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Ronda nocturna: itinerarios del discurso homofóbico cubano

(A propósito de "La pederastia en Cuba," de Luis Montané)

Pedro Marqués de Armas
 

I

     Interrogado Vasco Porcallo de Figueroa a causas de sus desmanes por dos funcionarios de la conquistadorAudiencia de la Española, contó que había quemado vivos a quince de sus indios y que incluso a algunos les había cortado el pene y los testículos, haciéndoselos comer, para así poner freno a sus inclinaciones suicidas (1). 
     Igual hubiese respondido para frenar sus inclinaciones homosexuales; es el mismo subtexto y de hecho este tipo de castigos también se empleó contra quien practicaban el “abominable y nefasto pecado de la sodomía”. Ambos  crímenes se disputaban entonces la condición de “más aborrecidos por Dios” y a sus infractores se les aplicaba la pena de muerte.
     El caso de Porcallo de Figueroa ilustra no sólo el rigor de las leyes, sino también su fragilidad y el recurso a la violencia como práctica a menudo extrajudicial, pero legitimada por una cultura homofóbica que, calcada por la Ley desde comienzos de la cristiandad, asistía entonces a un momento de auge. 
     En el juicio a que es sometido, Porcallo se comporta como “verdadero oídor”, alguién que sin estar investido del cargo pertinente supo no obstante “interpretar” las directivas de sus superiores; y prueba de ello es que convenció, con suma facilidad, a sus propios jueces, funcionarios sí investidos quienes apenas le hacen pagar una multa. Pasaba así de acusado a acusador, ejerciendo su defensa a partir de otro principio de autoridad: la fuerza que le liga a la tierra, a la posesión de siervos y a la defensa del territorio conquistado. 
     Su conducta responde pues, plenamente, a la política sexual del proceso de colonización. Porcallo es dador de vida que, al fomentar familia mestiza de más de cincuenta vástagos, cumple el precepto cristiano creced y multiplicaos; y, a la vez, dador de muerte que se apropia de la mujer del prójimo al tiempo que capa y extermina a sus congéneres masculinos. No importa que éstos no le fuesen entregados en calidad de esclavos, en sentido estricto; muertos en prórroga, cadáveres de antemano, dispone sobre ellos del usus, del fructus y del abusus, por lo que posesión sexual y “derecho de muerte” devienen no sólo posibles sino perfectamente equiparables. 

