, como lo fue en el pasado, y como lo es en el presente", y llega a suponer "que una parte considerable de los intelectuales cubanos dan por hecho que el régimen actual va a continuar existiendo, y ellos, dentro del mismo, con su variada gama de complicidad, silencio, oportunismo o, incluso, alegre aprobación". La graduación que Arcos propone no es diversa sino repetitiva. Se le olvida mencionar que, a pesar de los pesares y "de tantos palos que te dio la vida", como dijo Fayad Jamis, muchos de los intelectuales cubanos son revolucionarios. Y tienen el mismo derecho que nosotros a no serlo. Duanel Díaz enfoca sus baterías contra lo expuesto en sus cartas por Desiderio Navarro, e invierte el catalejos para exagerar sus propias sentencias, las de Duanel, como si la amplificación de una verdad bastara para sustentarla, con lo que olvida que, mal entendida, la realidad vista a través de una lupa a veces sólo sirve para distorsionarla, no para razonarla. Díaz asegura a rajatabla que la Revolución no admite "conciencia crítica", pues para "criticarla de verdad, hay que situarse fuera del juego. Salir de su propia lengua: pasar de 'Fidel' a 'Castro'. Mientras exista 'Fidel', no ya sólo en tanto ser físico sino en tanto concepto proveedor de legitimación, la simetría entre 'políticos' e 'intelectuales' que sugiere Navarro resulta falsa; de hecho, en Cuba no hay "políticos", puesto que no hay partidos ni parlamento". Lo grave no es que no haya "partidos" sino que haya solamente uno —más una Asamblea del Poder Popular integrada casi en su totalidad por sus militantes—. A estas alturas del "partido", después de tanto llover sobre mojado, lo mismo en La Habana que en Miami, apenas tiene sentido la propuesta de elegir entre un nombre Equis y un apellido Zeta, una alternativa que, sin necesidad de lentes para miopes, hace gala de una evidente ofuscación teórica. Hace muchos años, en una visita a un centro de trabajo en el puerto de La Habana, durante aquellos exorcismos previos al IV Congreso del Partido, Titón y yo escuchamos a un dirigente estatal que dijo, desde la tribuna, este mosquetero disparate: "Todos para uno y uno para todos, o lo que es lo mismo: divide y vencerás". Lo que demuestra, si falta hace, que los extremos se tocan. La clásica consiga de la unidad era igual a su contraria: al equipararse, ambas estrategias se anulaban. De lo que se trata, ahora, es de sumar: el que resta pierde. Sería gravísimo error equivocarnos de contrincantes pues existe la posibilidad de acabar siendo, uno, nuestro propio enemigo. Conmigo no cuenten los que sólo ven manchas en el sol. Alguien nos advirtió: "Quien busca la verdad, merece el castigo de encontrarla". Cierro la puerta. Encuentro Pelucas Prieto Cubanacán, S.A. El establecimiento Pelucas Prieto es uno de los puntos de encuentro obligado para los escritores de la Isla. Además de constituir un excelente lugar para ir de compras y practicar el regateo, y hasta para la recuperación de esas tradiciones comerciales cubanas que son el empeño y el fiao, Pelucas Prieto ofrece una amplia variedad de pelucas para los viajes al extranjero. Hechas con el mejor pelo de oso ruso - criado en cautiverio en los hielos de Kamchatka - estas pelucas se caracterizan por una extraña combinación de compacta cohesión y ligereza. Gracias a lo primero, todos los cabellos de la peluca se mantienen unidos al principio rector de todas las pelucas: hilo y pegamento. Al mismo tiempo, los cabellos gozan de una ligereza que les da un aire postmoderno, algo así como entre los Beatles y Luis XV. Las pelucas, cuya fama ya alcanza a París y Tegucigalpa, pueden adquirirse en variados estilos y colores. Uno de los estilos de mayor demanda es el Calibán, que le da al portador un aire guerrillero y de seductor salvajismo. El Versailles revival goza de una creciente demanda, particularmente en los salones de M. Barnet, donde se da cita, cada vez con mayor frecuencia, el grupo Palabras sin Intelectuales. Este estilo combina, artísticamente, plumas, lentejuelas, y el logo palaciego de la UNEAC. No podemos concluir el paseo por la tienda Pelucas Prieto sin detenernos ante la vitrina donde se exhibe el estilo que goza de mayor reputación en los pasillos de la casona en 17 y H: Granma Forever. Se dice que Pablo Armando Fernández donó tres libras de peluca blanca para hacer esta otra, cuyo proceso de producción, por cierto, merece comentario aparte. Los cabellos se cosen, y se ponen a secar al sol durante seis meses, y luego seis meses más al sereno (en esta última operación intervienen los cederistas que estén de guardia en 17 y H). La inclemente exposición al sol insular es lo que, definitivamente, les da a los cabellos esa aura moral y cubana que los distingue en todo el mundo. Pasados esos seis meses, la peluca es bautizada por Cintio Vitier en la pila de agua bendita del CEM (Ceminario Escolástico Martiano). Una vez bautizada la peluca, el cliente afortunado podrá lucirla en las recepciones palaciegas de Caracas, y hasta asistir al cambio de ropas del mandatario venezolano, o podrá llevarla a las mesas redondas, marchas del pueblo combatiente, o a la firma de declaraciones del Secretariado Secreto de la UNEAC. La peluca viene cuidadosamente empaquetada en una bolsita de Cubalse junto con el último atomizador de Suchel: Liberen a los cinco. Tres aplicaciones mensuales del susodicho ayudarán a mantener la peluca en óptimo estado de avanzada. Respuesta a Eliseo Alberto Duanel Díaz, Madrid lunes 15 de enero de 2007 En su mensaje electrónico, Eliseo Alberto Diego nos acusa a mí, a Jorge Luis Arcos y a José Pepe Prats de ser injustos, insolidarios y hasta oportunistas en nuestros comentarios publicados en Encuentro en la red. En lo que a mí se refiere, me gustaría replicar a esto, no sin antes señalar que no hay diferencia, en cuanto a grados de reflexión, entre ellos y los de Lichi: los nuestros no tienen, como él afirma, la "ventaja que da el ejercicio de la reflexión" sobre "la lógica ligereza de quien redacta al vuelo un S. O. S. electrónico"; el suyo es un comentario totalmente razonado y elaborado, tan bien pensado como los de nosotros, y a la vez escrito al calor de esta sorpresiva coyuntura, justo como los de nosotros. "Al enmudecer La Habana, algunos aprovecharon la pausa para desbocarse", dice Lichi. Quizás él no me crea, pero lo cierto es que mi comentario fue escrito inmediatamente después de leer la carta pública de Desiderio Navarro; ese mismo día, ya entrada la madrugada, lo colgué en un blog recién estrenado, y fue al día siguiente, cuando ya había leído algunos de los mensajes provenientes de Cuba, que Pablo Díaz me propuso publicarlo en ERR. Luego salieron las notas de Yoyi y de Pepe, y sinceramente me alegré de que ellos compartieran mi posición. Hoy, horas antes de leer el mensaje de Lichi Diego, he estado hablando largamente con Yoyi sobre el tema. Creo que lo que más le molestó a él es el hecho de que algunos intentaran desde La Habana dejar fuera del debate a los que estamos en el exilio, cuando es un hecho que muchos de los afectados en los 70 están de este lado del charco y que, de cierta manera, todos hemos sido afectados, pues el daño que entonces se hizo a la cultura y a la intelligentsia no se supera por decreto. Por mi parte, lo que más me molestó de la carta pública de Desiderio fue que la dureza con que critica a los intelectuales por no haber resistido en los 70 no fuera acompañada de autocrítica —siendo, de esa manera, inconsecuente con la memoria que reclamaba— y sí de un claro propósito de exculpar a las máximas autoridades de la Revolución. En efecto, Baquero dijo que la "cultura es un lugar de encuentro" pero esa frase, mientras no adquiera una interpretación concreta, es una consigna vacía y retórica, una especie de comodín que sirve para todo. Encuentro la ha asumido como un lema en el empeño de sumar a todos en un diálogo necesario, un debate que las autoridades cubanas rechazaron. En Encuentro en la red se publicarán todos los escritos sobre el asunto que nos ocupa, aquellos firmados por los de aquí y los de allá, por los "revolucionarios" y los "contrarrevolucionarios", los de "derecha" y los de "izquierda". Ni La Jiribilla ni Cuba Literaria lo harán. Cuando Temas ha publicado alguna crítica de fondo ha sido, como en el caso del ensayo de Ponte sobre Martí, para acto seguido intentar descalificarlo de la manera más grosera y, desde luego, contraproducente. Criterios sacó algunos años un número con acercamientos teóricos al "neofascismo norteamericano", pero sobre el costado fascista del régimen cubano no ha publicado nada, hasta donde sé. La tesis de que la "cultura es un lugar de encuentro" ha sido asumida por las autoridades cubanas con otro sentido: para fundar un falso consenso una vez que, luego de la caída del muro de Berlín, el Estado se vio privado de la legitimación marxista-leninista y tuvo que echar mano a los "idealismos" antes rechazados. Esa cultura concebida ahora no ya como otro terreno de la lucha de clases sino como "lugar de encuentro" define un espacio de mayor tolerancia en la justa medida en que su relativa autonomía garantiza que las decisiones políticas quedes en manos de los de siempre. ¿señalar esto es autosuficiencia, es pose teórica, es bizantinismo? Lichi dice: "invierte el catalejo para exagerar sus propias sentencias, las de Duanel, como si la amplificación de una verdad bastara para sustentarla, con lo que olvida que, mal entendida, la realidad vista a través de una lupa a veces sólo sirve para distorsionarla, no para razonarla." Ahora bien, lo que yo señalo no es "mi" verdad, ni es la de Prats ni la de Yoyi aunque ellos la compartan; es sencillamente la verdad, algo que está más allá de posiciones políticas o éticas. No tengo que amplificarla pues se sustenta en los hechos: fue Fidel Castro el que pronunció el discurso de clausura del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura. Pero Lichi prefiere concentrarse en otro pasaje de mi comentario. Dice: "Díaz asegura a raja tablas que la Revolución no admite 'conciencia crítica', pues para criticarla de verdad, hay que situarse fuera del juego. Salir de su propia lengua: pasar de 'Fidel' a 'Castro'. Mientras exista 'Fidel', no ya sólo en tanto ser físico sino en tanto concepto proveedor de legitimación, la simetría entre 'políticos' e 'intelectuales' que sugiere Navarro resulta falsa; de hecho, en Cuba no hay 'políticos', puesto que no hay partidos ni parlamento". Lo grave no es que no haya "partidos" sino que haya solamente uno —más una Asamblea del Poder Popular integrada casi en su totalidad por sus militantes. A estas alturas del "partido", después de tanto llover sobre mojado, lo mismo en La Habana que en Miami, apenas tiene sentido la propuesta de elegir entre un nombre Equis y un apellido Zeta, una alternativa que, sin necesidad de lentes para miopes, hace gala de una evidente ofuscación teórica." Ahora bien, ¿hay diferencia entre que no haya "partidos" y que haya solamente "uno"? Al contradecirme y afirmar lo mismo que yo, es él quien resulta bizantino, cuando no absurdo. La diferencia entre "Castro" y "Fidel" que señalo no carece de sentido; sacada de su contexto, en el mensaje de Lichi, ciertamente parece artificiosa, pero en mi comentario no es para nada gratuita: insisto en que mientras a Fidel no se le pueda llamar Castro, mientras no esté sujeto, como todos, al escrutinio de la opinión pública que define todo espacio democrático, no podrá haber en Cuba un auténtico debate, aunque sí voces que, como la de Ena Lucía Porcela, salgan fuera de esa falaz retórica. "De lo que se trata, ahora, es de sumar: el que resta pierde. Sería gravísimo error equivocarnos de contrincantes pues existe la posibilidad de acabar siendo, uno, nuestro propio enemigo. Conmigo no cuenten los que sólo ven manchas en el sol", termina Lichi. Y yo me pregunto si la suma que saldría si nos calláramos quienes hacemos una crítica de fondo ayudará a que venza alguien más que ese régimen que coarta las libertades de todos, los de allá, que no pueden expresarse libremente, y los de aquí, que por hacerlo tenemos prohibida la entrada a nuestro país. ¿Nos equivocamos de contrincante nosotros o se equivoca Lichi Diego? Mi contrincante no es Desiderio Navarro, ni mucho menos los demás colegas en La Habana: mi contrincante —el de Yoyi, el de Pepe— es el régimen castrista. Encuentro Carta para no ser un espíritu prisionero Reina María Rodríguez, Ciudad de La Habana lunes 15 de enero de 2007 Hará unos cuatro años leí un libro que bajo el título Un espíritu prisionero, publicado por Galaxia Gutenberg y traducido del ruso por Selma Ancira, recopila textos de Marina Tsvietáieva, fragmentos de su diario, relatos y poemas. También aparecen, hacia el final de este libro, documentos extraídos de los archivos de la KGB. Un espíritu prisionero trae una introducción que dice: "los escritores rusos, crecidos en espacios donde la libertad no ha abundado, siempre se han sentido portadores de esta libertad; por eso su suerte casi siempre ha sido aciaga. La muerte temprana de Pushkin y Lérmontov, la locura de Gógol, el cautiverio de Dostoievski, la censura —fiel compañera de todos ellos que tuteló con especial celo la obra de Tólstoi y Chéjov, son algunos ejemplos del pasado". Y prosigue: "esta tradición se ha visto perfeccionada en la época soviética: años de loas, de cantatas y también de silencios, prisiones y exterminios…". Recordemos, pienso ahora, a Mandelshtam, a Pasternak, a la Ajmátova, que ni siquiera tuvo un cementerio. No puedo, después de haber leído a estos autores y conocer cómo vivieron y murieron (Mayakovski, por ejemplo, y Marina, que se ahorcó en Yelábuga), quedarme con los brazos cruzados ante algo que me parece, a la distancia de aquellos hechos, y en esta isla en el centro del Caribe, una tragedia para la nación cubana que ya vivió expulsiones y censuras por los años setenta y aún sigue viviéndolas. "¿Unas condiciones favorables? —escribe Marina— se sabe que para el artista éstas no existen… La vida misma es una condición desfavorable…". Pero las condiciones pueden endurecerse aún más, y esto es lo que he sentido durante los últimos días. Cuando me reuní en Estocolmo en el año 1994 con escritores del exilio, comprendí que la tragedia de la separación no se resolvía con eventos ni diálogos. Aquel mal (abierto y sin cicatrizar) estaba allí, donde la venganza y los remordimientos habían hecho una yaga purulenta que confiscaba toda posibilidad de cura. Los participantes de un lado y del otro se insultaban primero dentro de la reunión, y se abrazaban después en los pasillos, como si las dos orillas se unieran en aquellos abrazos efímeros. Mi ingenuidad sirvió de puente para entregar a Heberto Padilla unos poemas de autores jóvenes desconocidos por él (entre ellos, los de Antonio José Ponte) que Heberto usó después para una ponencia sobre poesía cubana que leyó en Madrid ese mismo año durante el encuentro "La Isla entera". Pensé que sólo cosas como los afectos y la poesía podrían borrar el odio y los resentimientos, porque siempre he creído en la escritura como un modo de salvación o terapia. Pues, ya que todos estábamos enfermos de paranoia (incluso, los que por ser muy jóvenes no participamos directamente de las tensiones y rupturas de los años setenta, cargábamos con ese fantasma y el complejo de culpa de "no parecer revolucionarios" cuando opinábamos o hacíamos algo diferente). Teníamos que poner la pomada contra el dolor, la letra en cursiva de la experiencia vivida y los ejemplos (a la que se refieren ahora tantas cartas de estos últimos días), como una parte de la sanación: no puede volver aquella época "dura", pero ¿cómo eliminar hoy las secuelas que todavía subsisten? ¿Cómo enfrentar sus causas sin examinar a fondo los motivos? Al entregar aquellos poemas de jóvenes desconocidos a Heberto Padilla (que quiso venir de visita a Cuba y siempre le fue negado "el permiso", hasta que la muerte se lo otorgó), hacía un acto de limpieza personal tratando de comunicarme, de entendernos, porque no podía suceder con alguien de esta época, lo que sucedió en el pasado, porque nosotros, creía, éramos diferentes. Con los acontecimientos de febrero del 2003, después de discusiones que tomaron un año en el seno del ejecutivo de la Unión de Escritores y la final, pero rápida desactivación ("muerte por silenciador", la llamo, sin derecho a tener un papel por escrito ni una apelación) de Antonio José Ponte, poeta, narrador y ensayista, escritor de la generación que sucede a la mía, la desesperación no me ha dejado tranquila. Muy pocos no aceptaron aquella medida y la mayoría calló. Si silencio esto ahora, sentiría una vergüenza que no me dejaría vivir en paz. Si he trabajado por la cultura, es pensando que cualquier desviación hacia zonas de mutilaciones, censuras y métodos represivos para los artistas serían abolidos con la confianza en el trabajo creador, que es la primera fuente de cultura que permite la proliferación de voces, matices, estilos, ideas, todo en un haz diverso. Cuando recuerdo las palabras de Lutero que Marina pone en su boca: "¡No me he de someter! ¡Nada ni nadie me ha de atar, porque el bien que más estimo es mi propia y libre voluntad de elegir, pues sin ella muere el espíritu!", pienso que eso es por destino el único objetivo que tiene un escritor. Sé que ninguna literatura tiene valor si nos plegamos a las facilidades o vanidades que de ella provienen sin sacrificios del espíritu, sin opinión, sin carácter, y si soportamos cualquier herida hecha a un escritor, porque, ¿qué es la obra de un artista, sino un pequeño peldaño en la escalera construida por tantos otros? ¿Qué es un escritor, sino un pez hambriento que devora de otra carne, la sustancia? Un hueso de la misma vértebra, su juicio; ese verbo de su inconformidad, de la ruptura entre cuerda floja y abismo. Entre poder y realidad. Entre realidad y deseo. "Desactivar" es una palabra ajena. Un escritor vive siempre de otros; se activa con otros, y no se desactiva, sin desactivar también al conjunto con los que se formó, compró libros, discutió autores, sus vidas. Para el arte no existe ese término que no pertenece al rango de lo estético. Un escritor que ha emprendido esa tarea con su destino no se desactiva ni después de muerto, pero al hacerlo por decreto, nos desactivan en espíritu con él; en espíritu con los que habitan los libros que él nos prestó, las ideas y las historias que compartimos juntos. Pues, no hay reglamento ni código que ponga en práctica esa palabra que no puede existir más que para las bombas, las maquinarias, los artefactos, no para las voces de una nación. Porque estaríamos desactivando toda la literatura acumulada con él (en él) y desmontando todo ese engranaje de pasado y sabiduría. Escribo esta carta para recordar otras escenas en las que no participaron Pavón y sus acólitos, pero donde estuvieron presentes también. Se es cómplice de manera retroactiva. Se es cómplice (hasta sin querer) en la futuridad. Hay imágenes pirograbadas en el interior de nuestras mentes que son modelos que debemos vencer. "Vigilar y castigar" son modelos que debemos vencer; miedos que debemos vencer para acercarnos al riesgo de la verdad. Horrores que debemos vencer y que no se vencen con formalidades, con compromisos, decretos, desactivaciones. La salida fácil y abrupta del ahora, será un hueco negro en nuestras cabezas, una oscuridad más, y toda dureza pone a relieve la fragilidad de otro acto oscuro y tenebroso. Sólo redes extendidas con flexibilidad harán posible un tejido sin grietas. Odio esta grieta en mi escritura, en mi vida. La grieta de la pérdida de la confianza; de la vida que otro está viviendo sin mí, en algún libro, en cualquier pasado que ahora recuerdo. Mi silencio determinaría también la atrocidad cometida, el dolor. Obedezco sólo a los muertos ilustres de los anaqueles, a sus voces que dicen: "todo lo que ha sido relatado es —infinito. Así, un crimen no confesado, por ejemplo —continúa". No quiero tener mi espíritu prisionero, no hay prisión peor que esa, la del espíritu. Uno está preso en uno mismo, incapacitado para decir o hacer, sentir o pensar. Uno se convierte en un títere, en un zombi, en un mendigo. Un escritor no vale dos fragmentos de un periódico cualquiera. No hay expulsión para una obra; para cada detalle logrado de un oficio que cuesta la vida. Cuidar la página, el poema, la opinión, los desafíos a la realidad, las posturas y la ambigüedad, incluso, las equivocaciones, las diferencias políticas y los "No". Ese "non rifutto" del poema de Cavafis. He obtenido algunos premios literarios, pido el premio mayor para un artista: el del respeto por uno, en todos y por las diferencias. La patria de un escritor es la misma, pero a la vez, doble y distinta, por ser una patria también mental. Sacarlo de esa primera patria no cuesta mucho: visas, permisos, pasaportes, es fácil. Sacarlo de la patria del escritor, no sostenerlo en ella, divorciarlo de su contexto es un crimen contra esa legión que vigila desde los anaqueles y por ellos, por los que de sus libros no se podrán sacar ¡jamás!; por todos esos muertos que ya no juzgamos más que por sus obras, hay que sostenerlo, a uno, en muchos, a todos, en alguno, aunque cueste toneladas de diferencias y sutilezas. Durante noches de desvelos ha quedado claro dentro de mí el lugar de una mancha que no me pertenece. ¡No quiero esa mancha!, la discutí con todos los argumentos que tuve en cada oportunidad, pero no quiero ser cómplice de ella, aun sin quererlo. Tampoco hubo reuniones posteriores donde pudiera tratar ese tema, porque no hubo más reuniones desde entonces y ¡pasaron cuatro años! que decidieron mi separación afectiva del conjunto que decidió aquella sanción y asesinato: y el No. Hoy, mientras leo correos y correos llegados de diferentes partes pidiendo una sanación (y para curar hay que raspar primero y duele), pienso en lo que sintió Antonio José Ponte cuando ninguna de sus cartas a los escritores del gremio fue respondida. Pienso en Heberto Padilla, que no pudo volver físicamente a la Isla cuando ya estaba muy enfermo. La poesía tiene una libertad que no le está conferida más que a ella. En nombre de esa libertad (utópica) que da la poesía a un artista, condeno la medida tomada con el creador de Corazón de Skitalietz, de Cuentos de todas partes del Imperio, de Contrabando de sombras, de Las comidas profundas, de Asiento en las ruinas, de Un seguidor de Montaigne mira La Habana, de In the cold of the Malecón, de El libro perdido de los origenistas, de La fiesta vigilada, y apelo hoy (en el 2007), como si no hubiera pasado un segundo (porque este tiempo está medido por el destino del arte y los artistas trabajan "para la eternidad"), al espacio de reflexión pequeño todavía, incipiente, creado a partir de la crítica al pavonato reactivada por un grupo de escritores y artistas cubanos, para devolverlo a él (simbólicamente), y a otros, a la única patria de los escritores de todos los tiempos y lugares: la patria de la página de la cultura a la que pertenecen. Si no existe un espacio público para la defensa de los artistas; para sus ideas; el lugar para una amplia polémica del espíritu, las diferencias, la crítica y la confrontación del pensamiento reactivado a cada momento, entonces, ¿qué nos guarece? Y lo que me pregunto cuando otros ejemplos salen a flote y tantos silencios se rompen por una vía inusual (ya que carecemos de otras vías para nombrarnos intelectuales), es qué cosa somos. No es un problema de este nombre hoy o de aquel otro de ayer; de los rostros que detentan el poder por un tiempo, sino del mecanismo de los relojes que dicen: detener, expulsar, reprimir. De la legalidad con la que el artista pueda defender sus utopías y hasta sus negaciones. Aunque no son problemas que atañen sólo a los artistas y escritores: es un problema de todos. Porque mientras quede una paja o basura en el ojo de alguno, no habrá visión para construir esa cabaña de Dersu Uzala, si antes no limpiamos bien la montaña que hay que escalar juntos, sin límites geográficos, mentales o políticos (los de adentro, los de afuera); si no pensamos en qué vamos a legarles a los que vendrán y con qué hojas prenderán ese fuego de la cultura, nos quedará sólo el vacío estéril del silencio por juez. La crisis de la baja cultura Francis Sánchez, Ciego de Ávila Arturo Arango se pregunta por qué los jóvenes no entran en esta polémica. Voy. Nací el mismo año del Congreso de Educación y Cultura en que Fornet cifra el inicio del "periodo gris". No sé si aún soy joven, no sé de qué forma el desencadenamiento de este "susto" me pertenece, y si es principio, mitad o final de tragedia, novelón o comedia… ¡Sí me duele esta intelectualidad cubana de la que soy parte, lo que va quedando de nosotros! Es deprimente. Amir lo ha sugerido con aprensión, lo tengo advertido hace rato: vivimos en lo fundamental fuera de la historia, nos fueron poniendo —y nos acomodamos— al margen, hasta esta posición de cada día, amnésica, inofensivamente al margen. Habrá círculos del infierno más inclementes, celdas de castigos peores, por estrechas, y circunstancias de castigos y ostracismos tal vez más crueles para los huesitos humanos que pueden repartirse los cangrejos, como lo que vivió un Delfín Prats sin derecho incluso a ejercer lenguaje de mudos, o aquel calvario (?) que pudo significar para algún escritor tener que trabajar en las sombras de la Biblioteca Nacional, cuando no de alguna municipal. Pero no debe de haber al cabo, en nuestra historia, un campo de acción intelectual tan estrecho, asfixiante y por eso tan ridículo, como este del que hemos hecho folclor los escritores e intelectuales cubanos en general durante las últimas décadas. Veo normal que se tema por el regreso de esas "torturas". Pero a mí, entre finales de los ochenta y buena parte de los noventa, nadie me condenó a vender tapitas de litro de leche puerta por puerta, ni a cambiar ropa vieja por libras de arroz en las arroceras del fin del mundo —una parte del fin que queda cerca de la costa sur de Sancti Spíritus—, y nunca tuve la suerte de contar con un verdugo en la esquina contraria —como decía aquel boxeador de un filme: "en el ring al menos sé de dónde vienen los golpes"—, que una "parametración" me obligase a cortar hierba en los naranjales para venderle a los cocheros. De todo eso hice, también temo tener que volverlo a hacer, digo, y no sé a quién temerle. ¿Pobre de mí que ni Pavón tengo? Vuestro barullo es bastante habanero, así vuestras referencias tienen el don extenso de la mercancía con valor simbólico nacional e internacional. Las desgracias humanas arrastran la característica de padecerse siempre demasiado concretas, con fecha, lugar, rostros exactos, pero cuando se vive en un cuartón de provincias la contextualidad de la queja o la comunicación se nos hace polvo en las manos, nuestra sangre como "evidencia" se confunde rápido con la tierra que pisamos, y esas exactitudes difícilmente llegan a hacerse visibles más allá de "la pocilga" (como le decía Arzola al hato de Ciego de Ávila). Si Arzola hubiera escrito que yo y Adrián fuimos a sacarlo de aquel cuartel de Jatibonico donde le habían dado buena tanda de patadas, nuestros nombres no ilustrarían nada. Si yo contara aquí ahora mi calvario vivido —hace muchísimo menos que lo que dista de los años 70, nací ese año— en una oscura editorial provincial para publicar un libro de cuentos, por tener un nombre sospechoso el libro y yo detrás más de un agente en busca de sospechas, agentes con nombres que no dirían nada a nadie —nunca tronados, siempre promovidos— poco aportaría a esta tragicomedia cuyo tramado central es capitalino. Si jugáramos a otra cosa que no fuera la ingenuidad y el miedo a cogernos la manito de escribir con la puerta, temeríamos algo peor que estos "crímenes" intelectuales, estos "verdugos" gremiales, jugaríamos a ser menos "intelectuales de farándula", esta versión carnavalesca del "artista de capilla", pues en esa otra dirección es como me imagino que debió continuar en serio el juego de aquella línea ascensional de lo mejor de la intelectualidad cubana del siglo XIX, con Martí a la cabeza, y no menos cívica, comprometida y abierta en el XX, con Varona, Fernando Ortiz, Mañac, Villena y tantos. Para esa tradición que nos juzga desde los genes, los acicates, los problemas culturales siempre estuvieron en el pellejo de todos los cubanos. Es patético este circuito cerrado que hemos aceptado como el nicho ecológico donde debemos vivir y desarrollarnos en lo literario y extraliterario, sin cámara de ecos posible, al margen de los tantos y tan cruciales dilemas de la vida, sin pertenencia a un cuerpo y una fluencia vital que rebase nuestra suerte, preocupados no más que del ciclo de nuestra subsistencia cultural. Circuito que construimos a diario, donde transmitimos y retransmitimos una imagen de nosotros mismos tan ñoña, caricaturesca o reducida. ¿A correr y juntarnos porque salió Pavón en la televisión? ¿Salió caminando una cucaracha que creíamos muerta? Me parece algo divertido en medio de la casa en que vivo, que es tan grande y tiene pendientes problemas y sustos tan graves. Por poner un ejemplo: ¿algún intelectual cubano se ha pronunciado sobre el "plan carretera"? "Plan imagen", creo que le dicen también. Vas mirando por la ventanilla de un ómnibus y crees que te enteras: a lo largo de la carretera todos construyen, todos cambian paredes de tablas y ladrillos por gruesos muros de bloques, echan techos de placa, sustituyen bohíos y casas regulares por casas buenas, etc. Yo me enteré mejor: a mi tía, que vivía al final de un terraplén por donde sólo pasa algún que otro tractor, se le quemó su casa con todo dentro. Así, sin nada, mi tía lleva ya casi dos años, porque están priorizadas las construcciones de aquellos que viven donde puedas verlos cuando pasas en auto. Me parece indecencia mayúscula que en mi hogar, mi país, con un déficit habitacional tan grande, se juegue de esta manera con una necesidad así, al punto de definir el problema, la respuesta y la economía de los recursos básicos como cuestión de "imagen" pública. ¿No puede ser esto síntoma de un mal gravísimo? ¿Cuándo en la historia de Cuba este dejó de ser el tipo de problemas de sus intelectuales? Desgraciadamente para todas esas personas que viven lejos de las carreteras y fuera, muy fuera de los foros públicos y especializados —ni imaginar que tengan dirección de correo electrónico—, desgraciadamente para el devenir de una nación cuyas necesidades entroncarían siempre con los valores éticos, para la identidad y el sentido de la dignidad del cubano, tales imágenes no entran en nuestros circuitos cerrados, no escribimos de eso, nuestros debates no desbordan nuestros eventos culturales y no escapan al marco ministerial, nuestras revistas especializadas no tienen secciones para eso. ¿Pavón creó el Congreso de Educación y Cultura? ¿Allí los documentos rectores se aprobaron sólo con su voto? ¿Él llenó las calles de la isla con lemas como ese: "La calle es de los revolucionarios"? ¿Es tan difícil imaginar a quién pedirle cuentas en una sociedad tan centralizada y con tanta concentración de poderes? Pareciera que el largo proceso de evolución de los escritores desde 1959, con nuestro profundo complejo de supervivientes sociales, nos ha llevado a adaptarnos a lo que en algún momento fue una malformación: saber exactamente en cada momento y lugar cómo mirar para el "otro" lado. La valentía me parece algo peor que un despilfarro cuando los golpes van a parar al chiquito. Es muy lindo, glamoroso casi, ponerse un nombre al pie de una vitrina, viniendo de una época así, al parecer cerradita: "periodo gris", y tener hasta "verdugo" condenado por un tribunal y que concede entrevistas a la televisión. Pero, víctimas de entonces, sobrevivientes, incluso si quieren ocuparse apenas del pisotón al escritor o al artista, queda mucho por ver aún aquí, ahora, todos los días. Y me abstendré de llevar nota de cada joven o menos joven trastocado en "apestado" por determinados periodos o perpetuamente, no sólo en La Habana, también en lugares intrincados de la geografía nacional, como Holguín, quizás por ser un criticón, o por pasarse de determinadas rayas, algunos tan jodidos que ni nombres tienen para que un alguien se cuide de borrarlos u otro alguien se afane en rescatarlos. Pediré que se atienda a un síntoma peor, más nefasto, que no es el "martirio", ni la inclemencia asumida, algo en definitiva consustancial al destino del hombre de alta cultura al menos en nuestra tradición idealista, sino el decadente síntoma de la simulación y el vasallaje, la carrera por ser un intelectual en tono "correcto". La televisión en estos días, a propósito del cumpleaños de Fidel, nos ha traído a determinados personajes tan o más preocupantes que Pavón. Parecen nuevos, desconocidos, pero tienen nombres y rostros de escritores —muchos jóvenes, algunos muy jóvenes— que creíamos conocer desde hacía tiempo, veníamos compartiendo ideas con ellos, creyéndoles lo que escribían, y de pronto están ahí, trajeados, interpretando discursos y papeles tan distintos, de un oficialismo ramplón. La AHS los aúpa como la nueva "vanguardia". ¿Por qué los necesitan a ellos en esa postura? ¿Por qué ellos necesitan montarse esos personajes? ¿No será síntoma de una fragilidad gravísima? ¿Será que, según la idea que tienen de sus vidas, y de acuerdo con las aperturas que la sociedad se permite, no les queda otra salida para que los acepten e "imponerse"? Ya están en la televisión, ganarán más premios, recibirán condecoraciones, ocuparán puestos académicos, integrarán delegaciones oficiales al extranjero: son confiables. Es como funciona un sistema discriminatorio que a veces ni se pule y agota en el cerco a la oveja negra, sino precisamente en la promoción y calidad de vida del intelectual que actúa en falso u oportunamente conforme. La oficialidad refrenda a ese tipo de intelectual, que evita un comportamiento problemático, capaz de convertirse en vocero coyuntural, o de prestarse para confundirse entre la masa coral, dando la imagen de que las consignas y los discursos gastados, impersonales, también provienen de los cauces por donde se van armando las calidades artísticas de estos creadores. Intentamos, aprendemos a sobrevivir en las grietas del pedazo de espacio al aire libre que nos tocó. Este efecto camaleón es, también, aceptémoslo, herencia de nuestros periodos grises, legado de nuestro afán de supervivencia y nuestro endémico instinto de adaptación. Lo peor es que vida pública y oficialidad en Cuba llenan el mismo espacio, y las grietas que la política deja en la realidad pueden hacerse tan pequeñas que finalmente ni Dios habite en ellas. Entre ese miedo que nos sube la adrenalina, miedo a otros, como a un decrépito Pavón, debíamos dejarle lugar a un poquito de vergüenza por nosotros mismos Encuentro, 16 de enero, 2007 Arte nuevo de hacer ruinas gana importante premio en Alemania Un mensaje de su director, Florian Borchmeyer, nos informa que la película Habana-Arte nuevo de hacer ruinas conquistó el Premio Bávaro de Cine (Bayerischer Filmpreis) en la categoría documental. Después de su gira por los festivales internacionales, este documental va a estrenarse en las salas de cine de Alemania. El estreno en Berlin tuvo lugar el jueves 1 de febrero de 2007 en el cine Babylon, Rosa-Luxemburg-Platz. En el estreno estuvo presente el coproductor de la cinta, el actor Peter Lohmeyer. Después de la proyección se festejó el estreno en el lobby del cine. Los lectores pueden encontrar más información en la página web de la película: www.ruinas.de Falleció Josefina Méndez, una de las joyas del ballet cubano Josefina Méndez, primera bailarina y maître del Ballet Nacional de Cuba, acaba de fallecer en La Habana, tras una penosa enfermedad. Una de las mayores figuras de la danza en Cuba, Josefina Méndez era conocida como una de las “Cuatro Joyas del Ballet Cubano”, tal como la nombrara el crítico inglés Arnold Haskell, junto a Loipa Araújo, Aurora Bosch y Mirta Plá. Yuyi, como la conocían sus más queridos amigos y cercanos admiradores, nació en La Habana, el 8 de marzo de 1941, y comenzó a tomar sus primeras lecciones de ballet en la Escuela de la Sociedad Pro-Arte Musical y los continuó en la Academia de Ballet “Alicia Alonso”, bajo la dirección de Alicia Alonso y Fernando Alonso, León Fokine y José Parés, entre otros destacados profesores, quienes fueron descubriendo en ella un inmenso mundo interior que la inclinaba a lo romántico. Bailarina