Ronda
nocturna: itinerarios del discurso homofóbico cubano
(A propósito de
"La pederastia en Cuba," de Luis Montané)
Pedro Marqués de
Armas
I
Interrogado Vasco Porcallo de Figueroa a causas de sus desmanes por dos
funcionarios de la Audiencia
de la Española, contó que había quemado vivos a quince
de sus indios y que incluso a algunos les había cortado el pene
y los testículos, haciéndoselos comer, para así poner
freno a sus inclinaciones suicidas (1).
Igual hubiese respondido para frenar sus inclinaciones homosexuales; es
el mismo subtexto y de hecho este tipo de castigos también se empleó
contra quien practicaban el “abominable y nefasto pecado de la sodomía”.
Ambos crímenes se disputaban entonces la condición
de “más aborrecidos por Dios” y a sus infractores se les aplicaba
la pena de muerte.
El caso de Porcallo de Figueroa ilustra no sólo el rigor de las
leyes, sino también su fragilidad y el recurso a la violencia como
práctica a menudo extrajudicial, pero legitimada por una cultura
homofóbica que, calcada por la Ley desde comienzos de la cristiandad,
asistía entonces a un momento de auge.
En el juicio a que es sometido, Porcallo se comporta como “verdadero oídor”,
alguién que sin estar investido del cargo pertinente supo no obstante
“interpretar” las directivas de sus superiores; y prueba de ello es que
convenció, con suma facilidad, a sus propios jueces, funcionarios
sí investidos quienes apenas le hacen pagar una multa. Pasaba así
de acusado a acusador, ejerciendo su defensa a partir de otro principio
de autoridad: la fuerza que le liga a la tierra, a la posesión de
siervos y a la defensa del territorio conquistado.
Su conducta responde pues, plenamente, a la política sexual del
proceso de colonización. Porcallo es dador de vida que, al fomentar
familia mestiza de más de cincuenta vástagos, cumple el precepto
cristiano creced y multiplicaos; y, a la vez, dador de muerte que se apropia
de la mujer del prójimo al tiempo que capa y extermina a sus congéneres
masculinos. No importa que éstos no le fuesen entregados en calidad
de esclavos, en sentido estricto; muertos en prórroga, cadáveres
de antemano, dispone sobre ellos del usus, del fructus y del abusus, por
lo que posesión sexual y “derecho de muerte” devienen no sólo
posibles sino perfectamente equiparables.
II
Otro momento de la homofobia en Cuba data de comienzos del siglo XVII cuando
“unos dieciocho amujerados” fueron llevados a la hoguera. Según
Ortiz es el único auto de fe “de que tenemos noticias” y tuvo lugar
en la Plaza de Armas; pero poco se sabe de las víctimas, salvo que
eran marineros y que fueron “sacados de las flotas y armadas, que cuando
las estadías se depositaban en un islote de la bahía, llamado
Cayo
Puto o Isla de las Mujeres…” (2).
Aunque Ortiz adjudica esta página a los Tribunales de la Inquisición,
aprobados desde 1571, es probable que la misma haya ocurrido a expensas
de otras instancias del poder. A diferencia de lo que
ocurría en la América portuguesa, en los territorios hispánicos
el Santo Oficio no tenía autorización para perseguir el pecado
de sodomía, ocupándose la justicia real y el obispo de la
represión de este delito (3). Por demás, no fueron pocos
los procesos contra sodomitas en diferentes sitios del Nuevo Mundo, algunos
de los cuales terminan en la hoguera (4); acusaciones por el mismo delito,
con arreglo a diversas ganancias y estimuladas por las autoridades, al
parecer no fueron infrecuentes en Cuba, incluso antes del suceso en cuestión
(5).
Se ha mencionado una carta al Rey donde se alude al hecho; pero así
como el autor de Una pelea cubana contra los demonios no menciona
fuentes, tampoco la misiva aparece citada. No obstante, el destinatario
y su contenido dando fe de la ejecución y solicitando instrucciones
al respecto, permitirían inferir -si bien no corroborar- que el
juicio se había efectuado con arreglo a la justicia real (6).
Lo cierto es que el auto de fe no figura entre los procesos transferidos
desde La Habana, ya bien al Tribunal de México (previos a 1610),
ya bien al de Cartagena de Indias (a partir de 1621); y todo ello es tanto
más curioso dada su magnitud (7). Aunque apenas historiados, se
sabe que los juicios comenzaban en Cuba (audiencias iniciales) y concluían,
salvo excepciones (y no parece ser el caso), en aquellas instancias superiores
(8).
Pero más importante es la relación que pudiera existir entre
este evento y el islote mencionado por Ortiz, adonde se dice que eran destinados
prostitutas y homosexuales. Aunque Ortiz sólo se refiere a Cayo
Puto o Isla de las Mujeres en cuanto a las “estadías”,
es decir de acuerdo con esta práctica marinera, el nombre del lugar
-ya de por sí indicador de exclusión genérica- parece
remitir a algún evento concreto; quizás no propiamente a
este auto (aunque no puede descartarse), pero en cualquier caso sí
a episodios posteriores que, lo mismo que aquél, debieron calar
en profundidad el imaginario colectivo al punto de legar un nombre.
Ateniéndonos a las pautas del poder sería lógico situar
el islote-reclusorio en un periplo que iría del teatro de endemoniados
(en declive hacia 1680) a cierta edad cubana de la sin razón que
-si bien se adentra en el siglo XIX (9)-, debió sin dudas asomar
al final de los juicios, ocupando luego el largo periodo anterior al surgimiento
de las cárceles. No pocas “ordenanzas” y “requisitos” dejan percibir
-si se prefiere, sospechar- la existencia de demandas de internamiento.
Amplio y apenas diferenciado cupo donde caben antiguas brujas convertidas
en fanáticas, locas y “mal entretenidas” y sobre todo prostitutas,
cuyo oficio -mejor documentado- sí estaba bastante extendido. Los
homosexuales -en España putos desde la Edad Media- completarían
la nómina junto a negros libres e “incorregibles de toda laya”.
A falta de documentos, estas aproximaciones podrían verse confirmadas
en el hecho de que la Casa de Recogidas (para mujeres incorregibles),
y la Cárcel (para hombres), solicitadas en 1746, no se concretaron
sino hasta 1776; mientras que los hospitales de Paula y San Juan de Dios,
así como la Convalencencia de Belén, sólo devienen
espacios de internamiento cuando el número de pobres rebasa los
requerimientos de policía, lo que ocurre en esta misma época
(10). Habría que apuntar por último -por si no fuese suficiente-
que este pequeño - en definitiva epítome del Gran Encierro
- aún existe a comienzos del XIX conservando no sólo el nombre
- todavía acechante - sino también su función… Aunque
ahora las víctimas no eran “maricas” y “mujeres escandalosas” sino
individuos acusados de diversos crímenes políticos (11).
III
“Aquelarre, excursión nocturna de brujas”, con estos términos
- propios de cuanto hemos dejado atrás - Lezama describe La Habana
de fines del XVIII (12); y es sobre esta ciudad tan populosa como Boston
y Nueva York -- y sin embargo aún amurallada por tierra y mar justo
cuando comienza a abrirse al mercado -- que recae el discurso de la Ilustración
(13). Orden/Caos, Agro/Vagancia, etc., más que emblemas fueron prácticas
concretas que lo mismo se hicieron sentir desde el Papel Periódico
que desde los bandos de gobierno en su intento por controlar a aquellos
que - del pobre al vago, del soldado desertor al negro fugitivo, del jugador
de cartas al petrimetre y de la prostituta al mulato insolente - no encajaban
en el orden supuesto.
Si el Papel Periódico traza una normativa moral, el nuevo
Bando
de Gobierno y demás instrucciones de policía darán
paso a la violencia de Estado (14); entre ambos -ideólogos y aparato
de
Poder ligados por intereses económicos, familiares, etc.,- existió
pues una inextricable relación. El historiador Valdés, de
procedencia humilde y mestizo, es de los pocos que critican el período
de Las Casas, momento fundacional de la Nación; escribe al respecto:
“se cometerioron determinadas arbitrariedades nacidas de un escandoloso
despotismo”. Su crítica es severa si se tiene en cuenta el silencio
en torno a estos hechos; y si bien defiende la cruzada contra “el caos
imperante” deja claro “los abusos cometidos por algunos encargados de la
ejecución” que hicieron caso omiso de las leyes y de la civilidad"
(15).
