De
la casa del ser al callejón de las ratas: Diáspora(s)
y la “literatura menor”
Duanel Díaz,
La Habana
La presentación de la revista Diáspora(s).Documentos,
publicada en su primer número, puede considerarse como un manifiesto-programa
del grupo: un manifiesto contra las “Letras Cubanas”; un programa
de “literatura menor”. La filiación con Deleuze es reconocida allí
lúdicamente cuando se define a Diáspora(s) como “una
avanzadilla (sin)táctica de guerra”. Es decir: como una de esas
máquinas de guerra de las que se ocupan Deleuze y Guatari en Mil
mesetas. Una lectura atenta de este manifiesto-programa, junto con
otros textos producidos por Diáspora(s) - ensayos críticos,
prólogos, reseñas, poemas, etc - lleva a considerar el proyecto
Diáspora(s) - definido por sus autores como de “escritura alternativa”-
, como un proyecto de literatura menor en la línea de Deleuze/Guatari.
Pensar a Diáspora(s) como “literatura menor”, antes que como vanguardia
“clásica”, permite sopesar no solo la intencionalidad que lo origina
sino su alcance y su límite.
Contra toda una tradición que perpetúa el mito del Kafka
atormentado y edípico, en Kafka y la literatura menor, Deleuze
y Guatari proponen un Kafka que es, más que nada, político.
Literatura política: no en el sentido en que se diría, por
ejemplo, que el realismo socialista es literatura política, sino
en uno totalmente distinto. Por cuanto se define como representación
de determinados contenidos sociales, el realismo socialista está,
para Deleuze y Guatari, en el polo opuesto al de lo político.
Lo político, entendido como aquello que es transversal al poder,
como lo intempestivo nietzscheano. A partir de su lectura de Kafka,
Deleuze y Guatari hacen una propuesta que se resume en una frase: “devenir
menor”. Ser, ya no “absolutamente modernos” como quería Rimbaud,
sino menores.
Deleuze y Guatari definen la máquina de guerra como “una disposición
lineal construida sobre líneas de fuga”. Si el estado y su aparato
instauran el “espacio estriado”, la máquina de guerra intenta construir
un espacio “liso” mediante líneas de fuga. Así, las máquinas
se orientan contra imágenes totalizadoras y funcionan en
sus contextos como subversión de los paradigmas dominantes. Según
el texto de Sánchez Mejías que estamos leyendo como programa-manifiesto
la máquina de guerra llamada Diáspora(s) encuentra su blanco,
sobre todo, en “lo cubano”. Se trata de “aterrorizar” por medio del “concepto”
a las “Letras Cubanas”:
Un
poquito de terror literario - sobre todo en los medios de representación
- no le haría daño a la nación; a la nación
entendida como el lugar de las Letras; al Canon Nacional de las Letras,
siempre inflacionario - hasta el ridículo - en cualesquiera de sus
aspectos.
Este terror que Diáspora(s) propugna recoge, de alguna forma, el
terror estrepitoso de buena parte de la literatura moderna que Barthes
celebra como oposición al terror sordo de lo ideológico y
del “lenguaje encrático”. La filiación post-estructuralista
de la noción de literatura que Diáspora(s) defiende parece
evidente. El pensamiento post-estructuralista, del último Barthes
a Paul de Man y a Deleuze/Guatari tiende a celebrar el poder subversivo
del lenguaje literario, llegando a considerar la literatura como un modelo
de suyo antidisciplinario y subversivo de la ideología y como crítica
de la verdad antes que como expresión o representación de
las cosas. En Diáspora(s) esto está, por ejemplo, en la base
de la crítica al postorigenismo que según Pedro Marqués
“ha recluido las poéticas de una buena parte de los escritores del
ochenta en un arcadismo provinciano, con sus paisajes inmóviles
de una fauna fría donde la demorada contemplación reduce
las posibilidades subvertidoras del lenguaje”.(“Orígenes y los ochenta”,
en Documentos. Diáspora(s),1, 1887).
En particular, el devenir-menor deleuziano constituye una manera de funcionar
en determinado campo, activando líneas de fuga. Diáspora(s)
parece asumir la propuesta como una plataforma para “funcionar” en el contexto
cubano, para “posicionarse”. Desde sus primeras salidas al campo
literario bajo la forma de performances y de lecturas de poemas
Diáspora(s) marca su toma de posición contra la literatura
nacional qua nacional, es decir, contra entidades más o menos
instituidas que se fundamentan en lo nacional como valor.