de amplio diapasón, fue además una consumada estilista. Su presencia escénica irradió siempre un aire de autoridad, una especial sofisticación que le otorgaba elegancia, fuerza y originalidad a todas sus interpretaciones. Su comportamiento escénico, siempre presidido por la sobriedad y el buen gusto, fue una lección constante del buen hacer teatral dentro de la danza. Josefina Méndez fue la bailarina de personalidad singular en la que se mezclaron orgánicamente la técnica y su expresividad excepcional que siempre aportó a todos los roles que interpretó, cuando de clásicos se trataba; y a los contemporáneos les otorgó un perfil dramático distintivo. Verla bailar era una contribución a los sentidos y al enriquecimiento individual del espectador. Su baile descubrió al mundo una nueva y completa escuela de ballet, la cubana, cuando en el I y II Concurso Internacional de Ballet, en Varna, Bulgaria, celebrados en 1964 y 1965, obtuviera Medalla de Bronce y de Plata, respectivamente; cuando en Francia en 1970 recibiera junto al Ballet Nacional de Cuba el Grand Prix de la Ville de París, Francia y la Estrella de Oro; cuando fuera merecedora del Premio Internacional de Arte Sagitario de Oro, en Italia, en 1976, y cuando en Polonia se le otorgara, en 1981, la Medalla de Honor en el Festival de Ballet de Lodz. Su elegante y majestuosa presencia escénica, su dominio de la gran tradición romántico-clásica, su desenvoltura en los roles modernos, así como su ovacionado balance, la convirtieron en fiel exponente de una segura técnica y la llevaron a ser artista invitada en diversas compañías del mundo, como el Ballet Arabesque de Sofía, Bulgaria, en 1969; los teatros de Ópera y Ballet de Odesa y Alma Atá, y de la Sala Rossía de Moscú, en 1971; del Ballet de la Ópera de París, Francia, en 1971 y 1973, de la Compañía Nacional de Danza de México, en 1976 y 1977; del Ballet Ateneo de Caracas, Venezuela; y del Ballet de Cali, Colombia, en 1994. Josefina Méndez participó en las Galas Internacionales de Danza de Santander, España y Verona, Italia, en 1980; y en el Encuentro Caribeño de Ballet de Puerto Rico, en 1989. Cuba, “mi Patria querida con su cielo y su mar inmenso y azules”, como ella la definía y añoraba en los tiempos de largas giras internacionales, supo reconocer el arte de esta cubana ejemplar. En 1981, Josefina Méndez recibió la Distinción “Por la Cultura Nacional” del Ministerio de Cultura; la Distinción de “Raúl Gómez García” del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura, en 1982; la Medalla “Alejo Carpentier” del Consejo de Estado de la República de Cuba, en 1984; la Medalla “Fernando Ortiz” de la Academia de Ciencias, en 1988; la Giraldilla de La Habana de la Asamblea Nacional de Poder Popular, en 1998; la Orden “Félix Varela” del Consejo de Estado de la República de Cuba, en 1999; y el Premio Anual del Gran Teatro de La Habana, en 1992. En el año 2000 Josefina Méndez recibió el Doctorado Honoris Causa en Arte Danzario, en el Instituto Superior de Arte de Cuba; y en el 2003 se le confirió el Premio Nacional de Danza, que otorga el Consejo Nacional de las Artes Escénicas del Ministerio de Cultura y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Su excelencia de prima ballerina la identificó con los personajes de Odette, Giselle, Madame Taglioni, Juana de Arco, Kitri, Tepsícore, Carolina, Penélope y Bernarda, y los roles solistas en obras coreográficas contemporáneas como Génesis, Plásmasis, El Güije, La nueva odisea y Espacio y movimiento. Se aplaudió hasta el delirio su garbo en Majísimo, su dramatismo en ¡Viva Lorca!, su suave y ondulante cisne herido, la divertida Lissette de La fille mal gardée. Notables fueron sus personales interpretaciones en Dionaea, y en Tarde en la siesta. La pérdida de Josefina Méndez llena de dolor al ballet mundial y al pueblo cubano que estuvo junto a ella durante toda su carrera, sin faltar a cada uno de sus éxitos, teniendo la certeza de que la gran bailarina llegó al lugar de donde jamás se desciende, adonde sólo llegan las estrellas. Su cadáver estará expuesto mañana sábado 27 de enero, de 9:00 am. a 3:00 pm., en el Gran Teatro de La Habana, escenario de sus más relevantes actuaciones, para que el pueblo pueda rendirle una vez más su admiración. La Jiribilla, 26 de enero, 2007 Cena martiana en la Calle Ocho Con una gigantesca Cena Martiana el exilio anticastrista celebró en Mallami el 154 cumpleaños del Apóstol, del Iluminado de América, de Martí. Una gigantesca mesa, 154 apóstoles de la libertad, 154 platos principales, acompañados respectivamente de 154 ensaladas, 154 postres y 154 botellas de cerveza Hatuey, salvadas por el Fulgente Batista en el último momento, le dieron al evento un pintoresco carácter de Última Cena, o como se prefiere aquí, de Last Supper, o de Super Bowl. Antes de la cena, Monseñor Lorenzo de La Cruz leyó una homilía en la que se rogaba a Dios por la pronta muerte de Castro, así como por la recuperación de Sissi, la perrita de la exiliada Doña Azucena de la Fuente, modelo de abnegación y entrega a la Causa. La Cena en honor a Martí tenía, sin embargo, otro motivo, además del de festejar algunas cosillas del legado de Martí, olvidar otras, y aún no mencionar algunas que no debían traerse a colación hasta el advenimiento de la nueva República cuya semilla - expresó uno de los asistentes - plantaban aquella noche en suelo extranjero, y con zapatos de excelente suela, adquiridos desafortunadamente, no en Los Precios Fijos, sino en Payless. El segundo gran motivo de la Cena fue el de elegir (provisionalmente, desde luego, y sólo con el ánimo de evitar el caos) a los futuros representantes, congresistas, senadores, alcaldes, regidores, presidentes, capitanes generales, jefes de policía, celadores, ministros, embajadores y martianos profesionales que se encargarían de tomar las riendas de la - ¡al fin! - flamante República, tras, bueno, tras el deceso de Castro que, como es natural, y todos esperan que así sea, debe seguir al receso que el mismo toma en estos días, nadie sabe en qué base de campismo de la Isla. También se habló allí de la Educación; mejor de la ReEducación del Hombre Nuevo cubano, y al que habría que convertir en cualquier otra cosa sin renunciar, claro, a lo de hombre. Martí - como tuvo muy a bien recordarlo Prudencio de la Luz (más conocido por el oso Prudencio) - lo expresó muchas veces: "Dígase hombre, y ya se ha dicho todo lo demás." Al final de la Cena Martiana los comensales - no hay que olvidar que la mejor definición de patriota, aquí y en todas partes, quizá con la excepción de la Isla, es la de comensal - disfrutaron de un Concierto Martiano que dio oportunidad a los cubanos de mostrar sus cualidades artísticas y su cultura ("somos los exiliados más cultos del mundo," había dicho, con razón, Rosa de Xandoval, y a quien todos llaman cariñosamente la Rosa de Vento). Maruja de las Aguas interpretó al piano la famosa contradanza de Los tres golpes y, créanme, fue eso todo lo que necesitó - golpear tres veces el piano - para arrancar una estruendosa ovación de la concurrencia. Por su parte, la soprano Estervina Dos Ríos interpretó la no menos conocida Clave a Martí que, innecesario decirlo, parecía cantada en clave. El Ballet Alpha 66 deleitó a la concurrencia con la versión de una de las más conocidas obras del ballet mundial: Giselle de Adam. En esta versión, Martí-Alberto es un periodista educado en las engañifas callejeras de la ciudad que se enamora apasionadamente de una dulce e ingenua campesina: Cuba. Este romance se prolonga hasta que lo interrumpe la figura poderosa de Hilarión, un personaje al servicio del enemigo imperialista cuya única función es perturbar la noble relación amorosa de Martí-Alberto y Giselle-La-Más-Fermosa, alias Cuba. Cuando Hilarión revela que Martí no es Alberto el Guajiro, sino Pepe el cronista, y que no ama el monte de laurel, sino la máscara y vicio del corredor de su hotel, a Giselle-Cuba, etc, etc, le da un ataque de locura y hasta intenta darse candela. Pero muere de una apoplejía antes de que pudiera encender la mecha de la botella de luz brillante, y ahí mismo tirán el telón, termina el primer acto, la gente aplaude y sale de la sala por unos minutos para estirar los pies y brindar con Cuba Libre y Next year in Havana. Transcurren 15 minutos, suena la sirena, reina la confusión, se aclara que es sólo para advertir al respetable que el entreacto es over, y empieza el Acto II. Noche cubana en los bosques de la Silesia de la Florida. Estrellas por todas partes (sobre todo de Univisión). Martí-Alberto, desconsolado, acude a la tumba de Giselle-Cuba a llevarle flores. "Dos gardenias para ti," canta el coro. De improviso aparecen las Willys, testaferras al servicio del castrismo que intentan llevarse a Martí a lo profundo del bosque de laurel. ¿No era eso lo que le gustaba? Pues ahí mismo se arma el forcejeo, el tira y encoje, y Giselle-Cuba sale entonces de la tumba, da diez fuetés, 20 piruetas, se para en puntas, y se interpone entre Martí y las Willys. Mientras Giselle-Cuba le sube la parada a las brujas comunistas, Martí-Alberto tiene tiempo de recuperar la respiración, y en eso, fuácata, amanece, y las Willys se tienen que ir porque el Granma no espera. Giselle-Cuba regresa a la tumba y Martí-Alberto queda de rodillas junto a la tierra amada que guarda los despojos mortales, etc, etc., y llora desconsoladamente. Transcurre el tiempo, pero esta vez Giselle no sale de la tumba. Se ha cansado y quieren que la dejen allí, bien muerta. Junto a la fosa, Martí-Alberto deja un ramo de no me olvides con una cinta en la que se lee: Para Cuba que sufre. Telón. Se acaba la función. Palmas de celofán, y la figura de yeso de un ciervo herido que cruza por el bosque como una exhalación, le dieron a la escenografía un inconfundible toque martiano. Concluido el ballet, los comensales patrióticos hicieron una colecta de dinero para la Causa, y asistieron luego a un Te Deum, resto de la última interpretación de la ópera Tosca en el restaurant Versailles. Fue una noche divina en la que aquéllos lucieron, espectacularmente, modelos patrióticos confeccionados especialmente para la ocasión por los más célebres modistos del exilio. Dieron mucho que hablar los modelos: Un ramo de flores y una bandera, Niña de Guatemala, Bebé y el Señor Don Pomposo, Pinos Nuevos, Para Cuba que sufre y Quiéreme mucho. Hernani La Habana Elegante, 28 de enero de 2007 José Martí enjiribillado Lucía Jerez, La Habana “Los martianos llegaron ya, y llegaron bailando ricachá… ricachá, ricachá… ” Así como lo oye, querido lector. El grupo GRRJ, por sus siglas en español: Grupo de Respuesta Rápida de La Jiribilla, ha tenido a bien dedicarle su último número a Martí. A continuación ofrecemos un apretado resumen de algunas de sus ocurrencias. “Los marcianos llegaron ya,” decía Jorrín, pero quienes llegaron aquí fueron los de La Jiribilla con una edición espléndidamente machacona, bellamente superficial y dulcemente mojigata dedicada a José Martí. Lo único que le falta a la edición de marras es el encaje, pero merengue es lo que le sobra. Si no lo creen, pueden echarle un vistazo al semanario revolucionario mas leído en la red, y así no se perderán las últimas sandeces de Toledo Sandéz, o las chocherías martianas de Retamar. Los acompañan en tan difícil gestión, como dos muletas, los artículos de la infatigable Santos Moray (espécimen endémico de la isla del Dr. Moreau), otro de Marlene Vázquez (quien trata de ganarse esta vez un viajecito a Venezuela, y de paso unos chavitos, con el cuento de la Revista Venezolana) y una arenga chuchumeca de Rodolfo Sarracino (el jefe de la Seguridad y del Partido Martiano del Centro de Estudios Martianos de la Martianísima Isla de Cuba), quien se revuelca de furia contra los que quieren “enterrar a Martí” en Miami. Pero, si nuestros lectores insisten en visitar la página, los invitamos entonces a que lean “entre líneas,” “bajo líneas,” “encima de las líneas” – en fin, la gozadera lineal a que se entrega, impúdicamente, la cerebral y beata de la Purísima Concepción Mayra Beatriz. ¿Les había dicho que esas lucubraciones le echan aceite a eso de que, ¡al fin!, se empieza a hablar en Cuba?: el erotismo martiano. En efecto, la lectura de Beatriz – dantesca a más no poder – sugiere que en Cuba empieza a aceptarse que la pasión martiana del sufrimiento, por el grillete y la tortura – ¿recuerdan lo del anillo de hierro? – podía haber tenido después de todo un origen menos sanctus: “¡Sanctus, sanctus, ¿santo es el Señor? Llena está la Isla y el aire de su nombre / Benditos los que hablan en nombre del señor!” Indiscutiblemente, los críticos martianos comienzan a mirar más allá de sus narices y parecen notar eso que algunos otros ya – desde “otras tierras del mundo” – hemos estado diciendo: el erotismo en la escritura martiana. Un erotismo – ¿fue Froilán Escobar el que acuñó la frase? – «a flor de piel». M. B. titula su artículo: “El aire bate, pero el cuerpo azota,” revelándonos un Martí que, lejos de entregarse a sus acostumbradas prédicas revolucionarias, americanistas y morales, afloja el paso en sus Diarios de campaña y, para decirlo a la mexicana, se da un «taco de ojos» con la inocencia en bandeja que le sirven las guajiritas de “La Mejorana”. Dice Mayra citando a Martí: Son aquéllas, de igual modo, las que pudieran haberlo cautivado y aparecen, en cambio, incorpóreas, ligerísimamente dibujadas: “la mujer india cobriza de ojos ardientes”[25]; la hija de Caridad Pérez y Piñó de dieciséis años, que “se puso zapatos y túnico nuevo”[26] para recibirlos; la muchacha que “De seno abierto y chancleta viene” a ofrecer — ¿ofrecerse?— aguardiente verde, de yerbas”, a la mesa del almuerzo opulento en La Mejorana. Mientras Martí se pregunta, sin rodeos, si la muchacha “de seno abierto” es parte del banquete patriótico en La Mejorana, M. B. nos dice que esa joven, y el desfile de bellezas que la preceden sólo han sido ¡“ligerísimamente dibujadas”! Así que Martí no puede quitarle los ojos al seno abierto – ya antes ha mencionado a otra muchacha de 16 años que viene, dice, “rechoncha y picante [con] los diez y seis años del busto saliéndosele del talle rojo.” Pero es la jugarreta de siempre. Cuando parece que, al fin, se han decidido a mirar a Martí más allá del yeso, resulta entonces que nos lo devuelven inmovilizado con un aparato ortopédico (Made in CEM). Nada, queridos lectores, que el ministerio eclesiástico de Vitier ha dejado su impronta - ¿hemos dicho Impronta? – en las lecturas marcianas de Martí. Flaco favor éste que siempre encuentra la manera de regresar a la imagen marmórea de la raspadura. Raspadura sin azúcar, exorcismo de la lengua. No obstante – a pesar de los cuidados de M. B – ahí están, al aire libre, esos senos juveniles desbordando la manigua cubana. ¡No era sólo el Contramaestre lo que estaba crecido! Bustos, senos, todo un mar de carne túrgida para el cañón y no precisamente el de la guerra. ¿Y a esto llama Mayra Beatriz imágenes “incorpóreas”? ¡Cómo disfrutan los críticos cubanos del eufemismo! Para terminar, y dar una idea de las descargas significativas de estos sesudos, voy a transcribir y comentar algunas frases y títulos de sus ensayos. Esperamos que los autores escuchen nuestras modestas sugerencias y las tomen en cuenta: Tolendo Sande título del ensayo: “José Martí no sirve para todo(s)” [Sugerimos que debiera titularse ¿Pero alguna vez José Martí no sirvió para algo?”] Santos Moray: Martí es “un precursor, [de] la vanguardia revolucionaria, en todos esos campos ideológicos y estéticos, del siglo XX.” -Lo que debiera decir [traducido para los extranjeros]: “Échame a mí la culpa de lo que pase, / cúbrete tu la espalda con mi dolor / que allá en el otro mundo en vez de infierno encuentres gloria / y que una nube de tu memoria me borre a mí” Caridad Atencio” “El espanto como ternura,” [el espanto, señora, es leer su ensayo. Ya hace mucho tiempo que la Revolución Cubana nos enseñó que es la ternura – ¡escuelas y hospitales para todos! – la que puede ser bien espantosa]. Atencio llega a afirmar que en Martí no abundan “los subterfugios literarios,” lo que no es sino, otra vez, una muestra del afán con que muchos críticos cubanos – en estado crítico, hay que decir – insisten en deslindar en Martí la ficción literaria de la vida. El desprecio por el quehacer literario salta en el adjetivo – subterfugio – es, decir, pura engañifa. ¿No era sincero Martí? Le tengo una mala noticia, estimada Atencio, así que atienda: difícilmente encontrar un modernista a quien le gustara más jugar con los trompos y los pitos, o, como usted dice, los “subterfugios” del estilo, que Martí. Roberto Fernández Retamar titula su ensayo: “Forma y pensamiento en la obra martiana” Título tan soso y aguado sólo podía ocurrírsele al funcionario, al comisario político conocido en algunos círculos habaneros como Rematar. Ha dedicado media existencia a tomarle las medidas a la forma martiana y a cortarle una levita a la medida exacta de la Revolución - o Recompulsión - Cubana. Sus meditaciones lo llevaron, casi podría decirse que naturalmente, de la «guerra necesaria» al «paredón necesario», de modo que, dada la forma que Martí ha adquirido para él, puede firmar alegremente cuanta sentencia de muerte el Martí Centenario, y ahora comatoso, le deje caer sobre la mesa. Pura Retama de guayacol, Retamar, según pasa el tiempo, se va pareciendo más y más a la soprano calva. A mí no me lo crean, pero se dice que así le llaman en la Casa: la soprano calva de las Américas. Heridas, heridas nada más, cada vez que me pides otra oportunidad. Te estoy haciendo heridas, heridas de verdad... ¡Heridas, heridas, heridas! Pavonato, uno de los nombres del autoritarismo Víctor Fowler, Ciudad de La Habana miércoles 17 de enero de 2007 "La casualidad no es, ni puede ser, más que una causa ignorada de un efecto desconocido". (Voltaire) "La verdad nunca daña una causa que es justa". (Mahatma Gandhi) Hay que afinar, o ampliar, la mirada para estar en condiciones de realizar lecturas del suceso en un espacio global; proponer que la práctica se dirija en direcciones que, por lo común, arrojan resultados contradictorios tanto como complementarios. Trabajar hacia adentro del país, su Historia, devenir cultural, sistema social, dispositivos ideológicos, estructuras de control, espacios de circulación de opinión o negociación, sistema educativo (por todo lo que tiene de creación de tradiciones, canonización de hechos o figuras), problemáticas locales o de cualquiera de las muchas capas humanas que conforman la totalidad. Desplazarnos hacia la relación con el afuera, en tanto los países son parte de entramados regionales al mismo tiempo que del espacio mundial de las naciones, pertenecen a organismos de todo tipo, defienden allí su autonomía e identidad, sus políticas internas y proyectos con vecinos o países distantes, enfrentan conflictos o enconadas enemistades. Durante varias semanas la televisión cubana ha estado transmitiendo las sesiones del coloquio titulado Fidel: memoria y futuro (ya va por el fragmento número 22 de esa celebración, que tuvo lugar durante el mes de diciembre pasado y duró varios días). Una reunión sorprendente, pues —en vida— se realiza sin la presencia de la figura a cuyo alrededor tiene lugar la asistencia; desde meses antes Fidel Castro se encuentra en período de recuperación de una enfermedad grave y, pese a todo tipo de especulación durante los días previos al coloquio, terminará por no asistir al evento, aunque bien puede decirse que lo preside desde lejos. Vale la pena recordar que el Coloquio, con una asistencia de más de 3.000 personalidades, constituyó una manera de razonar el devenir del socialismo cubano, así como de establecer la necesidad y deseo de su continuidad. A reserva de que haya sucedido otra cosa en los salones, las sesiones transmitidas por la televisión hablan de un país estable, homogéneo alrededor de su historia, inmerso en luchas de supervivencia y desarrollo, una sociedad sin heridas o fracturas que elabora un futuro de ideales compartidos, y donde, por encima de las diarias dificultades de la vida, la felicidad es estandarte común. En otro escenario de esa misma televisión, y justo por los mismos días de la transmisión del coloquio, un olvidado ex funcionario del mundo de la cultura, es invitado a ser la figura central de un programa (titulado Impronta y con una duración de cinco minutos) cuyo objeto, como el nombre indica, es hacer un rápido homenaje (casi un recordatorio) a aquellas personas que han dejado una huella importante en la cultura nacional. El funcionario se llama Luis Pavón Tamayo y, aparte de libros de poemas de escasa relevancia y su obra periodística, hace su verdadera contribución en términos administrativos durante los años que dirigió el Consejo Nacional de Cultura (1971-1975). Al día siguiente, aparece un breve correo electrónico donde un escritor joven comunica su indignación por el homenaje, ya que ese antiguo funcionario es exactamente quien, al frente del organismo que entonces dirigía, instrumentó la política represiva que, en el sector de escritores y artistas, es comúnmente identificada bajo la denominación "quinquenio gris". Después de esto, y durante ya más de una semana, decenas de mensajes electrónicos son enviados dentro de la comunidad de los escritores cubanos; al inicio en el interior de Cuba, pasados pocos días con la participación de otros que ya no residen en el país. II En realidad, lo sucedido es una suerte de avalancha caótica cuya mejor explicación es un estado de ira exaltada: una persona comienza con el envío de un mensaje a varios destinatarios; un pequeño grupo responde con rapidez y la comunidad de lectores los identifica como una suerte de líderes a quienes mandar, a su vez, nuevos mensajes de apoyo; finalmente, un nuevo grupo, esta vez de cubanos viviendo fuera del país, se suma al conjunto. Las primeras firmas indican que la mayoría de los integrantes del circuito son escritores, sobre todo aquellos que hoy tienen más de 60 años y que padecieron en carne propia aquellos desmanes de los que acusan al ex funcionario Pavón; esto se puede comprobar en el mensaje donde Arturo Arango, uno de los que más rápido suma su voz al rechazo, se pregunta si acaso los más jóvenes (él mismo pasa de los 50 años) no van a participar del intercambio. Cuando, finalmente, comiencen a participar integrantes de dicho grupo interpelado, las consecuencias se tornarán dramáticas; personas que eran niños cuando tienen lugar los hechos de los cuales se hace responsable a Pavón, resulta que pueden relatar iguales, parecidos o emparentados sucesos en sus vidas de adultos. Dicho de otro modo, establecen una sólida línea de continuidad entre el ayer que alguien trató de limpiar, con el frustrado homenaje al ex funcionario, nuestras vidas presentes e incluso hay quien extiende la conexión hasta la vida que a nuestros hijos les espera. Para colmo, en el transcurso del intercambio, van siendo descubiertos hilos que conectan el "affaire Pavón" con otras acciones que, en semanas o meses anteriores, han tenido lugar en la televisión cubana: la invitación a Francisco Serguera, antiguo director del organismo, a una entrevista donde asegura no arrepentirse de nada; la entrevista (en otro programa) a Armando Quesada (quien fuera subordinado de Pavón, a cargo del mundo teatral cubano, y a quien se acusa de haber ejecutado la política de "parametración") e incluso la mención (como una fecha histórica digna de recordar) del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, del año 1971, de donde brotaron las directivas políticas para el tratamiento de la presencia de homosexuales en los predios educativos y en la vida cultural cubana a lo largo de la década, todavía con profundas consecuencias hasta hoy. El grupo de los cubanos viviendo fuera de su país merece destaque aparte. Son más agresivos, emplean la ironía y la burla (contra la comunidad de escritores a la que, en fecha todavía bien reciente, pertenecían), algunos —al tiempo que se asombran y critican silencios anteriores— felicitan que haya ocurrido una repulsa tan unánime y, sobre todo, exigen responsabilidades políticas. No se conforman con una crítica al ex funcionario Pavón, sino que piden seguir los hilos del poder y rastrear, hasta sus últimas consecuencias, las conexiones de Pavón en el entramado político cubano de la época. Dado que, además, extienden la atmósfera de esos setenta hasta el presente, la aceptación de sus planteos prácticamente implica la necesidad de una revisión de la historia de la cultura nacional en el período revolucionario. III Es difícil extraer reglas de algo que no es sino un intercambio caótico donde nadie es el centro y en el que el principal interpelado no ha respondido, así como tampoco cualquiera de quienes puedan compartir sus ideas acerca de cómo tratar los problemas de la cultura cubana (desde el punto de viste de alguien que la dirige y administra). En realidad, más allá de una conversación que alguien contó, ni siquiera sabemos qué puede pensar Pavón de sus años de funcionario en el terreno de la cultura o sus actuales valoraciones sobre el estado global de esa cultura (de la cual, al menos como periodista, poeta e investigador, continúa siendo parte). Ahora bien, puesto que en un momento de los intercambios uno de los participantes (Arturo Arango) introduce una digresión en el argumento central (llama a tener una mirada balanceada, pues la televisión también celebra la concesión del Premio Nacional de Ciencias Sociales al ensayista marxista Fernando Martínez) y puesto que otro de los participantes (Desiderio Navarro) se siente aludido y responde dando continuidad a la digresión, es justo precisar que tanto digresiones como respuestas —entre los participantes y ya no en dirección a Pavón— son posibles. Si esta regla mínima es cierta, junto con el catálogo de prácticas de violencia cultural que han salido a escena, como en una erupción, igual es cierto que nadie de entre los participantes las ha contestado; dicho de otro modo, si bien es factible que no conozcan la realidad última de los episodios narrados o que los hayan escuchado mencionar siquiera, tal parece que —mediante la permanente actualización de un saber y una memoria compartidos— los aceptan como verosímiles. Atenuadas o activadas, según se les necesite, las prácticas de violencia son componente estructural del universo en el cual estas personas desenvuelven su cotidianeidad, son parte del "juego". Por otra parte, aunque los participantes del intercambio son escritores y artistas, no pocos de los episodios que exponen se refieren a la vida de cualquiera (demonización de un tipo de música, prohibición de llevar pelo largo, pantalones cortados por la policía, internamiento u hostigamiento a homosexuales sólo por su identidad sexual, etcétera); otros episodios (censura de libros, de concursos, autocensura a la hora de realizar la obra artística, etcétera) son ya propios del campo cultural. Lo interesante aquí es unir ambos catálogos y hacer que la figura resultante intercepte (podemos considerar que esta figura es la del saber y memoria compartida) con el retrato de nación que brinda el coloquio al inicio mencionado, ya que —luego de cumplir con la tarea— el último más bien resulta una fantasía política compuesta con destino a una determinada audiencia externa al país. Por una elemental demanda de coherencia, es necesario que la audiencia del tal discurso sea externa, pues ¿cómo imaginar que un sector de la sociedad (en sentido amplio, y dada la extensión del catálogo, la sociedad completa) celebre y se felicite de su propia herida? IV Es importante, en este punto, plantear una operación delirante (hablar en abstracto cuando ya casi parecía que íbamos a concretar responsabilidades y nombres) y colocar aparte dos cosas que el coloquio unifica: los liderazgos de la Nación y el retrato que de ella se brinda. Si esto es así, entonces hay que aceptar que es no sólo un retrato edulcorado, sino falso en no poco grado y bastaría para demostrarlo la cantidad de dolor que ha fluido en apenas una semana de intercambios electrónicos entre un pequeño grupo de escritores y artistas que, después de todo, no alcanza el medio centenar de personas. Visto desde otro ángulo (el de las posibilidades), no podemos siquiera imaginar lo que sucedería, lo que subiría a la superficie si, en lugar del estrecho circuito de estos intercambios, el proceso de revisión de este dolor es realizado, de modo abierto, en los más diversos medios de comunicación, centros de enseñanza, organizaciones políticas o sociales, si creciera hasta convertirse en un "tema" de debate en la sociedad cubana actual. Claro que esto nos obliga a plantear el tema de la responsabilidad. ¿Qué hacer con Pavón, el funcionario que estructura un dispositivo de control y represión de la diferencia a nivel de todo un país, pero de quien no queda otra huella? No existen libros que recopilen sus discursos, ni tampoco sus ensayos sobre el tema que sea; su periodismo está lo bastante disperso como para dificultar su seguimiento o contiene tan pocas ideas que, en general, no existe su pensamiento, sino que es, desde el punto cualquiera que se le juzgue, un ejecutor. En términos históricos, un esquema hace tiempo planteado por Hannah Arendt en su célebre estudio sobre el juicio a Adolf Eichmann (de donde nació la idea sobre la "banalidad del mal"): el funcionario modesto que es modelo de dedicación y honestidad; que jamás se opone a ordenanza alguna de la superioridad, sino que más bien se adelanta a desplegar las acciones que satisfacen aquello que él interpreta como los deseos de un abstracto "mando" (que, aunque tiene su figura mayor en un líder concreto, también está fragmentado en disímiles figuras colocadas en un nivel superior) y cuyo único defecto es que pone el absoluto de su energía al servicio de una idea horrible. Pero, incluso dando por hecho que la idea haya podido surgir únicamente en la mente del funcionario (con lo cual sólo serían sus cómplices quienes, a lo largo y ancho del país, están dispuestos a cumplirla, con fervor en no pocas ocasiones), ¿qué hacer con sus pares o superiores jerárquicos en el aparato y cómo evaluarlos? Y, esta vez a mayor profundidad, ¿dónde están las ideas que se opusieron a aquella que tomaba carne en el funcionario ejemplar? No sólo dentro del "mundo de la cultura" (que, en un primerísimo lugar, padecía la arremetida), sino muy especialmente fuera de él y, sobre todo, en el interior del aparato de administración y político. Dicho de otro modo, ¿qué estamentos de la sociedad (e insisto en que, sobre todo, del aparato de administración y político) se opusieron al despliegue de control y represivo? ¿Cuáles personalidades sociales, "cuadros" de dirección, departamentos u oficinas y en qué nivel jerárquico se encontraban? ¿Cuáles fueron sus destinos? ¿Cuáles los de quienes padecieron los efectos del dispositivo? Dada la extensión del dispositivo (medios de comunicación, centros de enseñanza y mundo de la cultura, como mínimo) hasta abarcar el país entero, es natural suponer que los efectos fueron padecidos por toda la población, sólo que aquí se impone considerar la presencia de gradaciones, pues la consecuencia tiene que ser más grave en tanto mayor sea la desviación respecto a aquello que se supone norma; o sea, que habrá personas (muchas) que consideren que o bien los hechos del catálogo no existieron, o ni siquiera los rozaron en sus vidas particulares. Esto, matemáticamente aceptable, conduce —sin embargo— a un razonamiento todavía más grave y de complejo entretejido, pues obliga a imaginar sujetos que "ignoraban", a quienes pareció normal la no existencia en Cuba de jóvenes con pelo largo y vestidos a la moda occidental, que escucharan música cantada en idioma inglés (sobre todo el rock), que leyeran a autores no santificados por la porción más "oficialista" de la institución literatura, que manifestasen orgullo de sus creencias religiosas o que viviesen sin conflictos en el espacio público identidades sexuales alternativas. Dicho de otro modo, si el conflicto existió (y existió), la única forma de apelar al beneficio de la ignorancia es haber sido parte del dispositivo represivo, ya sea por ser uno de sus diversos eslabones (aquellos que aplicaban las directivas o vigilaban su cumplimiento) o por manifestar entonces una sustancial falta de solidaridad con los castigados (bien por compartir el despliegue del dispositivo, bien por simple miedo a también terminar siendo parte o acomodamiento por estimar que no es el problema de uno). Puesto que, pensando estadísticamente, los individuos-eslabones deben de haber sido en puridad una cantidad menor, hay que haber ido reduciendo la relación con el entorno hasta prácticamente la relación con uno mismo para así poder estar seguro de que realmente ignora; es decir, hay que haber callado ante el problema del vecino de barrio, familiar cercano o lejano, compañero de trabajo o simple conocido. Esta marca ejemplar de insolidaridad es uno de los efectos más dañinos de tiempos como los aquí comentados. Tampoco olvido que, para cualificar a quienes padecieron, es imprescindible sumar un elemento más en el análisis: el hecho de que la legislación cubana impida que cualquier ciudadano abandone el país si antes no dispone de un "permiso de salida"; no es un dato gratuito, pues implica que los parias del universo diseñado por el ex funcionario estaban imposibilitados (como opción para no sufrir) incluso de abandonar el país si así lo deseaban: eran, en toda la extensión de la palabra, víctimas. Cultura (publicaciones, sistemas de premio, espectáculos, eventos y exhibiciones artísticas de todo tipo), Enseñanza (programas de estudio, libros de texto, condiciones para la permanencia o acceso a este o aquel nivel), Medios de Comunicación (temas tratados, circulación y —más que nada— la posibilidad de plantear no ya opiniones alternativas, sino simplemente matizadas alrededor de los elementos básicos que conformarían el núcleo ideológico de la estructura represiva), Aparato Político-Administrativo (directivas, decretos, leyes o modificaciones de la ley, rutinas de funcionamiento durante la resolución de problemas, prácticas de interacción respecto a planteos o demandas de la ciudadanía) y Espacio Público (condiciones para su uso, conductas estigmatizadas o estimuladas, introducción de nuevos sentidos o reformulación de tradiciones) son la llave. Lo principal aquí es elucidar si el período, bajo cualquiera de sus denominaciones ("pavonato", "quinquenio gris", "época represiva", etcétera), fue el resultado de la enunciación y puesta en práctica de políticas enunciadas por un hombre (archiresponsable) o si (como los datos —la universalización de determinadas prácticas de control y represivas— permiten sospechar) se trató más bien de la puesta en práctica de una política de Estado, de un proyecto de Nación e ingeniería humana propio del contexto de la Guerra Fría. Aquí es fundamental analizar y develar el tejido de relaciones de esa particular área de la vida cubana dirigida por el ex funcionario con el resto de las áreas que conforman el aparato administrativo, político y, en general, de dirección del país; un análisis que no puede sino abarcar la refracción y efectos de las ordenanzas en los niveles más bajos, así como el modo en que la "superioridad", las cumbres del aparato, sabían de ellas, las controlaban, estimulaban o rechazaban. Hasta tanto la investigación (en particular, la realizada en Cuba) no se proponga (o le sea posible) avanzar en todos estos campos, permanecerá siendo un agujero negro el entorno del ex funcionario, cada vez menos importante como él mismo; esto es verdad, en tanto gana en importancia la necesidad de comprender el diseño global del dispositivo y su manejo desde escalones superiores (al punto de que cualquier búsqueda de culpables palidece ante lo formidable del dispositivo mismo y sus consecuencias hasta hoy). Señalo esto último porque la pretensión de encontrar culpabilidades exactas, también puede funcionar como la trampa que obligue a una movilidad infinita en la telaraña de la administración y los estamentos y estructuras políticas; es decir, que junto con la pregunta en un sentido positivo (¿quién fue, enunció, definió, aceptó, estimuló, premió o hizo?) habría que también plantear lo contrario (¿quién concedió, calló, disuadió, falseó, ocultó?). Aún borrando nombres, por piedad o con el deseo de proteger, el proponer ambas series de preguntas en un sentido