En una serie de artículos atribuídos a José Agustín
Caballero, pero que no difieren de los producidos por el común de
los letrados, se arremete contra cualquier forma de “desvío” que
pudiese poner en peligro la Patria y el lugar de los cuerpos: una nueva
conducta ciudadana (el petimetre); un nuevo patrón de crianza (educación
de los hijos); una nueva moda y su asimilación desestabilizadora
(confusión de los trajes) y, por último, la eterna emergencia
de la homosexualidad (el hombre/mujer) (16). A juzgar por Caballero, ésta
última se hallaba bastante extendida al punto de contaminar “a una
porción considerable de hombres”, pudiendo socavar las reservas
defensivas de la ciudad. Para Caballero el homosexual representa al transgresor
absoluto, toda vez que rompe la regla de oro de la naturaleza según
la cual se disponen moral y política. Así, les describe como
“Digtongos o equivocación de la naturaleza, común de dos
en el gesto, ambiguos en las facciones”. O bien le califica de “monstruo
que espanta”, noción ésta - la del fondo monstruoso de todo
criminal - de donde derivaría, como resultado de una articulación
cada vez más eficaz entre medicina y leyes, el concepto propiamente
moderno del anormal (17).
Entre tanto aumenta el internamiento de pobres (18); surgen los llamados
“oficios” y “talleres” (19); y se emprende sin éxito la reforma
de la Cárcel. Pocos años más tarde el Obispo Espada
- de quien puede decirse que fracasa en este triple empeño- no podrá
impedir -tras un decreto de Someruelos - que los enfermos mentales sean
remitidos a la “mansión de todos los pecados” donde les estaba asegurada
la “muerte espiritual” (20). En un Reglamento interior de 1821 se dice
que los reclusos ejercían “excesos impúdicos” sobre los locos
y que ello había motivado “expedientes” desde épocas previas.
Situaciones de este tipo se reprimían a garrotazos (21).
Por otra parte, el aquelarre y la excursión nocturna de brujas en
modo alguno ceden pese al toque de
queda que practicamente se decreta (22); un reflejo de ello puede percibirse
en "La Ronda", el poema de Zequeira donde abundan máscaras que suman,
a su carácter erótico, matices raciales y sobre todo estamentales.
Y es que - como deja ver el autor, también él en su devenir
máscara - el poder mismo se ejerce como voluntad de travestimiento.
Se sabe que este recorrido era efectuado por una “patrulla de regidores
disfrazados”; no en balde es un grotesco matasiete quien le sale al paso
y dispone enviarlo al “gabinete de historia natural.” (23)
Cuando en 1822 se abre un proceso contra Enriqueta Faber por hacerse pasar
por hombre y casarse con una persona del mismo sexo, ya el saber médico
es considerado de primer orden; los que la examinan y confiman que no tiene
pene y que además se ha valido de un aditamento, cumplen sin embargo
una función menos obvia: devienen peritos que trazan con rigor una
norma -no una ley- ya teñida de cientificidad a partir de la cual
se letigima el derecho, al tiempo que se hace circular - sobre el conjunto
ciudadano - una política de género (24).
Se trata de la “perversa maquinación ” de un “monstruo artificial”;
y ya estas palabras que jueces y médicos ponen en boca de la Faber
y de su amante “inocente y engañada”, anuncian de por sí
el concepto de instinto, esto es: el recurso del saber bajo el cual surge
la psiquiatría o por lo menos se la convierte en rama de la higiene
social, dando paso así al degeneracionismo y con éste a los
primeros informes “científicos” sobre la inversión del sentido
genésico (25).
Estas políticas de género cobran importancia en toda una
literatura para el bello sexo y en los primeros manuales de higiene pública
y privada; aunque en general desde todos los flancos. En el que puede llamarse
el período romántico de la medicina cubana, se asiste a un
creciente proceso de diferenciación, asignándosele a cada
sexo roles y pautas precisas. A estas alturas el relato de la histérica
se define, así como el del hombre inclinado al nerviosismo y a otros
disturbios atribuidos a aquéllas. Sin embargo, tras las bambalinas
de este momento galante - y mientras desde el Liceo Artístico y
Literiario de La Habana se lanza el anatema (26) - apenas se oculta el
hecho común y corriente del homoerotismo, así en las plantaciones
como en los márgenes de la ciudad. La cárcel continuó
siendo el destino, y también el reformatorio de menores. Entre 1854
y 1867 veintisiete personas fueron procesadas por el delito en cuestión;
pero no cuenta aquí la cifra mucho mayor de quienes eran acusados
de crímenes contra la honestidad, sin que fuese especificada la
causa (27).
Aunque los médicos cubanos sólo comienzan a dabatir el asunto
después de 1890, desde mucho antes circulaban libros capitales en
este sentido, como los de Tardieu, Baillarger - maestro éste de
José Joaquín Muñoz, quien lo traduce y edita - y Charcot
(28). Precísamente Tardieu - expresión cimera del vínculo
entre medicina y Ley en su etapa positivista - será la principal
referencia de Luis Montané y Dardé, autor del primer artículo
sobre pederastia publicado en Cuba.
IV
Montané se había graduado en París ante un tribunal
presidido por Broca y era miembro de la Societé d´Antropologie
donde se cocinan las principales teorías acerca de la inferioridad
racial. Amigo de Hamy, Verneau y Topinard, se le tenía en cuenta;
luego de completar su obra en Cuba - más antropológica que
médica y que incluyó la creación, en gran medida calcada,
de una entidad homóloga -, regresa a Francia anciano donde se le
nombra presidente de la Societé. Parte de esta obra había
sido escrita cuanto presenta al Primer Congreso Médico Regional
- efectuado en la Academia de Ciencias de La Habana y que tuvo por cronista
a Julián del Casal (29) - su estudio sobre la pederastia; en estos
años publica varios trabajos sobre problemas legales ligados a la
sexualidad femenina (30).
El texto de Montané destila un tono altamente homofóbico
y discriminatorio y parte del siguiente principio: aplicar las tesis de
Tardieu - y de otros autores - al medio cubano de acuerdo con sus caracteres
climáticos y raciales. Este campo de aplicación - sobre terreno
virgen (al menos empíricamente) - le permite contrastar sus hallazgos
y apoderarse así de una supuesta diferencia; esto es, legitimar
su discurso al amparo de aquéllos y a la vez construir su propia
autoridad; pero basta observar sus precarias y del todo ridículas
conclusiones para percibir que la verdad que se intenta sostener no es
de orden clínico sino público.
Está en juego pues el peligro como signo que habría que detectar
más allá de evidencias obvias; y, por supuesto, éstas
no la aportan tanto los sujetos examinados cuanto, del otro lado del presidio,
sus congéneres de raza y de orientación sexual. En cualquier
caso se trata de un signo difuso, como lo fue y seguirá siendo el
peligro negro, y como lo había sido y será -de éste
u otro color- el peligro homosexual. Y esta semiología pública
- e insisto, diferidamente clínica - fundamenta de por sí
el derecho a la intervención (31). Montané rinde un informe
de policía; aporta a ésta un instrumento científico
de justificación (32).
En otras palabras, el cuerpo del delito ha cambiado su economía
de evidencias. Al igual que los médicos de la Faber quienes la desnudan
para comprobar que no tiene pene, Montané desnuda a sus pederastas
para descubrir, por encima de todo, que “la pederastia existe en La Habana”.
Sin embargo esta certeza - que de cierto tiene sólo su desfachatez
en el doble sentido etimológico de este término - entonces
daba salida a recursos como el retrato hablado y la fotografía que
venían a apoyarla y que eran concluyentes por sí mismos.
Paradójicamente - y pese a ser este su objetivo: remitir a conclusiones
elementales, suerte de punto final - estos nuevos dispositivos no lograrían
apagar la voz del subalterno. Así el relato de Montané habla
por sí sólo y abre un punto aparte que lo convierte en prótesis
(si prefiere aditamento como el que colgaba entre las piernas de la Faber),
capaz de mostrar más allá del cuerpo del delito otras evidencias:
el deseo de los cuerpos.
He aquí lo que asoma en esta “tradución exacta” -tal como
la nombra Montané - de uno de los reclusos: “Mi aprendizaje en esta
materia se continuó en los distintos establecimientos donde me colocaba
mi tío. En ellos, no tardaba en experimentar las caricias íntimas,
ya del principal o más a menudo de los dependientes; porque en casi
todos los establecimientos donde viven muchos empleados, hay matrimonios
(…) Abandoné las tiendas para entrar en diferentes fábricas
de tábaco. Pero en ellas era tratado sin piedad desde que dejaba
adivinar mi vicio (…) Al fin salí y ante el desprecio que me hacían
en todas partes, porque era muy comprometedor me decidí a poner
cuarto. Desde entonces he podido recibir con completa satisfacción
a mis amigos y protectores, que son en su mayor parte militares o agentes
de comercio, haciendo todos o casi todos en mi casa el papel pasivo aunque
también yo me presto a la misma fantasía, según el
deseo de los aficionados. ¿Por qué me han arrancado violentamente
de aquella existencia tranquila para encerrarme en esta prisión?
Yo estaba tranquilamente en mi cuerto con algunos compañeros cuando
llegó la policía y nos prendió brutalmente. ¿Por
qué únicamente nos han cojido a nosotros? !Hay tantos individuos
que hacen lo que nosotros y que se pasean libremente por las calles!, y
permítame usted una pregunta: ¿qué han ganado al encerrarnos?