II

     Otro momento de la homofobia en Cuba data de comienzos del siglo XVII cuando “unos dieciocho amujerados” fueron llevados a la hoguera. Según Ortiz es el único auto de fe “de que tenemos noticias” y tuvo lugar en la Plaza de Armas; pero poco se sabe de las víctimas, salvo que eran marineros y que fueron “sacados de las flotas y armadas, que cuando las estadías se depositaban en un islote de la bahía, llamado Cayo Puto o Isla de las Mujeres…” (2). 
     Aunque Ortiz adjudica esta página a los Tribunales de la Inquisición, aprobados desde 1571, es probable que la misma haya ocurrido a expensas de otras instancias del poder. A diferencia de lo queinquisición ocurría en la América portuguesa, en los territorios hispánicos el Santo Oficio no tenía autorización para perseguir el pecado de sodomía, ocupándose la justicia real y el obispo de la represión de este delito (3). Por demás, no fueron pocos los procesos contra sodomitas en diferentes sitios del Nuevo Mundo, algunos de los cuales terminan en la hoguera (4); acusaciones por el mismo delito, con arreglo a diversas ganancias y estimuladas por las autoridades, al parecer no fueron infrecuentes en Cuba, incluso antes del suceso en cuestión (5).
     Se ha mencionado una carta al Rey donde se alude al hecho; pero así como el autor de Una pelea cubana contra los demonios no menciona fuentes, tampoco la misiva aparece citada. No obstante, el destinatario y su contenido dando fe de la ejecución y solicitando instrucciones al respecto, permitirían inferir -si bien no corroborar- que el juicio se había efectuado con arreglo a la justicia real (6). 
     Lo cierto es que el auto de fe no figura entre los procesos transferidos desde La Habana, ya bien al Tribunal de México (previos a 1610), ya bien al de Cartagena de Indias (a partir de 1621); y todo ello es tanto más curioso dada su magnitud (7). Aunque apenas historiados, se sabe que los juicios comenzaban en Cuba (audiencias iniciales) y concluían, salvo excepciones (y no parece ser el caso), en aquellas instancias superiores (8). 
     Pero más importante es la relación que pudiera existir entre este evento y el islote mencionado por Ortiz, adonde se dice que eran destinados prostitutas y homosexuales. Aunque Ortiz sólo se refiere a Cayo Puto o Isla de las Mujeres en cuanto a las “estadías”, es decir de acuerdo con esta práctica marinera, el nombre del lugar -ya de por sí indicador de exclusión genérica- parece remitir a algún evento concreto; quizás no propiamente a este auto (aunque no puede descartarse), pero en cualquier caso sí a episodios posteriores que, lo mismo que aquél, debieron calar en profundidad el imaginario colectivo al punto de legar un nombre. 
     Ateniéndonos a las pautas del poder sería lógico situar el islote-reclusorio en un periplo que iría del teatro de endemoniados (en declive hacia 1680) a cierta edad cubana de la sin razón que -si bien se adentra en el siglo XIX (9)-, debió sin dudas asomar al final de los juicios, ocupando luego el largo periodo anterior al surgimiento de las cárceles. No pocas “ordenanzas” y “requisitos” dejan percibir -si se prefiere, sospechar- la existencia de demandas de internamiento. Amplio y apenas diferenciado cupo donde caben antiguas brujas convertidas en fanáticas, locas y “mal entretenidas” y sobre todo prostitutas, cuyo oficio -mejor documentado- sí estaba bastante extendido. Los homosexuales -en España putos desde la Edad Media- completarían la nómina junto a negros libres e “incorregibles de toda laya”. 
     A falta de documentos, estas aproximaciones podrían verse confirmadas en el hecho de que la Casa de Recogidas (para mujeres incorregibles), y la Cárcel (para hombres), solicitadas en 1746, no se concretaron sino hasta 1776; mientras que los hospitales de Paula y San Juan de Dios, así como la Convalencencia de Belén, sólo devienen espacios de internamiento cuando el número de pobres rebasa los requerimientos de policía, lo que ocurre en esta misma época (10). Habría que apuntar por último -por si no fuese suficiente- que este pequeño - en definitiva epítome del Gran Encierro - aún existe a comienzos del XIX conservando no sólo el nombre - todavía acechante - sino también su función… Aunque ahora las víctimas no eran “maricas” y “mujeres escandalosas” sino individuos acusados de diversos crímenes políticos (11).