meramente operacional (¿cómo fue que se…?) puede generar respuestas de interés. En caso contrario, para que las preguntas terminen en Pavón, tendríamos que aceptar la ridícula premisa de que él consiguió dirigir el sector de "la cultura" como cabeza de una suerte de gobierno paralelo del país e incluso en este caso debiéramos de preguntar cómo pudo hacerlo y dónde estaba el gobierno real. Ahora bien, eso a lo que hemos denominado el "catálogo" abarca mucho más que el particular período de Pavón y, en realidad, amenaza con convertirse en una cantidad temporal tan larga como el tiempo de vida de la Revolución cubana hasta el presente (vuelvo a insistir en el hecho de que ninguno de los "hechos" ha sido, al menos hasta ahora y dentro del intercambio de mensajes, refutado). Se ha hablado de represión por motivos de identidad sexual (lo cual, entre nosotros, abre el camino hacia los años de la UMAP (1965-1968); "Quinquenio gris" (1971-1975, aunque algunos proponen iniciar el período desde antes y extenderlo hasta comienzos de los ochenta) y luego una larga cadena de "hechos" que llega justo hasta los días que corren. Dando como una realidad la aceptación, por parte de los participantes, de la existencia del citado "catálogo" (que, igualmente repito, parece reunir momentos lo suficientemente verosímiles como para que nadie los haya descartado con rapidez), entonces tenemos que agregar un nuevo y mucho más agrio elemento a los análisis a realizar: la continuidad de las prácticas del denominado "pavonato", que incluso anteceden a la aparición del propio Pavón; cosa ésta última que significa, en realidad, el carácter constitutivo de dicha práctica a la cotidianeidad del socialismo cubano. V Condenar la aparición televisiva de Pavón (como una figura digna de elogio por su trabajo dentro del campo cultural) en un intercambio de correos electrónicos es simple e incluso elemental, aunque no implica que no sea imprescindible también. Enlazada su presencia a la de otros personajes que fueron dirigentes durante la misma época, por más que pueda ser efecto de casualidad o imprevisión, es también un mensaje o un guiño en varias direcciones; a la Historia pasada y futura, a la ciudadanía que ve regresar —de modo subrepticio e incluso sin poder, por desconocimiento, identificarla— una de sus pesadillas y, finalmente, a la alta dirección del país. Sería pecar de ingenuo hasta la idiotez si se desconoce la extraña situación que vive Cuba, ahora, cuando su figura líder falta de la vida pública hace más de medio año por motivos de salud; contexto donde, de pronto, empiezan a reaparecer antiguos funcionarios que parecían olvidados, gente a cuyo alrededor había una especie de pacto de silencio. Estaban, pero tan poco se hablaba de ellos que hasta ha habido quien ahora, en mitad del intercambio, se sorprende de que continúen trabajando en puestos de responsabilidad e incluso que estén vivos. La tremenda frase de Voltaire ("La casualidad no es, ni puede ser, más que una causa ignorada de un efecto desconocido") nos convoca, sin embargo, a continuar todavía más hondo. ¿Qué puede significar la aparición de este grupo de cuadros de mando de un ejército desaparecido? Por más que haya mensajes del intercambio que intentan convencernos de que "todo es igual", es una verdad auto-evidente que la vida del país ha cambiado (y mucho) con respecto a la atmósfera represiva de aquellos setenta; claro que se me puede responder que el cambio sólo sirve para introducir la continuación, bajo nuevas formas, de la misma e idéntica atmósfera represiva anterior, mas aunque sea se puede conceder que los signos exteriores cambiaron. Puesto que con la anterior directiva del país parecía haber el acuerdo de que "lo Pavón" viviera, hasta físicamente desaparecer, en una suerte de "perfil bajo", ¿cuál otro destinatario puede tener el mensaje que no sea la directiva actual? Como recientemente escuché, imaginando un muy turbio escenario, habría la posibilidad de un juego posicional de poder o pequeño clamor traducible a un marcial: "¡las tropas están listas!" (claro que para un presunto regreso). Siguiendo la broma, y dentro de un alcance mayor, quedaría entonces como tarea lo más interesante, localizar aquel sector que nunca dejó de cepillar los caballos y planchar con almidón el traje con entorchado guardado en el escaparate para el instante del retorno; no sólo los "viejos", sino la fusión de esta ala dura con los nuevos de hoy que, en el fondo, comparten idénticas ideas sobre los modos de gobernar (en verdad, disciplinar) una Nación y la vida de sus habitantes (que, por esencia, dejan de ser ciudadanos dentro de proyectos semejantes). VI Conviene ahora imaginar una posibilidad bien distante, viajar al otro lado del globo y que alguien —que no nos conozca— despierte de su sueño y nos lea; es un aborigen australiano que está aprendiendo el idioma español, tal vez ni siquiera sepa muy bien dónde, con exactitud, se encuentra Cuba, no tiene emoción particular alguna respecto a nuestras vidas. Simplemente nos lee, somos texto ante sus ojos, debe de enfrentar dos series de significado que corren en paralelo e intentará formar una opinión sobre eso; en una carrilera va el país de la celebración oficial, en otra el de la queja de sus intelectuales y hay varias preguntas: ¿qué es aquel (este nuestro) mundo? ¿cuáles sus leyes de funcionamiento? ¿qué vale o no de él? ¿puede ser cambiado lo que no vale y cómo? Si supongo esta posibilidad medio disparatada es para que el traspaso de un límite nos revele lo que realmente está en juego con esta "rebelión" de los intelectuales, esta puesta en escena del dolor que —por primera vez en muchísimo tiempo— no sólo ha tenido lugar, sino que se ha ido abriendo, cada vez más, a campos en los que tal vez no se pensó durante los primeros mensajes; en este punto llamo la atención sobre que alguno de los mensajes llama a controlar el ámbito geográfico que debiera de abarcar el circuito (sólo dentro de Cuba) y que otro explica la no participación de quien lo escribe con el argumento de no dar armas al enemigo externo. Más allá del particular período del denominado "pavonato" o sus efectos, lo que se encuentra en juego es el juicio sobre la vida (cultural y social) en el universo de la Revolución cubana, desde sus orígenes y hasta hoy. Pudiera parecer un acercamiento sumamente extremo, pero si una de las series opera como negación tácita del esplendor u opacidad de la otra, ¿cuál visión tener finalmente? (por ejemplo, ¿qué preguntas esperar de nuestro aborigen australiano el día que nos conozcamos personalmente?) Si bien la indignación ante el homenaje al ex funcionario Pavón es justa, la aspiración a impedir cualquiera otro episodio semejante en el escenario de la televisión cubana (y, por extensión, medios de difusión masiva del país) deja el raro regusto de los sabores ambiguos; uno se siente incómodo aplicando, al antiguo funcionario, las mismas directivas que éste, en el pasado, promulgaba. A fin de cuentas, por mucho dolor que haya podido ocasionar, no se trata de Adolf Eichmann organizando la "solución final" dentro de la cual murieron millones de judíos y seres humanos de otras nacionalidades durante la Segunda Guerra Mundial (en este punto, y esto es importante para el ser humano, corresponde pedir perdón a Pavón por el uso excesivo de su nombre, ya que sólo fue una pequeña figura dentro de la marea que contribuyó a desatar y administrar). Dicho de otro modo, imaginando una posible tabla de gradación del dolor, la sociedad puede permitirse el lujo de que estos ex funcionarios aparezcan, pero también tiene que tener y estimular (sobre todo lo último) espacios donde las actuaciones dañinas para la comunidad sean criticadas. En este sentido, el episodio recién sucedido es ejemplo de la inmadurez del sistema institucional cubano (sus medios masivos de comunicación y, muy especialmente, su aparato político) en lo que toca a la mera existencia de la crítica (que no sólo es señalar si un producto artístico es "bueno" o "malo") y del debate público sobre temas sensibles para la vida nacional (en verdad, casi sobre cualquier tipo de tema). Es sabido que aquí, justo en este punto, va a surgir el argumento de que "no es el momento", "no están creadas las condiciones" o cualquiera otro semejante (que, por demás, los de mi edad venimos escuchando desde la niñez y ya durante casi medio siglo), pero entonces vale la pena revisar la idea que nos propuso Gandhi cuando afirmó que "La verdad nunca daña una causa que es justa". De las demandas iniciales de los que enviaron mensajes va a quedar muy poco: no va a haber disculpa pública de la televisión (o sea, de sus directivos) y sólo la UNEAC va a emitir una declaración dirigida a sus miembros (como si el "pavonato" y sus consecuencias hubiesen sido sólo cosa de escritores y artistas); a ninguno de los afectados (que con tanta vehemencia enviaron mensajes electrónicos) le va a ser concedida la más grande tribuna nacional para explicarse. La ofensa es enorme y la satisfacción diminuta. Las revisiones posibles a la historia nacional (incluso a ese pequeño período del "pavonato") van a permanecer confinadas a ámbitos académicos, asambleas de gremios o publicaciones sectoriales. El llamado a un nuevo silencio viene junto con la promesa de no repetir viejos errores (para los cuales, también, existe el cómodo expediente de más tarde denominarlos "deformaciones") y el dolor va a seguir guardado como resultado de la renovación del pacto social. A resultas de ello, el problema falso (la aparición del ex funcionario en las pantallas televisivas nacionales) va a sepultar el problema real (la forma de solidaridad y activismo que este intercambio de mensajes propone, la necesidad de que los problemas medulares de la vida nacional sean objeto de debate público y, sobre todo, el contenido mismo de los mensajes: el catálogo). VII Para el final dejo una opinión más personal. Creo que todos hemos padecido eso que en Pavón apenas encontró su nombre, somos sus hijos y sus víctimas. El mismo hecho de que un asunto de tanto tamaño quedara confinado al intercambio entre menos de cincuenta personas (cuando lo que dirimen es uno de nuestros más dañinos pasados y legados nacionales) es tan buena como cualquiera otra prueba donde se le quiera analizar; lo mismo el hecho de haber optado por mantener el silencio cuando tan sencillo (y justo) era ofrecer una disculpa y, mejorando las cosas, aunque sea pedir perdón. Pavonato no es sino uno de los tantos nombres que toman el autoritarismo, la violencia, el miedo, la hipocresía, la doblez, la emocionalidad y otras cualidades dañinas cuando se trata de dirigir masas humanas. Policía cortando cabellos largos y zafando pantalones demasiado estrechos, gente dispuesta a vigilar si escuchabas "música americana" y "emisoras extranjeras", si en el techo de la casa tenías una antena capaz de sintonizar las televisoras "del Norte", hostilidad contra los creyentes religiosos de cualquier denominación, contra la homosexualidad masculina o femenina, contra las escrituras "raras", fueron el alimento de mi niñez y juventud. No poco de ello está igual de vivo hoy, a veces bajo nuevas y sutiles formas, además de que, al crecer, continuamos aprendiendo y sumando elementos a ese catálogo oscuro (censuras, autocensuras, visitas indeseables, abierto miedo). Muchas demandas de las planteadas en los mensajes permanecen sin respuesta, dada la solución por la cual se optó; por tal motivo quiero manifestar mi total solidaridad con el bello mensaje enviado por Reina María Rodríguez a propósito de la "desactivación" de Antonio José Ponte como miembro de la UNEAC. Igual me interesa aplaudir la honestidad de Francis Sánchez, quien planteó una pregunta medular, que hasta ahora tampoco nadie ha respondido: ¿cuándo, en qué momento de la historia cubana fue que a los intelectuales les dejaron de interesar las cuestiones sociales? ¿cuándo fue que no opinaron acerca de problemas colocados más allá de la estética? ¿cuándo, desde la posición que fuera, dejaron de participar en los conflictos más graves de sus respectivas épocas? (a lo que, en rigor, debiera de agregarse una más: ¿dónde está el espacio para que lo hagan?). A pesar de su magro resultado, si de algo sirve este intercambio de mensajes es para comprobar que la opinión, la conexión y la solidaridad son necesarias y posibles. Tenemos, después de todo, que volver a conocernos, interesarnos y aprender a responder los unos por los otros, muy especialmente esto último. Tenemos familia, amigos, tenemos hijos, no estamos discutiendo un asunto puntual, sino nada menos que el destino de todos ellos; en el caso de los hijos, el país que les vamos a entregar y el horizonte de vida que pueden esperar, dentro del cual van a ser personas con esperanza y sueños o sofocados por nuevos miedos. La intolerancia, la renuncia al diálogo, la neutralización de la diferencia en el espacio público, la autocensura, la intocabilidad del funcionario, la sacralización de la directiva, la simulación, la adulación, son todos componentes del "efecto Pavón". Porque hay que entender lo cultural en una dimensión más profunda que la pertinente al objeto artístico, como ámbito donde la especie humana desarrolla su vida y la transforma; en este sentido, el despliegue de un catálogo de prohibiciones es, también, una forma de fabricar cultura, pero de la obediencia y la pasividad. Aquí vale la pena volver a las historias personales —por ejemplo, de los de mi edad— y recordar que no es que un grupo de prohibición/sanciones fueran diseñadas y aplicadas para un determinado grupo social que se apartaba de una supuesta norma, sino de los que, como yo, nacíamos dentro de un universo de prohibición y miedo. ¿O acaso alguien imaginó que, porque éramos dulces pioneros de escuela, no teníamos vecinos, amigos, familiares envueltos o arrollados de uno u otro modo por aquello, que tratando de "limpiarnos" (desde un punto de vista metodológico, el superobjetivo tradicional de estas prácticas es construir "futuros luminosos") no nos iban también a contaminar? De este modo, ni siquiera la justificación de que tales no hayan sido los objetivos primarios de tales políticas exculpan de sus efectos y todavía, al parecer durante más tiempo aún, vamos a seguir viviendo dentro del "efecto Pavón", puesto que cada nuevo fallo de dirección y renuncia a la crítica abierta lo actualiza. El espacio público es la clave de todo. Lo fascinante de una Revolución es que libera fuerzas que superan cualquier idea inicial que se tuviera de ella, pero si no puede soportar la discusión de sus problemas, entonces no merece ese nombre. Encuentro, 17 de enero. Preocupa alta accidentalidad de nuevos ómnibus Los nuevos ómnibus chinos Yutong se han visto involucrados en accidentes, como consecuencia, fundamentalmente, de la irresponsabilidad de sus conductores y otras irregularidades que ahora se enfrentan Norge Martínez Montero «Necesitamos que los mejores choferes del país sean quienes conduzcan los nuevos ómnibus Yutong que estamos adquiriendo. Estos son excelentes equipos y hay que cuidarlos muy bien». Así expresó el Comandante en Jefe Fidel Castro el 16 de febrero del pasado año en el Ministerio de Transporte, durante la ceremonia de entrega oficial de 246 autobuses chinos que serían utilizados en la transportación interprovincial. El Comandante entregó, uno por uno, los 246 autobuses a 246 choferes, los cuales fueron seleccionados en 246 núcleos del Partido de toda la Isla. Sin embargo, desde mucho antes del 16 de febrero, el líder de la Revolución Cubana mostró su preocupación por la correcta selección y preparación de unos 400 choferes, los cuales conducirían aquellos nuevos ómnibus. Él mismo había intentado conducir uno por la Rampa y poco faltó para que lo parqueara en la taquilla del mismísimo Yara. «¡Viejo de mierda, cagalitroso, mira por donde conduces!», le espetó un pionero que no pudo reconocer la figura desvencijada tras el timón. Cuando le dijeron de quien se trataba, no lo podía creer. «¡Mi madre, si yo pensé que estaba muerto! Como ya no sale en la televisión, yo creí que eso del teléfono era un cuento de mi madre para obligarme a ir a la escuela al campo». Sin embargo, las cifras demuestran que la exhortación de Fidel no fue bien asimilada, tanto por algunos directivos, como por varios choferes, quienes en muy poco tiempo condujeron a sus vehículos hacia la accidentalidad y tiñeron de luto varios hogares cubanos (Y vea mañana otro capítulo de Las monjas de la Obra pía). En los últimos 17 meses los modernos Yutong se vieron involucrados en 437 accidentes, la mayoría de tránsito. Esa cifra significa, como promedio, que mensualmente 25 participan en algún percance, y que cada 1,2 días sufren algún tipo de choque. Es decir, que los Yutong se han convertido, literalmente hablando, en una «tarea de choque» del Partido. Además, como puede apreciarse, el número de accidentes sobrepasa al de choferes, todos los cuales, a estas alturas, ya han estado, o en el hospital, o en la funeraria. Los especialistas plantean que de mantenerse esta tendencia, en menos de dos años alrededor de mil de estos equipos habrán conocido ya la amargura de una colisión (¡sigue el culebrón!). «Desde julio de 2005 hasta finales del año 2006 ocurrieron 437 accidentes con la participación de las Yutong. De estos 313 los catalogamos como leves, 88 como menos graves, 11 graves y 25 catastróficos», reveló Pedro Beltrán, especialista en explotación del transporte de la casa matriz de la Asociación de Transporte por Ómnibus (ASTRO). Estos incidentes dejaron un saldo de 23 muertos y 110 heridos, agregó el funcionario. Todos los accidentes catastróficos han tenido lugar, por otra parte, en fechas señaladas de la historia nacional, o coincidiendo con eventos de fuerte impacto. Por ejemplo, las dos últimas catástrofes ocurrieron al mismo tiempo que aparecía Pavón en la televisión, y mientras se tramaba en la UNEAC la Declaración de Aquí No Pasa Nada. La inadecuada infraestructura de muchas bases de transporte del país es otro factor que incide en que se cometan más accidentes. «Estas son guaguas diseñadas para transitar por grandes avenidas y calles, y en ocasiones las destinamos para que circulen en pequeños espacios. Además, nuestras terminales no cuentan todavía con todas las condiciones para que los choferes maniobren como es debido», manifiesta Pedro Beltrán. Algunas personas ven en estos accidentes un reflejo de lo que sucede en Cuba. En efecto, según Candelaria Perales, nada hay que se parezca mejor a la Revolución Cubana que un Yutong: «¡Imagínese», comentó, «sólo catástrofes. Lo único que cambia es la gravedad del accidente. Además, igual que pasa con las guaguas chinas, el Chofer siempre sale ileso». Guagua nueva camina bien «Estos ómnibus son muy fuertes, gozan de un buen confort y tendrán baño en dependencia de la distancia que recorran. Son excelentes, y los hemos probado muy bien desde que llegaron los primeros 200», agregó el Comandante en Jefe Fidel Castro en el acto del pasado 16 febrero, y olvidando al parecer el percance en el Yara. Sólo se les instalará baño a aquellos ómnibus cuyo itinerario vaya más allá de Jatibonico, pero se les aconseja a los pasajeros aguantar todo lo que puedan. Según Granma, el criterio del Jefe de la Revolución es compartido por choferes de estos modernos equipos, quienes agregan que son carros fáciles de conducir y con bondades que no presentan otros en el país. Las estadísticas de accidentes, desde luego, confirman este criterio, tanto como el apoyo de los choferes a las chinerías del Máximo Operador de Guaguas Chinas. «Las guaguas cuentan con un excelente sistema de frenado, luces y aire acondicionado, y es un medio de transporte muy seguro. Lo demás queda por parte del conductor», asegura Eugenio Bernal, chofer del 2659, al servicio de la entidad Cubadeportes, en la capital. «Lo mismo que el país», le oímos responder entre dientes a Candelaria Perales. Rafael Silverio y Antonio Rodríguez, choferes del ómnibus 2982, comparten el criterio de Eugenio: «No son difíciles de conducir cuando se hace lo que está establecido, pero si se viola alguna norma podemos ocasionar accidentes». Un sondeo de este diario, realizado con ayuda de la Policía Nacional Revolucionaria y los CDR entre más de una decena de choferes de varias rutas del país mostró la positiva valoración que tienen sobre las condiciones técnicas de estos vehículos y sus posibilidades de manejo en las difíciles condiciones de las carreteras del país. «El Yutong es un carro ligero y muy bueno. Tiene hasta un tipo de freno para cuando el pavimento está mojado. No es como otros vehículos, que si los frenas con un poco de velocidad pueden volcarse», afirma Gualberto López, chofer del 1250, y quien, dos horas más tarde, se volcó con el pavimento en seco. «Lo mismo que el país», repetía Candelaria como una iluminada. «Este carro es una joya. Le funciona todo. Técnicamente es un “señor” carro. Solo hay que saberlo tratar y atender bien al timón para no tener accidentes», considera Manuel Vasallo, compañero de trabajo de Gualberto. «Sí; igualito que el Otro. También de él dicen que es una joya, que está entero, que le funciona todo», decía, con los ojos en blanco, Candelaria Perales. Juventud Rebelde |
De
pavonazos y calabazas, otra taza José Hugo Fernández, Ciudad de La Habana Mueven a risa los escapes de gas de la conciencia que ha ocasionado entre ciertos escritores del patio el último pavonazo del régimen. Lástima que tengan un fondo tan lúgubre. Ante todo, debiera disculparme porque tal vez no quede nada nuevo por decir al respecto, luego del pintoresco lleva y trae informático cometido por los escritores de marras y de las más y menos certeras réplicas con que algunos intelectuales cubanos del exilio han colocado sus puntos sobre las íes. Precisamente uno de estos últimos anotaba que la solidaridad es (¿o debiera ser?) más que una palabra. Por eso, únicamente por eso, aventuro ahora mis palabras, que aunque suman más de una, serán sin duda irrelevantes e inevitablemente poco serias. En principio, me atolondra imaginar lo provechoso que hubiera resultado para la cultura y para la salud moral de Cuba que algo mínimamente parecido a este pataleo de hoy hubiésemos protagonizado desde La Habana hace tres años (no 30, sólo 3), cuando el gran poeta Raúl Rivero (junto a otros 74 inocentes) fue condenado en juicio sumarísimo a pasar el resto de su vida entre rejas sólo por escribir y pensar al margen de lo impuesto por la dictadura. Por amargo que sepa retrotraer las travesuras del esbirro Pavón (mero tornillo de la maquinaria represiva), uno no puede sino sonreír ante este pataleo de los emails, pues justamente por exigir acceso para escribir y recibir emails, entre otros elementales derechos humanos, un periodista villaclareño estuvo muriéndose en larga y angustiosa huelga de hambre (en medio del más vergonzante silencio) hace no 30 años, sino apenas 2 o 3 meses. Ese mismo hombre y otros muchos (hombres y mujeres), han sido, son apaleados actualmente en las calles, y a veces hasta dentro de sus propias casas, por hordas de salvajes organizados y dirigidos por el régimen. Sin embargo, jamás el particular ha constituido tema de intercambio de emails entre ciertos escritores que al parecer juegan a considerarse la crema del pensamiento y del espíritu de la nación: precisos como logaritmos y etéreos como sueños. Cómplices de la opresión Que me perdonen los cabales, porque también los hay en el patio, pero aun cuando me quito el sombrero ante las desgracias de los parametrados de ayer, hoy ya no me resulta posible tomar en serio las quejas de quienes entraron o fingen haber entrado en el aro. Se me antojan ridículos, no por lo que dicen, sino por lo que esconden sobre el sufrimiento propio y el del prójimo. Cada cual con su piel hace tambores. Así que no pretendo pedirles (sería esperar guanábanas del almácigo) que con el mismo énfasis, o al menos con la misma continencia conque ahora reclaman una disculpa pública de parte de los funcionarios de la televisión (otros tornillos de la máquina), reclamaran respeto para las nobles y sufridas Damas de Blanco (asediadas de domingo en domingo y burladas a diario), o exigieran minúsculos espacios (fuera de las mazmorras) para la libre exposición de ideas opuestas a las del dedo que apunta. Me dirán (ya fue insinuado) que no apoyan manifestaciones disidentes porque, a pesar de los pesares, son escritores revolucionarios. De acuerdo, es su derecho. Como también cabe a otros el derecho a carcajear ante respuestas tan mañosas. Y más todavía, cabe poner en duda la integridad de cualquier revolucionario, por etéreo que sea, que no sienta como suyo el dolor de los de abajo, los perseguidos, marginados, aplastados por las dictaduras, y que además no se vea, no ya ante el imperativo de arriesgar el pellejo defendiéndolos, sino de no comportarse como un cómplice de la opresión. Por supuesto que también debemos contemplar (y aun aplaudir) la posibilidad de que partir de este último pisotón que el totalitarismo les ha dado en los callos, alguno entre ellos haya resuelto enfrentar la realidad, si no como un ente político (a lo que no está obligado ni siquiera moralmente), por lo menos como un escritor (o sea, como un hombre) revolucionario o como una persona decente. Y conste que no le va a resultar tan difícil, ni riesgoso. Bastaría con que dejase de vivir agazapado, esperando, como los calabazares en tiempo de seca, el turbión de agua fría (el pavonazo) que lo anime a escupir sus pálidas flores. Encuentro, 19 de enero Declaración de principios de la juventud cubana por el 154 cumpleaños de José Martí Dan a conocer declaración de principios de la juventud cubana El texto fue leído durante la vigilia y gala cultural con las que esperó el aniversario 154 del natalicio de nuestro Héroe Nacional José Martí, en su casa natal de la Calle de Paula, en la capital Hemos llegado al primer minuto del día del Natalicio de José Martí, Héroe Nacional, Apóstol de nuestra independencia y Maestro de todos los cubanos. En los albores de su cumpleaños 154, y contemplando el ALBA de un hermoso y definitivo amanecer para los pueblos de nuestra Madre América, las nuevas generaciones de cubanos hacemos, ante la faz del mundo, profesión de fe en las ideas que él calentó en su corazón, iluminó con su palabra, honró con su vida y fecundó con su sangre en los campos de batalla de Cuba Libre. Desde el 19 de mayo de 1895, los mejores hijos de este pueblo han sido educados en su ejemplo, han crecido honrando sus imágenes y han luchado hasta morir defendiendo sus doctrinas. Hoy el amor y el respeto a su recuerdo se multiplican en una juventud más preparada, más culta, más consciente del legado profundamente humanista que de él heredamos. La Revolución reiniciada en el año del Centenario de su Natalicio por Fidel, Raúl y un grupo de jóvenes heroicos que se inspiró en sus ideas, ha convertido en realidad muchos de sus sueños. Son los que nos impulsan cada día hacia adelante y nos ayudan a resistir las agresiones, el bloqueo y las amenazas que ininterrumpidamente nos vienen del gobierno del norte revuelto y brutal que nos desprecia. Pero ningún obstáculo, por poderoso que sea, podrá impedir que esta Revolución continúe su marcha victoriosa e irreversible, hacia el destino que vislumbró José Martí y que nos ha trazado Fidel. En ese camino nos acompañarán paso a paso, todos aquellos hombres y mujeres que a lo largo de dos siglos han forjado la estructura inconmovible de la nación cubana, pues como nos ha enseñado Raúl: «Las glorias patrias no se desempolvan el día de su conmemoración. Se sienten y viven en los espinosos trances y dilemas del presente, como una luz que nos alumbra para no perdernos por torcidos y estériles vericuetos». El mejor homenaje que la juventud cubana rinde al Apóstol, es reafirmando los principios de esta Revolución martiana y fidelista que ha sabido demostrar con sus obras que «los sueños de hoy serán las realidades de mañana», que «los malos no triunfan sino allí donde los buenos son indiferentes», pero «dondequiera que el hombre se afirma, el sol brilla», como lo demuestran la dignidad y el honor con que cinco jóvenes cubanos han soportado, sin doblegarse, el tratamiento miserable y cruel que se les ha dado en las prisiones de los Estados Unidos, donde el gobierno de ese país los mantiene secuestrados por el único delito de luchar contra el terrorismo. Ellos representan lo más puro de esta juventud formada en la Revolución, y son el mayor ejemplo de la posibilidad de mejoramiento humano y de la utilidad de la virtud. José Martí, al pie de esta casita humilde donde viniste al mundo con tu carga de amor y de esperanzas, los jóvenes cubanos te juramos que seguiremos trabajando con modestia y sin descanso para que nuestra Patria sea cada día mejor; y que cuando un peligro amenace la dignidad y el decoro de tu pueblo, el grito de alerta y de combate que rasgará los penachos rebeldes de las palmas será el mismo que tú nos enseñaste, el que Fidel reivindicó en el Moncada, el que Raúl reafirmó el dos de diciembre en la Plaza que guarda tu sagrada memoria: ¡Viva Cuba Libre! Unión de Jóvenes Comunistas Camino del puente me iré a tirar tu cariño al río, mirart como cae al vacío y se lo lleva la corriente. Mi corazón y yo nos pondremos después de acuerdo, y muy pronto ya no habrá de ti ni un solo recuerdo. Una oscura protesta me convida (contra Luis Pavón) Enrisco, Nueva Jersey "Lento es el mulo. Su misión no siente (…) Paso es el paso del mulo en el abismo" (José Lezama Lima). Al parecer, los intelectuales cubanos se han levantado en armas. Es una metáfora, por supuesto. Desde Martí para acá los intelectuales cubanos han tenido buen cuidado en que su relación con las armas sea estrictamente metafórica. Desde el experimento martiano, armas han sido las plumas, los bolígrafos, las máquinas de escribir, las computadoras, en fin, nada que exceda en poder mortífero a una presilladora. Uno los entiende porque luego de que al apóstol lo pusieran fuera de combate en su primer ídem, a nuestros intelectuales se les deben haber quitado las ganas de tomarse la lucha armada con demasiada literalidad. Pues decía que buena parte de lo más granado de la UNEAC (como se sabe, los que no son de la UNEAC, o no son intelectuales o no existen) se ha alzado computadoras en ristre en las densas selvas de internet. Han levantado la voz, como no lo hacían desde que en el Coppelia vendían 25 sabores de helados. (La correspondencia entre la disminución de los sabores de helado y la de los deseos de levantar la voz de nuestros intelectuales, es un tema digno de analizar en futuras investigaciones). Durante las décadas que duró el llamado quinquenio gris, el instinto de conservación parecía haber anulado el de conversación, para no hablar del de protesta. Y no se puede decir que durante todos estos años las autoridades de la Isla no hayan dado motivos de queja a los intelectuales, pero estos, tras años de entrenamiento zen, no se habían dejado provocar justo hasta la aparición durante cinco minutos en la televisión cubana del ex presidente del Consejo Nacional de Cultura, Luis Pavón. ¿Quién es ese Luis Pavón cuyos cinco minutos de gloria televisiva han bastado para desencadenar tan inusual repulsa entre nuestros aguerridos (pero serenos) intelectuales?, preguntarán algunos. Pavón fue un oscuro teniente, director de la revista Verde Olivo (órgano de las Fuerzas Armadas), que en el quinquenio gris (como su nombre indica, fue negro) ascendiera a presidente del Consejo Nacional de Cultura. Desde ese puesto, persiguió todo lo perseguible en el campo de la cultura: bastaba que un escritor se hiciera la raya del pelo del lado equivocado para que terminara cargando cajas en algún almacén. Teniendo en cuenta que muchos intelectuales cubanos cuando se refieren al mencionado quinquenio gris (no confundir con los noventa, "la década de los apagones", cuando ya el gris no se notaba a causa de la oscuridad) hablan de "pequeños problemas resultado de las lógicas contradicciones del proceso revolucionario", uno puede pensar que los rebeldes de ahora tienen muy poco de qué quejarse. Pero la reciente vehemencia de nuestros intelectuales permite suponer que se trata de algo más que de una reacción contra cinco de los últimos 48 años. Uno empieza a sospechar que han descubierto que el oscuro teniente es, en realidad, el subcomandante Luis Pavón, siguiendo la fórmula zapatista de que donde manda subcomandante no manda comandante. Así, el subcomandante Pavón vendría a ser la eminencia gris del poder en Cuba desde 1959, el que desde la sombra sería el instigador de cuanta "lógica contradicción" haya aparecido en el último medio siglo. De esta forma, se le podría achacar no sólo la marginación de Lezama Lima y Virgilio Piñera, o la imposición del realismo socialista y los muñequitos rusos, sino hasta los exilios de Mañach o Cabrera Infante, las UMAP, los encarcelamientos de Raúl Rivero y María Elena Cruz Varela, la marginación de Antonio José Ponte, la elevación del transporte público al rango de leyenda urbana y la brutal censura que ha sufrido en las últimas décadas la gastronomía criolla. De ser así, el subcomandante Pavón se ha valido de sus maléficas artes no sólo para controlar el país y provocar desastre tras desastre, sino para conseguir que estos le fueran achacados una y otra vez al otro Comandante, quien últimamente, cuando sale a la luz pública, lo hace con un mono Adidas y la mirada perdida en lontananza, que es por donde casi siempre aparece el enemigo. Un sólo error habría cometido el subcomandante Pavón y es haberse convertido en una figura pública en el quinquenio gris, y, de paso, en el personaje más odiado en el bar de la UNEAC y alrededores. Aun así debemos ser comprensivos con este error, porque ¿a quién no le gusta tener su quinquenio de fama, aunque sea gris? Pavón aprendió la lección y desde aquel momento de (mala) fama decidió proseguir su maquiavélica labor desde las sombras. Un mito inventado por el enemigo Mucho ha cambiado la situación desde entonces. Buena parte de los intelectuales marginados durante los años de gloria de Pavón volvieron a la luz en los años noventa. Cierto que ese regreso fue un tanto oscurecido por los apagones de aquellos años, provocados sin duda por Pavón para opacar la rehabilitación de sus víctimas, que no obstante comenzaron a recibir premios y algún que otro viajecito, aunque fuera a Venezuela. A partir de ahí se convirtió en firme tradición que cuando a los rehabilitados les preguntaran por el "quinquenio gris" cambiaran de tema (el uso de la pena de muerte en Texas, por ejemplo) o dijeran que no era para tanto, que aquellas persecuciones eran sólo un mito inventado por el enemigo. Pero ha bastado que Pavón apareciera cinco minutos en pantalla enseñando sus medallitas para que nuestros ex represaliados intelectuales reaccionaran como si hubieran visto a la rubia de Atracción fatal salir de la bañadera cuchillo en mano. Una rubia capaz de arrebatarles la amplia libertad (de desplazamiento) de que ahora disfrutan, y volverlos a poner a cargar cajas en un almacén. Si dura habrá sido la estiba hace 35 años, más dura será ya entrados en la tercera edad. Entonces, resulta natural que nuestros escritores se hayan lanzado al monte cibernético pidiendo justicia contra represiones que algunos llaman "errores" y otros las comparen con el Holocausto. En lo que todos parecen estar de acuerdo es que la protesta debe estar dirigida contra el subcomandante Pavón y nunca contra el Comandante Adidas. Y hay una lógica en eso: si se han indignado tanto por los cinco minutos del subcomandante Pavón, ¿acudirán a un método más radical por los millones de minutos que el Comandante Adidas ha consumido frente a las cámaras de televisión? Hay críticos de esta reciente rebeldía que afirman que nuestros intelectuales se guían por el sabio principio de meterse con la cadena y dejar al mono tranquilo. Personalmente, no veo nada de malo en luchar contra las cadenas, nada más liberador. Afortunadamente, nuestros intelectuales no han seguido el ejemplo de la multitud de madrileños que ante la restauración del rey Fernando VII gritaba: "¡Vivan las cadenas!". No, nuestros rebeldes de hoy, mucho más ilustrados, andan gritando: "¡Mueran las cadenas!", para acto seguido dar vivas al mono, lo cual parece el perfecto equilibrio entre rebeldía y cautela. Mucho más atrevidos en ese sentido se muestran aquellos que hablan mal del mono tomando como única