Fuera nuestro vicio es facultativo; aquí es obligatorio, y raro
es el día en que no tenemos que pasar por las horcas claudinas de
algún presidiario.!”
El lector tiene ante sí el texto completo, el cual sin duda rinde
diversas observaciones (33); su autor, que debe incluso justificar ante
un auditorio de médicos y juristas el hecho de tratar materia tan
vergonzosa, queda sin embargo fijado a ella; así, cuanto interpone
para asegurar objetividad - y, por extensión, limpieza de propósitos
- termina en cambio rebasado por una sórdida o si se prefiere cómica
mezcla de pudibudez y morbo, la más explosiva de todas.
Digamos por último que las ficciones normativas del nacionalismo
cubano - que definen ya un Estado emergente - sólo podían
resolverse a partir de la exclusión; este principio las precede
y continúa. Y que justo entonces el proyecto de Nación asimilaba
sus dipositivos más efectivos, si bien sólo articulables
de manera firme luego 1902 y tras 1959. Interjuego de tradición
y cambios en la lógica del poder, de modelos identitarios y valores
ciertamente culturales, se revelan lejos aún del derecho legítimo
a la diferencia y relegados a márgenes casi tan oscuros como los
de la noche de Zequeira.
NOTAS
(1) Santovenia, Emeterio:
Historia
de Cuba, La Habana, 1939; tomo 1, pp. 219-20.
(2) Ortiz, Fernando: Historia
de una pelea cubana contra los demonios, editorial Ciencias Sociales,
La Habana, 1975; pp. 373-375
(3) Mott, Luiz y Cerqueira,
Marcelo. Causa Mortis: Homofobia. Salvador, Editora Grupo Gay da
Bahia, 2001, p. 63.
(4) Ver Mott; ob.cit, p.
65 (El autor relata ampliamente esta cuestión; por ejemplo: “México
lideró la persecución a sodomitas en América Latina
durante el período colonial: en 1658 fueron denunciados 123 sodomitas
en la ciudad de México y sus alrededores, 19 de ellos fueron presos
y 14 quemados en la hoguera. Uno de ellos logró eludir la hoguera
por ser menor de 15 años, recibiendo pese a todo 200 azotes y 6
años de trabajos forzados como castigo. En 1673, hubo otro progrom:
siete mulatos, negros y mestizos fueron quemados en Mixoac”).
(5) Riverend, Julio: La
Habana. Biografía de una provincia, 1960, p 41 (En 1597 el esclavo
Juan Sánchez solicita su manumisión por haber descubierto
y dado noticia de los que cometieron el pecado nefando). Varias referencias
en este mismo sentido, ver: Escoto, José Augusto: Los indios
macuriges en Hayti y Cuba, Matanzas, 1924, p.17
(6) Sierra, Abel; La Nacion
Sexuada, La Habana, 2000 (El autor expresa: “…se dice que un capitán
General, escribiendo al rey le decía que había mandado quemar
a unos veinte amujerados y pedía a su Majestad que le diera autorización
sobre qué hacer con los demás del mismo género”; y
agrega más adelante: “También se dice que en aquella época
existía un islote de la bahía de La Habana, llamado Cayo
Puto o Isla de las Mujeres, hoy Cayo Cruz, adonde se mandaban a las prostitutas
y a los homosexuales”.
(7) Puede consultarse: Medina,
, Medina, José Toribio: Historia del Tribunal del Santo Oficio
de la Inquisición de Cartagena de Indias, Santiago de Chile,
1899; Trelles, C. M: “La brujería en Cuba en el siglo XVII”, Cuba
y América, 1909; volumen XXX, No 4, pp. 92-93; Leví Marrero:
Cuba:
Economía y Sociedad, Tomo II, Editorial Payor, Madrid, 1980;
p. 154 y Chappi, Tania: Demonios en La Habana. Episodios de la
Inquisición en Cuba, La Habana, 2001, p. 196.
(8) Por lo general se mencionan
tres razones por las cuales estos procesos no concluían siempre
en México o Cartagena de Indias: la menor importancia del delito,
las posibilidades de navegación (escasas después de 1621
tras la muerte de Felipe III y el fin de la tregua con Holanda), o porque
no se le consideraba conveniente. Este último factor pudo a la vez
estar relacionado con otros, pero sobre todo con los judaizantes, de cuyo
comercio de contrabando se sostuvo la ciudad justamente en los años
que siguieron a esta guerra. Por otra parte, los únicos procesos
contra marranos (concluídos todos en México) datan de 1581
y 1596. Según Ortiz: “No había que entorpecer el pingüe
negocio e ilícito comercio con los herejes, que practicamente era
el más provechoso y a veces el único, pues las naves de España
se pasaban años sin llegar a Cuba y cuando venían no importaban
los productos industriales que aquí se apetecían” (ob,cit,
p. 373) Esto le lleva a calificar la inquisición en Cuba de “relativamente
moderada”. Sin embargo - y pese a que resta valor al crimen de los “amujerados”
-, no hay que olvidar el sesgo político y el carácter a menudo
expiatorio que tuvieron estos procesos dentro de la lógica de relaciones
entre el poder central y sus colonias, por un lado, y entre en éste
y el Santo Oficio, por otro; y, sobre todo, entre Capitanes Generales,
Santo Oficio, clero secular y poderes municipales. Además, la época
que Ortiz señala (principios del XVII) no sólo coincide con
un momento de crisis -y dependencia del comercio ilegal-, sino que, justo
entonces, la villa de La Habana debía por primera vez articular
su propio ordenamiento. Comenzaba a recoger los frutos de su condición
de puerto-escala; tenía el mayor índice de crecimiento entre
las posesiones hispánicas; su población flotante (apenas
controlada) crecía a ritmo aún más acelerado; y su
Sociedad Criolla, ya con incipientes centros religiosos y administrativos
a zaga de los militares, debía enfrentar amenazas tanto externas
como interiores. La criminalización de negros libres y homosexuales
- como salida al fenómeno más acuciante pero inconveniente,
del comercio de contrabando - no debe por tanto descartarse.
(9) Este periplo coincide
con la aparición de un nuevo personaje, el médico, llamado
a deslizar sobre lo demoníaco su regla, la naturaleza. La dinámica
de los procesos por brujería cambia en el momento en que la medicina
se abre camino entre los Parlamentos y el Santo Oficio y el internamiento
se convierte en la única solución. Ahora bajo el recurso
de la “insesatez” y el propósito de “corregirlos” moralmente, antiguos
“poseídos” vienen a dar tras los muros, o en islas como Cayo Puto,
verdadero epítome del Gran Encierro. (A pocos años de los
útimos juicios el médico Francisco Tenaza, entonces al frente
del Protomedicato, regía también como consultor del Santo
Oficio; por tanto, es posible que desde los tiempos de Lázaro Flores
y de Diego Vázquez de Hinostrosa - y con independencia de la función
bastante próxima que en este sentido les correspondió: Censura
de Libros- el saber médico fuese convocado en auxilio de la demonología).
Por otra parte, la lógica del internamiento en Cuba se extiende
hasta bien entrado el siglo XIX; los proyectos ilustrados no logran siempre
lo que se proponen: una clara diferenciación, aislar las “especies”
del mendigo, el pobre, el vago, el loco, etc. Estos últimos conviven
con los presos hasta 1828, con quienes volverán a compartir espacio
hacia 1860 en Mazorra, “manicomio” en principio concebido también
para negros emancipados. Caben otros ejemplos: las locas permanecen junto
a las “incorregibles” hasta la década de 1830; en algún momento
con los leprosos; y terminan por ser internadas en la Casa de Beneficencia
junto a las pobres, si bien en mejores condiciones luego de cierta intervención
de la Condensa de Merlín, pero muy lejos todavía del estatus
de “enfermas mentales”.
(10) Le Roy y Cassá,
Jorge: Historia del Hospital de San Francisco de Paula, La Habana,
1958, pp. 219 y 220; Valdés, Antonio José: Historia de
la Isla de Cuba y en especial de La Habana, Editorial Ciencias Sociales,
La Habana, 1987; pp. 97-99; Leví Marrero: Cuba: Economía
y Sociedad, Tomo VIII, Editorial Playor, Madrid, 1980 p. 181 (Se habla
de una primera cárcel ubicada en la calle Obispo próxima
a la Casa de Gobierno y que fue destruida por un incendio en 1622. No he
encontrado referencias a ninguna otra hasta la terminada en 1771. Tacón
hace contruir luego la Carcel Nueva. Se dice que el cólera golpeó
a la segunda de éstas lo que fue causa de ocasionales traslados
a la Cabaña; Leví Marrero cita varios requerimientos de policía
durante el gobierno de Caxigal de la Vega (1747-1760) y previos).