III

     “Aquelarre, excursión nocturna de brujas”, con estos términos - propios de cuanto hemos dejado atrás - Lezama describe La Habana de fines del XVIII (12); y es sobre esta ciudad tan populosa como Boston y Nueva York -- y sin embargo aún amurallada por tierra y mar justo cuando comienza a abrirse al mercado -- que recae el discurso de la Ilustración (13). Orden/Caos, Agro/Vagancia, etc., más que emblemas fueron prácticas concretas que lo mismo se hicieron sentir desde el Papel Periódico que desde los bandos de gobierno en su intento por controlar a aquellos que - del pobre al vago, del soldado desertor al negro fugitivo, del jugador de cartas al petrimetre y de la prostituta al mulato insolente - no encajaban en el orden supuesto. 
     Si el Papel Periódico traza una normativa moral, el nuevo Bando de Gobierno y demás instrucciones de policía darán paso a la violencia de Estado (14); entre ambos -ideólogos y aparato dePapel Periódico de La Habana Poder ligados por intereses económicos, familiares, etc.,- existió pues una inextricable relación. El historiador Valdés, de procedencia humilde y mestizo, es de los pocos que critican el período de Las Casas, momento fundacional de la Nación; escribe al respecto: “se cometerioron determinadas arbitrariedades nacidas de un escandoloso despotismo”. Su crítica es severa si se tiene en cuenta el silencio en torno a estos hechos; y si bien defiende la cruzada contra “el caos imperante” deja claro “los abusos cometidos por algunos encargados de la ejecución” que hicieron caso omiso de las leyes y de la civilidad" (15). 
     En una serie de artículos atribuídos a José Agustín Caballero, pero que no difieren de los producidos por el común de los letrados, se arremete contra cualquier forma de “desvío” que pudiese poner en peligro la Patria y el lugar de los cuerpos: una nueva conducta ciudadana (el petimetre); un nuevo patrón de crianza (educación de los hijos); una nueva moda y su asimilación desestabilizadora (confusión de los trajes) y, por último, la eterna emergencia de la homosexualidad (el hombre/mujer) (16). A juzgar por Caballero, ésta última se hallaba bastante extendida al punto de contaminar “a una porción considerable de hombres”, pudiendo socavar las reservas defensivas de la ciudad. Para Caballero el homosexual representa al transgresor absoluto, toda vez que rompe la regla de oro de la naturaleza según la cual se disponen moral y política. Así, les describe como  “Digtongos o equivocación de la naturaleza, común de dos en el gesto, ambiguos en las facciones”. O bien le califica de “monstruo que espanta”, noción ésta - la del fondo monstruoso de todo criminal - de donde derivaría, como resultado de una articulación cada vez más eficaz entre medicina y leyes, el concepto propiamente moderno del anormal (17). 
     Entre tanto aumenta el internamiento de pobres (18); surgen los llamados “oficios” y “talleres” (19); y se emprende sin éxito la reforma de la Cárcel. Pocos años más tarde el Obispo Espada - de quien puede decirse que fracasa en este triple empeño- no podrá impedir -tras un decreto de Someruelos - que los enfermos mentales sean remitidos a la “mansión de todos los pecados” donde les estaba asegurada la “muerte espiritual” (20). En un Reglamento interior de 1821 se dice que los reclusos ejercían “excesos impúdicos” sobre los locos y que ello había motivado “expedientes” desde épocas previas. Situaciones de este tipo se reprimían a garrotazos (21). 
     Por otra parte, el aquelarre y la excursión nocturna de brujas en modo alguno ceden pese al toque Manuel de Zequeira y Arangode queda que practicamente se decreta (22); un reflejo de ello puede percibirse en "La Ronda", el poema de Zequeira donde abundan máscaras que suman, a su carácter erótico, matices raciales y sobre todo estamentales. Y es que - como deja ver el autor, también él en su devenir máscara - el poder mismo se ejerce como voluntad de travestimiento. Se sabe que este recorrido era efectuado por una “patrulla de regidores disfrazados”; no en balde es un grotesco matasiete quien le sale al paso y dispone enviarlo al “gabinete de historia natural.” (23) 
     Cuando en 1822 se abre un proceso contra Enriqueta Faber por hacerse pasar por hombre y casarse con una persona del mismo sexo, ya el saber médico es considerado de primer orden; los que la examinan y confiman que no tiene pene y que además se ha valido de un aditamento, cumplen sin embargo una función menos obvia: devienen peritos que trazan con rigor una norma -no una ley- ya teñida de cientificidad a partir de la cual se letigima el derecho, al tiempo que se hace circular - sobre el conjunto ciudadano - una política de género (24). 
     Se trata de la “perversa maquinación ” de un “monstruo artificial”; y ya estas palabras que jueces y médicos ponen en boca de la Faber y de su amante “inocente y engañada”, anuncian de por sí el concepto de instinto, esto es: el recurso del saber bajo el cual surge la psiquiatría o por lo menos se la convierte en rama de la higiene social, dando paso así al degeneracionismo y con éste a los primeros informes “científicos” sobre la inversión del sentido genésico (25). 
     Estas políticas de género cobran importancia en toda una literatura para el bello sexo y en los primeros manuales de higiene pública y privada; aunque en general desde todos los flancos. En el que puede llamarse el período romántico de la medicina cubana, se asiste a un creciente proceso de diferenciación, asignándosele a cada sexo roles y pautas precisas. A estas alturas el relato de la histérica se define, así como el del hombre inclinado al nerviosismo y a otros disturbios atribuidos a aquéllas. Sin embargo, tras las bambalinas de este momento galante - y mientras desde el Liceo Artístico y Literiario de La Habana se lanza el anatema (26) - apenas se oculta el hecho común y corriente del homoerotismo, así en las plantaciones como en los márgenes de la ciudad. La cárcel continuó siendo el destino, y también el reformatorio de menores. Entre 1854 y 1867 veintisiete personas fueron procesadas por el delito en cuestión; pero no cuenta aquí la cifra mucho mayor de quienes eran acusados de crímenes contra la honestidad, sin que fuese especificada la causa (27). 
     Aunque los médicos cubanos sólo comienzan a dabatir el asunto después de 1890, desde mucho antes circulaban libros capitales en este sentido, como los de Tardieu, Baillarger - maestro éste de José Joaquín Muñoz, quien lo traduce y edita - y Charcot (28). Precísamente Tardieu - expresión cimera del vínculo entre medicina y Ley en su etapa positivista - será la principal referencia de Luis Montané y Dardé, autor del primer artículo sobre pederastia publicado en Cuba.