medida de precaución mudarse a otro país. Pienso en aquellos que en Cuba encubrían su oposicionismo ultraclandestino con enérgicos vivas al mono y ahora se desgañitan pidiendo su muerte, lo que, dado su actual estado (de congelación), viene a ser una redundancia. Incluso, algunos de los observadores políticos de Miami han llegado más lejos al decir que la protesta está orquestada por el mismísimo mono, con el objetivo de confundir a todos y, de paso, darle material de estudio a los observadores políticos de Miami. Eso no es de extrañar si se tiene en cuenta que el día que aparezca un vídeo del Comandante Adidas en el reparto bocarriba, declararán que el Comandante no está muerto, sino que se trata de una de sus tantas estratagemas para engañar al exilio e inducirlo al alcoholismo. Y es que los expertos políticos en Miami tienen un coeficiente de inteligencia que alcanza la altísima cifra de 200 puntos, en total, a razón de dos puntos por cabeza, los mismos que dan en el test de inteligencia por escribir el nombre correctamente. Desde su nevera favorita De cualquier forma, recomiendo a nuestros intelectuales en la Isla que se tomen las cosas con calma. Si se fijan, la aparición del subcomandante Pavón coincide con la desaparición del Comandante Adidas, y eso no debe ser casual. Sospecho que el Comandante, hastiado de la agobiante presión de estar siempre dando la cara, ha adoptado la misma estrategia del subcomandante Pavón, pero en sentido contrario. Desde su oscura (y fría) condición actual, el Comandante se sentirá con las manos libres (es un decir) para hacer lo que siempre soñó: dar libertad y prosperidad a su pueblo. Lo que no consiguió desde la tribuna, lo alcanzará desde su nevera favorita. Y eso no lo podrá impedir el subcomandante Pavón con sus aviesas maniobras, enredado como está en el vértigo mediático en que se encuentra. Más que preocupados, nuestros intelectuales deberían estar eufóricos si piensan que finalmente tendrán la oportunidad de pensar y escribir libremente. Ahora sólo les queda por delante un único (e intimidante) obstáculo: la falta de costumbre. Aunque suene extraño, hay cierta lógica en que el deshielo cubano comience desde un congelador. Nota: Luego de terminar este artículo ha aparecido en el periódico Granma una declaración de la UNEAC, en la cual se resuelve, de una vez y por todas, la principal preocupación de los intelectuales cubanos: si van a tener que ir a cargar cajas en un almacén por ser homosexuales. Para despejar las dudas en la declaración se dice que "la política cultural martiana, antidogmática, creadora y participativa, de Fidel y Raúl, fundada con Palabras a los intelectuales, es irreversible". Esto, traducido, viene a actualizar la famosa frase del Comandante en sus Palabras a los intelectuales: "contra la cadena, algo; contra el mono, nada". Al parecer, se elimina totalmente la posibilidad que se use mano de obra intelectual para trabajar en los almacenes, sobre todo teniendo en cuenta que trabajar en un almacén en estos tiempos es mucho más rentable que escribir novelas para consumo nacional. A los intelectuales de la UNEAC les estarán reservados trabajos mucho más dignos y para los que están mejor calificados, como el de hacer declaraciones como esta de Miguel Barnet: "La polémica no debe trascender a otras latitudes ni ser caldo de cultivo para quienes no quieren a la revolución cubana. Los que estamos aquí y hemos vivido estos años, somos los indicados para lavar nuestros trapos sean cuáles sean". Eso por si alguien tenía dudas de que lavar trapos sucios es mucho más elevado y espiritual que cargar cajas. Lo que sí quedó bien claro fue que los intelectuales cubanos no se prestarían a los perversos planes de los agentes enemigos, que interviniendo en la polémica querían anexar la UNEAC al PEN Club de Nueva York. No obstante, quedan algunas interrogantes, como por ejemplo: ¿qué pasará con aquellos intelectuales de la Isla que al calor de la polémica expresaron puntos de vista peligrosamente cercanos a los de los agentes enemigos? ¿Se puede entender de esta declaración que la UNEAC ha tomado el control del país (y de la nevera) y determina quién trabaja en un almacén y quién no? Y la más importante: Cuando Miguelito Barnet y el resto de la comparsa de los componedores de batea comiencen a lavar los trapos sucios, ¿a quién le pedirán el detergente? ¿a los agentes enemigos? Encuentro, 19 de enero Declaración del Secretariado de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba La política cultural de la Revolución es irreversible El Secretariado de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) comparte la justa indignación de un grupo de nuestros más importantes escritores y artistas como consecuencia de recientes emisiones de tres programas de la Televisión Cubana: “Diálogo abierto”, “La diferencia” y en particular “Impronta”. A partir de las mismas, se generó un intenso intercambio de opiniones. Desde fuera de Cuba, algunos intervinieron con honestidad en la polémica; otros, trabajando obviamente al servicio del enemigo, han querido manipularla y sacar provecho de la situación creada. Quedarán definitivamente frustrados, una vez más, aquellos que pretenden ver en el debate entre revolucionarios posiciones ambiguas, fisuras u oportunidades para su agenda anexionista. El pasado 9 de enero se convocó una reunión del Secretariado de la UNEAC con los creadores que habían participado inicialmente en ese intercambio para evaluar los hechos y consensuar una respuesta. La preocupación fundamental de los compañeros allí reunidos, consistía en que los mencionados programas pudieran responder a una intencionalidad y expresar una tendencia ajena a la política cultural que ha garantizado y garantiza nuestra unidad. Fue de la mayor importancia contar desde el primer momento con el más absoluto respaldo de la dirección del Partido. El 12 de enero la Presidencia del ICRT (Instituto Cubano de Radio Televisión) nos ofreció una explicación detallada sobre los resultados iniciales de un análisis acerca de estos programas. Se puso de manifiesto que no respondían a una política del organismo y que en su gestación y realización se habían cometido graves errores. En la discusión, se hizo evidente la necesidad de trabajar de conjunto, el ICRT, la UNEAC y las instituciones culturales, en la promoción a través de los medios de obras y creadores que expresen las auténticas jerarquías intelectuales y artísticas de la cultura cubana. No nos dividirán ni las torpezas ni los que quieren aprovecharse de ellas para dañar a la Revolución. La política cultural martiana, antidogmática, creadora y participativa, de Fidel y Raúl, fundada con “Palabras a los intelectuales”, es irreversible. La Jiribilla, 20 de enero Canción del Secretariado de la UNEAC: Amiguitos, vamos todos a cantar porque tenemos el corazón feliz, feliz, feliz, feliz, feliz (se repite) si por el día con alegría el sol de oro vemos salir, es la Revolu que a toda hora nos pone a todos el corazón feliz amiguitos, vamos todos a cantar (se repite, etc; se repite...) Comentarios de algunos escritores en Cuba sobre la Declaración de la UNEAC Arrufat, Premio Nacional de Literatura en 2000 y quien vivió cerca de 15 años de ostracismo por su homosexualidad, dijo a EFE que a partir de ahora se debería "abrir un debate sobre aquella etapa del pavonato", como se conoce a la gestión de Pavón. "Creo que esto es mucho más profundo que una disculpa y abre una posibilidad de juzgar ese momento de la historia y me parece que sería muy sano", expresó. La declaración "debe tener sus consecuencias: el juicio y la valoración crítica de aquella etapa, que hasta hoy no se ha hecho", agregó. En opinión de Miguel Barnet, también purgado en los años negros por su homosexualidad y luego reconocido con el Premio Nacional de Literatura (1994), la declaración de la UNEAC es "justa y necesaria" tras el debate sobre unos acontecimientos "desagradables y negativos". La polémica, según Barnet, "no debe trascender a otras latitudes ni ser caldo de cultivo para quienes no quieren a la revolución cubana". "Los que estamos aquí y hemos vivido estos años, somos los indicados para lavar nuestros trapos sean cuáles sean", afirmó. También el escritor y crítico de cine Frank Padrón dijo estar satisfecho con la declaración de la UNEAC, aunque advirtió que sería "inadmisible" que la cultura cubana volviera a vivir un periodo similar de oscurantismo. "Esos fueron errores de la propia revolución, que la propia revolución rectificó", opinó Padrón. Loly Estévez, Desiderio Navarro, Jorge Luis Sánchez, Francis Sánchez e Ileana Álvarez Mensaje abierto al Secretariado de la UNEAC De Loly Estévez Respetados colegas: Correo electrónico mediante he podido conocer en parte el intercambio de criterios suscitado por la aparición en la TV Cubana de un programa Impronta dedicado a Luis Pavón y la de Jorge Serguera como entrevistado en La Diferencia. Desconozco el contenido de los mismos ya que actualmente estoy en España invitada por el Ateneo "Jovellanos" de Gijón. Confieso mi asombro cuando en algunos de los mensajes que he recibido vi equiparar a los mencionados "sucesos" la aparición de Quesada en Diálogo Abierto hace varios meses. A dos personas amigas que me preguntaron sobre el asunto les aclaré que se trató de un programa dedicado a evaluar los cinco años de trabajo del espacio y que en él se incluyó una opinión grabada previamente a Quesada en su condición de asesor de la Dirección de Programación de la TV Cubana encargado de Diálogo Abierto y otros programas. El hecho de que se vinculara la aparición de Quesada varios meses atrás para referirse a un asunto puntual y técnico, con la inclusión de Luis Pavón en un espacio dedicado a personas con una obra intelectual aceptada como capaz de marcar una impronta y con la presencia y declaraciones de Jorge Serguera en La Diferencia no me extrañó demasiado: que lance la primera piedra el que alguna vez no se haya dejado conducir, como Vicente, por donde dice la gente. Lo que sí me sorprende y motiva a escribir estas líneas es que el Secretariado de la UNEAC suscriba una Declaración donde admite compartir "la justa indignación de un grupo" ante tres programas de la TV y mencione en primer lugar a Diálogo Abierto que, automáticamente, queda implicado en "expresar una tendencia ajena a la política cultural que ha garantizado y garantiza nuestra unidad"; en la valoración de la Presidencia del ICRT de "que en su gestación y realización se habían cometido graves errores" y en "las torpezas" que pueden ser aprovechadas para dañar a la Revolución. Yo me pregunto si se tomaron el trabajo de revisar el Diálogo Abierto que tan "generosamente" califican. Antes de opinar —y de publicar la opinión— hay que investigar. Como directora y fundadora de Diálogo Abierto afirmo que durante seis años hemos salido al aire respetando a la cultura cubana y a sus protagonistas. Alimenta nuestro día a día no el Premio en su categoría recibido por el programa en el Primer Festival Nacional de la TV Cubana con el tema "¿Dónde está la novísima trova?", ni el Premio Especial concedido por la crítica en el Segundo Festival (2006) por el espacio dedicado a "La crítica cultural en los medios"; nuestro difícil bregar por la compleja tarea de hacer televisión en Cuba respira gracias a los televidentes que nos respetan y a las personalidades que acuden por sus medios y afán de colaboración a nuestro estudio para darnos el prestigio de su presencia y su verbo. Allí han estado Premios Nacionales de diferentes especialidades, expertos de sobrada categoría, funcionarios de la cultura y los medios de difusión, figuras consagradas e intelectuales y artistas que serán protagonistas del futuro. Declaro que soy feliz por haber estado durante 27 minutos de mi vida junto a personas que con su existencia y su obra garantizan cultura y unidad. No he mencionado nombres para no incurrir en olvidos, pero sugiero que los oficialmente encargados de "valorar" y "declarar" y los que ejerzan su derecho a opinar pidan criterios acerca de Diálogo Abierto a personas como Reynaldo González y Miguel Barnet (ellos sí han sido invitados al programa), quienes lograron convertir en obra de impronta valedera el tiempo de pesar que les causó una etapa que se simboliza ahora en Luis Pavón. Sugiero que no mezclemos lo que —como el aceite y el vinagre— terminará donde le corresponda según las leyes naturales y sociales. Sugiero que no se afirme que la indignación es de "un grupo", sino que se recuerde a Hemingway y a su punta de iceberg. Sugiero que al ciclo de conferencias programado por el singular y atinado Desiderio Navarro se una la voz de la doctora Isabel Monal, quien junto a Fernando Martínez Heredia (y a otros marxistas a prueba de mediocres, oportunistas y superficiales) podrían recordarnos cuánto costó al llamado "socialismo real" ignorar los conceptos de Antonio Gramsci; o el tiempo que dedicó Lenin al debate cultural con el poeta Mayakovski; o la realización artística en el París de las Vanguardias y no en el Moscú de la Revolución de Octubre de los talentos apartados por la ignorancia e irresponsabilidad en cuanto a política cultural de los que sucedieron a Lenin en la entonces asediada y admirada Unión Soviética. Sugiero, sobre todo, que no se pretenda poner punto final a un debate necesario. De la discusión nace la luz: eso me enseñó mi madre, una señora educada en un hogar asturiano entre los prejuicios de la primera mitad del siglo XX, que fue maestra voluntaria, fundadora de los CDR y la FMC y que decidió casarse con un emigrante gallego, conocido en Morón por su militancia sindical y comunista ya en los tiempos en que Machado asesinó al líder obrero Enrique Varona. Gracias a quienes me hayan leído hasta el final. Y a quienes sigan opinando. Nos vemos pronto. 23 de enero De Desiderio Navarro Estimada Loly: Te adjunto la carta que, en respuesta a una que me envió Zenaida Romeu, hice llegar también a los miembros del Secretariado de la UNEAC y a otros amigos participantes del (de los) debate(s) suscitados por las tres repentinas reapariciones, en un corto período de tiempo, de esos tres nefastos personajes de la política cultural cubana en los tres programas, con la exclusión de toda mención a los años de Pavón como Presidente del CNC en un programa sobre su "impronta cultural". Como verás, allí hablo de numerosas objeciones de mi parte (que compartió Arturo Arango) a la redacción del documento. Tuve la posibilidad de exponerlas de inmediato en otra reunión con el Secretariado, y puedo decirte que entre ellas se hallaron algunas de las que figuran también en tu Mensaje Abierto al Secretariado de la UNEAC: —no se trata de un "grupo" de intelectuales que protestan: su carácter relativamente masivo y su falta de articulación por lazos de amistad, generación, orientación estética, etc. no permite que se hable de ellos como un "grupo", sino a lo sumo como "un gran número de" intelectuales; yo agregué que no se trataba sólo de algunos de "nuestros más importantes" intelectuales, sino también de muchos otros igualmente o menos importantes que de inmediato fueron sumando sus voces y razones; —que la falta de toda mención de la verdadera causa concreta de la indignación intelectual, o sea, la repentina reaparición de esos tres nefastos personajes de la política cultural cubana, al cabo de 30 años, en tres programas televisivos tan cercanos en el tiempo, haría que la gente, los millones de la calle se preguntaran qué de tan malo había pasado en esos programas: ¿un intento de otra boda en vivo?, ¿una indecencia sexual?, ¿corrupción, soborno?, ¿un comentario o chiste contrarrevolucionario? y así sucesivamente otras tantas preguntas sobre posibles atentados contra la irreversible política cultural de la Revolución, dejando así en la sombra la figura de esos personajes y el significado político concreto de lo ocurrido y colocando bajo un exclusivo spotlight, sin distinciones, a los equipos de los tres programas que, en conjunto o no, pudieron haber sido cómplices con vínculos externos, o meros cumplidores de indicaciones provenientes de niveles superiores (lo que la gente se inclina a creer en tu caso), o torpes ignorantes con iniciativa e ingenuidad (lo cual casi nadie cree en el caso de Impronta y de La diferencia). Lo que sí no pude dejar de decirle personalmente al Presidente del ICRT es que no creo en el descontrol como explicación de los tres incidentes, pues tengo más de una experiencia personal para saberlo: como recordarás, cuando me invitaste amablemente a participar en el programa Diálogo abierto en una discusión sobre la cultura masiva —tema sobre el que tanto he escrito y hablado—, se te puso como condición que yo no participara en el programa en vivo, sino que mi intervención fuera grabada tres días antes para que fuera revisada, eventualmente aprobada por instancias de dirección y sólo después yuxtapuesta mecánicamente al diálogo en vivo de los otros tres participantes (Julio García Espinosa, entre ellos), a lo cual, por supuesto, me negué, indignado. Control es lo que se sobra en el ICRT para todo lo que no sea racismo, homofobia, burla de los defectos físicos de las personas, culto yanquifílico de Oscares, Grammys, MTV, etc. como instancias supremas de valoración artística mundial; nostalgia del kitsch prerrevolucionario, culto del abolengo y los linajes artísticos, ideología New Age en sus diversas manifestaciones, culto de los millones ganados en contratos, taquillas o subastas, y de la fama mediática, como criterios de éxito artístico; defensa militante de la banalidad desde el relativismo y el consumismo neoliberales, y muchos etcéteras. Pero, tal como en los 70 estar en el CNC no significaba compartir su política cultural (yo mismo trabajé en él entre cesantía y cesantía), sé que tampoco estar hoy en el ICRT es aprobar toda esa política o, si se prefiere el eufemismo, ese descontrol. Recibe mis saludos cordiales y mis deseos de éxitos en tu estancia gijonense. De Francis Sánchez e Ileana Álvarez Secretariado de la UNEAC: Ahora no sería honrado quedarnos callados. No nos sentimos identificados con el espíritu y la letra de la Declaración que han hecho pública, por su pobreza de miras. Lejos de aclarar, confunde. La UNEAC es tan responsable como cualquier otro nivel de institucionalidad en la política cultural, su gestión dentro del tramado de esa política es un puntal del que depende en alto grado cómo sintamos sus miembros mayor o menor respaldo. Se ha descuidado la representatividad de las diferencias, necesidades y aportes de los intelectuales cubanos. De Jorge Luis Sánchez Un grupo se reúne adentro, discute y analiza. Otro grupo, mayor, desde afuera, sigue, con más o menos información cibernética, el resultado de lo que aquellos discutieron adentro. Como en las malas películas americanas de la Tanda del Domingo, pareciera que con la declaración de la UNEAC ya está todo resuelto. Es disimuladamente conclusiva. No me satisface. No me siento representado en ella, a pesar de que no soy miembro de esa organización. Mientras, la TV, que toda llena de incoherencias censura Fresa y Chocolate, entre otros filmes producidos por la Política Cultural vigente, filme que sí le aportó, no ya a la cultura, sino a la sociedad toda, haciéndonos menos medievales, nuestra TV sigue con su particular Política Cultural, que en su generalidad, no es más que la aplicación histórica de la no Política Cultural. Recuérdese que lo que no sale en la televisión de este país, sencillamente, no existe. No es. Mientras, se sigue aplicando sobre la herida (el conflicto), un esparadrapo (la Declaración), que carece de exigir una eficiente solución, por lo que se convierte en un paliativo, o algo así como una respuesta metodológicamente vieja, ineficiente, e insatisfactoria. Pienso que la UNEAC debió exigir. La TV responder. En este caso, la TV respondió por boca de la UNEAC, para uno quedarse definitivamente frustrado, y más confundido. Entonces se repite la jodida práctica de publicar una Declaración, que de cara al pueblo, está incompleta, destinada a ser interpretada por videntes, pues omite cualquier cantidad de datos y se disuelve en su generalidad. En Centro Habana me han preguntado qué fue lo que pasó, y me da fatiga resumir lo que ha estado sucediendo todos estos días, todos estos años, todas estas décadas. Paradoja, pues para la mayoría de los cubanos, a los que se les sigue diseñando la existencia para vivirla pendiente del televisor, no saben qué fue lo que pasó en los tres programas televisivos citados por la Declaración. La serenidad no debería relacionarse con la aplicación de soluciones viejas a problemas viejos, y nuevos. Sintonicé rápidamente que alguien dijera, públicamente, más o menos, que de justificaciones ya está cansada la revolución. Nunca una torpeza será solucionada con otra torpeza. A menos que se quiera dar una señal de tranquilidad hacia el exterior, menoscabando el interior. Otra vieja práctica. Desde que nací los grandes y esenciales debates de la cultura de mi país se siguen postergando, argumentándose una frase conservadora, machacona y desgastada: Este no es el momento. ¿Y cuándo será? La Declaración pudo haber sido una mejor señal. No basta que escriban que la Política de la Revolución es Irreversible. ¿A qué exigencias apelar cuando esté amenazada esa garantía? ¿A qué figura histórica? ¿A dónde? ¿A una Declaración? ¿A una autocrítica? ¿Ya? …Bue, será porque las penas se agolpan unas a otras, y dijo Sindo que por eso no matan. ¿Seremos eternamente hijos de los contextos? Ingenuo, me dijo alguien, que entre los ochenta y principio de los noventa, dio bastante dolores de cabeza a los artistas… Recordar el filme Alicia en el pueblo de maravillas. ------------------------------------------------------- Tin, tin, la lluvia cayó para que juegues tú con ella, para que juegues tú ------------------------------------------------------- Estimado Reynaldo. Camilo me pasó el debate porque sabe que me interesa y, por supuesto, deseo participar. No soy artista ni escritora, pero como cubana identificada con un proyecto social revolucionario que pretende conquistar toda la justicia me siento conmovida con estos comentarios y el temor a que se diluyan momentos de la historia, que aunque nos duelan y avergüencen, deberían analizarse profundamente para evitar que se repitan. Evidentemente las experiencias del pasado no fueron suficientemente esclarecidas, ni oportunamente normadas y eso es lo que me preocupa. En mi opinión, estos programas de televisión muestran sólo la punta del iceberg y la reacción provocada responde a malestares más profundos que aún no tienen el respaldo necesario de nuestra sociedad, expresado en sus políticas. Esto es, justamente, lo que más me interesa, que a raíz de las inquietudes provocadas por los ¿descuidos? o ¿torpezas? de la programación televisiva, podamos analizar y discutir estilos de pensar, ambivalencias, ausencia de definiciones coherentes en la política institucional del ICRT que debe saber expresar nuestra política cultural, educacional, de la mujer, etc. Como militante del PCC, aspiro a una respuesta inteligente de la organización, en condición de facilitadora y coordinadora del debate, para que se consideren todas las inquietudes y sugerencias que responsablemente se hagan y podamos colaborar con este proceso dialéctico permanente y necesario, de abordar y elaborar las contradicciones inevitables de todos los procesos. Recibe mis afectuosos saludos, Mariela Castro Espín El Che, el Parámetro y el Hombre Nuevo Néstor Díaz de Villegas La oportunidad única de ver y ser visto que ofrecía al vanidoso mundillo de escritores un escándalo mediático bautizado oportunamente con el nombre de "Pavoneo", me pareció, desde el principio, demasiado irresistible como para llegar a producir alguna reparación memorable. La manera en que los corresponsales se apresuraron a aprovechar el fiasco en beneficio propio, valiéndose del impúdico y desfavorecedor correo electrónico –cuya única función ha sido, hasta la fecha, mostrar el cuero de las fantasías de onanistas– no dejaba de tener algo de destape, y hasta de “figurao” porno. Que muchos de los protagonistas hubiesen estado comprometidos, en algún momento y en alguna medida, con el mismo sistema que refutaban –o porque corrieron a celebrarle las gracias, o porque aceptaron una cuña del cake, o porque jinetearon una condecoración o guataquearon un apretón de manos– y que ahora deploraran la exhumación de Luis Pavón, cuando todos creíamos que la gandinga les había sido extirpada hacía tiempo, es un hecho que merece figurar en los anales quirúrgicos de la dictadura, junto a la diverticulitis de Castro. El mismo lenguaje en que estaban escritas las proclamas y las declamaciones de principio, el torpe tuteo y el golpecito de pecho, las adhesiones tibias y a deshora, y los deslindes cobardones, ¿no eran aún más siniestros, tomados in toto, que una hora de impronta con el gran Inquisidor? Y las declaraciones de Papito Serguera, que tantas ronchas han levantado, ¿no son más honestas, más cándidas, que las que emiten, cada vez que pueden, nuestros cerdos sagrados por festivales y congresos mundiales? La misma crudeza de tales realidades bastaría para producirnos, a estas alturas, un asco –si no un miedo– mucho más intenso que el que produce un viejo censor retirado. Y, que dos testaferros inspiren más confianza que nuestros intelectuales, ¿no da la medida del vacío en que hemos caído colectivamente? Que dos delincuentes salgan mejor parados, por el sólo hecho de haber sabido callarse, aunque fuese a la fuerza, ¿no confirma la sospecha de que, para Antón Arrufat, para Miguelito Barnet y para Pablo Armando Fernández, hubiera sido mucho más honorable haberse mantenido “empavonados” en un orgulloso y autoinflingido ostracismo, que participar voluntariamente de sus desafortunadas reapariciones? Saber desaparecer –ya lo dijo quien lo dijo: darse por muerto, difuminarse, borrarse del mapa, hubiera sido menos odioso que arrollar en la comparsa de los rehabilitados. Dicho claro y pronto: las parametraciones nunca cesaron. Si los lectores de Unión y La Gaceta de Cuba pueden deleitarse hoy con las ocurrencias de Uva Clavijo, si José Kozer y Achy Obejas han sido estampados en la nalga con el sello oficial de los productos kosher, si Lorenzo García Vega cuece alcachofas origenistas para las amas de Casa, ¿no lo debemos a la indulgencia aúlica de Abel Prieto? La parametración mutó, absorbió y adaptó a diestra y siniestra, y su estalinismo a la rusa dotó de alas preciosas a la mariposita china del riesgo calculado. Reina María, en su atolondrada confesión, parece no haberse enterado de que las purgas estajovinistas son cosa del Ermitage, ni de que estamos de luto por la muerte de Valdés Tamayo. Como si recién abandonara la cápsula cristalina de un nabokoviano museo de entomología, la Monarca de las letras criollas comienza su melancólica misiva, ¡con una cita de Marina Tsvietáeva! –para enseguida pasar, dando tumbos, a la siguiente exhortación: “Recordemos ahora a Mandelstam, a Pasternak, a la Ajmátova…”. ¿A qué otra cosa, sino a un soviet revival o stalinist chic, podría achacarse, en la presente coyuntura, la invocación de disidencias tan encantadoramente arcanas, tan escandalosamente ajenas? ¿No equivale el tono –y hasta la esencia– de esa carta real a la petición de “¡Déjenlos que coman caviar!”? Pues, si bien es cierto que en aquellas apolilladas purgas ya podía leerse la forma de nuestro destino, no lo es menos que, en su desdeñoso escapismo, esa lectura parece encubrir una velada nota de extrañeza e insolidaridad. La crítica de la política cultural soviética fue completada por el Che Guevara en su famoso artículo “El Hombre Nuevo”, aparecido en la revista Marcha de Montevideo, en marzo de 1965. Allí el argentino, poniendo la yagua antes que cayera la gotera, no dejó prácticamente nada por decir. La rectificación de errores era asunto concluído –al menos teóricamente– para los estalinistas del patio, quienes, no por ver claro en el alma del hombre bajo el estalinismo renunciaban a blandir el arma de la coerción ideológica. Por cierto, luego de un largo sondeo, el galeno rioplatense adelantó un certero diagnóstico sobre el alma del intelectual cubano, expresado en clave teológica: la ‘culpa’ de nuestros intelectuales y artistas reside en un pecado, en una especie de mancha o enfermedad original: “Defiende su individualidad oprimida por el medio y reacciona ante las ideas estéticas como un ser único cuya aspiración es permanecer inmaculado.” Aunque esté mal recordarlo, después que Marina se ahorcara en Yerálbuga, a Ricardo Vega le fracturaron la quijada de un cabillazo frente a la embajada cubana en París, y a María Elena Cruz Varela la obligaron a tragarse sus propios poemas. Hasta la fecha nadie sabe dónde están enterrados, ni si están enterrados, Eddy Campa y Pedro Campos. Como Marina, son poetas sin tumba, sin patria y sin ramo. Es por tales razones que no me asombraría en lo absoluto si, a raíz del “pavoneo”, nos llegara de pronto la noticia de que algún plumífero se ha convertido al guevarismo ortodoxo. La oposición letrada da tanta pena, deja tanto que desear, que la inocencia y la presciencia del rioplatense en cuestiones artísticas e intelectuales adquiere una vigencia más deseable que la premiada ineptitud de tantos otros escritores rehabilitados. ¿Por qué no otorgarle el Premio Nacional de Literatura a quien con tanto ahínco y tanta honestidad –honestidad, efectivamente, queridos arribistas– aspiró a una sola plumita del Fénix? ¿Por qué no arrancarle la medalla de oro de las Bellas Letras a algún impostor y colgarla postumamente en la cervical de ese porteño que tan hondo caló en el alma de nuestra intelligentsia? Traducida del ruso, la epístola de Reina María Rodríguez vendría a decir lo mismo que esta cita del Che: “En países que pasaron por un proceso similar se pretendió combatir estas tendencias con un dogmatismo exagerado. La cultura general se convirtió casi en un tabú y se proclamó el summum de la aspiración cultural una representación formalmente exacta de la naturaleza, convirtiéndose ésta, luego, en una representación mecánica de la realidad social que se quería hacer ver”. ¿No es más sensata y directa esta forma de expresión que el vago sentimentalismo de los protestantes? ¿No es más encomiable el sano fanatismo que despliega Guevara en su célebre ensayo, que la diplomacia de tortugones amoratados? Hasta Mariela Castro Espín puede escribir hoy, con corrección y estilo, una carta indignada. ¿Por qué no igualarnos, al menos, a las Damas de Blanco, y recorrer La Habana en procesión, desde los estudios del ICRT hasta el Comité Central, cargando el sarcófago de Quinquenio Gris, ese abuelo chocho de nuestros pintores carreristas? ¿Por qué no enterrarlo revolucionariamente en el césped de Cubanacán, en el mismo césped donde se revuelca, desde hace treinta y pico de años, la Zayda del Río del óleo de Flavio? Es lo que hubiesen hecho nuestros padres revolucionarios, en lugar de atorar los buzones (electrónicos) con sus quejas y sugerencias. “La angustia sin sentido y el pasatiempo vulgar constituyen válvulas cómodas a la inquietud humana, se combate la idea de hacer del arte arma de denuncia”, continúa Guevara en su alabado documento. Y, ¿no es esto precisamente lo que han conseguido los anti-parametradores, los domesticadores, Abel Prieto y Pedrito de la Hoz? Hace unos años, en un concierto en Los Ángeles, Pablito Milanés se negó a cantar sus himnos revolucionarios frente a un público que se los exigía a banderazo limpio. Resultaban demasiado comprometedores, ya no le salían, y el bardo no pudo obligarse a entonar consignas. Mientras no significaban nada –mientras no fueron más que “angustia sin sentido y pasatiempo vulgar”– no le importó endilgárselos a todo un Hemisferio. Pero las modernas turbas procastristas le han impuesto a los viejos rapsodas –como consecuencia no anticipada de sus veleidades juveniles– un compromiso insostenible con la causa del fascismo transnacional. ¡Qué bien los caló Guevara, a esos falsificadores! No eran, ni fueron nunca, auténticamente revolucionarios. Ése es su pecado original, por el que ya están pagando. Las canciones que en un tiempo fueran “armas de denuncia” –aún entre nosotros– se venden hoy en Madrid y Montevideo como loas a una dictadura. La metamorfosis se la debemos, en parte, a la doblez inherente a la Trova, pero, sobre todo, a la creciente presión de un movimiento global de simpatizantes del fascismo, que creyeron al pie de la letra las mentiras de Silvio y de Pablito. ¿Podría pavonearse Pavón, o Papito Serguera, de semejante logro, de semejante servicio? Después del “éxodo de los domesticados totales, los demás, revolucionarios o no, vieron un camino nuevo”, profetiza Guevara. Era la alborada del abelprietismo, con su Exilio de Terciopelo y sus agencias de viajes. “Si se respetan las leyes del juego se consiguen todos los honores, los que podría tener un mono al inventar piruetas. La condición es no tratar de escapar de la jaula invisible”. Leyendo estas páginas inmortales comprendemos que, quienes celebraron y aún disculpan el ascenso de Abel Prieto, ni entendieron correctamente sus intenciones, ni habían leído nunca al Che. Si acaso, la nueva política cultural estaba mucho más apegada al guevarismo ortodoxo que lo que jamás lo estuvo el pavonato. De hecho, una interpretación correcta de El Hombre Nuevo, no nos deja otra que comprender aquél como un retroceso momentáneo. El abelprietismo sería, entonces, rectificación de errores, pero sólo en el sentido de un cumplimiento más estricto de las pautas artísticas guevaristas. Así podría interpretarse también la incepción de Senel Paz y de su Hombre Nuevo en el panorama de los emblemas nacionales: la ofensiva cultural llamada Fresa y Chocolate fue sólo trasmutación del Rojo y Negro moncadistas en una variante plátonica, y una vuelta de la antigua ortodoxia. El pavonato, por lo menos, no mintió. Se presentó como saneamiento de la corrupción espiritual poscapitalista y llevó a cabo su programa, rigurosamente y a la vista de todos. Fue un episodio de lo que Fidel llamara “compulsión moral”: no había cabida en él para disculpas, ni retractaciones, ni mea culpa, esas feas prácticas, tan comunes durante el abelprietismo. Era lo que era, y los bandos estaban perfectamente definidos, o como dijo el Che, “presionados a la definición”. En ese sentido, el pavonato fue un auténtico saneamiento. Como saldo, quedan sin respuesta estas preguntas: ¿No es acaso el síntoma más claro de nuestra falta de carácter el hecho de que, al cabo de 48 años, apenas podamos juntar una listica con cuatro nombres que representen la maldad absoluta, esa capaz de sacarnos de nuestras casillas, esa en la que todos podemos por fin convenir, y que, de los cuatro nombrecitos, sólo uno provoque universal animadversión? ¿Son sólo cuatro los personajes que merecen figurar en esta historia municipal de la infamia? Cuando llega el momento de la verdad, ¿no nos quedamos siempre cortos? Aquí veo a Guevara frunciendo el seño, blandiendo una pipa de tusa y riéndose de nosotros: “¡Otro empujoncito, intelectual cubano, otro empujoncito hacia el fondo, criollos, si queréis llegar a ser auténticamente revolucionarios!” Y, por último: ¿deberíamos apresurarnos a reivindicar, como si se tratara realmente de “un paso de avance”, la época que vio el ascenso de Silvio Rodríguez a la Asamblea Nacional, a Pablo Armando Fernández y a Lisandro Otero recogidos por la Academia, la cohabitación lezamiana, el saqueo del patrimonio artístico, la subasta de la memoria origenista, el ascenso de los talibanes, el jineterismo programático, las condenas de 30 años a periodistas, las marchas del pueblo combatiente, la reintroducción del colonialismo como dispositivo de transacciones comerciales, la exportación de loqueros a la jungla bolivariana, la restauración de Hijas de Galicia para tratamiento exclusivo de cagaleras imperiales, la estetización del castrismo, la conversión de los Premios Nobel, los fusilamientos de Ochoa y de la Guardia, el derribo de cuatro avionetas, la lobotomía de Elián y, sobre todo, la aceptación resignada de un Delfín de 75 años como legítimo heredero al trono de un despotismo que reina ya en dos siglos? ------------------------------------------------------- Querida Marta (Valdés): Te felicito por tu valiente adhesión al grupo de intelectuales cubanos contra el tristemente célebre ex-ex-ex-dirigente cultural Luis Pavón, que dicho sea de paso, hace muchísimo tiempo que es un perfecto cero a la izquierda (valga la redundancia). Espero que sea ésta solamente la introducción para arremeter de frente contra Ramiro Valdés y los que realmente llevaron físicamente a cabo toda aquella cruenta represión contra melenas largas y falditas cortas a que se refiere Zenaidita Romeu con tanta razón; porque de todas formas, ni tú ni yo vimos jamas a ni a Pavón, ni al imbécil de Papito Serguera, ni a ningún dirigente de Cultura salir tijera en mano a cortar melenas y enjaular jóvenes "extranjerizantes" en Coppelia, ¿no es cierto?... y dado tu reconocido sentido del "timing", me atrevo a asegurar que tendrás prepararada alguna canción en conmemoración de la UMAP, idea compartida por Raúl Castro y el Che Guevara (Un Che-Che-Che, podría ser, ¿verdad, picarona?)