(11) Ver Sierra, ob.cit,
p. (“Muchas son las fuentes que aluden a la existencia de este pequeño
islote en las afueras de la Bahía de la Habana adonde eran enviados
las prostitutas y homosexuales. Es muy posible que después que se
construyera la Real Cárcel de La Habana y la Casa de Recogidas
haya sido abandonado este lugar. En la década del treinta del siglo
XIX existió un periódico titulado El Esquife Arranchador
(…) en todos sus números que dice “con destino a Cayo Puto” simulando
los tiempos en que aquel islote cumplía esa “importante función
social”; pero esta vez los enviados a Cayo Puto serían los corruptos
políticos del poder colonial”). También en el Diario de
La Habana se le cita con frecuencia. Cayo Puto fue conocido luego como
Cayo Cruz: claro referente expiatorio relacionado con su oscuro pasado;
y, fiel a su tradición de escombrera humana, se convierte más
tarde en el basurero de La Habana. Como decir “Mazorra,” “Cayo Cruz” impregna
el imaginario escatológico de los habaneros.
(12) Descripción de
José Lezama Lima a propósito de la noche y el entorno portuario
en el poema "La Ronda", de Zequeira. Lezama cuyo imaginario demonológico
es bien conocido - fue una manera suya de “leer” la ciudad a tono con su
concepción pre-moderna (y a la vez modernamente barroca) de la imago
poética- traslada esta atmósfera a varios textos suyos; ver
“Encuentro con el falso” (de Aventuras Sigilosas) en cuyo escenario -también
“calles portuarias”- la brujería y la posesión contra natura
campean por su suerte. Por otra parte, el ideario de Lezama en torno al
siglo XVIII cubano es sumamente contradictorio; sublima el período
de Las Casas y cada uno de sus gestos fundacionales, y a la vez desplaza
hacia el coto cerrado de la poesía el horror de "La Ronda", propio
de este momento. Obviamente Lezama es también un criollo cautivo,
en la misma línea del discurso fundacional. (Ver entre otros “Juan
Clemente Zenea” y “Don Ventura Pascual Ferrer y El Regañón”,
ambos en La Cantidad Hechizada, Contemporáneos, 1970, pp.
259-328 y 189-212 respectivamente.)
(13) Sorhegui, Arturo y Cartaya,
Aliadna: “Las tres primeras Habana: Su expansión en el siglo XVIII
y sus implicaciones para una caracterización-tipificación
de la ciudad”; en Rabida, Hueva, España, 2001; no. 20, pp. 23 y
24 (remite también a la nota 8).
(14) Tran ponto asume el
poder Las Casas hace levantar un censo tras el cual se trazan las estrategias
de control dispuestas en: Bando de Gobierno de La Habana, 1792 e
Instrucción para las justicias ordinarias de esta ciudad e isla
en la recolección de hombres vagos o mal entretenidos y sus destinos
por vías de corrección y enmienda, 1794, entre otros. Ambos
textos permiten percibir de paso, tras el tejido de leyes y resoluciones,
una Habana sórdida que con toda seguridad supera a la del Amante
del Periódico en sus artículos “de costumbre”; y lo que es
más, remiten al fracaso del proyecto ilustrado al topar éste
con la imposibilidad de “ordenar” lo que es ya, de hecho, una cultura multiétnica
que escapa por la tangente del deseo: el baile, el juego, el enmascaramiento,
etc; una cultura obligada a trasgredir fronteras.
(15) Valdés, José
Antonio: Historia de la Isla y en especial de La Habana, editorial
Ciencias Sociales, La Habana, 1987; p. 105 (Dice de Don Luis de Las Casas:
“el bien que se le debe excede a los males a que dio lugar”; este criterio
es diferente al del resto de los historiadores, incluso al de buena parte
de los contemporáneos. Atribuir los desmanes a una clase de funcionarios
ha sido lectura común de los que leen la historia con el monóculo
privado de los gobernantes).
(16) Ver “Carta sobre la
Nobleza mal entendida”; “Carta sobre la educación de los hijos”;
“Carta sobre la confusión de los trajes”; y “Carta crítica
del hombre muger”: La Literatura en el Papel Periódico de la
Havaba, 1790-1805; editorial Letras Cubanas, La Habana, 1990; pp. 59-75.
(Todas y cada una de estas figuras - petimetres, falsos hidalgos o nuevos
ricos, criollos consentidos, travestis y homosexuales, etc.- constituyen
a mi modo de ver un continuun social. Claro está, lo discursivo
no niega el dato real de una cultura homoerótica a finales del XVIII.
Pero entonces concurren diversidad de procesos que escapan por la tangente
del travestimo y el disfraz como códigos alternativos al Orden.
Surge un nuevo “sentimiento de la infancia” y la juventud -para decirlo
con el término empleado por P. Aries; surge o se disemina otra moda,
alternativa a la española y cuyos valores serán exhibidos
por diversos estamentos -esclavos, negros libres, mestizos y blancos pobres-
como estrategias de asimilación/transgresión; y se arrastra,
por último, una tradición de hijohildagos -contraria a las
exigencias del utilitarismo burgués- que los nuevos ricos y clases
medias -ya propiamente burgueses- de algún modo intentan emplear
en provecho suyo. Etc.)
(17) Foucault, Michel: Los
anormales. Michel Foucault. Fondo de Cultura Económica, Argentina,
2000. (Ver, entre otras: Clase del 22 de enero de 1975, pp 61-82).
(18) El internamiento de
pobres crece a partir de 1765, y de manera vertiginosa después de
1790; las licencias para ejercer la mendicidad se vieron limitadas. Qué
hacer con el pobre y el mendigo y con la miseria en general devino pregunta
constante en el Papel Periódico. En 1794 se reportan 3341
internamientos en la Convalecencia de Belén, lo que quiebra el presupuesto
por concepto de dietas; cifra ésta notable para una población
de 70 000 ánimas. Habría que añadir las recogidas
en la Casa de Beneficencia, suceso que tiene lugar este mismo año
y cuyo discurso inaugural se disputan a bombo y platillo los ideólogos;
así como los remitidos al Hospital de Paula, los siempre “pobres
locos” y “locos pobres” enviados a la Cárcel, y el gran número
considerable que apeló al sistema de licencias para continuar ejerciendo
la mendicidad, etc. La “valetudiaria cubana” bajo los muros del Arco de
Belén -adonde iban a comer los viejos y los más débiles
y donde se echaban a morir- componían un espectáculo atroz
que había a toda costa que resolver. Ver, Mena, Cesar A y Cobelo,
Armando F: Historia de la Medicina en Cuba (Hospitales y Centros
Benéficos en Cuba Colonial), tomo 1, ediciones Universal, Miami,
1992, pp. 289-90
(19) Ob.cit, ver nota 14
(A muchos se les destina a estos oficios y talleres bajo régimen
de rigor; o bien al arsenal, a la milicia, o a diversas obras públicas).
(20) López Prieto,
Antonio “El Obispo Espada” Revista de Cuba, Tomo XI, pp. 85-87;
y López Gustavo: Los locos en Cuba (Apuntes históricos),
1899; pp. 5 y 6. (El Obispo Espada fracasa en el intento de unir los tres
centros benéficos entonces existentes; en introducir el trabajo
como recurso de enmienda moral y, en su proyecto - el eterno tema de la
cárcel como escuela de criminales - de reforma penal; logra en cambio
luego de dos décadas de altercados el establecimiento del primer
manicomio, San Dionisio y el traslado de las enfermas mentales a un departamento
ad hoc en la Casa de Beneficiencia).
(21) Reglamento interior
de la cárcel de esta ciudad, Imprenta de Pedro Nolasco Palmer
e hijo, La Habana, 1821.
(22) Ob, cit, ver nota 14
(“Nadie en cuadrillas de tres debe andar después de las oraciones
de noche y nadie después después de las diez”, expresa el
artículo XX; y el XIX: “Si se encontrase alguno con vestido que
no corresponda a su sexo, o con otro género de disfraz para confundir
su persona, será arrestado hasta averiguar el fin que le conducía
para imponerle la pena correspondiente a su malicia, y descontado perderá
el vestido con aplicación a los pobres de la cárcel”. Por
su parte en el Reglamento de policía acordado por el Ayuntamiento
Provisional de la Villa de Guanabacoa (Imprenta de Palmer e hijo, 1820)
se expresa, Art. VIII: “Ninguna persona andará por las calles disfrazada,
ni con el rostro cubierto o enmascarado, pena de diez ducados”; hay otros
ejemplos. Es la atmósfera que se respira en La Ronda; de hecho al
servicio nocturno de policía le era encargado a la guardia de la
ciudad, ordenanza ésta que Zequeira subvierte en su texto. Pero
lo más curioso de todo es que este “servicio estuvo encomendado
a patrullas de regidores disfrazados” según cuenta Pezuela en su
Diccionario Geográfico. Como tensión entre lo público
y privado, la máscara cumple su rol en el Papel Periódico,
ciudadela de letrados en pugna ocultos y a la vez “descubiertos” bajo extravagantes
y claro que divertidos pseudónimos.