IV

     Montané se había graduado en París ante un tribunal presidido por Broca y era miembro de la Societé d´Antropologie donde se cocinan las principales teorías acerca de la inferioridad racial. Amigo de Hamy, Verneau y Topinard, se le tenía en cuenta; luego de completar su obra en Cuba - más antropológica que médica y que incluyó la creación, en gran medida calcada, de una entidad homóloga -, regresa a Francia anciano donde se le nombra presidente de la Societé. Parte de esta obra había sido escrita cuanto presenta al Primer Congreso Médico Regional - efectuado en la Academia de Ciencias de La Habana y que tuvo por cronista a Julián del Casal (29) - su estudio sobre la pederastia; en estos años publica varios trabajos sobre problemas legales ligados a la sexualidad femenina (30).
     El texto de Montané destila un tono altamente homofóbico y discriminatorio y parte del siguiente principio: aplicar las tesis de Tardieu - y de otros autores - al medio cubano de acuerdo con sus caracteres climáticos y raciales. Este campo de aplicación - sobre terreno virgen (al menos empíricamente) - le permite contrastar sus hallazgos y apoderarse así de una supuesta diferencia; esto es, legitimar su discurso al amparo de aquéllos y a la vez construir su propia autoridad; pero basta observar sus precarias y del todo ridículas conclusiones para percibir que la verdad que se intenta sostener no es de orden clínico sino público. 
     Está en juego pues el peligro como signo que habría que detectar más allá de evidencias obvias; y, por supuesto, éstas no la aportan tanto los sujetos examinados cuanto, del otro lado del presidio, sus congéneres de raza y de orientación sexual. En cualquier caso se trata de un signo difuso, como lo fue y seguirá siendo el peligro negro, y como lo había sido y será -de éste u otro color- el peligro homosexual. Y esta semiología pública - e insisto, diferidamente clínica - fundamenta de por sí el derecho a la intervención (31). Montané rinde un informe de policía; aporta a ésta un instrumento científico de justificación (32). 
     En otras palabras, el cuerpo del delito ha cambiado su economía de evidencias. Al igual que los médicos de la Faber quienes la desnudan para comprobar que no tiene pene, Montané desnuda a sus pederastas para descubrir, por encima de todo, que “la pederastia existe en La Habana”. Sin embargo esta certeza - que de cierto tiene sólo su desfachatez en el doble sentido etimológico de este término - entonces daba salida a recursos como el retrato hablado y la fotografía que venían a apoyarla y que eran concluyentes por sí mismos. Paradójicamente - y pese a ser este su objetivo: remitir a conclusiones elementales, suerte de punto final - estos nuevos dispositivos no lograrían apagar la voz del subalterno. Así el relato de Montané habla por sí sólo y abre un punto aparte que lo convierte en prótesis (si prefiere aditamento como el que colgaba entre las piernas de la Faber), capaz de mostrar más allá del cuerpo del delito otras evidencias: el deseo de los cuerpos. 
     He aquí lo que asoma en esta “tradución exacta” -tal como la nombra Montané - de uno de los reclusos: “Mi aprendizaje en esta materia se continuó en los distintos establecimientos donde me colocaba mi tío. En ellos, no tardaba en experimentar las caricias íntimas, ya del principal o más a menudo de los dependientes; porque en casi todos los establecimientos donde viven muchos empleados, hay matrimonios (…) Abandoné las tiendas para entrar en diferentes fábricas de tábaco. Pero en ellas era tratado sin piedad desde que dejaba adivinar mi vicio (…) Al fin salí y ante el desprecio que me hacían en todas partes, porque era muy comprometedor me decidí a poner cuarto. Desde entonces he podido recibir con completa satisfacción a mis amigos y protectores, que son en su mayor parte militares o agentes de comercio, haciendo todos o casi todos en mi casa el papel pasivo aunque también yo me presto a la misma fantasía, según el deseo de los aficionados. ¿Por qué me han arrancado violentamente de aquella existencia tranquila para encerrarme en esta prisión? Yo estaba tranquilamente en mi cuerto con algunos compañeros cuando llegó la policía y nos prendió brutalmente. ¿Por qué únicamente nos han cojido a nosotros? !Hay tantos individuos que hacen lo que nosotros y que se pasean libremente por las calles!, y permítame usted una pregunta: ¿qué han ganado al encerrarnos? Fuera nuestro vicio es facultativo; aquí es obligatorio, y raro es el día en que no tenemos que pasar por las horcas claudinas de algún presidiario.!”
     El lector tiene ante sí el texto completo, el cual sin duda rinde diversas observaciones (33); su autor, que debe incluso justificar ante un auditorio de médicos y juristas el hecho de tratar materia tan vergonzosa, queda sin embargo fijado a ella; así, cuanto interpone para asegurar objetividad - y, por extensión, limpieza de propósitos - termina en cambio rebasado por una sórdida o si se prefiere cómica mezcla de pudibudez y morbo, la más explosiva de todas. 
     Digamos por último que las ficciones normativas del nacionalismo cubano - que definen ya un Estado emergente - sólo podían resolverse a partir de la exclusión; este principio las precede y continúa. Y que justo entonces el proyecto de Nación asimilaba sus dipositivos más efectivos, si bien sólo articulables de manera firme luego 1902 y tras 1959. Interjuego de tradición y cambios en la lógica del poder, de modelos identitarios y valores ciertamente culturales, se revelan lejos aún del derecho legítimo a la diferencia y relegados a márgenes casi tan oscuros como los de la noche de Zequeira. 