En el discurso de Diáspora(s) “la poesía cubana”, el
“canon poético y nacional” o “la literatura cubana” son considerados
indigentes y mezquinos. La tradición cubana es “comatosa”, ñoña,
sentimental, infantil, romantipobre; el canon cubano es “inflacionario
hasta el ridículo”; los poetas cubanos son “marionetas del corazón”,
los poemas en Cuba se escriben y se leen de manera “mojigata y redentora”.
Carlos A. Aguilera:
La
Literatura Cubana no existe. Digo, eso que identificamos como espacio molar
y épico, como macro-relato, como Absoluto, no existe. La ontología
le ha cerrado todas las puertas. Le ha clausurado todos los huecos. Convirtiendo
ese espacio que (por facilidad) llamamos Literatura Cubana en un “pudridero”(
sin salida)...”(…) Si todo imaginario debe ser funcional, en la poesía
cubana (por ejemplo) hay muy pocos. Casi todo se reduce a la posibilidad
metafísica de la provincia o, a ver como las antiguas putas secan
al sol sus cabellos. Casi todo se reduce a los danzones o a decir: “la
República, la República”. Pero sin extraer todo esto del
espacio infantil y gnóstico de “la Arcadia como cumplimiento (real)
de la poesía”… (“El ojo pineal”, texto leído como presentación
a la lectura Escribir/Erosionar, de Pedro Marqués de Armas
en la sala La Fijeza, del Palacio del Segundo Cabo el 19 de enero
de 1996.)
Las imágenes de las que Diáspora(s) quiere “fugarse”
son, así, rechazadas en tanto ontológicas o metafísicas.
En el terreno específico de la poesía Diáspora(s)
toma posición, sobre todo, contra una poesía sentimental
y nostálgica, que perpetúa de alguna manera el lirismo romántico.
A esta poesía lírica, Diáspora(s) opone una
poesía conceptual y antilírica: un “pensar-escribiendo”.
Podemos encontrar, a grandes rasgos, en la escritura de Diáspora(s)
algunas de las características de la “literatura menor”, según
Deleuze y Guatari:
1.
“articulación de lo individual en lo inmediato político”
Rechazo de la concepción de la literatura como confesión
personal o como función eminentemente individual. Esta literatura
“deconstruye” el yo como uno de los más persistentes mitos modernos.
La poesía de Diáspora(s), esencialmente antilírica,
se aleja de lo sentimental y lo romántico, de la literatura
como confesión.
2.
“desterritorialización de la lengua”. “B-Ce”, un poema de Carlos
Aguilera incluido en Das Kapital, es, en más de un sentido,
un buen ejemplo de desterritorialización. Diáspora(s) mismo
se entiende como subversión de toda literatura que tome su valor
de un lazo con el territorio físico, que se asuma como expresión
o “traducción” de su supuesta esencia. Un gesto como el de
Carlos.Alberto Aguilera de firmar sus libros en Calcuta o en China, más
allá de la simple boutade, adquiere otro sentido cuando lo
consideramos como signo de desterritorialización e incluso, a la
luz del discurso de Diáspora(s), según veremos luego, contra
Orígenes como “territorialización”, o contra determinados
usos “territorializadores” de escritores contemporáneos. La
desterritorialización funciona, en general, contra una ontología
de lo cubano, de los orígenes. Para esto, Diáspora(s)
se conecta con ciertas líneas de la literatura contemporánea;
se conecta, por ejemplo, con Bernhardt (el asco por el propio país,
la burla contra la mediocridad de lo austríaco, el cinismo y el
humor negro), con Deleuze (la literatura como política, una idea
funcional de la literatura. No ya la escritura como expresión ni
como impresión, sino como máquina de guerra, como dispositivo
maquínico esquizo que permite combinar elementos ajenos y ponerlos
a funcionar en un determinado contexto), con escritores “subversivos” como
Beckett, Kleist, Piñera, Handke.