(23) “La ordenanza y yo muy
luchos/Volvimos al Principal/Y aquel señor oficial/Que era un joven
mata siete; /Quiso mandarme al gabinete/De la historia natural (Arango
y Zequiera, Manuel: Poesías, Editorial Letras Cubanas, 1984,
p. 133
(24) Parte de proceso contra
Enriqueta Faber puede consultarse en: ANC, Fondo Asuntos Políticos,
legajo 20 expediente 2, y Fondo Misceláneas de Expedientes,
legajo 3483 expediente B 1. (En su declaración, que la jerga legal
del escribano recorta a su manera, dice que “habiendo llegado a sus oídos
la vos que ya corría de ser muger, tomó un pellejo de un
guante muy fino y figuró un miembro de hombre, pintando con pintura
qe. lo hizo parecer tal, y que preparada con este instrumento se presentó
de noche al Alcalde de Figuaro y se presentó a otras personas que
allí se hallaron para qe. testificasen qe. era hombre, qe. como
era de noche todos se quedaron engañados”. En el juicio sale a relucir
el término “manfrodita”; como se sabe, el hermafroditismo fue un
reto para el saber normativo pues tornaba ilegible la diferencia de géneros.
Así este monstruo por excelencia está en el comienzo de la
genealogía del anormal, como demuestra Foucault; el Hombre/Mujer
de Caballero aún tiene algo de alegoría, de bestia cruzada,
lo cual es propio del período pre-normativo; por último la
Faber cabe dentro de la norma, una política de género más
cercana de la medicina y que se aleja de las leyes. De hecho los jueces
se extravían ante su delito, toda vez que el Código Penal
no lo contemplaba.
(25) Inversión del
sentido genésico es el término empleado por Charcot; para
llegar a él el concepto de anomalía ha quedado fijado a la
noción de instinto como acto irresistible o irrefrenable al cual
serían más propensos los degenerados.
(26) Se publica todo una
serie de libros y artículos que caben en este espacio de presiones
normativas, entre ellos: Observaciones sobre los males a que se exponen
en esta Isla de Cuba desde la infancia y consejos dados a las madres y
al bello sexo (1828, Carlos Belot); Cartas sobre la educación
del bello sexo, corregidas y aumentadas de su original (1831, s/a);
Tratado práctico de las enfermedades venéreas (1845,
Phillippe Ricord; td. de Nicolás Gutierez); Fisiología
e higiene de los hombres dedicados a trabajos literarios. O investigaciones
sobre lo físico y moral, costumbres, enfermedades, y régimen
de los literatos, artistas, sabios, estadistas y jurisconsultos (1845
y 1846, Joseph Henri Reiveille; td. Antonio Bachiller y Morales);
Higiene de las mujeres nerviosas (1850 y 1851, Sabino Losada); y
Apuntes de hijiene doméstica para las niñas de la Beneficencia
de Matanzas (1860, José María Casal). (Sabino Losada,
el más conocido entre los frenólogos cubanos, en unas charlas
que imparte en el Liceo Artístico y Literario de La Habana, condena
a los que “se comportan como mujercitas” quienes “deberían estar
tras las rejas”).
(27) Me refiero a Estudio
médico legal sobre los delitos contra la honestidad (1857; Ambrosio
Tardieu); Tratado de Alienación Mental. Lecciones del Dr. E.
Baillarger, médico del Hospicio de la Sâlpetriere de París,
recogidas y redactadas en castellano con algunas notas de José Joaquín
Muñoz (1863); Lesons du Mardi a Salpetriere (1887, J.
M. Charcot) (La obra que Muñoz traduce es la expresión más
precisa dentro del alienismo francés de lo que Foucault llama -según
dice a falta de otro término- “el descubrimiento del instinto”;
las impulsiones “insólitas” se traducen en conductas desviadas,
entre ellas la homosexualidad, término éste que no se acuña
hasta 1870 y que le es atribuido a varios autores, entre ellos J. C. Westphal
(Los Anormales, FCE, 2000, p. 158).
(28) Ver Discursos de
Apertura de la Audiencia Petrorial de la Habana, años citados.
(Desde la década del sesenta existe el Asilo de San José
para menores pobres, pero que en efecto funciona como reclusorio de aquellos
que delinquen o vagan sin rumbo. En los noventa comparte espacio con el
Hospital de Higiene (para prostitutas) y es notorio porque “Allí
los niños se encuentran a merced de todos los vicios y se respira
el crimen y la inmoralidad”. A fines de mayo de 1892 se produce una rebelión
que da lugar a que intervenga “un cuerpo completo de la policía”,
suceso ampliamente divulgado en la prensa (ver “El Asilo de San José”,
La Higiene, no 5, 1892). Uno de los pederastas presentados por Montané
en su estudio dice: “De vuelta a La Habana tuve que sufrir un encierro
de 14 meses en el Asilo San José: aún ahí, mi mala
estrella me hacía entrar en el verdadero centro de pederastia” (cursivas
mías).
(29) del Casal, Julián:
"El Congreso Médico" en La Discusión, La Habana, jueves 16
de enero de 1890. Reproducido en Julián del Casal. Prosas,
Edición del Centenario, (Consejo Nacional de Cultura, La Habana,
1963) t.2, p. 28. (Sobre los desencuentros entre Casal y Montané
y, en general, entre Casal y el positivismo cubano, ver en esta misma revista
el excelente artículo de Francisco Morán “Antonio Maceo y
Julian del Casal: una historia cubana del héroe y el cadáver”).
(30) “Una sanguijuela en
la cavidad del útero” y “Algunas consideraciones sobre un caso de
himen biperforado”, El Progreso Médico, pp. 304-305 y 445-446
respectivamente, 1890.
(31) Desde 1862, al establecerse
la Real Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales
de La Habana y, sobre todo, desde finales de la década de 1870,
comienzan a aparecer proyectos o peticiones al Gobieno Superior Político
que pretenden ser articuladas ya no hacia dentro sino hacia fuera del manicomio
y demás instituciones de reclusión. Se crean así los
resortes de una incipiente Defensa Social que, como sabemos, pasa más
allá del poder judicial y erige estas nomativas, ya sistematizadas,
en política de Estado. En el plano teórico, por su parte,
se ha adelantado un trecho: se asimilan las tesis de Lombroso acerca del
criminal nato y las ideas del degeneracionismo. Fue notable en Cuba la
influencia de Magnan, quien completa el concepto de degenerados de Morel,
el cual abarcaría a aquellos no tan locos como para ser recluídos
pero tampoco suficientemente cuerdos como para andar libremente por las
calles. ¿Qué hacer con este “grupo de transición”
fue la pregunta de rigor? En gran medida surge de aquí la eugenesia
y luego el llamado movimiento por la salud mental. Entre tanto los homosexuales
caben en esta categoría, ya rotulados de excéntricos, inarmónicos
o invertidos. Por demás, en Los degenerados (1893)
e Higiene General de la Locura (1895) Gustavo López se plantea
claramente el problema de la prevención y sugiere medidas de carácter
eugenésico. Esto en lo que toca al discurso psiquiátrico.
El evolucionismo, convertido en darwinismo social, lo complementa; el texto
más sutilmente atento a la homosexualidad tal vez sea La Psicogenia
infantil (1887), de Bejamín de Céspedes, quien habla
claramente de éstos en La Prostitución en La Habana
(1888).
(31) El propio Montané
se refiere a una recogida policial de “45 pederastas empedernidos”. Estas
eran frecuentes. En 1896 otro grupo numeroso, la mayoría mestizos,
fueron arrestados y decenas de ellos deportados a la Isla de Pinos; ver
La Lucha: 1 de abril y 31 de agosto. Por otra parte en un Diccionario
razonado de legislación de policía se ficha el término
“maricón”, descrito de este modo: “El hombre afeminado y cobarde.
El que se ocupa en las faenas propias de la mujer. Ciertos hombres que
afectan imitar a las mujeres en sus maneras, insinuaciones, y a veces hasta
en el vestir, sustituyéndolas en los actos más impúdicos”;
se menciona la prohibición de las “casas de maricones” (Citado por
Victor Fowler en La Maldición: Una historia del placer como conquista,
Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1988, p. 17)
(33) "La pederastia en Cuba"
fue publicado en El Progreso Médico, 1890, pp. 117-125 y
en las memorias del Primer Congreso Médico Regional de la Isla
de Cuba, el mismo año.
Estudio
de Medicina Legal
El Congreso
médico
La
Pederastia en Cuba
por
el Dr. Luis Montané
p.117-125
Durante el año que acaba de pasar la policía de la Habana
ha puesto la mano sobre un grupo imponente de cuarenta y cinco pederastas
empedernidos.