NOTAS

(1) Santovenia, Emeterio: Historia de Cuba, La Habana, 1939; tomo 1, pp. 219-20.

(2) Ortiz, Fernando: Historia de una pelea cubana contra los demonios, editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1975; pp. 373-375

(3) Mott, Luiz y Cerqueira, Marcelo. Causa Mortis: Homofobia. Salvador, Editora Grupo Gay da Bahia, 2001, p. 63.

(4) Ver Mott; ob.cit, p. 65 (El autor relata ampliamente esta cuestión; por ejemplo: “México lideró la persecución a sodomitas en América Latina durante el período colonial: en 1658 fueron denunciados 123 sodomitas en la ciudad de México y sus alrededores, 19 de ellos fueron presos y 14 quemados en la hoguera. Uno de ellos logró eludir la hoguera por ser menor de 15 años, recibiendo pese a todo 200 azotes y 6 años de trabajos forzados como castigo. En 1673, hubo otro progrom: siete mulatos, negros y mestizos fueron quemados en Mixoac”). 

(5) Riverend, Julio: La Habana. Biografía de una provincia, 1960, p 41 (En 1597 el esclavo Juan Sánchez solicita su manumisión por haber descubierto y dado noticia de los que cometieron el pecado nefando). Varias referencias en este mismo sentido, ver: Escoto, José Augusto: Los indios macuriges en Hayti y Cuba, Matanzas, 1924, p.17

(6) Sierra, Abel; La Nacion Sexuada, La Habana, 2000 (El autor expresa: “…se dice que un capitán General, escribiendo al rey le decía que había mandado quemar a unos veinte amujerados y pedía a su Majestad que le diera autorización sobre qué hacer con los demás del mismo género”; y agrega más adelante: “También se dice que en aquella época existía un islote de la bahía de La Habana, llamado Cayo Puto o Isla de las Mujeres, hoy Cayo Cruz, adonde se mandaban a las prostitutas y a los homosexuales”. 

(7) Puede consultarse: Medina, , Medina, José Toribio: Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Cartagena de Indias, Santiago de Chile, 1899; Trelles, C. M: “La brujería en Cuba en el siglo XVII”, Cuba y América, 1909; volumen XXX, No 4, pp. 92-93; Leví Marrero: Cuba: Economía y Sociedad, Tomo II, Editorial Payor, Madrid, 1980; p. 154 y Chappi, Tania: Demonios en La Habana. Episodios de la Inquisición en Cuba, La Habana, 2001, p. 196.