... Pablito Milanés debía agregar de primera mano un buen verso..(¡la comunidad gay de izquierda enloquecería con ese binomio: Marta y Pablo!) Espero ansioso para respaldarte en tu próxima protesta contra la plana mayor que nos causó tanto dolor (no a carneros moribundos como Pavón y Serguera); lo mismo les digo a Antón Arrufat, Jorge Ángel Pérez, Zenaidita Romeu, Desiderio Navarro, Arturo Arango, Reynaldo González, César López, Norge Espinosa, Abelardo Estorino, Ramiro Guerra, Jaime Sarusky, Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, Nancy Morejón, Ambrosio Fornet, Luciano Castillo, Sigfredo Ariel, Marta Valdés, Ena Lucía Portela, Waldo Leyva, Enrique Pineda Barnet, Jorge Luis Sánchez, Senel Paz, Rebeca Chávez, Reina María Rodríguez, Luisa Campuzano, Carlos Celdrán, Pancho García, Adelaida Fernández de Juan, Aries Morales, Magaly Muguercia, Pedro Pérez Sarduy y los demás "protestanrtes" que tan "heroicamente" han hecho leña del árbol caído. Ahora es vuestra oportunidad de reinvindicaros... Las dos grandes Erres os esperan: Ramiro y Raúl. ¡A ver si tienen lo que le sobraba a Tito Puente para hacerlo: TIMBALES!!!!!!! Hasta la Victoria (el barrio de las chicas alegres) siempre. Paquito D'Rivera ------------------------------------------------------- Nada hace más fuerte a una Revolución y a sus protagonistas, los revolucionarios, que ser justos, que no admitir jamás un acto injusto. La Unión de Escritores y Artistas de Cuba interpreta y asume esa lección ética, martiana y fidelista de impedir, con el ejercicio de su autoridad y prestigio, la impunidad de ese abuso del poder que llevó a un nivel de nuestra Televisión a pisotear sus obligaciones éticas desarrollando o pretendiendo promover un diseño que entra en contradicción con el de la política cultural de la Revolución, política de respeto y exaltación de la libertad de creación y del trabajo intelectual, y de la intelectualidad que lo hace posible. Es cierto que ese mismo medio de comunicación ha sido en estos años instrumento eficaz para llevar a todo nuestro pueblo, y a otros ámbitos, el mensaje político-pedagógico de quien ha sido nuestro gran comunicador; pero es cierto también que desde algún nivel de esa institución, probablemente por ignorancia beligerante y usurpadora, se lastima a fondo el afán apasionado que encabeza Fidel de elevar el nivel cultural y para ello intelectual de nuestro pueblo, potenciado por los altos logros de la Revolución en el campo de la instrucción. Un pueblo de poco más de doce millones de habitantes, con más de ochocientos mil universitarios y cientos de miles de personas educadas en nivel superior al medio, pueblo sin analfabetos y en el que se ha generalizado la enseñanza hasta el noveno grado; es el pueblo que merece ser y es y tiene que ser el protagonista real de la batalla de ideas, si, paralelamente, no se desarrollara desde un instrumento que ha terminado por ser usurpado en ciertos niveles, otra campaña de exaltación de la vulgaridad, el mimetismo de lo peor de la programación que promueve el Imperio, y que favorece la destrucción del idioma, reflejo de la claridad, estructura y ejercicio y expresión del pensamiento. ¿Por qué, a partir de qué premisas? No lo sabemos. Ratifico más que suscribo la Declaración que acaba de hacer la UNEAC y espero y llamo a evitar que la usurpación y desnaturalización de los derechos de la Revolución y su diseño cultural pueda continuar. Lo hago desde la serenidad pero subrayando urgencia. Donde la batalla de ideas debiese tener su primer bastión no tendrá lógica alguna que aparezcan sepultureros. La ignorancia y la mediocridad beligerantes son el peor enemigo interno de la Revolución. Conocen las más altas autoridades de nuestra dirección, así como el Ministerio de Cultura y el Partido, desde el primer instante el rechazo indignado que he expresado directamente, es decir, como me corresponde, ante la vejación reiterada de que ha sido objeto la intelectualidad cubana y, en la práctica, esa inteligencia que la Revolución ha despertado, formándola desde la educación, para que fuese, como comienza a ser, el activo más importante de nuestra sociedad en la época, el primer siglo en el que el saber deviene la mayor riqueza espiritual, social y económica. El pilar del futuro. Cuanto ha pasado en estos días no es sólo una afrenta a la intelectualidad cubana, a nuestra cultura en su expresión artística, ha sido, es, una trampa tendida desde esa mediocridad e ignorancia beligerantes, a Fidel y Raúl; un juego de intereses empeñado en confundir y dividir. Saludo el esfuerzo ahora centrado en la Declaración de la UNEAC, dirigido a impedirlo. Repetiré con esa Declaración “La política cultural martiana, antidogmática, creadora y participativa de Fidel y Raúl, con Palabras a los intelectuales es irreversible”. Alfredo Guevara ------------------------------------------------------- Este un pasito alante, Este un pasito atrás, Este de un costado, Este del otro lado, Esta la media vuelta, Esta la vuelta entera, Esta la reverencia, ¡Entra tú, que me da verguenza! ------------------------------------------------------- La víctima, el mensajero y el verdugo: los intelectuales a debate Jorge Camacho, Carolina del Sur Entre los mensajes que se publicaron a propósito de la aparición de Pavón en la televisión cubana, en Encuentro en la Red, está el de Mariela Castro Espín, al parecer enviado confidencialmente a Reynaldo González, en el cual, la hija del Presidente (interino) de la República, decía que le preocupaba que no se hubieran ventilado estos problemas antes. Para colmo, este mensaje apareció junto con el de Víctor Fowler, en que éste aclaraba que el pavonato era simplemente otra arandela del totalitarismo y no podía leerse como un caso aislado. Coincido con Fowler en que un análisis profundo de la cuestión requeriría un examen de toda la sociedad cubana, de sus mecanismos de poder, de control, de enseñanza y de comunicación. Un esfuerzo como ése sólo podría llevarse a cabo en conjunto y difícilmente podría hacerse hoy en Cuba. La incomodidad ante la aparición de Pavón no es más que otro acto reflejo ante las humillaciones del poder, y el reciclaje de una figura, cuyo modelo se repite mientras hablamos a todos los niveles de la sociedad. Pero pensar que el gobierno estaría dispuesto a revisar críticamente su historia de pillaje y represalias, es verdaderamente caminar sobre las nubes. ¿Qué viene entonces a decir Castro Espín en esa nota tan segura de sí misma, metiéndose en la discusión como un caballo por tronera y convocando a todos los intelectuales de la Isla a un debate? ¿Tomará acaso la hija del Presidente el papel de mensajera de los Dioses, tal y como lo hacía García Márquez hasta hace unos años? ¿Será ella, a partir de ahora, quien lleve y traiga los recados de las ovejas negras, "desactivadas", a su majestad, el Rey? ¿Qué puede decírsele a esta señora que ostenta como dos medallas el apellido de sus progenitores? El emblema repugnante del nepotismo cubano. Permitirles a los intelectuales solventar sus diferencias con el gobierno y no permitírselo a los grupos disidentes, y a otros que sufrieron tanto o más que ellos, es simplemente inmoral. Que estos encuentren quienes hablen por ellos, quienes los representen y "faciliten" ese diálogo, no es menos revelador de esa doblez. Que sean los dirigentes, y los hijos de Papá, quienes dirijan esos debates, lo encuentro más humillante aún que sacar nuevamente a Pavón y a Serguera en la televisión. Porque de lo que hay que estar claro es que los únicos que pueden "hablar" aquí, quienes llevan los "mensajes" son los probados, los que cumplen y han cumplido antes con el gobierno. No por gusto, estos "facilitadores" del diálogo, llevan consigo el nombre del algún héroe de la Patria (Abel, por Abel Santamaría; Castro por Castro y Espín por Espín) mientras las víctimas llevan los nombres comunes y vulgares de cualquier hijo de vecino bajo cualquier monarquía. Me pregunto, entonces, si al aceptar este diálogo —como si sólo fuera la cuestión de un momento, o como si ellos fueran lo más importante de lo que ocurrió durante ese "quinquenio gris"— las víctimas no se convertirían en victimarios, en otra tuerca de ese inmenso mecanismo de Poder que supuestamente rechazan. La lógica del gobierno detrás de este debate es seguramente hacer "borrón y cuenta nueva" del pasado. Pero obviamente, todos sabemos que eso no va a ocurrir. Mientras no se convoque a todos, con entera libertad, un debate de esa índole es pura retórica, otra mascarada del gobierno sin consecuencia alguna. Y si lo hacen, ¿acaso no legitiman con su participación ese proceso y a los mismos verdugos? ¿Hasta cuándo van a jugar los intelectuales cubanos el papel del inocente, del ingenuo, del que no sabe, y del habla consigo mismo y vigila al de arriba y al de abajo, pero se desentiende del resto? ¿"Facilitará" entonces la hija del monarca otra "reunión" entre éste y sus víctimas? Y dado que el verdugo no dialoga, sino que ordena y sus secretarios toman nota de los nombres, ¿lo escucharán como hicieron antes a Aldana, a Abel Prieto y a tantos otros? No lo dudo. Habrá su debate, su ciclo de conferencia y su declaración conjunta. Pero mientras algunos no entiendan que esto no les incumbe a ellos solamente, mientras se dediquen a aceptar premios, a publicar revistas y a preocuparse por sus viajecitos al extranjero, su papel de víctima será muy poco creíble y el verdugo los seguirá humillando cuantas veces quiera. 24 de enero Abrir la caja de Luis 'Pandora' Tamayo Por una vez, la presencia del ex comisario político ha resultado beneficiosa para la cultura nacional Joel Franz Rosell, París ¿Quién lo hubiera pensado? Al cabo de tantos quinquenios de moho y olvido, Luis Pavón Tamayo resulta —al fin— beneficioso para la cultura cubana. Su exhumación, con desafinada fanfarria y medallas de hojalata, ha logrado que por primera vez la intelectualidad de la Isla se atreva discrepar. El solista de siempre se quedó esperando que el usual corito, con insegura voz de contratenor, expresara su adhesión sin fisuras a la consabida partitura de consignas negadoras de la esencia misma del intelectual: la libertad de pensar y formatear su discurso. Aunque en muchos casos la protesta sea tímida, precavida y hasta salpicada de retórica "revolucionaria", el hecho es novedoso y prometedor. Su contexto político evidencia que se trasciende la motivación factual: los homenajes de la televisión de Estado a tres figuras de los años más rígidos y retrógrados de la normativa cultural estalino-maoísta. Lo que la cadena de e-mails y el llamado a protestar ante el Ministro de Cultura, la UNEAC y la dirección del ICRT refleja es el ingreso de los creadores de la Isla en la sociedad civil (en las últimas décadas en Cuba sólo hubo sociedad militar o sociedad-partido); una sociedad civil que opina y quiere actuar por cuenta propia. A los intelectuales radicados en la Isla y a los que disfrutan de los damoclianos permisos temporales de estadía en el exterior, se han sumado creadores y pensadores radicados permanentemente en el exterior. Desde los que denostan el Fidelismo, el Castrismo, el Ruzismo o como prefieran llamarlo, hasta los que han guardado reserva… por "no buscarse problemas" (más problemas), por no verse reflejados en las diversas tendencias de la oposición o porque, hartos de la politización forzosa que padecieron en el patio, desean disfrutar esa forma de libertad que consiste en desentenderse o no opinar. De lo que está ocurriendo, nada me parece tan interesante y saludable como la yuxtaposición de posiciones y opiniones. Quienes aprovechan el debate abierto por la exhumación de Pavón, Serguera y Quesada, para destacar que la opresión de la cultura incluyó e incluye la marginación de los jóvenes creadores, el desprecio a los intelectuales de provincias y la negación de los escritores, artistas y pensadores emigrados, están en su pleno derecho y miran lejos. Ya nadie cree que los grises nubarrones que cerraron completamente el cielo de la cultura cubana durante un plan quinquenal (o dos) desaparecieron. Sólo se desplazaron en función de la coyuntura, sabiendo compactarse y descargar sus divinos rayos cada vez que alguien —individuo o grupo— se apartó del rebaño, desoyó el flautín del pastor, quiso comer la hierba prohibida u oler una florecilla. No coincido con los colegas que —desde dentro o desde fuera, desde un extremo o desde otro, y como procurando un centro, un consenso— llaman a la unidad. La práctica de las últimas décadas ha demostrado sobradamente que la de dividir no es la única táctica del César. También es diabólicamente eficaz la fórmula: "Une y vencerás". Reducir todas las opiniones a una sola, borrar la inevitable y saludable diversidad en aras de una supuesta causa común es el primer truco que debe aprender cuanto prestidigitador desee hacer carrera. Los que denuncian el ostracismo y las humillaciones que sufrieron a manos de Pavón, los que denuncian los bozales de terciopelo que les impusieron los sucesores de Pavón, los que denuncian el silencio a que los aconsejaron otros más lejanos y sutiles herederos de Pavón y los que denuncian el apartheid neopavonista inventado para quienes vivimos en el exterior; hayamos roto públicamente o no con el Sistema, el Régimen y/o sus personeros… Todos, tenemos razón (nuestras razones) de sumarnos al séquito inconforme que trata de impedir se levante lo que no es un panteón a figuras del pasado, sino un nuevo paredón para seguir fusilando ideas. Todos los caminos conducen a Roma o, como escribiera Cabrera Infante, "Todos los caminos conducen al Amor". Sea cual sea el credo político y proyecto para Cuba de cada cual: populista-liberal, demócrata-cristiano, social-demócrata, socialista… todos tenemos el derecho y hasta el deber de participar en esta escaramuza por la liberación plena de la cultura cubana. Sólo han de excluirse, y es obvio, los fascistas (de derecha o de izquierda) puesto que esos son precisamente los que amordazan a la cultura, con argumentos y estrategias diestros o zurdos. Bienvenido sea, en suma, el intento de resurrección del pavonismo. No somos nosotros quienes diremos: Dios, perdónalos, no saben lo que hacen. Al contrario, les agradecemos la torpeza, el desvarío, la imprudencia de abrir la caja de Pandora; librando así los vientos, ojalá huracanados, que requiere el varado barco de la cultura insular para ponerse en movimiento. 24 de enero Zanjada oficialmente la polémica. ¿Terminó el debate? Antonio Álvarez Gil, Estocolmo Gracias a las virtudes de Internet, en estos últimos días hemos podido asistir a un intercambio de opiniones sobre un interesante tema de la historia más reciente de Cuba, es decir, sobre los años en que numerosos intelectuales fueron reprimidos por el hecho de pensar, conducirse o concebir su obra en discordancia con la política que en aquella época preconizaban las autoridades culturales del país. La presunta reivindicación televisiva de algunos de los funcionarios que por entonces dirigían la esfera de la cultura, sirvió de detonante a la polémica, que surgió en la Isla pero desbordó rápidamente sus fronteras y se abrió a la participación de escritores residentes fuera del país. Todo el que ha podido leer los artículos publicados, habrá extraído, naturalmente, sus propias conclusiones. A mi juicio, el debate ha puesto de manifiesto dos asuntos relacionados entre sí pero de naturaleza diferente. Por un lado, a uno le queda la impresión de que muchos escritores residentes en Cuba piensan que el país (y no sólo la Cultura en el país) está necesitado de cambios estructurales profundos en todo su sistema de ordenamiento político, económico y social. Al calor de la polémica, estos colegas han tenido el valor de pronunciarse francamente sobre el tema. Y eso les honra. La segunda cuestión tiene que ver con la forma en que las autoridades culturales han enfrentado e intentado poner punto final a este conato de rebeldía de los intelectuales. Aún está por ver si lo han logrado. El recurso, en cualquier caso, ha sido el de la declaración institucional titulada La política cultural de la Revolución es irreversible. El documento, desde la contundencia de su título, advierte que nadie debe llamarse a engaño. La cultura, igual que la calle y el país entero, es para los revolucionarios. Los otros no son bienvenidos. Es evidente que en Cuba los tiempos han cambiado, así como los métodos; pero, visto lo visto, bien podría decirse que, en esencia, todo sigue igual. Si alguien tenía dudas al respecto o abrigaba alguna esperanza de cambios sustanciales, la Declaración del Secretariado de la UNEAC y su manera de zanjar la polémica han venido a poner las cosas en su sitio. Imagino que, tanto los más comedidos como los que al calor del debate han querido reivindicar su derecho a disentir de la política oficial, han podido convencerse en estos días de que ninguna de las políticas de la revolución admite diálogo o crítica que toquen la esencia de lo que ha ocurrido y ocurre en nuestro país desde enero de 1959. Quienquiera que disienta de ella será acusado, como deja sentado la Declaración, de tener una agenda anexionista. ¿Es así como se pretende construir la unidad de los intelectuales? ¿Alrededor de qué? ¿De qué unidad puede hablarse si quien trata de reivindicar su derecho a opinar sobre los asuntos de calado que afectan la vida del pueblo cubano (y no sólo a la élite que se dedica al quehacer cultural) es inmediatamente tildado de vendepatria, anexionista o asalariado del enemigo? Es interesante, desde luego, el modo en que en la Declaración se califica lo ocurrido como una polémica "entre revolucionarios". Es decir, para cualquier cubano que viva lejos de su patria y piense de manera diferente, no existe otro camino que callarse o ser tachado de contrarrevolucionario. ¿Es que acaso un cubano que esté en contra de lo que piensen, digan o ejecuten un puñado de hombres (por no decir "un hombre") es una alimaña repudiable que no tiene derecho a opinar, a participar de buena fe en una polémica sobre lo que ha ocurrido u ocurre en su país? Siempre la descalificación, la depuración ideológica, los epítetos ofensivos. Así fue en sus inicios la política cultural de la revolución (y no sólo la cultural, insisto) y así es y será siempre, mientras exista un régimen totalitario que "vele" por la buena salud ideológica del "personal". Siempre nos quedará la compensación de haber leído en estos días algunos buenos artículos o cartas, sobre todo de cubanos residentes en la Isla, personas cuyo amor por su pueblo y su tierra se nota por encima de su punto de vista en la polémica. En algunos de esos escritos se echa a ver la frustración que causa en sus autores la ausencia de libertad en que deben vivir y ejercer su oficio. De todas formas, es verdaderamente reconfortante saber que existen, que hay escritores inteligentes que plantan cara y responden con honestidad a los funcionarios de la Cultura en casos como el que han provocado la presente polémica. Es una pena que, como escribió uno de ellos, no todos se enterarán del calado que la discusión llegó a alcanzar. Leerán, en todo caso, la declaración de la UNEAC y sabrán de oído (como siempre ocurre en Cuba) que algo ocurrió con un grupo de colegas cuando éstos protagonizaron un intento de sedición contra la política cultural de la revolución. Algo es algo, pensará un optimista. Siempre el mismo final, dirá alguien más realista. Pero ahí queda la polémica, más trascendente que el motivo que la suscitó. Y para quienes piensan que es posible un debate público entre intelectuales, quedan los documentos que han sido publicados en varias páginas de Internet y en algún que otro medio de la prensa escrita fuera del país. Pero el debate real, el diálogo entre todas las fuerzas políticas e intelectuales sobre los asuntos cruciales que aquejan a la nación cubana, ése está todavía por venir. Esperemos que algún día se haga realidad, sin ninguna declaración que, como ésta, intente ponerle fin y apagar el fuego de un pensamiento que lleva ya demasiados años encerrado en la cárcel de esa política cultural de la revolución que, para desánimo de muchos, se ha calificado una vez más de irreversible. 25 de enero Libros recibidos Editado por Ediciones Callejón (San Juan, Puerto Rico) nos llega otro importante título en la ya respetable bibliografía de Cristóbal Díaz Ayala: Los contrapuntos de la música cubana. Sobre este libro ha expresado Nat Chediak: “En su amena lectura, el lector entenderá – simple y llanamente – porqué la música de una diminuta isla del Caribe le ha dado la vuelta al Mundo y continúa haciéndolo, a pesar de las múltiples vicisitudes que ha encontrado en su camino. Con su mera publicación, Contrapuntos se convierte de inmediato, en el libro a leer por todos los interesados. Está de plácemes la música cubana.” Por su parte, Angel G. (Chuco) Quintero Rivera expresa: “¡Es tanto lo que se aprende de un erudito en su materia, como es –respecto a la historia de la música cubana- Cristóbal Díaz Ayala! En los Contrapuntos..., agrupa su enorme acervo de conocimientos en un marco expositivo de unos trece contrastes que le permiten contribuir, además de por los datos sólidamente investigados que ofrece, a través del esquema analítico que propone.” Se trata, en efecto, de una lectura contrapuntística – musical, debiéramos decir – que hace una bella y original lectura de la música cubana gracias a ese buen oído que caracteriza la escritura de Díaz Ayala. Cristóbal Díaz Ayala lleva décadas dedicado a la investigación de la música latinoamericana. Es autor de Música cubana, del Areito al rap cubano (4ta ed.); Si te quieres por el pico divertir; Historia del Pregón Latinoamericano; Cuba Canta y Baila, Discografía de la música cubana 1er volumen, 1898-1925 y 2da parte, 1925-1960; Cuando salí de la Habana 1898-1997: Cien años de música cubana por el mundo. Ha escrito numerosos artículos y dado conferencias en América y Europa. El narrador, poeta y ensayista Carlos A. Aguilera (La Habana, 1970) “ha hecho su propio camino a China,” afirma Gabriel Bernal Granados. Aguilera, añade, “ha puesto [a China] en el centro de sus reflexiones estéticas y políticas para redactar un alma – una entidad absoluta – que constituye la cara oculta de nuestra cultura.” Se trata del nuevo título de Aguilera, Teoría del alma china (Umbral, 2006), con el cual el viaje, el rito de pasaje – poner un pie en China – se produce como una reflexión parpadeante entre la experiencia estética y la política (¿o son una las dos?). Como afirma Bernal Granados en la nota de contracubierta, “no por ir al grano [la prosa de Aguilera] es menos granítica, menos arbitraria, menos intuitiva.” Tocada por el astro, así se titula el nuevo poemario de Rita Martin, quien se desempeña actualmente como profesora de lengua española y literatura hispanoamericana en Davidson College. El poemario ha sido editado por La Torre de Papel (2006). Entre otros libros publicados por Rita se encuentran: Estación en el mar (poesía, Habana, 1992), El cuerpo de su ausencia (poesía, Habana, 1992), Sin perro y sin Penélope (narrativa, Miami, 2003), así como su edición de Homenaje a Eugenio Florit (Miami, 2000). Próximamente aparecerán: Virgilio Piñera y su teoría de las destrucciones (ensayo) y Poesía y ensayo de Emilio Ballagas (edición crítica). Ofrecemos a los lectores uno de los poemas de Tocada por el astro: Pobreza Volvería a cantar tornando a medias media la alegría, media la tristeza. Yéndome a medias correría esperando a medias la belleza. Los días acaso me dejaran escuchar tu voz a medias t a medias, yo sería a medias, la riqueza. Hemos recibido la noveleta Dos gardenias para ti (La Torre de Papel, 2005), de Raúl Dopico (La Habana, 1963). Dopico ganó el premio de poesía Luis Rogelio Nogueras (Cuba, 1991), así como el premio internacional de teatro Cham (México, 1995). Ha publicado los poemarios El delirio del otoño y Tras la huella de lo imposible, y la obra teatral El sacrificio. Actualmente reside en Estados Unidos donde se desempeña como guionista y realizador de televisión. De Reina María Rodríguez hemos recibido dos títulos: la novela Tres maneras de tocar un elefante (Unión, 2006, premio Italo Calvino) y el poemario Catch and Release (Letras Cubanas, 2006). Tres maneras es la primera obra narrativa de quien ya acumula una extensa obra poética, obra que – lo hemos dicho antes, pero lo repetimos – es una de las más importantes de la poesía cubana contemporánea. Reina María se ha hecho de un estilo propio; mejor, se lo ha hecho a su propia medida, lo ha entallado en su cuerpo, puntada a puntada, pinchazo a pinchazo. Poética de la memoria, de la hilacha, lo mismo en Tres maneras que en Catch and Release la escritura de Reina María sugiere que la sabiduría poética reside en dejar el poema a medio hacer, medio deshecho, y, no obstante, «acabado», listo para llevar a la fiesta: “Coger y dejar sin que el anzuelo penetre, / detener un momento al pez entre los dedos, / acariciar es demasiado gesto, / y poseer, un crimen” (“Catch and Release,” 28) El último número de la revista Encuentro (41/42) presenta un homenaje a Ramiro Guerra, textos de Iván de la Nuez, Antonio Benítez Rojo, así como un dossier dedicado a la literatura cubana homoerótica y un especial sobre la incógnita de una Cuba sin Fidel Castro. Encuentro nos ofrece, una vez más, una significativa selección de textos de escritores de consolidado prestigio, ya se trate en los estudios académicos, como en el quehacer literario. Así, a los nombres ya mencionados agregamos los de Carlos Espinosa, Norge Espinosa, Emilio Bejel, Néstor Díaz de Villegas, Ana Lidia Vega, Rafael Rojas, James J. Pancrazio, y muchos otros. Como es ya habitual, los lectores disfrutarán también de las secciones de artes plásticas - dedicada a la pintora Consuelo Castañeda - de poesía (incluida en el dossier de literatura homoerótica), y de narrativa: "Cuentos de Encuentro." Concluimos con la presentación del poemario Los Bosques de Mortefontaine (Bluebird Editions,2005) de Carlos Pintado (Cuba, 1974). Licenciado en Lengua y Literatura Inglesa, Pintado es poeta y narrador. Ha publicado también el poemario El diablo en el Cuerpo, y el ensayo La seducción del Minotauro. Recibió el Premio Internacional de Poesía Sant Jordi 2006, otorgado en España, por el libro Autorretrato en azul. Tiene en proceso editorial Habitación a oscuras (Editorial Vitruvio, Madrid). Poemas y cuentos suyos han aparecido en diversas revistas literarias. Reside en los Estados Unidos, y es uno de los dos poetas invitados a la azotea en el presente número de La Habana Elegante. Nuestra historia al otro lado de la luna (Fragmentos de una entrevista con Miguel Barnet, Premio Juan Rulfo 2006, realizada por Johanna Puyol) versión libre de la publicada por Juventud Rebelde …………………. Johanna: Ha obtenido uno de los premios más prestigiosos para la narración en lengua española con Fátima o el Parque de la Fraternidad. ¿Lo recibe como un paso más en una larga carrera literaria o representa un hito especial en ella? Barnet: Efectivamente, es una larga carrera literaria. A mi edad —ya tengo 66 años— por lo general nadie manda obras a los concursos, porque no es elegante, pero lo envié inducido por amistades a quienes les gustó mucho el cuento y me insistieron en que lo hiciera. Y ya ves, parece mentira, entre 6000 cuentos ganó ese. No practico ese género. He escrito un libro de fábulas cubanas, Akeké y la jutía; un cuento que titulé Miosvatis (Ese batis es míus), que se publicó en La Gaceta hace muchos años, y ahora este segundo cuento, que consiste en un monólogo sobre la vida de un travesti y las contradicciones de su existencia: el dolor de una persona que vive con un cuerpo que no desea y toda la fantasía que hay en torno a eso, así como el imaginario de una persona que vive de la ilusión de ser otra cosa y no lo que es. Un travesti es una categoría distinta; no es un hombre, ni una mujer, ni un homosexual… es simplemente un travesti. Por lo general los travestis hacen sus trabajos de teatro, espectáculos artísticos; otros son “transgénero”, viven vestidos de mujer, y aún otros se dedican a la prostitución, hay que reconocerlo… Johanna: A propósito de eso que mencionas, ¿no habrá algún detalle biográfico en su cuento? Barnet: ¡¡¿Niña?!!... Como escritor me sentí en la obligación de referir este fenómeno que ha surgido en nuestra sociedad y que merece ser comprendido y reconocido, porque existe. El escritor debe registrarlo sin llegar a conclusiones, sin aspirar a darle solución. Los escritores no somos siquiatras ni somos políticos, somos personas que nos sentimos comprometidas con nuestra sociedad, con las cosas buenas y las malas, las bellas y las menos bellas. Johanna: ¿Con qué cosas malas de «nuestra sociedad» se siente comprometido usted? Barnet:.... Envié ese relato y ganó. En realidad no tenía la menor idea de lo que sucedería, ni siquiera la ilusión. O bueno; sí, algo me lo decía, o alguien, no lo recuerdo ahora con exactitud. Fue una sorpresa, y más que eso un susto. Vieras cómo me puse; no atinaba qué hacer. López Sacha estaba tomando el té conmigo cuando recibí la noticia. Yo estaba fuera de mí, lleno de ilusiones, desbordado de emoción. Afortunadamente Sacha tomó una foto que, me aseguró, hará tanta historia como el cuento. Se negó a mostrármela para que fuera una sorpresa. Aseguró que te la entregaría para que la incluyeras en esta entrevista. Bueno, tú me dirás... No pensé jamás que iba a obtener el premio Juan Rulfo. Me ha estimulado cuando mi carrera hace rato que está en franca picada. Estoy más bien dedicado a la poesía, que siempre ha sido el género que he preferido, y a mi trabajo en la Fundación Fernando Ortiz, a mis estudios antropológicos, y este premio de pronto me ha animado mucho. Johanna: ¿Frecuenta usted mucho La Fraternidad? ¿Ha conocido a algún travesti que pudiera haberle servido de inspiración o de modelo para su cuento? Le pregunto porque la foto que le hizo Sacha parece que quedó movida; demasiado movida diría yo. Hay tantas plumas; están todas tan, pero tan agitadas... Barnet: ¡Oye, que hace tiempo que no coso para la calle! ¿Qué es eso de “modelo”? Mira, ¿qué puedo decirte?... Dedico el premio a la literatura joven de Cuba, porque creo que es una literatura muy audaz y muy revolucionaria. Sobre todo a la literatura de las mujeres que escriben en este país, que lo hacen con mucha emoción y sin cortapisas. A ellas les dedico mi pluma. Quiero agradecerles a mis amigos, escritores y escritoras, el estímulo que me dieron para enviar el relato y la lectura que han hecho de él. Sobre todo a Abel, que fue quien más insistió. “Tienes que enviar ese cuento al Juan Rulfo,” me decía una y otra vez, “yo sé lo que te digo.” Y También Sacha me daba vueltas y me preguntaba si ya lo había puesto en el correo. Muy lindo todo. Johanna: ¿Por qué no nos habla del cuento? Barnet: “Todo lo quiere saber de la enferma la señora,” – ay, siempre tengo a Martí a flor de labios. Es un monólogo que se puede adaptar perfectamente al teatro (y conste que no estoy sugiriendo que quisiera verlo en De la gran escena). Es la historia de un hombre que ama a Cuba, que no se va de la Isla y desea hacer su vida aquí, con su atrezo y sus vestiduras…. Johanna: Compañero Barnet, disculpe que lo interrumpa, pero…¡ese cuento es absolutamente autobiográfico! Como que me suena a Confesión en el Barrio chino… Barnet: ¡Niña, quítate eso de la cabeza! Déjame terminar, ya verás que no. Su aspiración – la del personaje – un poco frustrada es la de ser un gran artista, pero a veces la mala vida lleva a los pantanos. He visto a este personaje no con lástima ni con compasión sino con la óptica del escritor, del poeta, que tiene que ser profunda y respetuosa con todas las manifestaciones de la conducta humana. Johanna: Eso parece un bocadillo de La Bella del Alhambra… El tribunal describió el cuento como una mirada implacable aunque llena de humor sobre su realidad. ¿Influye su experiencia de investigador, de estudioso de lo cubano, en esta mirada incisiva que revela en el cuento? ¿O es su propia experiencia, “su aspiración un poco frustrada de ser un gran artista” la que lo llevó a producir esa – ¿cómo dice que dijo el jurado? – “mirada implacable”? Barnet: Claro, porque yo siempre he estudiado la periferia, la subalternidad, todo aquello que ha sido de alguna manera relegado, olvidado, escamoteado… Johanna: A usted le gusta hacer averiguaciones, ¿no? ¿Es usted presidente del Comité de su cuadra? Barnet: ¡Ay, niña! Si yo creo que siempre he sido un policía enclosetado. Y te aclaro, porque empiezo a conocerte: lo que quiero decir es que, en secreto, siempre quise ser policía, pero no que soñaba con encerrarme con un policía en un closet, o que un policía me metiera en un closet. Cuando niño, quería ser policía. En casa todos decían que yo tenía alma de policía. Recuerda que lo primero que hice en este sentido fue Biografía de un cimarrón, que es el libro de un fugitivo, un desplazado, un perseguido. Después escribí Canción de Rachel (1969), que también es una historia bastante azarosa, de una mujer que se debate entre el teatro y la vida alegre. Después hice Gallego, los gallegos hicieron un aporte extraordinario a nuestra sociedad, pero también fueron vistos con sorna, con ironía; hubo mucho humor en torno al gallego, también al negrito y a la mulata, que eran personajes que componían esa trilogía maravillosa del teatro bufo y del teatro vernáculo. Luego escribí el libro sobre un inmigrante cubano en los EE.UU., La vida real (1986), también una persona rechazada, discriminada, porque vivía en un mundo que no le pertenecía y trataba de adaptarse a él, incluso con un tremendo debate entre su lengua y la que tenía que aprender para sobrevivir en esa sociedad que no era la suya. Es el caso de un emigrante económico, como fueron tantos durante el siglo pasado en los EE.UU. Johanna: Noto que sus personajes, o vivieron antes de 1959, o fuera de Cuba… ¿Se le ha ocurrido escribir alguna vez sobre alguna de las personas rechazadas y discriminadas en Cuba y después de 1959? Barnet: Eres incorregible, ¿sabes? Siempre me ha interesado esa mirada. Ver al otro lado de la luna, lo que hay detrás de los bastidores, lo que no es tan visible, lo que no es tan aceptado, y que sin embargo está ahí y el deber del escritor es, repito, captar toda esa realidad vista objetivamente, y pasársela luego al compañero Jefe de Sector, o a Abel, que él sabe que hacer con esa información. Como vez, siempre he estado persiguiendo a los parametrados: cimarrones, putas, gallegos, travestis, y escritores desactivados. Mira que coincidencia. Precisamente ahora trabajo en una novela sobre un escritor desactivado. Pienso titularla: El Bolero de Ponte. Johanna: ¿Cómo se ve a ud mismo? Barnet: Soy heredero de Alejo Carpentier, de Lidia Cabrera, de Nicolás Guillén, de los grandes escritores cubanos a los que siempre he tendido una alfombra roja, porque sin esos modelos no sería hoy lo que soy. Uno de los grandes poemas de la literatura cubana es La Isla en peso de Virgilio Piñera, con el cual aprendí a ver ese lado duro, un poco ácido de la vida al cual no podemos renunciar. Johanna: usted habla bastante picúo… ¿no se lo habían dicho antes? Barnet: ¿…? Johanna: Bueno, cambiando de tema… Ha dicho que disfruta enormemente su condición de cubano. A pesar de que sus protagonistas se desenvuelven en situaciones sociales difíciles, ¿se refleja ese goce de la cubanía en sus narraciones? Barnet: La cualidad de lo cubano, lo que hemos llamado “lo cubano”, es algo muy inasible todavía, es algo que no podemos clasificar con una mirada fría y racional, porque la cubanía como parte de la identidad —porque es solo