Nunca se nos hubiera podido presentar mejor ocasión para examinar
de cerca una clase de individuos,
cuyo estudio constituye uno de los capítulos más importantes
de la Medicina legal.
Sin embargo, comenzar este trabajo después de los de Zacchias, Tylor,
Cas[…], Tardieu, Hoftmann y Brouardel - para citar únicamente los
principales nombres - hubiera sido una empresa tan pretenciosa como inútil:
¿qué podríamos, en efecto, añadir a sus descripciones?
Mas, al pensar que
los autores que acabamos de citar, no están siempre de acuerdo sobre
la importancia de tal o cual signo; que los unos niegan completamente el
valor que se les ha dado, mientras que otros, por el contrario, los dan
como característicos, llegó a ser interesante el darnos cuenta
del estado de la cuestión. Además, alrededor de esta idea
fundamental, venían a agruparse problemas interesantes bajo el punto
de vista de las condiciones de raza y de clima. De ahí que estudio
de la pederastia en Cuba no fuera simplemente la reproducción de
signos clásicos: ella ofrecía un punto de vista original
a primera vista, digno de tentar a un concienzudo observador.
Gracias a la benevolente autorización de un Juez, tan benevolente
cuanto esclarecido, nos ha sido posible, durante varios días, penetrar
en la cárcel, donde, con el concurso de un discípulo distinguido
de nuestra Facultad, Sr. Manuel […] Alfonso, he podido recoger en el examen
de 21 pederastas, los materiales que me han permitido llevar a buen fin
este estudio.
Deseo hacer público mi agradecimiento a dichos señores.
I
Desde el famoso grito de indignación de Foderé: que ne
puis je eviter de salir ma plume de l’ infame turpitude des pederastes!
es costumbre que todos los que se ocupan del mismo asunto, confiesen el
rubor que les sube a la frente, y traduzcan las indecisiones que han tenido
ante la idea de ocuparse de esta perversión sexual, tan asombrosa
bajo el punto de vista psicológico: pudor exagerado, según
mi criterio, cuando es el médico el que escribe o habla, porque
considero que, al describir males avergonzantes, no tenemos, como hombres
del arte, que inquietarnos ante lo que puedan tener de repugnantes. La
ciencia no tiene, no puede, no debe tener pudor.
Y sin embargo, si tuviera que hacer una profesión de fe, o mejor,
si me fuera necesario resumir mi impresión sobre este tema, no podría
hacerlo mejor que declarando a ejemplo de Goubaux (1) que mi creencia sobre
el particular se encuentra expuesta en los versos siguientes de Boileau
[2] en los cuales como veréis, he sustituido unas palabras por otras:
«De tous les animaux qui a’ elevent dans l’ air,
qui marchant en la terre, ou negent dans la mer,
De Paris au Japon, de Cuba jusqu’a Rome,
Le plus sale animal, á mon avis, c’est l’homme.»
La palabra hombre representa, desde luego, no como en el poeta francés,
la idea de especie humana, sino aplicándose más particularmente
al grupo de individuos adeptos al vicio asqueroso de que nos vamos a ocupar.
Dejo a un lado, expresamente, el origen de la pederastia, que remonta a
... antes del diluvio; pero no puedo prescindir de trazar ante vosotros
un bosquejo del asunto, tal como se encuentra en nuestros días.
El moralista podrá convencerse de que la pederastia aún existe
en todos los pueblos, y que en este capítulo no tenemos nada que
envidiarle a los tiempos antiguos.
En Francia, dice Carlier [3], quien va a servirme de guía en esta
revista a vuela pluma, en diez años la jefatura de policía
se ha ocupado de 6,342 pedrastas. Partiendo de este hecho, los moralistas
se complacen en calificar esta inmoralidad de escandalosa para el resto
del mundo, y definir la depravación contagiosa e incurable de la
capital que se complacen en titular la Nueva Babilonia.
Pues bien; veamos, bajo este especial punto de vista, las costumbres de
las otras naciones.
«En Turquía, en todos los pueblos musulmanes, la pederastia
se practica en pleno día, y constituye la verdadera y casi única
prostitución.
«En Rusia es, entre ciertos […?], el pasatiempo favorito de numerosas
reuniones de invierno. En ese país, la opinión pública
no le presta gran importancia, y ni siquiera se toman el trabajo de ocultarla.
«En Austria, la opinión apenas se preocupa; no necesitamos
más pruebas que los anuncios que aparecen en cualquiera de sus periódicos.
Copio un specimen, traducido al francés, y recogido de un número
del “Tagblatt”:
Busco, sí, busco un amigo que, como yo sea partidario de la soledad
y huya de la sociedad, y sobre todo de la sociedad de las mujeres. ¡Feliz
el que se basta a sí mismo! pero es más feliz el que posee
un amigo, partidario de sus gustos. Que el que pueda comprenderme me escriba
bajo esta dirección: «Señor Amigo de la Naturaleza,
Contaduría del periódico [7,253].”
Lleguemos a Italia:
«Tal
es el gusto que se tiene por la pederastia en Italia, que hace terrible
competencia a la prostitución femenina; tan cierto es, que en las
grandes ciudades, el mismo progenesta que persigue en las calles a los
extranjeros, les ofrece en alta voz, y sin ruborizarse, un «abatino»,
una «bella regazza», o un «picolo bambino.»
La Inglaterra:
«Es cierto que la pudorosa Inglaterra no ha querido darle un nombre
especial al vicio de la pederastia, pero es evidente que ciertos ingleses
son partidarios del nameless crime: que reviste en ciertos barrios formas
especiales, como lo demuestran los escándalos señalados en
Londres, hace apenas un mes, por la prensa de todos los países.
Alemania:
La pederastia ha adquirido tal desarrollo en Alemania, que se ha visto
precisado el legislador, para contener su expansión, a constituirla
en delito que castiga el artículo 175 del Código Criminal.
Tan bien
aclimatada se encuentra en dicho país, que un Doctor, Mr. Marx,
ha llevado el cinismo a publicar en Leipzig, en 1875, un folleto en el
cual protesta contra esta reprimenda legal aplicada a los amores que, contra
lo natural, se dedican ciertas categorías de individuos, y en los
cuales aplaude la pureza, casi íbamos a decir la castidad.
Difícilmente se encuentra un epíteto con que caracterizar
la depravación moral que se desprende de dicho folleto, que lleva
por título Urnings-Liebe.
«Mr. Marx, afirma que todos los anti-físicos no son
pederastas; entre ellos distingue aquellos que, aunque provistos de órganos
masculinos, se aproximan a las formas de la mujer, por sus apariencias
exteriores, haciendo un papel puramente pasivo, llevando una vida regular
y tranquila con sus amantes, a quienes guardan absoluta fidelidad, no cediendo
jamás a deseos de libertinaje o de corrupción. Estos individuos
no son, según él, ni sodomistas ni pederastas: son seres
de naturaleza particular que constituyen el género hombre-mujer,
y a los que ha bautizado de Urnings.
«Veamos ahora por qué signo, según él, se reconocen
los Urnings. Desde la infancia buscan la sociedad y los juegos de niñas;
adultos, se dintinguen por su timbre de voz femenina y una gran timidez
de carácter. Cualquier causa los abochorna, los asusta, y les hace
subir la sangre al rostro; les repugnan todos los ejercicios violentos;
por el contrario, tienen gusto pronunciado por los trabajos de aguja, marcada
preferencia por las costumbres de señoritas, las sortijas, las cadenas,
las flores y los perfumes. Además, manifiestan persistente repugnancia
hacia las mujeres, no queriendo jamás tener con ellas contacto sexual.
Es
al hombre a quien tienen necesidad de amar; es hacia sus brazos, que los
lleva el irresistible poder de un primer amor; es con él con
quien reparten su fortuna, sin arrepentimiento y sin deseos de cambiar.
«Los Urnings son, pues, seres que obedecen a las leyes y a
las exigencias naturales que Dios les ha destinado, y que tienen derecho
a vivir, a disfrutar de la vida, a ser dichosos según sus instintos,
y a quienes no se puede hacer responsables, puesto que esos instintos han
nacido con ellos.
La repugnancia que manifiesta la opinión pública por el amor
«urnieng», es evidente; pero no importa! Para Mr. Marx,
esa repugnancia está ligada a una aprensión.
«Se experimenta tanta repugnancia por un urning, debido a la costumbre
de considerarlo macho; que se le considere como hembra, y entonces toda
aprensión desaparecerá. Y además, ¿por qué
hacerlo responsable de un error del Creador, que ha deshonrado su cuerpo
dándole un órgano completamente inútil?