Deleuze y Guatari leen la “literatura menor” de Kafka como una especie
de “representación” de ese devenir-menor, como si la escritura del
checo fuera una gran alegoría de sí misma en tanto “devenir
menor”. Hay un texto de Sánchez Mejías que se deja
leer como una ilustración ejemplar de un devenir-menor. Se titula
Pavellones
(I):
La enferma se pasea como un pájaro devastado. Es pequeña,
voraz y su labio superior, en un esfuerzo esquizoconvexo y final, se ha
constituido en pico sucio. Por otra parte (muestra el médico con
paciencia): “esos ojitos de rata”. Tampoco el Director (de formación
brechtiana) deja de asombrarse: “Perturba la disciplina con sus simulacros.
De vez en cuando logra levantar vuelo. Claro que lo haría simplemente
de un pabellón a otro. Pero, como quiera, eso representa un problema
para la institución.(Derivas)
Reconocemos aquí un devenir-animal deleuziano. Entre los dos polos
- el del orden represivo (pabellón, la cárcel, la Institución)
y el de la evasión total (el vuelo efectivo de un pájaro)
se sitúa el espacio del simulacro. La enferma - ojitos de rata,
pico sucio - no puede más que simular el vuelo, ensayar una y otra
vez un devenir-pájaro que significa su liberación. Lo que
se muestra, entonces, no
es el situarse en un afuera, sino en el límite: la línea
de fuga, el momento de la pequeña subversión, donde la demente
se vuelve en un problema para el poder representado por el médico
y el director.
La enferma tiene “ojillos de rata”. La rata es una constante dentro del
imaginario de Diáspora(s). No es, como en Eliot, signo de la fealdad
del mundo moderno (“We are in rat’s alley”), sino que funciona como parte
de un prosaísmo en el que algunos de los escritores de Diáspora(s)
juegan a tocar el límite del sentido (por ejemplo, en “Tipologías”,
de Carlos Alberto Aguilera (incluido en Das Kapital) o, para
decirlo con Barthes, liberar el sentido de su secuestro por el signo ideológico.
“No en la casa del ser, sino en el callejón de las ratas” quiere
situarse Diáspora(s), según leemos en la presentación
de Sánchez Mejías. Es decir, la poesía no es ya la
“fundación del ser por medio de la palabra de la boca”, como sostenía
Heidegger, sino por el contrario un “trabajo” con los restos, con los desechos.
Lo cual, leído como expresión sotto voce de la polémica
con Orígenes sería: dejar atrás la nostalgia origenista
por la “casa”, por el origen, entendido metafísicamente como presencia
y retomar el sentido nietzscheano del afuera. No “zurcir el espacio que
nos separa de la caída”, como querían, de alguna manera,
los poetas origenistas, sino llevar la caída más allá,
hasta su límite, tachar el paradigma metafísico origen-caída.
Es así que aparecen constantemente en los textos de Diáspora(s),
como señala Victor Fowler en su ensayo “La tarea del poeta y su
lenguaje en la poesía cubana reciente” (Casa de las Américas,
215, abril-junio de 1999) la locura y el suicidio, estados de la frontera
- razón y sinrazón, muerte y vida -, que marcan una zona
fundamental de la experiencia moderna de la poesía (Kleist, Nietzsche,
Nerval, Celan), de la cual se reclaman los poetas de Diáspora(s).
Por demás, diríamos que el gesto que traza Diáspora(s)
es un gesto eminentemente antiestético. Deleuze/Guattari llaman
la atención sobre este alejamiento de lo estético como característica
del devenir-menor. Un alejamiento de lo estético que constituye
una dimensión fundamental del pensamiento post-estructuralista,
para el que, en general, la separación y la crítica de lo
estético constituye, en última instancia, como se aprecia
ejemplarmente en Paul de Man, la separación y la crítica
del poder y de la ideología, de los mitos de presencia y de origen.
Diáspora(s) pone en escena un prosaísmo peculiar: la rata,
el excremento, el esputo, el menstruo: los desechos, lo que se expulsa.
Se busca el momento del silencio - el silencio como límite de la
sobreabundancia de la palabra exaltada en algunos poemas de Saunders, el
silencio como (seudo)telos de la repetición y de la imbecilidad
de la marioneta o de la máquina en Aguilera.