una parte de ella— es un fenómeno que va desarrollándose a lo largo de un proceso sociohistórico. Todavía no hemos alcanzado una definición categórica o definitiva de qué es lo cubano. Johanna: Oiga, compañero Barnet, mi pregunta era más sencilla. Y le ruego que me responda sin dar tantas vueltas. Lo que quiero saber es si usted goza o no goza. Así de simple. Barnet: Don Fernando Ortiz trató de reflejar eso en toda su obra. Incluso su primer proyecto fue estudiar la mala vida de los cubanos, es decir, la vida en esos bordes. Estudió a los negros curros, la brujería, la santería, la delincuencia, y creo que sigo ese camino, con esa brújula que empleó Don Fernando y también Lidia Cabrera, José Luciano Franco, Elías Entralgo y tantos escritores. Hoy en la literatura cubana hay una riqueza porque están presentes todos los matices del ser humano que vive en esta Isla. Es una literatura muy crítica y muy constructiva, porque está reflejando la complejidad de nuestro ser y nuestra sociedad. Johanna: ¿Usted goza o no goza? Barnet: Creo que el deber de un escritor revolucionario es no tapar el sol con un dedo; es verlo todo, palparlo todo y reflejarlo todo. Ese es mi objetivo mayor. Lo hago no solo en mis estudios antropológicos, sino en mis novelas testimonio y en mis poesías, que a veces van a más allá de lo puramente literario, para reflejar esa complejidad de la que hablaba. Johanna: Comprendo perfectamente… ni usted goza, ni hay lector que pueda gozar con usted. Lo de usted es el Archivo… pasar informes. ¿Se complementan entonces perfectamente el etnólogo, el chivato y el narrador? Barnet: Para mí son una esencia indisoluble y una faceta ayuda a la otra, como esa frase popular de que una mano lava la otra y las dos lavan la cara. Johanna: ¿Sí?, bueno. ¿Pertenece este cuento a una obra más amplia, quizá un libro en proceso? Barnet: En realidad no. Pudiera decir que este es un cabo suelto en mi obra. Posiblemente escriba otro cuento y otro, ahora me ha dado por eso. Eso puede ser una contribución mayor, aunque todavía no sé a qué. Pero los escritores tienen muchos cabos sueltos. Hay poetas que han escrito cuentos, por ejemplo Carilda Oliver, Marilyn Bobes, Antón Arrufat, Eliseo Diego —que no sé si siga escribiéndolos. Tenía necesidad de escribirlo porque de alguna manera este relato se enlaza con la Canción de Rachel, está en eso que los críticos llaman la intrahistoria y que es también nuestra historia. Johanna: ¿Usted no cree que su obra tiene demasiados “cabos sueltos”? ¿Cómo la de Marilyn Bobes? Por ejemplo, usted, además de sus estudios de etnología, ha escrito guiones y adaptado obras literarias para el cine, entre otros quehaceres… Oiga, ¿usted no cosía para El Encanto? ¿Y qué me dice de su trabajo con los Ballets Russes de Montecarlo? Barnet: No tengo prejuicios hacia ningún género, hacia ninguna modalidad. Sí he escrito guiones pero no es mi fuerte. Se hizo La bella del Alhambra —cuyo director, Enrique Pineda Barnet, es mi primo—, que es una obra muy bella, y a la que yo contribuí muy modestamente en el guión. Yo me encargué del aspecto del bordado. ¡Tengo un ojo para los encajes! Después trabajé en el guión de la adaptación de mi novela Gallego y ahora estoy trabajando en el guión de un docudrama que se va a rodar en España sobre …Cimarrón. Johanna: ¡Usted le ha sacado el kilo a Cimarrón! ¿No ha pensado en hacer un libreto para Televisa? Barnet: Estoy contribuyendo también a un documental que me va a dedicar Hurón Azul, cosa que sinceramente no merezco, pero parece que como ya tengo 66 años quieren registrar algunas curiosidades y aspiraciones de mi vida que se conjugan con las aspiraciones de Cuba y de la Revolución Cubana. El documental lleva por título El último cuplé. Usted sabe, en cualquier momento hay que correr con la guayabera de madera. Estoy muy identificado con el proyecto de la Revolución, creo que va para adelante en la medida en que más sinceros seamos y más consecuentes con nosotros mismos como escritores. Johanna: ¿…? Barnet: Creo que la labor que está haciendo la Fundación Fernando Ortiz, que me honro mucho en dirigir, es una labor importante, con la revista Catauro, con nuestras publicaciones. Estamos tratando de reflejar ese otro lado de la vida y de la sociedad que algunos llaman lo alternativo, lo subalterno, y que yo le llamo el otro lado de la luna, para emplear una expresión patética. Johanna: Para concluir... ¿qué piensa del lío armado por Pavón al aparecer así, de impronta, en un programa de la televisión cubana? Barnet: Exageraciones de la gente. ¿Para qué confundir la Fraternidad con el Parque Central? Pavón es el pasado, los errores del pasado, lo que quedó atrás. Nosotros bastante tenemos con los horrores del presente, con los que tenemos que hacer todavía para que esta sociedad siga hacia adelante. No hay que revolver, ¿sabes? A mí déjame Jiribilla, 21 diciembre, 2006 De Enrique Colina a Desiderio Navarro Hola Desiderio, He decidido inscribirme en el debate con estas líneas que espero remuevan un poco la memoria de esta inquietud que nos moviliza esta vez refiriéndome a mi experiencia relacionada con el cine. De paso, quiero expresarte mi reconocimiento por la oportuna y valiente denuncia que has hecho y que ha servido para sacudirnos y recordarnos nuestra responsabilidad cívica. Te ruego acuses recibo. Un abrazo, Enrique Colina Dirigí para la TV Cubana el programa de cine 24 por Segundo durante 32 años. El programa lo concebía en el ICAIC, se producía técnicamente en el ICRT y allí se sometía a su aprobación para ser trasmitido cada semana nacionalmente. Existía pues en la frontera de dos organismos con disímiles enfoques de la cultura, la política y la ideología, es decir, con una interpretación distinta del precepto que presidió y rige hasta hoy la política cultural revolucionaria: "Con la Revolución todo, contra la Revolución nada". Afirmación que analizada con rigor y no con la idolatría que da valor de artículo de fe a las declaraciones descontextualizadas y les hace perder la relatividad histórica de su significado, evidencia la siniestra perennidad que avala y le da su carácter de dogma al sobreentendido, sólo aparentemente ambiguo, de a quién corresponde decidir lo que es o no revolucionario, lo que es oportuno o no decir o discutir, la información que se puede o no recibir, el derecho o no que se tiene para discrepar de tal o más cual decisión, lo que corresponde o no a una moral revolucionaria y así hasta el infinito.... Mi participación en este debate quisiera dirigirlo a refrescar con mi modesta experiencia la memoria histórica que subyace en las causas de estos lodos... Esquematizando, y sin entrar en los aspectos contradictorios que cualquier política sufre por la naturaleza humana imperfecta de sus hacedores y por las coordenadas históricas en las que tiene que expresarse y operar, ICAIC quiso decir en este país, durante muchos años, una política cultural más abierta, tolerante y antidogmática, que permitió una variada oferta cultural y recreativa en su programación cinematográfica. Significó también una producción de cine nacional que ha intentado testimoniar su tiempo, con mayor o menor rigor en la profundidad conceptual y expresión artística de sus realizadores, aunque siempre dentro del marco de las coordenadas impuestas por una censura que ha marcado sus tabúes no escritos a través de un código silencioso, pero por todos conocido y, hasta ahora y con contadas excepciones, con más resignación sufrido que combatido. ICAIC significó, sobre todo –aunque no siempre - la resistencia y la recuperación contra los "errores" de esa intolerancia y ese dogmatismo, signados por la otra política que, abierta o solapadamente, según la coyuntura y la conveniencia táctica del momento, ha ejercido el control de los medios de comunicación siguiendo las orientaciones directas del aparato ideológico del Partido - que, contra la voluntad mistificadora de ciertos burócratas que se escudan en su invisibilidad, no es un ente abstracto y sí una asociación humana depositaria de virtudes y defectos de hombres con nombres y apellidos que toman decisiones correctas o equivocadas. Tendencia que históricamente se ha manifestado agresivamente contra la cultura y sus creadores y ha representando durante ciertos períodos la expresión de una política oficial concreta y poderosa contra la cual ha tenido que luchar para sobrevivir esta otra concepción tachada de hipercrítica, floja y blandengue, elitista, perestroikista, y, en círculos más cerrados, reconocida como antipatriótica y contrarrevolucionaria. Tendencia que también, y para desdicha de los inquisidores, forma parte de esa corriente de pensamiento ético integrado a un proceso auténticamente revolucionario que ha pretendido no convertir en una paradoja negacionista la voluntad de ofrecer educación y cultura a su pueblo para después negarle participación intelectual activa en el reconocimiento y transformación de su realidad, no sólo obedeciendo o siguiendo orientaciones, sino opinando, coincidiendo o discrepando como conciencia crítica de su propia condición ciudadana. Inmerso en este contexto, simplificado por la necesidad de síntesis de estas líneas y porque todos sabemos de lo que estamos hablando, 24 por Segundo pasó por la confluencia de todos los períodos albos, grises y negros, todos marcados por la desconfianza sistemática a la espontaneidad de una opinión, al lenguaje directo que llama las cosas por su nombre, a la referencia crítica que se aparta de un diktat oficial y que analiza un fenómeno en su complejidad ideológica. En un afán velado por hacerlo desaparecer, el programa cambió de horario y canal infinidad de veces. Muchas veces tuve que discutir acaloradamente para defender su concepción y no pocas protestar por su suspensión. De lo sublime a lo ridículo y por las más disímiles causas, el programa no salía al aire ya fuera por la aparición de un desnudo o escena de sexo justificados dramáticamente en el fragmento de un filme que servía para ilustrar un tema más significativo; por la imagen de un actor extranjero o la mención a algún director que en algún lugar hubiera firmado una oscura declaración contra la Revolución -sin que esto lo supiera, como es lógico, el público espectador-; por una mala palabra dicha en tiempo y forma, pero que per se contradecía el principio de que el medio debía promover la buena educación; por la afirmación, herética en los días de la hermandad con los países socialistas, de que la mayoría de los filmes exhibidos provenientes de estas cinematografías no establecían una comunicación con el gran público; y claro, por otras múltiples consideraciones que ahora no recuerdo. Ahora bien, el área más conflictual del programa eran los comentarios sobre temas referidos al cine nacional que abordaban aspectos controvertidos de la realidad, en contradicción con la imagen aséptica difundida históricamente por los medios de información. Así pues, el contenido del programa fue muchas veces censurado y prohibida su difusión ante mi negativa de cortar aquello que incomodaba a los pequeños y grandes censores que aplicaban la reglamentación de lo que se podía o no decir públicamente, siempre con el pretexto de velar por el carácter educativo e ideológico del medio. Vale decir, subvalorando el tan predicado alto nivel cultural de nuestro pueblo que, según los patrones de estos veladores de la ortodoxia revolucionaria, debía ser "orientado". Razón que explica la deformación de darle a la población las cosas digeridas, la interpretación confiada al especialista, el análisis realizado por el que sabe y está avalado para decirle a la gente cómo tiene que pensar, aunque demagógicamente se le invite a que se forme su propia opinión. El especialista, sea crítico de arte, periodista, historiador, sociólogo, científico, artista, político o lo que sea, es necesario como instrumento de revelación y no en su mediación deformada como sordina de las contradicciones, encubridor de la realidad o sustituto del necesario debate y de la participación del que lo escucha. Así también muchas películas cubanas estuvieron y están prohibidas en la TV porque no se ajustan al patrón de encartonamiento ideológico preconizado por una visión unívoca que rechaza, como juez y parte, el principio esencial que mantiene a una Revolución viva y perdurable: la dialéctica, el reconocimiento de las contradicciones y la necesidad del cambio. Un breve recuento hecho sin mucho rigor y sólo a modo de ejemplo arroja más de 20 filmes cubanos producidos en diferentes décadas, sobre todo los producidos a partir de la crisis de los '90, que nunca han sido exhibidos por la TV. Considerando la cantidad de cines cerrados por el deterioro de sus instalaciones y otros que pugnan por mantenerse abiertos a pesar de la mala calidad de sus proyecciones, la falta de aire acondicionado y el pésimo estado de sus butacas y condiciones higiénicas, amén de la dificultad del transporte que también ha afectado la frecuentación a los mismos, cabe preguntarse cuántos espectadores potenciales pierde nuestra cinematografía por esta prohibición no escrita ni reconocida oficialmente que enajena su producción, concebida por y para su público nacional. La lista puede incluir otros y quizás algunos más recientes que olvido involuntariamente. No menciono los filmes por su calidad artística o su rigor conceptual, los hay buenos, malos y regulares y no creo que se deba a consideraciones estéticas la razón por la cual no son exhibidos. Sobran los referentes de filmes extranjeros de pésima calidad exhibidos por la TV. Sin embargo, hay películas prohibidas que merecen una consideración aparte y justifican por qué considero que el debate abierto con esta aparición del fantasma del “pavonato” y de su otro ejecutor, al que se le reconocía entre los “parametrados” como “Torquesada” (y que, según he sabido, ha estado fungiendo como secretario del núcleo del PCC y asesor en el área para la programación televisiva desde hace varios años, ¡sorpresa que una persona vinculada a tan graves errores reconocidos por el Partido como los cometidos durante ese período pudiera ocupar un cargo de tanta responsabilidad en el medio de comunicación más importante de este país y en un área que decide y vela sobre el contenido de su programación!)... Repito, pues, con este paréntesis bien asimilado, por qué considero que este debate debe abrirse a una reflexión más profunda sobre las raíces ideológicas que alimentan esta tendencia latente y manifiesta como una constante en la experiencia histórica de todos los regímenes socialistas del siglo XX, que ha marcado, una y otra vez, con sus deformaciones y desviaciones sectarias y represivas, la expresión sana del profundo humanismo al que aspiran todos los que sustentamos esta convicción. Un verticalismo ideológico autoritario abierto o apañado sólo genera apatía, simulación o rechazo, y creo que como avestruces no sacaremos ningún provecho de esta coyuntura si esto no se discute. Para empezar quisiera particularizar el filme que marcó un cisma en las relaciones entre los cineastas cubanos, el ICAIC y la dirección política de nuestro país. Alicia en el pueblo de maravillas, realizada por Daniel Díaz Torres, director que junto con Rolando Díaz y Fernando Pérez trabajó durante años en el Noticiero ICAIC Latinoamericano, bajo la dirección de Santiago Álvarez. Allí, entre los años 1977 y l979, en esos períodos de apertura crítica contra lo mal hecho que de manera regular marca los ciclos de rectificación oficial de políticas también oficiales, se realizaron innumerables noticieros monotemáticos críticos sobre la actualidad nacional, en los que se recogían manifestaciones de desorganización institucional, descuidos, irresponsabilidades, despilfarros económicos, corrupción, etc...hasta que vino de nuevo la orden de parar este tipo de crítica marcada por una ironía cada vez más amarga por la persistencia y dimensión de los problemas, cuyas consecuencias económicas, sociales y políticas explotaron en el 81 con el éxodo del Mariel. Vistos ahora, estos noticieros golpean por su actualidad, la recurrencia de muchos de sus temas aún persiste a pesar de que han pasado ya 30 años de su señalamiento y que fueron y son el producto más de disfuncionalidades sistémicas que de la ineficiencia individual de administradores inconscientes. En las aguas infestadas de este pozo turbio, mantenidas en la década del '80, antes y después de la política de rectificación de errores y tendencias negativas, en el absurdo, en lo irracional de las manifestaciones aberradas que se pretendía cambiar con inculpaciones a funcionarios supuestamente responsables individuales de esos errores, manifestaciones que no erradicadas en su médula causal contribuyeron a acentuar y a preparar el camino de carencias que culminaron con la terrible década del Período Especial, heroica por la resistencia y la nobleza de este pueblo, pero también trágica para la vida de muchos. En esta fuente bebieron los realizadores del filme para volver a advertir, amonestar, criticar lo que debía someterse a un debate impostergable. Recordar que ya por la época existía una Asociación de Hmnos. Saíz con una generación de jóvenes cineastas que en su mayoría emigró del país en la década del ‘90 ante la frustración de insertar sus documentales en un debate público que cuestionara lo que achacaban como carencias en el cine oficial y que, una vez que intentaron asimilarse a las estructuras creadas, chocaron con la censura procedente de la misma fuente que los había alentado para enfrentar la supuesta pasividad de los directores más viejos del ICAIC, aparentemente ya domesticados y amaestrados. Otra historia de manipulación de esta tendencia que terminó torcida para su hacedor pero no modificó la pérdida de esa generación... La consecuencia de la aparición de Alicia... , su prohibición y consecuente demonización contrarrevolucionaria y quinta columnista, generó el más explosivo conflicto cultural que hubiera tenido que enfrentar el proceso revolucionario, interior e internacionalmente, en el momento de su más alta vulnerabilidad económica y política, si no hubiera primado por encima de la pasión soberbia la actitud discreta, decidida y consecuente de cineastas cubanos que nos opusimos, sin dirigentes que nos guiaran y sí movidos por nuestras convicciones éticas, a lo que ya era una medida del Consejo de Estado que llevó a la decisión de desmantelar el ICAIC y convertirlo en dependencia del ICRT y, por carácter transitivo, en apéndice del aparato ideológico del Partido, entonces dirigido por el tristemente célebre Carlos Aldana, hoy anatemizado, pero ayer comisario arrogante y ambicioso que nos trataba como enemigos de la Revolución. Acompañada de una mesura que impidió una manipulación exterior, los cineastas evitamos la consumación de este entuerto a puertas cerradas. Luego se produjo la reivindicación política del filme y de su realizador, se exhibió en un festival de cine y se cerró el capítulo. Antes de la prohibición, el filme sólo se había proyectado públicamente durante 4 días en unos pocos cines de la capital, con la movilización hecha a través de los municipios del PCC de sus militantes para que fueran al cine y reaccionaran ante aquellos espectadores que manifestaran su aprobación al filme. Inspirada en hechos reales, documentados hasta la saciedad en los noticieros semanales ICAIC de los setenta y en su segunda ronda de los ochenta y sin que su hipérbole satírica sobrepasara el absurdo de la cotidianidad social vivida por el cubano de la calle, la experiencia de Alicia... puso en entredicho la infalibilidad de un juicio único que decide lo que es o no revolucionario. . "Con la Revolución todo, contra la Revolución nada" surgió como un compromiso salomónico proclamado en circunstancias históricas diferentes, cuando la Revolución no se había consolidado y era objeto de invasiones y sabotajes que amenazaban con frustrar el intento de crear un estado de justicia social, cuando se hacía necesario mantener la unión y la participación creadora de los intelectuales en un marco de confianza en la vanguardia política que había creado un espacio cultural multiforme, cuando todavía era un sueño el proyecto revolucionario y la trasformación no se había consumado en el plano de la realidad. Bueno, ¿y ahora? Ahora ha pasado casi medio siglo y ahí se pueden apreciar las cicatrices no cerradas de los errores cometidos por los que han interpretado este artículo de fe ejerciendo una intolerancia y una represión contra los que también se escudan en esta divisa protéica para tener el derecho a expresar su interpretación de cómo es su Revolución, la que tienen en el corazón, en el pensamiento y lo que queda de valioso y recuperable en lo construido, que no lo que necesita moverse y cambiar para entrar en esta época de cambios, en este socialismo del siglo XXI tan pregonado y necesario que supone sacudirnos los criterios estrechos, polvorientos y sectarios que pretenden tener la verdad agarrada por los cuernos. Luego vino Fresa y Chocolate más guarnecida por la sombrilla del error político que se había cometido con Alicia..., con el aval de la personalidad artística de Titón y con el apoyo inteligente de Alfredo Guevara para maniobrar en un mar agitado por los espasmos del Período Especial. Fresa..., codirigida por el también reconocido cineasta Juan Carlos Tabío, tuvo su trayectoria internacional exitosa, refrendando favorablemente para prestigio político de la Revolución su capacidad para mantener abiertos los canales de cuestionamientos críticos a pesar de las circunstancias difíciles en que vivía el país. En Cuba, la acogida del público nacional que pudo verla demostró que compartía su mensaje de tolerancia y de solidaridad humana ajeno al revanchismo de aquellos que replegados tuvieron que soportarla. Sin embargo, Fresa... sólo se exhibió en los cines y nunca se ha mostrado por la televisión. Cabe extrañarse si no sería porque denuncia directamente la problemática del período de “parametración” homofóbica y algunos de sus ejecutores todavía hoy se mantienen con un poder de decisión en la programación de este medio, que pertenece al pueblo y no a ninguna tendencia reaccionaria que envilece los valores humanistas que han sido y son inspiradores de esta Revolución, al menos, como yo la entiendo. Aquí también podría detenerme en lo acontecido con Guantanamera, última obra de Tomás Gutiérrez Alea, codirigida con Juan Carlos Tabío, que fue tildada de contrarrevolucionaria por el rencor y la desconfianza de intrigantes especializados en sembrar discordias con el sector artístico al más alto nivel y sólo reivindicada por la postura de intelectuales que salieron en defensa de la memoria de Titón, el mejor y más alto exponente del cine revolucionario cubano. He hecho este recuento, sin dudas plagado de insuficiencias y quizás de inquietudes mal expresadas y a riesgo de parecer incendiario para unos y contemporizador para otros, porque siento que el objeto último de este debate es volcar el análisis del pasado en la retorta del presente donde se está cocinando el futuro de nuestro país. Habrá una reunión que necesita romper el aislamiento público de este debate. Es inaceptable que el comunicado publicado en Granma por el Secretariado de la UNEAC resulte tan parco y burocrático utilizando la misma jerga politiquera que nos habla de anexionistas que pretenden apropiarse de este debate y excluyen la referencia a las causas del mismo haciendo como siempre el escamoteo de la esencia del problema, lo mismo que alguien mencionó jocosamente como "...y yo me cago en la tuya!". Creo que estos emilios, firmados son ya una clara señal política de que se impone una apertura que vaya más allá de constatar y ratificar lo que todos sabemos que ha sido un insulto y una agresión a nuestra cultura. El ciudadano necesita saber y hay muchas cosas que impiden a los ciudadanos enterarse de lo que se cocina a sus espaldas y que repercute sin embargo en sus vidas. El “síndrome del misterio” que se cuestionaba en un Congreso de Periodistas hace 20 años, ¿seguirá activado? Sin repercusión pública la rectificación también seria inconsecuente e hipócrita. Es el Partido quien controla la política informativa y la programación de la TV nacional, el que controla su órgano oficial, el periódico Granma y también fiscaliza a través de su aparato ideológico todo el resto de las publicaciones y emisoras de este país, es a través de algunos de sus altos funcionarios que se han cometido dislates históricos y no basta con una sucinta nota que siempre encuentra un chivo expiatorio. Existe la inveterada y malsana costumbre del que bota el sofa en la práctica de muchas rectificaciones que se han producido a lo largo de nuestra historia. No se trata, insisto, en pedirle cuentas humillantes o justificativas a nadie, pero una institución que ejerce un poder político en nombre de lo que para nosotros ha sido un ideal y ha configurado el sentido y la elección política de nuestras cortas vidas, debe asumir con transparencia la permanencia en sus filas de esta tendencia que se permite en un momento como el actual encender una chispa provocadora cuya única virtud ha sido la de avivar una toma de conciencia de que hay que combatirla en la esencia que le da vida. De esa transparencia hacia este y otros temas depende el futuro de la confianza. Del horizonte de apertura de esa información histórica y presente depende el legado asimilable de lo que vamos a incorporar como experiencia enriquecedora al futuro de nuestro pueblo que tiene ese derecho inalienable por encima de cualquier coyunturalidad. Por ello, propongo que ese debate sea trasmitido por la TV y, si no es en vivo, que sea editado bajo la supervisión de tres miembros, sin representación oficial ni cargos públicos, y que sean elegidos por votación en esa reunión. Creo que también deberían publicarse estos emilios y quien quiera cuestionarlos que también responda por escrito. Sería un signo no de debilidad sino de confianza en una verdadera rectificación y que daría un vigor inusitado a una batalla de ideas hacia adentro y sobre los problemas que se omiten en la TV. Mesas redondas o cuadradas o rectangulares verdaderamente polémicas que miraran hacia dentro con el mismo rigor crítico con el que se analizan los problemas del mundo imperfecto y torcido fuera Cuba: con puntos de vista discrepantes y discusiones animadas por la voluntad de llamar las cosas por su nombre, frente a dirigentes que respondan públicamente ante periodistas que les hagan preguntas incómodas sobre esos temas acuciantes cuya solución no sólo depende del bloqueo imperialista ni de la buena fe sino de decisiones acertadas que demuestren su eficiencia no sólo en el plano ideológico sino en la solución práctica de los problemas y en el mejoramiento del nivel, la calidad de vida y en el reconocimiento del derecho ciudadano inalienable de exigir cuentas de sus representantes. No soy inocente y comprendo que si hay voluntad de cambios estos resultaran de un progresivo, delicado y complicado reajuste en la correlación de fuerzas internas, dentro y fuera del Partido, que necesitará obligatoriamente de una contribución honesta y valiente de sus intelectuales. Y no hablo sólo de los artistas, pero el deshielo tiene que empezar por algo y considero esta situación adecuada, aunque algunos puedan considerarla peligrosa y explosiva porque las válvulas están cargadas, como resulta obvio, y bajo una presión acumulada de años. También propongo que se pongan nuestros filmes por la TV Nacional y si quienes los prohíben estiman que no son apropiados políticamente que lo digan públicamente. Si esto se sigue postergando, si se sigue considerando que la luz que irradiamos continuará brillando eternamente sólo por el humanismo de nuestros médicos o por el resplandor de nuestra educación, de lo que me enorgullezco y sé muy bien que no es poco, pero se soslayan contradicciones que socavan el sentido democrático del sistema, su eficiencia económica, que exige a gritos reformas y cambios internos, porque la esperanza en el futuro no es un barril sin fondo y para sostener y preservar todo el andamiaje de justicia social hacen falta recursos y para que la gente produzca y cree riquezas hay que estimularla materialmente y abrirle las puertas a su creatividad e iniciativa, si seguimos asumiendo un estado que controla y se ocupa de todo sin poder ocuparse de todo ni controlarlo todo, si no enfrentamos las deformaciones por todos reconocidas yendo a la médula de los problemas, y ese es el tema esencial que está en el tintero de estas inquietudes, creo sinceramente que el faro y guía, más tarde o más temprano, se apagará y sólo quedaremos como referente histórico de hidalguía, resistencia y dignidad, pero perderemos la plaza. A continuación una lista de las películas no exhibidas por la TV Nacional ALICIA EN EL PUEBLO DE MARAVILLAS ADORABLES MENTIRAS FRESA Y CHOCOLATE EL ELEFANTE Y LA BICICLETA MADAGASCAR LA VIDA ES SILBAR SUITE HABANA PON TU PENSAMIENTO EN MI AMOR VERTICAL LA OLA NADA TRES VECES DOS VIDEO DE FAMILIA HACERSE EL SUECO PERFECTO AMOR EQUIVOCADO GUANTANAMERA LISTA DE ESPERA DIARIO DE MAURICIO AUNQUE ESTES LEJOS ENTRE CICLONES MARIA ANTONIA PAPELES SECUNDARIOS LEJANIA TECHO DE VIDRIO UN DIA DE NOVIEMBRE HASTA CIERTO PUNTO LA VIDA EN ROSA BARRIO CUBA MIEL PARA OCHUN LAS NOCHES DE CONSTANTINOPLA Cabría hacer una lista de documentales hechos por jóvenes cineastas que también sufren esta censura no escrita. Sería triste que sus esfuerzos e inquietudes, y hablo de algunos filmes verdaderamente significativos, quedaran relegados al consuelo de presentarlos una sola vez en una Muestra anual – esfuerzo meritorio que debería omitir cualquier tipo de censura-, para luego circular en discos o cassettes de mano a mano o por este espacio virtual compensatorio, pero restringido e insuficiente. Enrique Colina 25 de enero, 2007 Carta de Juan Antonio García Borrero a Enrique Colina Estimado Enrique: Tu mensaje a Desiderio me ha animado a sumar algunas ideas a este debate que, para mi gusto, nos ha dejado un exceso de palabras en medio de un desierto de acciones. Comparado con la riqueza de las reflexiones que se han escuchado, esa declaración final de la UNEAC roza con lo escandaloso por su grisura y superficialidad. Por otro lado, creo que eres el único del gremio de críticos que parece haberse sentido públicamente sensibilizado con la polémica de marras, por lo que agradezco que en tu escrito quede claro que eso que llamas “responsabilidad cívica” también atañe a quienes intentamos pensar el cine cubano. De tu reflexión me interesa retener un par de cosas. Aquellas que tienen que ver no con la anécdota, sino con ese modo de asumir la vida que se nos ha convertido en algo natural. Creo que así pasen cien años, al cubano (lo mismo el de La Habana que el de Miami, el de Camaguey que el de Madrid) le costará Dios y esfuerzo dejar a un lado esa visión hollywoodense de la existencia, en la cual los que no piensan exactamente como yo, son los villanos, y solo los que tienen un pensamiento milimétricamente exacto al mío, resultan confiables. Sabemos que eso es un disparate, pero nos hemos hecho incondicionales a ese desatino. Es casi una adicción. Quisiera hablar, como tú, de cine cubano. Creo que es un terreno aún virgen para la discusión. Por lo general hemos discutido con más vehemencia la pertinencia de que Forrest Gump tenga tantos premios Oscar, que la efectividad misma de nuestro cine. Lo cual no quiere decir que no sea importante hablar sobre el Oscar, siempre que se examine con un sentido crítico en tanto fenómeno cultural. La Oscarofobia gratuita es tan nociva y petulante como la Oscaromanía. Sigo insistiendo en que el cine cubano se estudia mucho mejor fuera de Cuba (ejemplo: Francia y Estados Unidos), que en nuestro país. Eso se debe a que hablar críticamente sobre la historia del cine cubano significa someter a fiscalización la relación que esa expresión artística ha mantenido a lo largo de casi cinco décadas con la vanguardia política. Y desde Cuba, eso es bastante complejo de realizar, pues puede molestar a esa vanguardia. Tú mencionas el caso de Alicia en el pueblo de Maravillas, pero habría que remontarse a PM, y también se tendría que tener en cuenta la recepción en su momento de Memorias del subdesarrollo, y la reacción de ciertos comisarios políticos cuando, en pleno “pavonato” se realizó Un día de noviembre, solo estrenada seis años después. O se tendría que hablar igualmente de Techo de vidrio. O de El encanto del regreso, nunca exhibida a pesar de ganar hasta un premio Caracol o algo así. Lo del cine cubano durante el llamado “quinquenio gris” no deja de ser paradójico. Es verdad que una película como Un día de noviembre fue retenida durante seis o siete años sin estrenarse, pues se terminó en esa época en que la política cultural representada por Pavón (no inventada por él) se hacía ley natural, y todavía estaba sonando el encargo que desde el “Primer Congreso de Educación y Cultura” le asignaron al ICAIC, que es el incremento de películas históricas que ayudaran a legitimar esos cien años de lucha por la independencia nacional. Una historia como la de Solás, con todo y su final más bien edificante, parecía condenada a no entrar dentro de los parámetros permisibles de los censores, quienes estaban más atentos a las protestas de los intelectuales por lo del caso Padilla, que a las posibles críticas que podían llegar de dentro. Solo que Titón fue lo suficientemente sagaz como para convertir el relato de Una pelea cubana contra los demonios en un análisis siempre contemporáneo de lo que puede ser la intolerancia ideológica, y lo mismo con La última cena, donde es posible percibir el retrato de algo que nunca nos ha abandonado: la doble moral. El propio Titón comentaría en una de sus últimas entrevistas que la Iglesia y el Partido tienen tantas cosas en común que la historia de La última cena se puede extrapolar sin mucho esfuerzo. Creo que la responsabilidad alrededor de esta ausencia de debate en torno al cine cubano en el país es compartida. Y aquí podré parecer incendiario. Pero no se trata solo de los que censuran en la televisión, aún cuando la responsabilidad de éstos sea decisiva. Hay mucho también de responsabilidad en los críticos y cineastas, quienes tal vez hemos preferido asegurar nuestro próximo libro o rodaje antes de discutir hasta la saciedad lo que, evidentemente, resulta un atropello: las censuras de las películas nacionales en la propia televisión nacional. Recuerdo que una vez participé como delegado en uno de los Congresos de la UNEAC, y el punto que quería plantear era precisamente ese: la no presencia del cine cubano en la televisión. La funcionaria que en aquel momento coordinaba el evento me dijo que había cosas más importantes que discutir, y sugirió “otros problemas” a plantear. También recuerdo que en ese mismo evento Rolando Pérez Betancourt planteó lo mismo, argumentando con pelos y señales y de manera muy inteligente cada una de esas cuestiones que ahora esbozas. Y no sucedió nada. Fresa y chocolate sigue sin pasar en la televisión de dentro, aunque por Cubavisión Internacional sí se proyecta sistemáticamente. Alguien ha decidido que el televidente cubano (el de dentro) tiene minoría de edad intelectual, y que a pesar de tanta instrucción y nivel de escolaridad, no es competente para ver un filme así. Esa manera de pensar me hace recordar una frase genial de Julio García Espinosa, cuando habla de “la doble moral del cine”. Sin embargo, mi pregunta va más allá: en medio de todo esto, ¿dónde están los cineastas cubanos?. Ya sabemos que los críticos no podrán programar en televisión a Fresa y chocolate porque las reglas son las reglas, y las tienen que cumplir. Ellos no mandan, aunque desde luego, tienen voz, y ese privilegio de enunciación pública que le han concedido debería ser aprovechado en función de reflexionar sobre lo que realmente hace falta a la sociedad, y no sobre los que mandan en el medio esperan que se hable. Bien mirado, la existencia del cine cubano dentro del marco televisivo tal parece un disparate, pues es como si se estuviera hablando en dos idiomas: por un lado la televisión con su inveterada tradición celebrativa, y por el otro el cine cubano, con su tendencia a mostrar una visión más compleja de la realidad, y hacer más humana la imagen de un país que, como todos los que conozco, tiene mucho de dolor y de risas. De que los cineastas no tienen una influencia real en los medios cubanos eso está claro. Lo