Conforme con sus principios M. Marx dedica su folleto, Urnings-Liebe, al
pueblo alemán, a los hombres de ciencia y a los miembros del Parlamento,
para obtener, no solamente la supresión del artículo 175
del Código criminal, -- en lo que se refiere a los «Urnings»
-- sino el reconocimiento legal de un tercer género: el género
«urnien», y como consecuencia, la constitución del matrimonio
legal del urnien con el hombre macho de su elección.
M. Marx afirma que este género de matrimonio existe en Albania y
en la isla de Balkan, donde se celebra por religiosos delante de un altar.
Es una completa revolución social la que propone M. Marx.
¿Es esa obra la de un loco? No es ésta, ciertamente la opinión
de M. Marx que se considera, un sabio, un filósofo humanitario.
Pero poco importa, después de todo, que sea sabio o loco; lo que
es necesario conservar de su folleto, es que ha sido libremente vendido
en Alemania, y que demuestra, que en dicho país existe el vergonzoso
vicio que nos ocupa.
II
Señores, después de todo lo que acabo de deciros, considero
que poco os asombrareis al escucharme declarar que la pederastia existe
en América.
En verdad que no conozco folleto alguno que se ocupe de la pederastia entre
nuestros vecinos del
Norte y del Sur; pero si es preciso juzgar por lo que pasa entre nosotros,
debe existir en América, como existe en Europa, en Asia, en África,
como existe en Cuba; algo más, sería floreciente en nuestro
país si creemos las confidencias de cierta clase de individuos,
a los que tendré el honor de hacer desfilar ante vosotros.
Escuchad, la historia del jefe de la partida, el más interesante
de estudio, bajo el punto de vista que nos ocupa.
J. S. P., de origen español, es un joven de 24 años; en el
mundo especial donde se le busca y acaricia, se le designa con el nombre
de «Princesa de Asturias».
Su aspecto general está lejos de ser repugnante, gracias a cierto
cuidado en el vestir, y a su relativa limpieza, bastante desconocida por
sus camaradas. La cara francamente empolvada, es imberbe, salvo los extremos
del labio superior, provistos de ligera sombra. Los ojos negros, tienen
expresión de languidez completamente femenina. Sus cabellos perfumados,
cuidadosamente atendidos.
La mano fina, lleva en el meñique una gran sortija de muy mal gusto.
Con mimos de niña enternecida y con timidez de gacela, nos hace
la historia de su vida.
Es él quien habla:
«Tengo vivos a mi padre, mi madre, mis hermanos, mis hermanas........
A Dios gracias, ninguno se me parece!
«Y es que he nacido con el vicio que me domina! Jamás he tenido
deseos sino por las personas de mi sexo, y desde niño me agradaba
vestirme de niña y dedicarme a los quehaceres de la casa. (¿No
encontráis ya en él, señores, el tipo Urnien de M.
Marx?)
«A los 13 años hice mi travesía a América, y
fue a bordo donde por primera vez conocí los contactos del hombre.
«Mi aprendizaje en esta materia se continuó en los distintos
establecimientos donde me colocaba mi tío. En ellos, no tardaba
en experimentar las caricias íntimas, ya del principal, o más
a menudo de los dependientes; porque en casi todos los establecimientos
donde viven muchos empleados, hay matrimonios.
«Al volver mi pariente a España quedé completamente
libre. Abandoné las tiendas para entrar en diferentes fábricas
de tabaco. Pero en ellas era tratado sin piedad desde que dejaba adivinar
mi vicio.
«He vivido en Cienfuegos, Cárdenas y otras ciudades del interior.
Algunas veces me hacía violencia, pero en el mismo instante en que
no pensaba en nada, encontré siempre un camarada que me ponía
en excitación, y me hacía volver a la mala vida.
«De vuelta a la Habana tuve que sufrir un encierro de 14 meses en
el Asilo San José: aún ahí, mi mala estrella me hacía
entrar en un verdadero centro de pederastia.
«Al fin salí, y ante el desprecio que me hacían en
todas partes, porque era muy comprometedor, me decidí a poner
cuarto.
«Desde entonces, he podido recibir con completa seguridad a mis amigos
y protectores, que son en su mayor parte militares o gentes del comercio,
haciendo todos o casi todos o casi todos en mi casa el papel pasivo, aunque
también yo me presto a la misma fantasía, según el
deseo de los aficionados.
«¿Por qué me han arrancado violentamente de aquella
existencia tranquila para encerrarme en esta prisión?
«Yo estaba tranquilamente en mi cuarto con algunos compañeros,
cuando llegó la policía y nos prendió brutalmente.
«Por qué únicamente nos han cogido a nosotros?- ¡Hay
tantos individuos que hacen lo que nosotros,
y que se pasean libremente por las calles!, y permítame usted una
pregunta: ¿qué han ganado al encerrarnos? Fuera, nuestro
vicio es facultativo; aquí es obligatorio, y raro es el día
en que no tenemos que pasar por las horcas caudinas de algún presidiario»!
Todo esto señores, es la traducción exacta de lo narrado
por la «Princesa». Para terminar el retrato de J. S. P. Agregaré
que presenta un pene muy alargado, ligeramente enroscado, y cuyo glande
es delgado y puntiagudo en su extremidad.
Las nalgas normalmente desarrolladas, dejan ver cuando se las separan,
un esfinter relajado casi por completo, y el orificio extremadamente dilatado
e irritado.
Este «individuo» acusa haber contraido mediante el coito con
un hombre, algunos chancros que ha traido la supuración de algunos
ganglios.
Esta observación y algunas otras que me sería fácil
reproducir, prueban, con la mayor evidencia, que la pederastia existe en
la Habana, en las principales ciudades del interior, en el campo, en todas
partes.
Además, presento el cuadro que da la distribución por naturaleza
y localidad.
Europeos 4 ( Españoles 3, Italiano 1)
Insulares 17 (Originarios de la Habana 10. Del interior de la isla 7.
San Antonio de los Baños. Los Palos. Colón. Santa Clara.
Sancti
Spiritu. Puerto Príncipe. Manzanillo.)
En Cuba, como en otras partes, encontramos dos categorías de pederastas.
los aficionados
los prostituidos.
Los aficionados, es decir aquéllos que buscan únicamente
la satisfacción personal de sus deseos, y pagan el servicio al que
se los proporciona.
Los prostituidos, es decir, todos aquéllos que trafican con su cuerpo,
y viven de la pederastia.
A la primera categoría pertenece el individuo cuya observación
en resumen voy a leeros, el que pude servir de tipo en la especie.
N., de 55 años de edad, hombre distinguido por la educación
y la fortuna. Después de poco tiempo de permanencia en la Habana
comienza a frecuentar las mujeres públicas, que lo desprecian por
impotente. Entonces se dedica a la pederastia (papel pasivo), guardando
tan pocas conveniencias, que pronto es conocido como tal por los habituales
concurrentes a sitios públicos. Todas las noches, de once
a doce se le vé en el parque, rodeado de jóvenes pederastas.
En más de un café trata de corromper a los chiquillos que
de noche se dedican a la venta de billetes de lotería.
Cierta ocasión, en uno de los corredores de nuestro principal teatro,
y durante la representación, es
sorprendido arrodillado y besando las partes genitales, descubiertas, de
un joven, perteneciente con seguridad, a la clase de los prostituidos.
Además, N es un pederasta aficionado (amateur) de larga fecha. Ha
hecho sus primeras armas en Oriente, donde ha ocupado varios puestos
importantes: hace algunos años se hizo separar de su servicio
donde se exhibía públicamente, en traje de oficial de húsares,
y rodeado de jóvenes bambinos que le hacían escolta en las
calles.
Dos o tres meses antes de su partida de la Habana, se le ha reunido un
Turco, de edad madura, antigua concubina de otros tiempos, el que retirado
por falta de empleo, venía como una antigua querida, a reunirse
con su primer adorador, del que no se ha separado después.
En cuanto a la categoría de los prostituidos de que está
compuesto el grupo de nuestros pederastas, no he encontrado la organización
clandestina del chantage. Aquí, ¿los jesús?
son desconocidos, desconocidos también los no sometidos, los entretenedores
y los buscones. La división del trabajo no existe para esos seres
degradados, que explotan del mismo modo el mismo vicio vergonzoso.
Su aspecto exterior está calculado en el de los pederastas de otros
países; quien ha visto uno sólo, conoce «la fisonomía
extraña, repugnante y sospechosa que traiciona a los pederastas
del extranjero.» Tardieu declara, que sin resultado positivo, ha
buscado en las diferentes partes del cuerpo de los pederastas, tatuages
análogos a los que se encuentran tan comúnmente en las mujeres
públicas.
Estos signos hemos podido encontrarlos en seis de nuestros detenidos.
Dos de ellos merecen ser descritos:
J. S. J., por apodo Cece, presenta en la región precordial,
el dibujo de un corazón con dos iniciales.
Además, aquí como en el extranjero, es el mismo gusto desordenado
por los perfumes, los polvos de arroz, los objetos brillantes [sortijas]
o de colores vivos [¿en?] pañuelos, medias.