Ahora bien, la guerra contra lo cubano como ontos deriva, a menudo, en
una “guerra” contra Orígenes, contra el cual, una y otra vez,
Diáspora(s) se define. La polémica aparece sotto voce
en el dictum: “ Escribir como se cazan gorriones. No
en la casa del Ser, sino en el Callejón de las Ratas.”
Es decir, al lado de una versión del imperativo deleuziano de literatura
menor - “escribir como un perro que escarba su madriguera, una rata que
hace su madriguera …” - una representación de Diáspora(s)
en el polo opuesto del énfasis origenista en la metafísica.
Si Orígenes ve la escritura como exploración del Ser, como
plenitud del Ser en última instancia, Diáspora(s) quiere
buscar un espacio que se opone a este como los márgenes al centro.
Voluntariamente exiliado de la Casa del Ser, objeto del deseo origenista
( ¿acaso la casa del Ser, el lugar de lo propio, no es otra que
la Nación?), Diáspora(s) se imagina en un siniestro “callejón
de las ratas”. En este espacio exterior, en el ‘afuera’, diseña
su relación con “los lugares comunes” del canon y de las letras
nacionales. De esta manera, imagina sus objetos como un ‘adentro’ y en
este movimiento negativo tiende a hipostasiarlos.
La polémica con Orígenes, presente en ensayos como
“Olvidar Orígenes”, de Sánchez Mejías y “Orígenes
y los ochenta”, de Pedro Marqués, (ambos incluidos en Diáspora(s).Documentos
1) es uno de los fundamentos de la antología Mapa imaginario.
En esta antología, y en especial en el prólogo que la explica,
encontramos la constitución de un sistema de valores a partir de
la separación del origenismo. La representación de la antología
como mapa es aquí la metáfora central por medio de
la cual Sánchez Mejías marca la diferencia de “la mayoría
de las antologías y resúmenes de la poesía cubana”,
en las que “alienta la facilidad que las hace comunes: colocar la porción
o el segmento previsto bajo la férrea necesidad de la cronología,
ya sea en la sucesión generacional, ya sea en la sucesión
de una historia emancipadora.”(énfasis nuestro) Contra estas visiones
idílicas, ya sea respecto del pasado o de la historia, que ejemplifica
con la antología El pasado del cielo. La nueva y novísima
poesía cubana, de Víctor Rodríguez Núñez
y con un fragmento de Cintio Vitier, Sánchez Mejías parte
de la asunción de la problematicidad fundamental de la relación
del poeta con estas fatalidades:
Es innegable que una escritura mantiene con el pasado determinada
relación. Pero las relaciones que un poeta suele mantener con el
pasado son relaciones inquietantes, fantasmales, laberínticas. En
resumen: singulares. Lo mismo ocurre con la historia, que se abre sorpresivamente
sobre el imaginario del poeta.
A pesar de la referencia a lo espacial como superación de lo sucesivo,
la “imaginación” de este mapa es fundamentalmente teleológica.
Sánchez Mejías divide la poesía cubana contemporánea
en tres secciones, tomando como criterio su distancia con respecto a Orígenes,
que es el “resorte detonador de múltiples escrituras contemporáneas”:
unas
veces bajo la implementación de la parodia y la ironía, que
postergan la teleología, la trascendencia y la redención(…)
Otras,
tratando de perseverar pacientemente en las reminicencias, amplificaciones
y derivaciones del legado, sin variar el gesto central: es el caso
de los poetas incluidos en la sección primera. (énfasis nuestro).
Si
en esta primera provincia del “mapa” nos topamos con una poesía
que es puro origenismo, en la segunda tenemos una poesía
“donde la primera persona tuvo en la articulación con cierto tipo
de metáfora, determinada pertinencia social, a veces cívica”.
Es decir, una poesía que, frente al “ethos que trata de anular
la separación entre yo y el otro” se basa en la problematización
de esta relación.
Significativamente, luego de citar algunos versos de distintos poetas,
Sánchez Mejías apunta que allí asoma el post-origenismo
(aquí, el post significa continuidad) para apurarse a señalar
que “aun así, esta poesía ya no pregunta por el ser
de la misma manera” y lo compara con un fragmento extraído de la
primera sección, “donde el yo desaparece en nombre de la
metáfora”.