que no me queda claro es hasta qué punto los cineastas parecen decididos a denunciar esa situación. A oponerse a esta, y no convertirse en cómplices del dislate. He defendido una tesis que me ha prodigado un sinnúmero de detractores. Algún tiempo atrás publiqué un ensayito que titulé La utopía confiscada (De la gravedad del sueño a la ligereza del realismo), y que a las claras buscaba promover entre cineastas y críticos una discusión “ilustrada”. El ensayo apenas fue replicado (pensado) por un par de realizadores (Arturo Sotto, Jorge Luis Sánchez) si bien abundaron los rumores o réplicas orales de pasillo, escritas como siempre digo, en papel de fumar. A mí juicio fue ésta una prueba de que la organicidad intelectual había sido confiscada dentro del cine cubano. Y no hablo del intelectual orgánico al uso, sino del artista que, siendo hereje por naturaleza, opta por el silencio, lo cual no es una condición natural, sino impuesta. La tesis de La utopía confiscada también hablaba de la necesidad de dejar a un lado esas falsas divisiones en las cuales creadores y críticos se observan como antagonistas irreconciliables. Hasta donde sé, el pensamiento no es exclusivo de los críticos, y la crítica puede ser creadora. Pero ese pensamiento creador empieza desde casa, y quizás no deja de ser una impresión apresurada, pero los cineastas en Cuba en algún momento renunciaron a esa meta colectiva en las cuales se reconocían un Titón, un García Espinosa o un Solás, para enfrentarse a la supervivencia más dura. El ansia de sobrevivir nos hace egoístas, porque lo que se impone es el “sálvese quien pueda”, y el pensamiento mesurado queda en la cuneta. Sigo insistiendo en la tesis, pues, hasta tanto se demuestre lo contrario: no existió un cine cubano de los noventa, sino cineastas intentando hacer su cine. Cineastas que pensaron para sí mismos, porque la circunstancia los obligaba. De allí que una decisión tan absurda como es esa de desterrar al cine cubano de la televisión nacional esté contando con el apoyo casi unánime e involuntario de todos. De burócratas y cineastas. De críticos y de público. El que calla otorga, diría el refrán. Admito que esto que digo no deja de ser una impresión personal. Lo grave está en ver que a casi nadie le importa discutir esto en Cuba. En nuestro imaginario colectivo, el ICAIC sigue siendo una isla dentro de la isla, lo cual influye hasta en el modo en que conciben los cineastas sus películas. No pocas de esas cintas siguen utilizando el mismo modelo de representación puesto en boga en los inicios de los sesenta. Como si el tiempo no hubiese transcurrido. Como si fuera Robinson Crusoe el que se filmara a sí mismo. O como si 1959 estuviese a la vuelta de la esquina. Tampoco se trata de intentar hacer otra Memorias del subdesarrollo o Lucía, sino de nutrirse de ese mismo ánimo herético que movilizaba a la producción de aquella década, esa que superó el encargo ideológico, para transformarse en paradigma de un fenómeno cultural (el nuevo cine latinoamericano) que todavía sobrevive en la memoria. Fuera del país muchos atacan al ICAIC al considerarlo una mera maquinaria de propaganda del sistema, pero la demanda de un cine nacional ya estaba presente en los cincuenta, y fue esa combinación de ansiedades (estéticas e ideológicas) lo que permitió su rápido liderazgo en el continente. Hoy ese liderazgo no existe. Baste comparar el grueso de las películas cubanas más recientes con películas latinoamericanas que ahora mismo encabezan determinados movimientos renovadores, y se verá hasta qué punto nos hemos quedado aislados también en ese campo. Ni buen cine político (como lo era el documental de Santiago Alvarez) ni cine renovador en el plano estético. La única manera de recuperar ese ánimo creador de antaño es discutiendo hasta la saciedad, actualizando el arsenal narrativo, convirtiendo a los pasillos del ICAIC en una cinemateca ambulante donde la gente viva el cine, y no del cine. Y sobre todo aprendiendo a discutir, porque entre nosotros (cineastas y críticos) todavía predomina ese sentimiento primitivo que nos hace pensar que cualquier discrepancia es un problema personal, cuando no político. Aunque me interesa la cultura de la polémica, no me gusta la réplica gratuita. Creo que hay mucha gente viviendo de esa herramienta antiquísima que es el insulto a ese que no piensa como tú. No es nuestro caso. Tu escrito me ha hecho pensar, y eso es lo que importa. Lamentablemente las polémicas alrededor del cine cubano han girado en torno a otros intereses ajenos al cine mismo. Y casi siempre han terminado silenciadas por coyunturas que mañana no existirán, si bien influyen demasiado en la vida concreta de los cineastas. Nadie devuelve a Daniel Díaz Torres (no el cineasta, sino el ser humano) el sosiego robado en aquellos malos ratos de Alicia, como tampoco nadie reintegra a Titón y Tabío la tranquilidad después de aquella crítica pública de Fidel a Guantanamera. O a Solás por sus desencuentros a raíz de Un día de noviembre o Cecilia. Eso es tal vez lo más triste que sucede con esas “políticas culturales” diseñadas con aparente buena voluntad, políticas que hablan mucho de principios colectivos, y muy poco de los seres de carne y hueso. Son políticas que, como todas, terminan por deshumanizar al arte y su recepción. Como todavía me interesa apoyar la idea de un pensamiento crítico desde dentro (lo cual, para algunos, es un síntoma de la ingenuidad más decadente) pues quiero aplaudir tu texto como uno de los más lúcidos que, vinculados al cine cubano, he leído en largo tiempo. Y me alegra que provenga de alguien que trabaja dentro del ICAIC, es decir, de un artista que piensa. Ojala sea este el preludio de esa fecha donde el debate en Cuba (entendida como nación, y no solo como una isla física) sea lo que verdaderamente debe ser: el camino para nuestra común mejoría. Un abrazo, Juan Antonio García Borrero 28 de enero, 2007 Mensaje de Betty a Desiderio Navarro Hola Desiderio: Para todos quienes han seguido el debate desde el primer momento de comenzar, que difundimos tus mensajes para que los conocieran más personas y que creen -como varios de los que escriben - que todos, independientemente de nuestra altura o jerarquía como intelectuales, debemos tener criterio y conocimiento de lo que ocurre ante nuestros ojos, resulta muy difícil aceptar que el final de este cuento se cocine a puertas cerradas y que nos conformemos con una versión editada (como siempre ha sucedido) de la realidad. Después no se quejen si la gente es "masa", si no saben identificar a los nuevos Pavones cuando los vean o si no conocen el aporte de los que se arriesgan para mover las cosas a favor del desarrollo de un pensamiento social avanzado que garantice el futuro. Me imagino que la idea no es tuya pero al igual que no aceptaste a Pavón en la tv, tampoco tendrías que ceder ahora a que te escojan el quorum. Es una concesión que va contra lo que defiendes. Betty 28 de enero Respuesta de Desiderio Navarro a la persona que firma como Betty Hola, Betty: Una de las cosas más lamentables para mí en estos días ha sido ver cómo personas que han estado acríticamente calladas toda una vida en la esfera pública --en asamblea, en papel, en email--, luego de esperar cautelosamente una semana o dos para ver "qué me pasaba" luego de mi carta inicial de condena, y después de mi convocatoria al ciclo sobre temas tabú, se suman al debate sólo para cuestionarme por moderado, por no decir o hacer esto o aquello --siempre algo que ellos mismos nunca han dicho o hecho en la esfera pública cubana. Y no estoy hablando sólo de las jineteras políticas que, hoy en el exterior, jamás escribieron en Cuba siquiera una línea polémica como cualquiera de las de "In medias res publicas" (2001) o, décadas atrás, "La crítica literaria: también una cuestión moral" (1981), ni se ganaron una fama de "conflictivos" en cuanto congreso, asamblea o coloquio participaran de los 70 a hoy, pagando el consiguiente precio biográfico e intelectual. Usted me interpela con las siguientes palabras: "al igual que no aceptaste a Pavón en la tv, tampoco tendrías que ceder ahora a que te escojan el quorum". No hay que ser un semiótico demasiado sagaz para ver la tendenciosa operación de elipsis que hay en esa frase: ¿quién es el sujeto de esa acción de "escoger"? ¿Quiénes son esos "ellos" que no nombras? Al no explicitarlos, creas lo que se llama un lugar de indeterminación, que puede ser llenado por el lector con sujetos como "los burócratas", "el Poder", "la piña", "la élite", "el aparato", etc., en dependencia de las suspicacias o experiencias o expectativas de cada cual. O sea, una variante simétrica, sólo que de signo contrario, del tan criticado "Síndrome del Misterio". No menos propio de la newspeak orwelliana resulta su uso de la implicitez: el verbo "ceder" tiene dos acepciones principales muy diferentes: una como verbo transitivo --"1. tr. Dar, transferir, traspasar a otro una cosa, acción o derecho"--, y otra como verbo intransitivo --"2. intr. Rendirse, sujetarse." (D.R.A.E.). El verbo "ceder" en su forma transitiva es una acción que el sujeto puede realizar por su propia iniciativa y voluntad (como ceder el asiento a una embarazada en el ómnibus). Sin embargo, usted utiliza el verbo en su forma intransitiva: "ceder a", o sea, no ofrecer más resistencia a, someterse a la voluntad de, capitular, no resistir la presión, la fuerza de (como ceder a las amenazas de un agresor), implicando de contrabando que hay presiones de parte de un "ellos" nuevamente no explicitado. Ahora bien, Betty, aunque no he "cedido a" que me "escojan el quorum", en todo momento he dejado bien claro que sí he cedido el derecho de "escoger el quorum". Como he explicado en mensajes ampliamente divulgados por email, luego de haber conseguido la Sala Che Guevara y cuadruplicado así la capacidad para el público, y de haber visto poco después que los interesados en asistir superaban esa capacidad, decidí que había que asegurarles la participación a los escritores, artistas e intelectuales cubanos en general, pero resultó que también el número de éstos que estaban interesados en asistir sobrepasaba enormente esa capacidad, y fue ahí cuando me negué a hacer el papel de zar omnipotente que decidiría unipersonalmente quién podría entrar y quién no, y pasé esa responsabilidad a --y he aquí explícitado, una vez más, el "ellos" del mensaje con que informé de mi decisión-- el conjunto de las numerosas instituciones culturales de las que los escritores, artistas e intelectuales cubanos son miembros o trabajadores. Corresponde, pues, a estos últimos cuestionar o no cualquier decisión de los órganos que ellos mismos han elegido en las instituciones de las que ellos mismos han decidido formar parte voluntariamente, o incluso los criterios mismos para la toma de esas decisiones. Lo que, aun así, no dejé de hacer fue insistir en que no se permitiera que hubiera desvíos de invitaciones por favores de secretario(a)s o funcionario(a)s; en que no quedaran fuera de las listas personalidades culturales importantes, por el solo hecho de no tener cargos electivos en la UNEAC o en otra parte, y en que fueran tenidos en cuenta sobre todo los críticos e investigadores del sector cultural, que es el público natural y habitual de Criterios, centro/editorial teórico-cultural. Estoy seguro de que si yo no hubiera procedido así, ahora me estuvieran lloviendo las indignadas cartas, no por haber hecho supuestas "concesiones", sino por haber actuado de la misma manera autocrática y antidemocrática que he criticado en tales o cuales instituciones o instancias y a la que Usted también parece querer oponerse. La insinuación, o más bien la acusación por adelantado de que los no asistentes recibirán "una versión editada (como siempre ha sucedido) de la realidad" es más que ofensiva, tratándose de Criterios, y no perderé el tiempo en responderla, pues a cualquier intelectual honesto, cubano o extranjero, que sepa de la labor de Desiderio Navarro y de Criterios durante 35 años, le resultará repugnante e inadmisible. Por no hablar de lo ofensiva que resultará para los propios conferenciantes. En cualquier caso, también usted --aunque no los ha solicitado como ya más de cuatrocientas personas-- recibirá los textos de las conferencias, aunque sólo sea para que pueda escudriñarlos en busca de alguna descuidada huella de la goma y la tijera editoriales. Desiderio Navarro 28 de enero De Belkis Vega a Desiderio Navarro Hola Desiderio, He estado dándole vueltas en la cabeza a estas reflexiones desde hace dos o tres días y decididamente quiero compartirlas con ustedes. Un abrazo, Belkis Vega Reflexiones Mirar al pasado desde el presente. Creo que éste ha sido un principio para la mayor parte de las y los cubanos que hemos venido participando en este debate. Desde que recuerdo tener uso de razón he estado oyendo una misma frase paralizante repetida una y otra vez: “Este no es el momento; éste no es el lugar”… Cuántos de nosotros, los que defendemos que ser revolucionario es ser transformador, inconforme, crítico, nos hemos también dejado postergar a la espera de ese momento y lugar que nunca llega. Y siempre por el supuestamente noble fin unificador pero también paralizante de no dar armas al enemigo; sin darnos cuenta de que el estaticismo paralizante es un arma bien eficiente. Me ocurrió una vez más la pasada semana cuando traté -¿ingenuamente?- de llevar algunas de las preocupaciones que estamos intercambiando, al debate teórico que se estaba desarrollando en el Festival de la Televisión. Sucedió que tampoco era ni el momento ni el lugar. Creo que ya muchos no estamos dispuestos a esperar más. Pienso que hemos perdido muchas cosas en esta espera, la vida se nos ha ido en esta espera. Recuerdo que durante los años más críticos del período especial un amigo me dijo que habría que preguntarle a cada cubano y cubana si quería continuar viviendo en Cuba y si la respuesta era afirmativa, entregarles directamente el carnet del partido. Me pareció una idea muy acertada. Pienso que la mayor parte de los que seguimos aquí hemos probado y vuelto a probar que nos interesa el proyecto social de la Revolución, así, en su sentido más amplio; en tanto que proyecto humanista que pretende rescatar y defender la dignidad humana y desarrollar una sociedad que satisfaga las crecientes necesidades de sus hombres y mujeres. Esto parece elemental pero a muchos se les ha olvidado. Ni nuestra sociedad es perfecta ni tampoco ninguno de nosotros lo somos. Es imprescindible hablar de errores, asumirlos, reflexionar sobre ellos y tratar de que no se repitan. Siempre me he cuestionado quién o quiénes tienen el derecho a decidir que ellos son los garantes, los censores o los clasificadores de lo que es o no revolucionario. Es muy sencillo buscar un diccionario y recordar cuál es la definición de revolucionario. Las ovejas no son revolucionarias. Hombres y mujeres con vocación de ovejas nunca hubieran asaltado el cuartel Moncada. Para proponerse esto, había que querer transformar el mundo. Era necesario soñar a lo grande para asaltar el cielo. Leía el escrito de Colina y repasaba la lista que hace de los filmes cubanos no exhibidos en la TV. Recordaba también cuántos de los cineastas que comenzaron a dirigir en los Talleres de la Asociación Hermanos Saíz de los años 80 ya no están aquí. Y recordaba mis recientes noches en vela cuando trataba de encontrar una propuesta para que las obras analíticas, reflexivas y críticas de algunos de los jóvenes cineastas cubanos no se quedaran en el espacio de una muestra; para que estos jóvenes encuentren su espacio en nuestra Cuba -- la de todas y todos los cubanos -- y no tengan que buscarlo en otras latitudes como tantas y tantos. Me duele, me lacera, no entiendo las políticas excluyentes. Conocer los errores, analizarlos, aprender de ellos. Estar inconformes, querer ser mejores, criticar lo mal hecho para enmendarlo, respetar y tener en cuenta las diferencias. ¿Suena algo de esto a “no revolucionario”? Hace unos meses un canal de TV de Miami exhibió incompleto el documental De buzos, leones y tanqueros realizado por jóvenes cineastas cubanos que estudian en el ISA . Este documental había sido reconocido en algunos festivales en nuestro país y seleccionado por la crítica especializada entre los más significativos realizados en el 2005. El canal 41 de la TV de Miami hizo un debate manipulador del contenido del mismo. El director del documental escribió al canal manifestando que consideraba una violación de sus derechos esta manipulación. Muchas personas en Cuba se enteraron por comentarios de esa exhibición en Miami que existía ese documental y han tratado de verlo pero el documental no se exhibe públicamente, circula "underground". Algo similar ocurrió con el corto de ficción de Eduardo del Llano Monte Rouge. Y con otras obras; esto son sólo dos ejemplos. Y siempre me pregunto si no es mucho más beneficioso llevar estas obras a un debate público. Exhibirlas en la TV, hacer un panel donde los creadores de las obras puedan debatir opiniones con periodistas y otras personas. En fin, ¿vamos a seguir prorrogando la polémica sobre nuestra realidad, la que vivimos cada día, a que nos llegue un momento justo y un lugar adecuado que no aparecen nunca? Hay muchas obras que están hechas dentro de la revolución por artistas y escritores cubanos que están AQUÍ y que tienen todo el derecho a tener voz propia y a llamar la atención sobre aspectos de nuestra realidad a los que DEBE buscársele una solución. Crítica, autocrítica; saltos de lo cuantitativo a lo cualitativo, unidad y lucha de contrarios, parecen ahora palabras y frases marcianas para muchos en nuestro país. ¿A dónde han ido los principios del materialismo dialéctico? El que ya ni siquiera nuestros jóvenes estudian. Ni la caída del socialismo en Europa me ha hecho pensar que Marx se equivocó en sus formulaciones. La historia ha probado que es mucho más complejo aplicar el marxismo a la vida cotidiana que teorizarlo. Pero por curiosidad me gustaría mucho saber cuántas personas en nuestro país conocen hoy qué caracteriza a una sociedad como socialista. Cualquiera de nosotros en cualquier momento puede exponerse a ser cuestionado como revolucionarios por algunos funcionarios que pretenden ostentar el derecho a catalogar lo revolucionario y lo no revolucionario y que confunden lo dogmático con lo revolucionario. Para nadie es un secreto que todo esto genera autocensura y creo que todos y todas nos hemos autocensurado mucho. Hay batallas que hemos ganado cuando hemos defendido nuestras obras y nuestras posiciones de una manera valiente, enérgica y con argumentos sólidos. Los ejemplos que Colina expone referentes al filme Alicia en el pueblo de maravillas o la negativa de los cineastas del ICAIC a la decisión de ser unificados con el ICRT son una prueba de ello. La polémica debe salir de nuestros correos electrónicos. Creo que es fundamental encontrar una vía para que se difundan estos debates y se abra la participación. Pienso que este análisis sobre el quinquenio gris que ha comenzado aquí y se profundizará con la conferencia de Ambrosio Fornet y el intercambio posterior nos debe servir de punto de partida para reapropiarnos de nuestra propia historia, ir hacia delante y encontrar muchos aquí y ahora donde los cubanos y cubanas logremos reflexionar sobre nuestra realidad para transformarla. 29 de enero, 2007 Aparece el lugar indicado para el debate Gustavo Arcos Fernández-Britto ¡Vaya! Al fin los intelectuales cubanos tienen el lugar indicado para debatir sus problemas. Su muro de las lamentaciones o si se quiere su sillón de sicoanalista. Armando Hart lo acaba de anunciar, la prensa lo ha publicado con estas mismas palabras y estamos muy orgullosos de ello. Es decir después de casi cinco décadas podemos asistir a un sitio legitimado como tal y decir lo que pensamos de manera indicada y frente a las personas indicadas. Todavía no sabemos si correrá el curso adecuado, pero hay que ser optimistas. Bueno cabría preguntarse si también en provincias u otras regiones del país se abrirán locales indicados. ¿Y el pueblo tendrá también sus indicados espacios… o será a la inversa? ¿Qué es lo que tenían hasta este momento? ¿Estaremos reconociendo que ninguno de los sitios, parlamentos, centros de discusión, congresos, paneles, mesas o seminarios organizados por decenas de miles a lo largo de estos años, era el indicado? ¿Por qué debe existir un lugar indicado? Es que acaso el país se encaminará hacia la parametración… ¡oh, perdón!, compartimentación total de los espacios donde unos quedarán destinados a las reflexiones u opiniones y otros no lo serán. Si tenemos la voluntad real de encauzar fructíferamente el extraordinario debate intelectual y cultural que ha tenido lugar por correos en las recientes semanas, por qué no utilizar (entre otros), por ejemplo, el espacio de la Mesa Redonda. Desde luego que lugar más indicado que este no existe. Es un espacio de la TV nacional, que cuenta con total apoyo institucional, que llega a todos los hogares por varios canales e incluso se retransmite más de una vez para los que no la pudieron apreciar en su emisión original. Sería además una excelente oportunidad para que este programa adquiera su verdadero sentido de ser, pues tras casi siete años de existencia permanente, han sido bochornosamente pocas, las emisiones que sus realizadores han destinado al debate profundo de los asuntos esenciales de la nación. ¿Debate dije? Doctor Armando Hart, como usted sabe, la discusión de los problemas que afectan a nuestra Isla no le pertenecen en exclusiva al campo intelectual, ni a una élite, partido o casta social. Son de todos y sólo podrán resolverse con la participación responsable de TODOS LOS CUBANOS. ¡A ver si de una vez dejamos atrás ese sentimiento excluyente y sectario donde unos tienen todas las atribuciones y otros ninguna, alguien piensa y los otros ejecutan! Desde un lugar indicado del Vedado. Encuentro, 29 de enero De Marina Ochoa a Gustavo Arcos Fernández-Brito Querido Gustavo: He estado filmando y me preparo para entrar en edición, así que aunque no me ha faltado voluntad para comunicarme, me ha faltado tiempo y fuerzas, pues termino "con las neuronas dispersas". La creación de un muro de lamentaciones para artistas es una mala noticia. No entienden nada. Decimos pío pío y nos responden cuá cuá. Los 47 años en que "vanguardia del proletariado" se ha traducido en el derecho a pensar por nosotros, decidir por nosotros lo que nos conviene o no nos conviene como individuos, familia, nación les ha oxidado la capacidad de bregar con el criterio y los ha colocado en la retaguardia, mientras que el pensamiento de este pueblo se ha ido complejizando, creciendo, y desbordando la sociedad "diseñada" desde arriba, que cada día funciona menos; (la otra, la soterrada, paralela o flotante que funciona aberradamente la desmiente cada minuto) pero que en las pantallas de nuestra TV, que en muchas ocasiones parece dirigida por Walt Disney, aparece como ideal. El hijo de una de mis sobrinas, de 9 años, suspiró mientras miraba el noticiero nacional de TV: ¡me gustaría vivir ahí! La sabiduría infantil... y te juro que no es ficción. He recibido con mucho agrado la intervención del lúcido Colina y la de Belkis Vega. Indispensables. Pienso que Criterios debería recoger todo lo que se ha expresado y hacer un número de la revista e incluir lo que se producirá el 30. Por cierto, conociendo a profesionales de la talla de Belkis, en todos los sentidos, profesional, moral, humano, revolucionario no logro entender cómo es posible que su nombre no se maneje para ocupar cargos como la presidencia de la UNEAC, la presidencia del ICAIC, ya que bola o no, se manejan los nombres de posibles sustitutos, todos machos, varones, masculinos. Colina se refiere a los cargos de Torquesada en el ICRT y le falta otro: asesor de todos los telecentros, incluyendo el de Matanzas, lo cual explicaría la campaña en contra de "Quédate conmigo" una de las excepciones de la programación que confirma la regla. También supe que a Torquesada lo hicieron asesor del programa Diálogo Abierto a partir de un informe negativo sobre el programa que había emitido dicho señor acompañado de la recomendación de sacarlo del aire, lo cual evidencia una práctica sumamente interesante: te pongo de asesor a quien te quiere destruir y explicaría el descenso de la calidad del debate en dicho programa. No te robo más tiempo y te felicito por tu honestidad y entereza Un abrazo. Encuentro, 31 de enero Miami planea festejos para cuando muera Castro Las autoridades de Miami han creado un comité para organizar los festejos por la muerte de Fidel Castro, e incluso han alquilado el estadio Orange Bowl para los eventos, informó la AP. La tarea principal del comité es "analizar un acontecimiento en el (estadio) Orange Bowl en caso de que los hechos esperados ocurran en Cuba". Los festejos están planificados desde hace tiempo, pero la urgencia por organizar los detalles surgió después que Castro se enfermó en julio de el 2006 y entregó el poder a su hermano Raúl. El Orange Bowl fue escenario de un discurso que ofreció el presidente estadounidense John F. Kennedy en 1961 prometiendo una Cuba libre, y en los años ochenta, durante el éxodo del Mariel, sirvió de campamento para refugiados cubanos. Castro "representa todo lo malo que le ha sucedido al pueblo de Cuba durante 48 años", manifestó al diario The Miami Herald el legislador municipal Tomás Regalado, un cubanoestadounidense que presentó la idea. "Hay algo para celebrar, sin importar lo que suceda después… Nos libramos del hombre", agregó. Los planes han sido criticados en las estaciones de radio de habla hispana, ya que mucha gente preferiría celebrar en las calles del vecindario de La Pequeña Habana, cercano al centro de la ciudad. "Este no es un lugar obligatorio", dijo Regalado refiriéndose al Orange Bowl. "Sólo un lugar para que la gente se reúna". Ramón Raúl Sánchez, líder de la organización Movimiento Democracia, dijo temer cómo será percibida la fiesta por las personas que no pertenecen a la comunidad de exiliados cubanos. Incluso cuando Castro muera, su gobierno estará funcionando, afirmó. Encuentro, 30 de enero 2007 El sofá reversible Rafael Alcides, Ciudad de La Habana Hay un cuento que por cotidiano en el mundo actual, ya va resultando aburrido. Es el del marido posmodernista que sorprende a su amada esposa, la mujer de su vida, entollada hasta los güevos en el sofá de la casa. Raudo, a fin de lavar su honor, bota el sofá. Algo semejante, piensan analistas presurosos, está sucediendo con un grupo de intelectuales cubanos. Un grupo cada vez más numeroso, posicionado dentro y fuera del país, cuya catarsis, por profunda, por resonante, ha puesto en estado de alerta a quienes en el Gobierno tenían diseñado el porvenir. ¿Algo, dije? Casi un alud, que empezó a principios de este año con la sorpresiva aparición de Luis Pavón en un programa televisivo dedicado a exaltar y difundir los valores de la nación, la honra y prez de la patria. ¿Quién, y por qué, se preguntaban despavonidos, pudo planificar semejante ultraje? ¿Qué hace de nuevo en la calle Pavón: ahora mostrando fotos y trofeos de su pasada importancia, así como si regresara del Olimpo después de un viaje muy largo?: iban y venían diciendo desesperados los email. El pavonoso Pavón nada menos, insistían, como si repitiéndolo dejara de ser cierta aquella bofetada televisiva; Luís Pavón Tamayo en persona, que por años, que durante varios años fuera, allá en la muy oscura década de los 70, presidente del Consejo Nacional de Cultura (hoy Ministerio de Cultura), y al cual se le atribuye haber ideado y puesto en práctica tormentos que todavía en el Infierno no existían? ¿Por qué? ¿Con qué fin?, decían. ¿Un balón de ensayo lanzado por algún estalinista sembrado en la cúpula del Gobierno? ¿Sabotaje a la gestión de gobierno de Raúl Castro? Raudo, ante la pavonosa situación creada, el Secretariado de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), que "comparte la justa indignación" de dichos intelectuales, los convoca, los escucha, evalúa con ellos los hechos, y, nada, todo está bien, falsa alarma, sacarse del bolsillo el frasco de los tranquilizantes y a dormir de nuevo a pierna suelta, que la vida es corta. Ver al respecto la declaración que emite y publica en el periódico Granma el 18 de enero. Joyita histórica, por cierto, en la que al hacer mención de los peligros que entrañaba el enemigo anexionista metiendo ya la mano en lo que era un debate entre revolucionarios (dicho así como si lo estuviera diciendo de pasada), me retrotrajo a los sombríos años 70. Uno de esos días de aquellos años, un miliciano de mediana edad que había perdido un ojo en Girón encontró en los chícharos del almuerzo del comedor obrero una cucaracha casi viva y tuvo que callarse en el acto, soltar la cucaracha y avergonzado sentarse de nuevo delante de su plato cuando, cebado y terminante, en el más perfecto silencio, se extendió desde el otro extremo del larguísimo y oscuro recinto el brazo del administraidor del comedor para señalarle con el índice un cartel en la pared con la vieja consigana de esa época. Con letras muy grandes y muy rojas, decía el cartel: SILENCIO. EL ENEMIGO ESCUCHA. Ojo, agrega el Secretariado de la UNEAC en su declaración, que en la reunión con los intelectuales "justamente indignados" desde el principio se contó "con el más absoluto respaldo de la dirección del Partido". Lo primero, la novedosa y elegante versión del viejo cartel del comedor obrero ordenando coserse la boca con un alambre ipso facto, no me sorprendía. Lo del respaldo del Partido, sí. Eso me sorprendió. ¿Nueva señal de los nuevos tiempos? No hay que ser doctor para sacar la cuenta que saqué. Si el Partido respalda a quienes condenan a Pavón en el pasado y tienen miedo de su sorpresiva e inexplicable reaparición de ahora, entonces el Partido decidió condenarse a sí mismo; sin pedir perdón, el Partido se ha declarado culpable. ¿O deberá creerse, pregunto, que el Partido permanecía absorto mirando un prolongado partido de fútbol en los tiempos en que Pavón andaba operando por esos mundos, sin dios (digo, sin Partido) y sin ley? Sin ánimo de disculparlo, Luís Pavón Tamayo, y esto de sobras lo sabe la intelectualidad cubana, es, tan sólo, en el ámbito de nuestra cultura, el Fulgor Sedano de la Comala de aquellos tiempos. Eso tan sólo: el Fulgor Sedano de entonces. No obstante, Pedro Páramo, que también sabe hacerse el loco, ha captado el mensaje. Sabedor de que no siempre es inteligente gobernar haciendo del pasado espejo del porvenir, las cautelas para decir sin que lo parezca de quienes al observador indocumentado le han parecido repetir la estrategia del marido posmodernista del cuento, no lo engañan. Él sabe que al pasar estruendosos apedreando las ventanas de Pavón esos intelectuales de repente "justamente indignados" (que por su número ya son multitudes), no están botando el sofá. Están, todo lo contrario, haciendo Historia.(Haciendo Historia, no contándola). Están (estamos) diciéndole a Pedro Páramo que su tiempo ha terminado. Que en Comala los muertos han empezado a resucitar. Encuentro, 31 de enero Hugo Chávez dice que Castro no se estaba muriendo, sino de parranda "Fidel es terco y ha mostrado una notable mejoría" dijo el presidente venezolano. Fidel Castro "no se estaba muriendo, estaba de parranda", dijo este jueves el presidente venezolano, Hugo Chávez, al hablar sobre el encuentro que tuvo el lunes con el gobernante cubano y su impacto en la prensa, informó la AFP. "Decían que Fidel se estaba muriendo, pero no, estaba de parranda", dijo Chávez en rueda de prensa, recordando una canción popular, mientras mostraba un ejemplar del diario oficialista cubano Granma, que reseño la visita del mandatario venezolano a la Isla. Chávez afirmó que los rumores acerca de la gravedad de Castro obedecen a que "hay gente que quiere que se muera". Pero "el médico dice lo que es evidente (...) ha recuperado varios kilos, está caminando más que yo, analizando, estudiando", dijo. "Fidel es terco y ha mostrado una notable mejoría", señaló. Chávez dijo que Castro estaba incluso haciendo prácticamente un postgrado sobre cambios climáticos, tema sobre el cual —precisó— hablaron por lo menos una de las dos horas que duró su encuentro del lunes. "Yo creo que él sabe más que todos los científicos" respecto en el cambio climático, comentó, según la AP. El mandatario venezolano afirmó que Castro quería conversar por más tiempo sobre diferentes tópicos, pero él puso punto final a la reunión. "Dos horas estuvimos hablando, y él quería seguir hablando, sólo que le dije 'ya está bueno, volveré'", relató Chávez Castro delegó el poder en su hermano Raúl el 31 de julio de 2006 tras someterse a una operación intestinal, y desde entonces sólo se le ha visto en varios videos, la mayoría con el presidente Hugo Chávez, quien asegura que el propio gobernante cubano ordenó que lo mantengan al tanto de su estado de salud. Encuentro, 2 de febrero Grupos del exilio revelan planes para cuando muera Castro Un comité de ciudadanos se reunió esta semana con funcionarios municipales para intentar definir cómo se abordará el momento Más de 30 organizaciones, 50 clubes, 25 fundaciones, 120 partidos, y 65 nominaciones religiosas cubanas del exilio revelaron este jueves proyectos para conmemorar (por todo lo alto) el día en que muera Fidel Castro, aprovechando el súbito interés que ha despertado este tema desde que se anunció que un enorme estadio de Miami sería utilizado para un evento masivo - léase fiestón - en cuanto fallezca el gobernante cubano, informó la AFP. El movimiento Organizaciones Cubanas Unidas En La Espera, que agrupa a 1037 asociaciones de negocios funerarios adelantó el jueves que cuando "oficialmente se confirme" que Castro ha muerto, sus integrantes se concentrarán ante monumentos en la Calle Ocho de Miami, bajo el lema Día de recordatorio de las víctimas de Castro, según Laida Carro, de la Coalición de Mujeres Cubano Americanas, que agrupa a las mujeres de las barriadas de la sagüecera y cayos adyacentes. Las señoras, que suman más de 1000000 de años, son conocidas simplemente como las Auras de la Causa. El lector debe tener presente, para comprender la magnitud de lo que se avecina, que Miami cuenta en estos momentos con tantos monumentos donde reunirse a gritar como La Habana. Los monumentos a Elián y el Delfín, La llama eterna del exiliado desconocido, y la estatua de Martí, de cuerpo presente, en tamaño natural, y naturalmente pensativo (en una pequeña réplica de la Plaza del Vapor, construida en la Calle 8), son sólo algunos de los más visitados. Se trata de que "vengan a ponerle flores a todas las víctimas. Queremos que se recuerde a las víctimas", dijo Carro a la AFP. Y si hay algo que les sobra tanto a Miami como a La Habana, eso es víctimas. Y el futuro en este sentido, queridos lectores, es más que alentador. Nuestro futuro está lleno de víctimas. Otro grupo, el Movimiento Democracia, tenía previsto dar detalles este viernes sobre su "plan de contingencia, que incluye una marcha del pueblo combatiente, masiva, a lo largo del malecón de la Calle Ocho", indicó la organización en un comunicado. Castro, de 80 años de edad, convalece de una operación intestinal a la que fue sometido en julio pasado, y por la que delegó el mando en su hermano Raúl. Aunque reapareció el martes en un nuevo vídeo para desmentir versiones sobre la presunta gravedad de su estado de salud, miles de personas en Miami consideran que su final está cerca y están celebrando una vigilia en espera del suceso. Las funerarias del condado de Miami Dade han mandado hacer ataúdes para el entierro simbólico de Castro, y la creatividad de carpinteros y decoradores se han disparado al mismo tiempo que los precios. Tres de las más prestigiosas funerarias - El último café, Adios muchachos y Llévatelo - se han declarado en bancarrota. Los grupos comenzaron a hacer públicos sus preparativos para la ocasión, impulsados por una noticia, que se extendió como pólvora esta semana, de que un comité prepara un magno evento (carnaval) en el gigantesco estadio de fútbol Orange Bowl de Miami, con capacidad para 70.000 personas sentadas, 50.000 de pie, y unas 25.000 en las hamacas que se colgarán del techo, y cuya aseguranza ya se disputan las compañías de seguros. Aunque inicialmente se informó que este evento constaría de "festejos", la ciudad de Miami tomó distancia y anunció que no organizaría ninguna