El mismo contraste, entre el cuidado que prestan a la cara y al cabello,
y la poca limpieza, a menudo repugnante, de la ropa interior.
La misma monomanía por los retratos, en los que se hacen representar
como personajes de teatro, o más a menudo con vestido de mujer,
como podréis convenceros a la vista de dos ejemplares que hago pasar
a vuestras manos.
___________
La repartición, según las edades, ha proporcionado la siguiente
cifra:
De 20 a 25 años............... 11
De 25 a 35 idem..............   6
De 35 a 50 idem..............   4
________
21
Detalle curioso y observado en todas partes: casi todos los pederastas
que hemos examinado, viven en íntimo contacto con las mujeres, y
trabajan junto a ellas en la más conmovedora armonía.
Así es que, entre nuestros 21 pederastas, he contado:
15 sirvientes de casas públicas,
3 sastres,
2 planchadores,
1 tabaquero
Y es que la prostitución masculina, tiene la misma organización
que la prostitución femenina.
Para mayor análisis, he aquí cuáles son los nombres
por los que se conocen y distinguen algunos de nuestros pederastas:
La Princesa de Asturias; la Pasionaria, la Verónica;
la
Isleñita; Reglana; la Camagüeyana;
Manuelita;
Albertina,
etc., etc.
En cuanto a los individuos que protegen esta triste compañía,
pertenecen, según unánimes declaraciones, a la clase acomodada
o rica; declarando, además, los pederastas de color, que son visitados
únicamente por individuos blancos. ¡Curioso cruzamiento,
bajo este punto de vista, de los diferentes grupos que pueblan este país!
En efecto, nuestros 21 están divididos de la siguiente manera:
Blancos Mestizos Negros
8 9
4
Los chinos no figuran en nuestro cuadro; pero sabemos que esta raza industrial
y económica tiene particular tendencia hacia la pederastia. ¿Quién
no conoce los detalles de su vida íntima en nuestros ingenios?
Uno de nuestros pederastas de color (Marcelina) declara: «que
siendo esclavo, y careciendo de alimento, iba en busca de los chinos, quienes,
en cambio de un poco de comida, le exigían ciertas satisfacciones
imposibles de referir.»
E. J., igualmente pederasta de color, y hago aquí textualmente su
declaración, «empezó de chico, dándole a los
chinos, en el ingenio, donde era esclavo, sólo por el interés
de la ración.»
Digamos, para concluir con los caracteres generales de nuestros pederastas,
que de ellos, únicamente el primero sabe leer y escribir; los demás
han vivido siempre entre la miseria y la ignorancia.
III
Como ya habíamos dicho al principio de nuestro trabajo, lo que constituye
la importancia de este estudio, es que todos los pederastas de que nos
hemos ocupado, confiesan que vienen dedicándose desde más
o menos remota época, al vergonzoso vicio; y, según sus declaraciones,
podemos clasificarlos:
Exclusivamente pasivos...... 3
Exclusivamente activos......   1
Activos y pasivos........    17
_____
21
Veamos ahora los signos que corresponden a cada una de nuestras categorías:
I.- En primer lugar, pasemos revista a los signos característicos
de la pederastia pasiva.
El hábito especial de nuestros pederastas, está lejos de
corresponder siempre a una conformación exterior femenina.
Así es que, si nos ocupamos del estado de las nalgas, vemos que
únicamente en seis casos se encuentran excesivamente desarrolladas
esas partes.
Una vez, en la camagüeyana, he encontrado la disposición
tan singular, descrita por Tardieu, de las nalgas, completamente reunidas
de modo a formar una masa globular.
Si pasamos a la deformación infundibudiforme del ano, la
encontramos: muy marcada en 6 casos; ligeramente marcada en 2 casos, es
decir, 8 veces de 19, pues tres de nuestros pederastas, en un arranque
de pudor, no se prestaron al examen directo del ano.
Esta deformación atañe, pues, como frecuente, casi la mitad
de los individuos examinados.
El relajamiento del esfinter y la caída de los pliegues, figura
en 7 casos.
Una vez, en el caso de M. Ll. (Manuelita) hemos podido observar,
con el Dr. Reyneri, el prolapsus de la mucosa, formando dos pequeños
labios regulares, reunidos en su parte inferior, y recordando clásicamente
la vulva de una pera.
Pero el signo más constante de todos es la dilatación del
ano: 15 casos de 19. En la mitad de ellos la separación de los glúteos
determinaba un lagrimeo del orificio entreabierto. La camagüeyana
presentaba el ano cubierto con un paño de tela ordinaria, probablemente
para socorrer la incontinencia de materia fecal. [4]
En la tentativa que hicimos de suspender una punta del paño, el
individuo dejó escapar un grito penetrante, desplomándose,
y pudimos asistir a un ataque clónico de histero epilepsia. ¡Nada
más frecuente que los ataques de nervios en el mundo de los pederastas!
Dejo a un lado la existencia de paquetes hemorroidales, tan frecuentes
en los individuos que nos ocupan, pero de interés secundario.
Así es, señores, que los signos clásicos de la pederastia
pasiva, infundibu [?], relajamiento del esfinter y caída de los
pliegues, dilatación del ano, se encuentran de un modo evidente
en nuestros pederastas.
Como signos especiales de ciertas costumbres obscenas, hemos podido observar,
en 7 de ellos, la ausencia de 3 ó 4 incisivos. Estos dientes han
sido completamente arrancados, o bien las raíces que quedan a veces
limadas perfectamente. Estos individuos, sin duda alguna, pertenecen a
la categoría de los que Tardieu tuvo que resolverse a hablar en
latín [cita en latín, ilegible]
Además, Brunardel refiere la observación de un joven detenido
por actos de provocación en la vía pública, que declaraba
en lenguaje imposible de reproducir.
¡Ah! ahora no nos dejamos más dar por atrás ¡es
muy doloroso!, practicamos la [?] virgo (5).
II.--- Pasemos ahora al estudio de los pederastas activos.
Como bien sabéis, los signos de la pederastia pasiva consisten para
Tardieu, en una forma especial del glande, la que considera característica:
en el caso en que el pene sea pequeño y muy delgado, va disminuyendo
considerablemente desde la base hasta la extremidad, que es muy afilada,
formando dedo de monja, y recuerda completamente el canum anore.
En nuestros pederastas no he encontrado más que una sola vez, análoga
conformación, estando el pene poco desarrollado y presentando el
glande la forma y dimensiones de una perilla de tabuco.
En otros tres casos el glande es largo y delgado, y el pene está
ligeramente enroscado.
Bajo el punto de vista de la dimensión, nuestras observaciones se
han hecho en
10 casos en los que el pene está muy desarrollado [en uno el pene
en estado de reposo tenía 16 centímetros de largo por 12
de circunsferencia].
2, en los que el pene está poco desarrollado
1, atrofiado
5, cuya conformación es normal.
En el caso de S. L. (Sotero) hemos encontrado la conformación análoga
a la que describe Tardieu en su XVI observación:
Uno como surco circular, se extiende en toda su circunsferencia, y a partir
de esta línea, la extremidad del glande va adelgazando.
El estudio de los signos que presentan nuestros pederastas activos, nos
lleva a declarar, que estamos de acuerdo, sobre este punto con Brunardel
y Hoffmann.
El primero de estos autores cuyas observaciones destruyen el valor de los
signos acordados por Tardieu, a los pederastas activos,
dice -- «que la forma, el volumen del glande y del pene, varían
infinitamente más, que los rasgos de la cara - y que no hay comparable
a la diversidad del aparato genital masculino, más que los órganos
genitales externos de la mujer.
Por su parte Hoffmann, que niega que la pederastia activa posea algún
signo característico, reproduce en su apoyo la siguiente observación,
elocuente por lo conciso: «Hemos tenido la oportunidad de observar
a un viejo monje, que según confesión propia, se había
entregado a la pederastia activa, desde hacía largos años,
y no hemos podido encontrar la menor deformación del pene».
________________
Conclusiones:
Del estudio a que nos hemos dedicado sobre la pederastia en este país,
se desprenden las dos proposiciones siguientes:
10 Los signos
de los hábitos pasivos de la pederastia, y en primer término
la dilatación del ano y el relajamiento del esfinter, presentan
gran valor bajo el punto de vista de la Medicina Legal.
20 De acuerdo
con la mayor parte de los autores que se han ocupado del mismo asunto,
declaramos que la pederastia activa, no tiene signo alguno característico.
Habana,
Enero 18 de 1890
Notas
(1)
Armand Goubaux: des aberrations de sons gonesques et de l’hibrydité
dans les animaux. Nouvelles archives d’ obstetrique et de Gynecologie,
No.1, 1889.
(2)
Satire, VIII.
(3)
F. Carlier. Les deux prostitutions. Paris, 1887.
(4)
Nota casi ilegible.
(5)
idem. |