Ahora bien, esta segunda sección, que supera a la primera en distancia
del origenismo, es a su vez superada por la tercera, conformada por una
poesía donde:
La pregunta por el ser puede borrarse, velarse o suspenderse, por
la pregunta que la escritura se hace a sí misma. Suponiendo que
solo hubiera ser a partir del lenguaje (el Lenguaje sería
la Casa del Ser), la pregunta por el ente alcanzaría su máxima
potencia al inquirir por la naturaleza de las palabras que se emplean en
la pregunta. Esto presupondría la ausencia de metafísica
o un loable afán por resistirse a la sombra de la metafísica,
de esa metafísica que uno espera esté en el Reino de las
Cosas y no en el reino de las palabras(…).
Esta tercera provincia corresponde, desde luego, a los poetas de Diáspora(s):
C.A.Aguilera, Ricardo A. Pérez, Rolando Sánchez Mejías
y Rogelio Saunders. Sánchez Mejías construye, como
hemos visto, una pauta donde el telos es la máxima distancia, el
movimiento fuera del origen. Y el origen es Orígenes. En
el otro polo de este Diáspora(s), de nuevo, se imagina. Ya
no se trata de “cuerpos que necesitaban participar de algún modo
en la Historia y/o en lo real: a través del cuerpo del héroe,
o del cuerpo conjetural o testimonial”, como en la segunda sección,
sino de una poesía que “deja de ser un movimiento del alma o de
la responsabilidad pública: quiere ser, sólo, un movimientodel
pensar”. Este “movimiento del pensar” es el que preside la escritura
conceptual de Diáspora(s): las Escrituras y Derivas
de Sánchez Mejías, los poemas experimentales de Carlos Alberto
Aguilera, los textos de Nietzsche dibuja a Cósima Wagner,
de Ricardo Alberto Pérez, los de Pedro Marqués (Altos
manicomios) y de Rogelio Saunders (Vater Pound).
Así, Diáspora(s) se constituye como grupo literario a partir
de su toma de posición contra el origenismo, que se asocia
con su toma de posición contra la tradición cubana en general
y con la tradición
poética conversacionalista en particular. Sánchez Mejías,
en este prólogo, ve en Orígenes el epítome del deseo
de “la mayoría de los poetas cubanos” de “ser leídos como
Historia.” Y aquí podemos entender: su voluntad de ser “mayores”,
en el sentido de Deleuze. “Es decir, agrega, han anhelado, abierta o subliminalmente,
inscribir su escritura en la Historia. Y lo más curioso: han querido
que se les lea como Historia, pero desde la Poesía.”
Los ejemplos que pone Sánchez Mejías son elocuentes: Lezama,
desde luego, que “quiso contar otra Historia, donde la imagen, finalmente,
instauraría el Reino de la Imagen. La Poesía como Historia
del Ser”; el poema “Pequeña historia de Cuba”, de Eliseo Diego,
variación del mito de la Isla poética, siempre con mayúscula.
“La Historia, así, se vuelve sublime.”, comenta Sánchez
Mejías.
La sublimación de la historia en la poesía, según
Sánchez Mejías, es una visión celebratoria que cierra
la puerta a la crítica, cuya condición de posibilidad es
la distancia: “Por lo general, en poesía, lo sublime
se las arregla para cubrir de golpe todas las distancias.” De nuevo,
Diáspora(s) marca su diferencia de las visiones idílicas,
que restaurarían de manera fraudulenta la unidad original.
De lo que se trata es, acaso, como ha señalado Rafeal Rojas a propósito
de la obra narrativa de José Manuel Prieto, de intentar una literatura
liberada de lo que Homi K. Bhabha ha llamado “narrative of the nation”,
una literatura concebida fundamentalmente como representación o
fundación de la nación. Quizás podamos hablar, entonces,
de la tachadura de la nación (en tanto ontos, en tanto significante
fundamental) como una de las dimensiones fundamentales del proyecto de
escritura de Diáspora(s). La crítica del origenismo y del
post-origenismo es desde luego uno de los capítulos de esta tachadura.
Otro es la voluntad de separarse de la tradición nacional asumiendo
nociones post-estructuralistas y escrituras modernistas, post-mallarméanas;
produciendo textos excéntricos, que funcionen como “líneas
de fuga”; la elección, en fin, de una escritura autorreferencial,
lúcida y lúdicra, que busca poner en escena las relaciones
con el pensamiento.
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