fiesta. En lugar de fiesta lo que habrá es un surge de toma de conciencia del momento histórico del passing, es decir, un bochinche por todo lo alto, con pitos, banderitas, cartelones, máscaras de Halloween, y venta de souvenirs. El comité organizador, integrado por ciudadanos, se refirió el miércoles a una conmemoración, tanto con actos musicales como religiosos. Dicho en pocas palabras: habrá rumba en la capilla. La ciudad quiere designar un lugar donde los ciudadanos puedan manifestarse el día en que se haga el anuncio más esperado por el exilio, para evitar que las personas se lancen a las calles a bloquear el tránsito con celebraciones, como ocurrió hace seis meses cuando se supo que Castro estaba enfermo. "Sería negligente de parte de la ciudad no estar preparados (para ese día) en la forma en que nos preparamos como para un huracán", dijo el administrador municipal, Pedro Hernández. Home Depot y las Botánicas de la ciudad han tomado nota de esta declaración, y están ofreciendo linternas, galones de agua, esparadrapo, tablas, clavos, radios que pueden trasmitir sin necesidad de pilas ni de electricidad, y yerbas multipurpose a precios verdaderamente módicos. Tratando de definir de qué modo se abordará el momento, el comité de ciudadanos se reunió el miércoles con funcionarios municipales en, coincidentemente, una sala del Orange Bowl. El comité escogió un lema de trabajo, que no es seguro se adopte para la actividad: Una nueva era para una nueva Cuba. La frase comenzaba con la palabra celebrando, que fue eliminada. Aunque nadie pudo explicar por qué esa era sería nueva, se acordó, no obstante, declararla nueva para trasmitir un sentido de esperanza. Respecto a la eliminación de la palabra celebrando, el comité lo dejó en claro: "eso no impide que cada quien, en su corazón, lo celebre. Por eso el Orange Bowl debe estar listo. No hay que defraudar a nuestra comunidad. Es más, hasta deberíamos pensar, hipotéticamente, en el precio de las entradas." "Queríamos una sede no para que le gente celebre la muerte de alguien" —explicó el presidente designado del comité, Eladio Armesto—, sino "para que se reúnan a iniciar lo que queremos que sea una nueva era (…) no sólo en celebración, sino en oración". "Pero uno generalmente ora, aclaró Fefita Durazno, "para pedir algo o dar gracias por el bien recibido. Si consideramos que en ese punto no habrá ya nada qué pedir... entonces..." "Eso es complicar demasiado las cosas, algo que cada cual debe resolver internamente," añadió uno de los vocales del Committee. Durante la reunión, se propuso invitar a sacerdotes, líderes políticos, religiosos, comunitarios, y hasta al presidente estadounidense, y que Radio o TV Martí transmita el evento a Cuba. Ya hay empresas que han ofrecido servicios gratis para el evento. La ciudad sólo pondrá el estadio y servicios como para cualquier otra actividad pública. El objetivo es manifestarse ordenadamente, según el comité. "La demonización de la comunidad cubana va a ser enorme si no tenemos un lugar en dónde sepamos qué va a pasar", sostuvo el activista Enrique Patterson. "Yo no tengo preocupación por el término fiesta, sino por qué se celebra. O sea, si tú estás celebrando la muerte de alguien, eso es total necrofilia, que no tiene nada que ver con nuestros principios", dijo Patterson. "Pero a mí si me parece que la comunidad pueda celebrar la posibilidad de que Cuba tenga un nuevo comienzo", señaló. Un turista - que no quiso decir su nombre - declaró a La Habana Elegante: "se han vuelto todos locos. Ya no se sabe si esto es una celebración o una manifestación luctuosa." Estados Unidos niega el visado a varios intelectuales residentes en la Isla Los escritores, académicos y artistas plásticos están invitados al evento 'Cuba-URSS y la experiencia post-soviética' Redacción EER El Departamento de Estado ha negado la visa para entrar a Estados Unidos a varios intelectuales y académicos cubanos residentes en la Isla, quienes figuran entre los invitados al evento Cuba-URSS y la experiencia post-soviética, a realizarse en la Universidad de Connecticut entre el 5 y el 7 de febrero. El motivo esgrimido y por el cual fueron denegados los visados se refiere a la sección 212 (f) de la Ley de Inmigración y Naturalización, que prohíbe la entrada a Estados Unidos de personas que puedan resultar perjudiciales a los intereses de Estados Unidos. Los cubanos que no han obtenido el visado son Reina María Rodríguez, Polina Martínez Shvietsova, Raúl Aguiar, Desiderio Navarro, Jorge Miralles, José Miguel Sánchez (Yoss) y Pedro Manuel González Reinoso. Asimismo, permanecen pendientes de aprobación Dmitri Prieto Samsónov (bajo el nombre del pasaporte ruso-Dmitri Prieto Vilyanueva), Anna Lidia Vega Serova y Ernesto René Rodríguez. Jacqueline Loss, una de las organizadoras del evento, dijo a Encuentro en la Red que la oficina del senador norteamericano Christopher Dodd le comunicó que todos los invitados de la Isla mostraron suficiente evidencia de no desear radicarse en Estados Unidos, lo cual representa el primer paso, pero que les fue negada la visa de acuerdo con la sección 212 (f). Sí está confirmada la participación en el evento de la Universidad de Connecticut del investigador e historiador Rafael Rojas, los escritores Jorge Ferrer, José Manuel Prieto, Alejandro Aguilar, Carlos Alberto Aguilera, Rolando Sánchez Mejías, Odette Casamayor y Verónica Pérez Konina; los académicos José Quiroga, Ernesto Menéndez-Conde, Juan Carlos Toledano y Ariana Hernández; los artistas plásticos Tonel, Omar Godínez Lazo y Gertrudis Rivalta, y el curador de arte Juan Carlos Betancourt, entre otros intelectuales cubanos y rusos invitados. Otro evento sobre Cuba se realizará el próximo 9 de febrero, a las 13:00 horas, en la Biblioteca de la Casa Hispánica de la Universidad de Columbia. La mesa redonda Repensar la diáspora cubana, que también tendrá lugar el día 8, a las 14:30, en Seton Hall University, contará con la presencia de varios intelectuales cubanos residentes en Europa, entre los cuales figuran Aguilera, Sánchez Mejías y Ferrer. También, como parte de las actividades colaterales al evento, Gertrudis Rivalta ofrecerá el día 7, a las 14:15, en el Trinity College, el conversatorio Mujeres Culturales: encuentros interculturales con el viejo mundo. Espacios por definir. 2 de febrero, Encuentro De Florian Borchmeyer a Belkis y Enrique Estimada Belkis: Estimado Enrique: Desde hace ya un tiempo estoy siguiendo el intercambio de pensamiento entre intelectuales cubanos que se está efectuando a través del espacio virtual de los correos electrónicos. Permítanme comunicarles, desde Alemania en mi caso, que la lectura de todo este asunto se ha salido completamente del marco "entre cubanos" que la discusión ha mantenido en apariencia. Conozco un número considerable de personas en Alemania y otros países de Europa que están recibiendo sus epistolarios por email y lo leen como su "novela" de todos los días, esperando ya con tremenda impaciencia los resultados de la reunión "para mayores de 40 años" en la Casa de las Américas que hoy ya nos llegaron en una primera entrega. Incluso se ha publicado un cierto número de reportes en mi país sobre estas discusiones, sobre todo en la radio alemana, y mirando desde afuera nos da la impresión que la toma de consciencia que comporta este proceso discursivo es algo insólito, nuevo e importante en los ambientes cubanos que conocemos. Si yo como extranjero me atrevo a hacer irrupción en una correspondencia que realmente no da espacio de discusión para espectadores de afuera, es porque hace poco entraron en la discusión también Uds. los cineastas cubanos. En el caso del cine en Cuba pienso tener algo que contribuir a esta discusión, por el sencillo motivo que yo como cineasta he filmado una película de cine en Cuba y que he trabajado varios años filmando reportajes de televisión en la Isla, así que en cuestiones fílmicas ya no me siento tanto como espectador de afuera. Sin embargo, mi trabajo no forma parte, o mejor: no puede formar parte del discurso del los últimos días – justamente porque ha sido sometido a "esta prohibición no escrita ni reconocida oficialmente" de la que Ud., Enrique, habla de forma tan perspicaz. La lista de películas calladas o prohibidas silenciosamente por la televisión que da al final de su carta es muy triste y me impactó. Permítanme, sin arrogarme el derecho de meterme en cuestiones que creo que no me corresponden como extranjero, añadir una a esta lista, película que "desapareció" de la misma forma no reconocida de la que hablan. O mejor: nunca apareció, ni en las salas de cine de Cuba ni menos en la televisión, sino, [para decirlo] con otras palabras: es como si no existiera. Esta película es un trabajo que realicé con mi colega Matthias Henschler. Se llama La Habana - Arte nuevo de hacer ruinas, es un documental de 86 minutos que se proyecta en 35mm, que ha recibido varios premios tanto en Alemania como en el extranjero, entre ellos un Premio Especial del Jurado de documentales en un festival latino, el LALIFF de Los Angeles, donde, para deshacer todo tipo de sospechas en cuanto a un juicio influenciado por elementos "anticubanos", la actriz Mirtha Ibarra formaba parte del jurado de ficción, y donde la película Barrio Cuba, de Humberto Solás ganó el premio de la mejor dirección. La Habana - Arte nuevo de hacer ruinas es una película filmada enteramente en Cuba y enteramente con protagonistas cubanos. Uno de ellos, el principal y, para decir así, spiritus rector del documental, es una figura que tal vez nos une de alguna forma: porque se trata de Antonio José Ponte, co-guionista de la obra Entre Ciclones, de Enrique Colina. Nuestra película fue estrenada internacionalmente en el verano del 2006 en el Festival de Locarno, al lado de El Benny de Jorge Luis Sánchez (película que, de hecho, el director Frédéric Maire invitó en el mismo viaje al Festival de la Habana en el que conoció el trabajo nuestro). En este mismo momento el Instituto Goethe y la Embajada de Alemania en la Habana nos comunicaron su deseo de invitar la película a la tradicional “Muestra Alemana” en el 28 Festival del Nuevo Cine Internacional de la Habana. Aceptamos la propuesta con mucho gusto. Pocos días después de la premiación de nuestro documental en el festival latino de Los Angeles en octubre 2006, el embajador alemán y el agregado cultural de nuestra embajada nos comunicaron una triste noticia: la dirección del festival de cine de la Habana les había comunicado que no aceptaban que la película nuestra se exhibiera en el marco de su programación. La justificación de tal rechazo, sin comparación en la cooperación institucional entre ambos países fue, de parte del festival, la explicación [de] que la película La Habana – Arte nuevo de hacer ruinas se encontraba en una “lista de tóxicos” (cito literalmente las cartas de la embajada) o “lista de obras prohibidas” del ICAIC y por este motivo no se podía exhibir públicamente en Cuba. No quiero entrar en más detalles de este caso que fue inicio de una polémica en muchos países y que, como supe hace poco, en Alemania incluso llegó a ser discutida a nivel de la Asamblea Nacional, el Bundestag. Me limito a añadir a este mail algunos artículos escritos por cubanos que discutieron el caso. Lo que sí quiero subrayar es la reacción oficial cubana. Básicamente fue el total silencio – la mejor solución para que en Cuba nadie se enterara de la polémica desencadenada. La única reacción del diario Granma, que me llegó a través de una nota de la agencia EFE, fue clasificar como “ridículo” y “fantasmagórico” este “supuesto caso de censura”. La razón por la que esa película no se podía mostrar, según Granma, era que era tan mala que no merecía ser exhibida al lado de las 500 buenas películas del festival. Pienso personalmente que la película nuestra desde un punto de vista meramente artesanal, en cuanto a fotografía, edición y el montaje de una banda sonora que trata de dar una imagen acústica del “surround natural” de una ciudad de ruidos tan variados como la Habana, no merece tal menosprecio. Además, no se producen tantas películas largometrajes de 35mm en Cuba cada año como para ser tan severamente selectivo. Pero no se trata de eso. Hay un error profundo de lógica en esta única reacción oficial cubana. Porque nadie de nosotros inscribió la película para que un comité de selección pudiera juzgar su calidad. Fue la misma embajada alemana [la] que quiso programarla en una sección independiente, financiada y curada por la misma Alemania. Lo que sin embargo los sutiles críticos de arte cinematográfico del periódico Granma revelaron de esta forma es que los mismos viejos mecanismos de “censura metafísica”, como los llamó el escritor Enrico Mario Santi, siguen manteniéndose en Cuba. Este hecho lo comprueba también el caso de otra película cubana más que también quisiera añadir a la lista de Enrique Colina: Cercanía, de Rolando Díaz, que sí fue inscrita oficialmente en el festival sin que el director haya jamás recibido una respuesta, aunque sea negativa. La semana pasada tuve la ocasión de ver Cercanía en presencia de su director en una proyección en la cinemateca “Arsenal” de Berlín, organizada por Fernando Pérez, quien de momento enseña como profesor invitado de la Universidad Libre de Berlín. Me pareció una obra bien decentemente hecha (para hablar en categorías “artesanales” otra vez), pero sobre todo bastante descomunal en cuanto a su temática, dado que da un retrato de la vida de la comunidad cubana de Miami que seguramente le interesaría a muchos cubanos en la Isla. Tampoco encontré ningún tipo de radicalismo o agresividad en contra de Cuba en ese trabajo fílmico de Rolando Dнaz que justificara tal exclusión. Yo reconozco que la película mía puede considerarse, desde varios puntos de vista, como “problemática” en este momento bastante especial de la historia de Cuba. También, habiendo trabajado alrededor de diez años en Cuba ahora, he aprendido a tener mucha comprensión por la situación de un país que no se puede comparar tan fácilmente con el mío. Por otro lado pienso que en cualquier país las obras incómodas también tienen el derecho de ser exhibidas y no clasificadas como apoyo a “maniobras del enemigo”, como ha sucedido tantas veces. Creo que esta libertad de creación debe ser válida también en situaciones frágiles, de asedio e inseguridad pública. "Yo no pongo bombas, hago películas”, dijo el cineasta alemán Rainer Werner Fassbinder con respecto a sus películas en 1979 - en un momento en el movimiento terrorista de izquierda en Alemania había recientemente asesinado al Fiscal General y al director del Sindicado de Empleadores de Alemania y el miedo al terrorismo era una obsesión y paranoia de todo un pueblo. Tal frase “explosiva” se podía considerar como una declaración de guerra a aquella “seguridad interior” tan amenazada (que dio título a otra película reciente en Alemania sobre el movimiento terrorista de los 70). Sin embargo las obras de aquel crítico tan ácido de la Alemania de posguerra que era Fassbinder se pudieron exhibir en el propio país, sin causar graves daños: el resultado con certeza no fue un aumento de asaltos de bomba. Las obras de arte se prestan mal para ser usadas como proyectiles. Sin poderme comparar con un maestro tan grande como Fassbinder, pienso que nuestra película, aunque ha abierto una polémica política, tampoco es un Bin Laden cinematográfico. [Debería] tener el [dere]cho de ser vista – y a lo mejor severamente criticada por un público cubano. Pero lo que es humillante es ser callado por completo. Todo esto lo escribo sin necesidad de quejarme y sin rencor contra ninguno de los involucrados en el caso. Lo escribo porque me impresionó su frase, Belkis, en la que dice que “la polémica debe salir de nuestros correos electrónicos”. Les deseo de todo corazón que este salto del espacio virtual al real sea exitoso y que las obras de tantos artistas que trabajan bajo las censuras o autocensuras que mencionan en sus correos puedan publicarse libremente como resultado de este debate. Sería admirable y una noticia de mucha esperanza también para tantas personas en el extranjero que tienen un amor grande por las artes y letras en Cuba. Por mi parte, fuera de ese correo electrónico que a lo mejor es un primer paso en esa dirección, voy a hacer todo lo posible para que las obras suyas se conozcan en Alemania (de hecho trabajo con varios festivales de cine en mi país que programan cine de América Latina). Al mismo tiempo voy a seguir insistiendo que mi documental se pueda exhibir públicamente a los cubanos. En cuanto a los cubanos fuera de la Isla, hay ya un camino que se abre. Para el lunes de la semana que viene (5 de febrero) el show A mano limpia del canal 41 de Miami me ha invitado junto con Matthias Hentschler, a enseñar algunos extractos de la película y discutir sobre ellos. Me da cierta tristeza el caso que Ud., Belkis, menciona - el de un documental cubano cuyo director se sintió explotado ideológicamente por una exhibición el canal 41. Como aquí no puedo ver la televisión de la Florida me resulta difícil opinar sobre ese asunto, pero de hecho para mí es un motivo más [para] aceptar aquella invitación [y] estar presente personalmente cuando se discuta mi filme y poder contradecir si algo se dice que no me parezca correcto. En cuanto a una proyección en la Isla, ya varios representantes del cuerpo diplomático en Cuba, y de la oposición o de otras instituciones independientes del Estado, me han propuesto hacer una proyección fuera de la oficialidad. No acepté porque este tipo de actividades de pronto cogen la pinta de encuentros conspirativos, de secretas maniobras políticas. Una fama que sería dañina para todos los que han trabajado en la película, sobre todo si son cubanos. No creo que encerrarse en un ghetto underground sea una solución. Voy a inscribir, este año sí, el documental en la sección oficial del Festival del Nuevo Cine. Como no lo he hecho anteriormente, hasta ahora no ha sido rechazado oficialmente, y tal vez hasta diciembre ya los debates de UDs. habrán logrado un cambio de clima. Sería una alegría para muchos aficionados del cine cubano si “esta prohibición no escrita ni reconocida oficialmente“, si la "lista de tóxicos“ - a la que seguramente habrá muchas otras obras que añadir – fueran fenómenos del pasado. Les deseo mucha suerte en sus esfuerzas, dentro y fuera del correo electrónico, dentro y fuera de las pantallas de cine y televisión. Con cordial saludo desde Berlín, Florian 1 de febrero De Rolando A. Pérez Fernández a Tomasito Hola, Tomasito: Te escribo con el ruego de que hagas llegar a la lista de correos este mensaje, y con él mi adhesión al sentir de la intelectualidad cubana en relación con el asunto "Pavón". Dentro unos días (el 27 de febrero) cumpliré 60 años y, si bien es cierto que no sufrí en carne propia los desmanes de Pavón y Quesada, sí padecí las consecuencias de una política prejuiciada, arbitraria e injusta hacia los artistas que se manifestó en todos los ámbitos de la vida por aquellos años (que no deben retornar jamás), antes y después del llamado "quinquenio gris". Deseo manifestar asimismo mi total acuerdo con los criterios de Enrique Colina expresados en su lúcido mensaje a Desiderio Navarro. En éste, Colina escribe: "si se sigue considerando que la luz que irradiamos continuará brillando eternamente sólo por el humanismo de nuestros médicos o por el resplandor de nuestra educación, de lo que me enorgullezco, y sé muy bien que no es poco, pero se soslayan contradicciones que socavan el sentido democrático del sistema, su eficiencia económica, que exige a gritos reformas y cambios internos, [si seguimos siendo un estado que controla y se ocupa de todo sin poder ocuparse de todo ni controlarlo todo, si no enfrentamos las deformaciones de todos reconocidas yendo a la médula de los problemas, y ese es el tema esencial que está en el tintero de estas inquietudes, creo sinceramente que el faro y guía, más tarde o más emprano, se apagará, y sólo quedaremos como referente histórico de hidalguía, resistencia y dignidad, pero perderemos la plaza". A manera de testimonio, permítaseme narrar la siguiente anecdota personal. El pasado 29 de enero, en víspera de la reunión en la Casa de las Américas, a la que hubiera deseado asistir, fui víctima, junto con otros ciudadanos, de un atropello que yo no hubiera podido nunca imaginar. Luego de cenar en el restaurante El Asturianito, frente al Capitolio, y al dirigirme a mi domicilio en la calle Amistad, entre Bernal y Trocadero, Centro Habana, fui arbitrariamente arrestado en la esquina de Prado y Teniente Rey al pararme para saludar a un conocido. Tras de una espera de media hora o más en dicha esquina, fui conducido en un patrullero, junto con otros detenidos, a una estación de policía cercana, donde tuve que permanecer unas dos horas tras las rejas de un calabozo, sin saber cuál era la razón de aquella sinrazón (ejecutada, según pude oír, al amparo de la Operación Avioneta (?), y sin que me ofrecieran disculpa alguna cuando finalmente me devolvieron mi carné de identidad y me permitieron largarme de aquel humillante lugar. De nada valió que les exhibiera a los celadores mi carné de la UNEAC, firmado por Abel Prieto, y les mostrara un ejemplar de mi libro La música afromestiza mexicana, publicado por la Universidad Veracruzana, que yo llevaba en la mochila, ya que lo había utilizado por la tarde en el curso que impartía en el Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana, titulado El estudio de la música tradicional y popular visto desde el Sur. Gran paradoja: algunos participantes en dicho curso, que incluía los trabajos de investigación de la musicología cubana en el marco de convenios de colaboración internacionalista en Granada y Angola, habían desertado del mismo por su fuerte carga política (sí, que algunos compararon irónicamente mi curso con la archiconocida "Mesa Redonda"). En medio de este inesperado suceso, yo estaba indignado en extremo, ardiendo con el fuego de la ira y mi elevada tensión arterial, y dije a los guardias de la prisión unas cuantas cosas que su inexcusable proceder merecía. Pero los numerosos jóvenes que me rodeaban, víctimas al igual que yo de aquel abuso de poder, hacían gala de una envidiable serenidad. Uno de ellos me susurró: "Padre, no coja lucha". Eso me hizo reflexionar acerca de algo importante: Tan injusta era la detención de ellos, al igual que yo ciudadanos y residentes cubanos, como la mía. Y yo no era más ser humano que ellos por el simple hecho de ser musicólogo y miembro de la UNEAC. Al fin y al cabo también a ellos los tuvieron que dejar en libertad, pues ninguno había cometido delito ni infracción alguna. Todo esto viene a cuento porque, como bien dice Colina, contradicciones como ésas "socavan el sentido democrático del sistema", y "las deformaciones de todos reconocidas" son "el tema esencial que está en el tintero de estas inquietudes". ¿Cuál será el día en que en la "Mesa Redonda" se aborden este y otros temas que a todos nos preocupan?. No sólo la impunidad de Luis Posada Carriles, la injusta detención de los Cinco Héroes, el neoliberalismo y la barbarie estadounidense en Irak son temas de interés general. El presente y el futuro de nuestro pueblo y nuestro país reclaman un merecido y urgente espacio. Rolando A. Pérez Fernández, Premio de Musicología Casa de las Américas, 1982. La anhelante y laboriosa irreflexión Alessandra Molina, Roma Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria. Jorge Luis Borges. Hace ya bastante tiempo, como por casualidad o en la casualidad que un gobierno ejercido largamente ante las cámaras de televisión se regalara a sí mismo, Fidel Castro se puso a hablar sobre la escasez que sobrevendría en Cuba con una crisis en los países del campo socialista. Desde aquellos tempranos avisos, que la gente desatendió o desgajó apática de un eterno estado de alarma, la situación económica del país comenzó a quedar aislada y a hacerse aislable de todos los demás asuntos; por decirlo de algún modo, se anticipó a éstos, primero como una serie de interpretaciones y evaluaciones sobre una aventura nacional amenazada desde afuera, después como la circunstancia de una Revolución socialista abandonada o traicionada, y, finalmente, como un grupo de medidas de emergencia para afrontar el impacto. Impacto que enseguida, con esas mismas medidas, ocupó el lugar de las cosas primeras. Europa del Este podría estar viviendo una crisis ideológica, social, política; en Cuba, sin embargo, relacionada de formas tan precisas y profundas con aquella crisis, prevaleció la catástrofe. Martirizadora circunstancia que llegó a la hambruna, pero también, y esta era la parte provechosa del asunto, una crisis explicada y no pocas veces aceptada como de rebote, que mientras más violenta se volvía, más oblicua, más inédita y fugazmente podía regresar cuestiones como las que habían dado inicio al desplome del campo socialista. Las medidas introducidas en 1993, con su asombrosa indulgencia y sus visos capitalistas, terminaron por hacer de lo económico la más sonora palabra política de aquellos años y, por ello mismo, el más sonoro silencio. De razón de ser histórica del poder revolucionario (categoría marxista bien conocida en Cuba con éste y muchos otros lenguajes), la economía se convirtió en el lugar de la sorpresa, la fatalidad, lo inexplicable; lo que no tiene de fondo ningún pasado más o menos inmediato y concerniente a las prácticas de un determinado poder. El lugar de los actos forzosos para los dirigentes y los individuos de un país. El lugar de las contaminaciones, de los cambios abruptos y temporales. De esa misma naturaleza aislada, de esa misma provisionalidad, saldría —al menor indicio de recuperación nacional y como si no contase ni pudiese contar ninguna experiencia, lección, o empleo de la vida propia—, el impulso de retorno o nacimiento de una segunda Revolución. Sería laborioso pero en absoluto imposible recorrer el camino desde el final de los años ochenta hasta este presente. Allí tendríamos muchas cosas, aisladas sólo en razón de la censura, la desinformación, la manipulación, supremos ejercicios de lógica donde otras lógicas deben quedar completamente deshechas. Tendríamos, por ejemplo, cambios económicos de emergencia, levantamiento popular, enfrentamientos entre los más crudos de la historia revolucionaria, el éxodo por mar de más de treinta mil personas, la implementación (singular en el sector de la cultura) de un Permiso de Viaje, instrumento, en realidad, ya nada sutil ni oculto, de un intenso período migratorio, y ya rapidísimo, la invalidación o el provechoso reajuste de aquellas medidas primeras. Pero no sólo esto. Los noventa son, por ejemplo, el período en que el Ministerio de Cultura asume la conquista del origenismo, la República, la tradición: tiempo en bruto para un país a la deriva, sin el modelo de la sociedad soviética y sin cultivo de la historia propia. O los años en que La Gaceta de Cuba, es otro ejemplo, abre un espacio a la literatura del exilio: Si gente de la cultura abandonaría o ya estaba abandonando el país por medios estatales, ello no sería, por supuesto, para portar la insignia del escritor exiliado, y lo primero debió ser dar cabida al exiliado otro, al más rancio: estudiarlo, publicarlo, historiarlo, volverlo historia. ¿No fue por esos años que comenzó a usarse la expresión rara en los medios, o dispuesta sólo en un sentido peyorativo, de exilio histórico? Y habría que ver lo que ha evolucionado al breve paso de una década el cuerpo de análisis que acompaña esa inclusión. Más que en la inclusión misma (siempre en un juego de circunstancias y enunciados pertinentes), habría que ver la mudanza de términos como 'reflexión colectiva', 'tradición', 'identidad' o 'siglo XIX', en los de 'sincretismo migratorio', 'globalización', 'emigración económica', 'diáspora cubana', 'porvenir' y 'siglo XXI'. Y todo esto desplegado, sin embargo, sobre el hecho de un exilio que entreverado de insólitas facilidades burocráticas, sigue completamente en pie: Permiso de Salida, desplazamiento definitivo de las personas (la reinserción a la sociedad de algún exiliado o, si se quiere, de algún emigrado, es un hecho excepcional, siempre forzado por el individuo y siempre degradante para el individuo), un pasaporte cubano a validar cada dos años, y una visa o Permiso de Entrada. No se trata, entonces, de vivir dentro o fuera de la isla (y aquí sería posible añadir muchas cosas sobre las separaciones y sufrimientos de la familia cubana, historia que tampoco tiene ni una ni dos décadas), se trata de vivir en los dominios de un poder. Podríamos seguir con otros ejemplos que muy probablemente nos conducirían hasta el homenaje televisivo a Luis Pavón. (Y hasta el debate sobre la reaparición de éste y otros ex funcionario del sistema cultural) Pues, como he intentado señalar con los párrafos anteriores, la Revolución cubana es también una historia de degluciones. Deglute historia para poder seguir siendo la historia. Los años sesenta, los setenta, y la década pasada, son lugares comunes de una literatura presumidamente crítica que el sistema ha debido permitir y, además de ello, producir. Cierto que las actuales circunstancias de Cuba pueden haber motivado un particular estado de alarma; lo peor, sin embargo, es que esas reapariciones públicas encajan bien con las revisiones que tienen lugar desde finales de los ochenta (el camino hacia la exaltación de muchas críticas), y con empeños más recientes: el abrazo a la literatura del exilio que ya mencionaba, el repaso a los años de las UMAP, a la época de las Ediciones El Puente (recuérdese la polémica entre Guillermo Rodríguez Rivera y Antonio José Ponte), o a la historia toda, "la recreación en plan didáctico de viejos hechos y figuras (trascendidos, falseados, o pisoteados)", como advertía en un excelente artículo firmado en La Habana, días antes de que se desatara este debate, José Hugo Fernández. ("Rodamos ponchados", Encuentro en la Red, diciembre de 2006). Crítica y autocrítica, rectificación de errores, desviaciones, sanciones, disculpas, homenajes, reciclajes, son cosas bien conocidas en Cuba. Íntimamente conocidas. La nota está en que esas prácticas pueden volverse muy difíciles, y provocar reacciones, al parecer, imprevistas. Para un gobierno que ha quebrantado muchos de sus momentos límites, los momentos y recursos límites también se imponen. Ellos persisten, emergen, no importan los deseos que tengamos, ni los esfuerzos que hagamos por controlarlos. Pero en verdad, ¿qué son esos límites? Para mí, debo decirlo, ha resultado asombroso ver aparecer, y sobre todo ver conformarse como un tema de debate en los ámbitos de la UNEAC, un asunto que no puede ser otro que el de la culpa de los individuos en la sociedad cubana. Asunto que por lo general ha aparecido desde los márgenes, desde los movimientos opositores, o después de guerras y gobiernos. Podría decírseme que la protesta, la invitación al debate y los análisis que han surgido constituyen el cuerpo mismo de esos márgenes y de ese después. Lo cierto, sin embargo, es que esa invitación no hace más que bordear un hueco negro capaz de tragarse todas las fuerzas y los deseos. Incluso los del gobierno, tan interesado como el que más en conservar bien nítida cada vergüenza y cada miedo. ¿No estamos hablando de un sistema que en nombre de movimientos o estructuras colectivas como el pueblo, la Revolución, el Partido, el Estado, la sociedad, tiene la increíble capacidad de disculpar a cada individuo de tener que ser? Y, ¿no sabemos bien, y demasiado bien, a dónde conduce esa disculpa? A diferencia de otros temas, éste fue a dar demasiado rápido en la persona, de ahí que también, tan rápido como se pudo, se ha intentado regresar de la persona, y de los riesgos de la integridad moral en una sociedad como la cubana, a las feas memorias del llamado Quinquenio Gris, o a un análisis de la Política Cultural de la Revolución. El silencio, en definitiva y, como sabrá un gobierno tan dado a los silencios, no es tampoco ni mucho menos el lugar donde se apagan las culpas o los sentimientos de culpa. Acaso la ansiedad tan grande que despierta este asunto la descubran esos análisis donde los tiempos que prevalecen son el pasado o el futuro: donde el pasado sirve completamente al futuro. Si al menos por un momento consiguiéramos desplazarnos del oficial en carrera y burocratizadamente criminal, que fue lo que describió Hannah Arendt (a quién, por otra parte, le interesó siempre no convertir a ese oficial en un símbolo, un concepto, y que lidió hasta las páginas finales de su reporte con "aquellos que no descansarán hasta haber descubierto un Adolfo Eichmann en el interior de cada uno de nosotros"), si consiguiéramos desplazarnos, decía, de ese burócrata a una manifestación de su carácter, (descrito, también por H. Arendt), como "la pura y simple irreflexión"; como la circunstancia de un hombre, no precisamente estúpido, sino irreflexivo, alejado de los hechos y la realidad… Pues lo que falta en muchos de esos ambiciosos y hasta temerarios análisis es precisamente, y como ya se ha estado apuntado, la realidad, la actualidad. No deja de ser alucinante, ni de entristecer, ver tanta energía empleada en diseccionar algo que enseguida, casi con el mismo movimiento de la disección, queda restaurado. Después de tanto tiempo debíamos saber o intuir en serio que ningún esquema se justifica y basta por sí mismo, que hay allí un problema, y que si sus trazos son útiles es sólo porque pueden ser sobrescritos, rotos. No es el esquema, sino la crítica al esquema lo que deberíamos estar buscando. Lo que debíamos estar usando. Pero, más sencillo, cuando vemos esa invitación al debate, o esos análisis que, sin embargo, no pueden acabar de caer en el presente, ¿en qué pensamos? Creo que no sólo en un ideal revolucionario y justiciero, una ideología, un dogma, una filosofía de ejército o de partido, un determinismo totalitario, sino, además, en una laboriosa, obstinada, y tan sofisticada como elemental práctica de censura. No sólo en unas doctrinas que gotean censura, sino también, una gran cantidad de actualizadas prácticas de censura hermoseadas por la doctrina, en busca de la irreflexión y la doctrina. ¿Cómo entender si no ese llamado en Cuba a un debate que, tan rápido como pudo, comenzó a distinguir entre escritores de afuera y de adentro, escritores de izquierda o de derecha, o anexionistas? ¿Son esos los términos nuevos de un sistema que sin muchos de sus antiguos elementos de cohesión comienza a probar un lenguaje capaz de remontar toda la historia hasta salirse, incluso, de la historia? ¿Un lenguaje más universal y por ello mismo más libre y puntual en su violencia? Se ha hablado también de lo terrible de ese debate que margina al resto de la población porque sólo sale a la luz como cosa de artistas, de intelectuales. Pero si apenas ha servido para que el medio intelectual repare útilmente en su historia propia. Para que repare no sólo en pantalones, pelos largos, música prohibida, sino, por ejemplo, en los sueños o, por lo menos, los deseos reformistas que animaron sus largas e íntimas conversaciones de finales de los ochenta, de toda la primera mitad de los años noventa, y que desde el 2003 se pudren, con el cuerpo, los sueños y la vida de otro, en las cárceles del país. Y si todavía descubrimos cuánto nos preocupan aquellas personas que no pertenecen al campo de la cultura, habría que comenzar por el hecho de que la gente en Cuba, y a veces gente muy sencilla, gente del pueblo a la que costaría entender muchísimas de nuestras ideas, sea forzada o, más terrible, inducida, a convertirse en la fuerza y el rostro represivo de un gobierno. Sin dudas, se trata de un debate difícil de precisar en su utilidad. Al menos servirá claramente para preguntarse cuánto de esto mismo (un buen revoltijo de maldición eterna, intimidación, y mero chantaje que zarandea la cabeza) no fue el fondo de la transición imposible de los años noventa. Y cuánto más no hemos tenido y acumulado desde entonces. O para que recordemos que la culpa puede ser rápida como el rayo, pero el perdón entre las personas tarda, es complejo, y a menudo, aunque lo necesitemos y sea posible recibirlo, sólo está ahí, como escribió Jorge Luis Borges, para purificar a quien lo otorga. Mejor que jugar a esperar perdones, a imponer perdones, parar el resorte de las culpas. Encuentro en la red, 5 de febrero |
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