(8) Por lo general se mencionan tres razones por las cuales estos procesos no concluían siempre en México o Cartagena de Indias: la menor importancia del delito, las posibilidades de navegación (escasas después de 1621 tras la muerte de Felipe III y el fin de la tregua con Holanda), o porque no se le consideraba conveniente. Este último factor pudo a la vez estar relacionado con otros, pero sobre todo con los judaizantes, de cuyo comercio de contrabando se sostuvo la ciudad justamente en los años que siguieron a esta guerra. Por otra parte, los únicos procesos contra marranos (concluídos todos en México) datan de 1581 y 1596. Según Ortiz: “No había que entorpecer el pingüe negocio e ilícito comercio con los herejes, que practicamente era el más provechoso y a veces el único, pues las naves de España se pasaban años sin llegar a Cuba y cuando venían no importaban los productos industriales que aquí se apetecían” (ob,cit, p. 373) Esto le lleva a calificar la inquisición en Cuba de “relativamente moderada”. Sin embargo - y pese a que resta valor al crimen de los “amujerados” -, no hay que olvidar el sesgo político y el carácter a menudo expiatorio que tuvieron estos procesos dentro de la lógica de relaciones entre el poder central y sus colonias, por un lado, y entre en éste y el Santo Oficio, por otro; y, sobre todo, entre Capitanes Generales, Santo Oficio, clero secular y poderes municipales. Además, la época que Ortiz señala (principios del XVII) no sólo coincide con un momento de crisis -y dependencia del comercio ilegal-, sino que, justo entonces, la villa de La Habana debía por primera vez articular su propio ordenamiento. Comenzaba a recoger los frutos de su condición de puerto-escala; tenía el mayor índice de crecimiento entre las posesiones hispánicas; su población flotante (apenas controlada) crecía a ritmo aún más acelerado; y su Sociedad Criolla, ya con incipientes centros religiosos y administrativos a zaga de los militares, debía enfrentar amenazas tanto externas como interiores. La criminalización de negros libres y homosexuales - como salida al fenómeno más acuciante pero inconveniente, del comercio de contrabando - no debe por tanto descartarse. 

(9) Este periplo coincide con la aparición de un nuevo personaje, el médico, llamado a deslizar sobre lo demoníaco su regla, la naturaleza. La dinámica de los procesos por brujería cambia en el momento en que la medicina se abre camino entre los Parlamentos y el Santo Oficio y el internamiento se convierte en la única solución. Ahora bajo el recurso de la “insesatez” y el propósito de “corregirlos” moralmente, antiguos “poseídos” vienen a dar tras los muros, o en islas como Cayo Puto, verdadero epítome del Gran Encierro. (A pocos años de los útimos juicios el médico Francisco Tenaza, entonces al frente del Protomedicato, regía también como consultor del Santo Oficio; por tanto, es posible que desde los tiempos de Lázaro Flores y de Diego Vázquez de Hinostrosa - y con independencia de la función bastante próxima que en este sentido les correspondió: Censura de Libros- el saber médico fuese convocado en auxilio de la demonología). Por otra parte, la lógica del internamiento en Cuba se extiende hasta bien entrado el siglo XIX; los proyectos ilustrados no logran siempre lo que se proponen: una clara diferenciación, aislar las “especies” del mendigo, el pobre, el vago, el loco, etc. Estos últimos conviven con los presos hasta 1828, con quienes volverán a compartir espacio hacia 1860 en Mazorra, “manicomio” en principio concebido también para negros emancipados. Caben otros ejemplos: las locas permanecen junto a las “incorregibles” hasta la década de 1830; en algún momento con los leprosos; y terminan por ser internadas en la Casa de Beneficencia junto a las pobres, si bien en mejores condiciones luego de cierta intervención de la Condensa de Merlín, pero muy lejos todavía del estatus de “enfermas mentales”. 

(10) Le Roy y Cassá, Jorge: Historia del Hospital de San Francisco de Paula, La Habana, 1958, pp. 219 y 220; Valdés, Antonio José: Historia de la Isla de Cuba y en especial de La Habana, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1987; pp. 97-99; Leví Marrero: Cuba: Economía y Sociedad, Tomo VIII, Editorial Playor, Madrid, 1980 p. 181 (Se habla de una primera cárcel ubicada en la calle Obispo próxima a la Casa de Gobierno y que fue destruida por un incendio en 1622. No he encontrado referencias a ninguna otra hasta la terminada en 1771. Tacón hace contruir luego la Carcel Nueva. Se dice que el cólera golpeó a la segunda de éstas lo que fue causa de ocasionales traslados a la Cabaña; Leví Marrero cita varios requerimientos de policía durante el gobierno de Caxigal de la Vega (1747-1760) y previos). 

(11) Ver Sierra, ob.cit, p. (“Muchas son las fuentes que aluden a la existencia de este pequeño islote en las afueras de la Bahía de la Habana adonde eran enviados las prostitutas y homosexuales. Es muy posible que después que se construyera la Real Cárcel de La Habana y la Casa de Recogidas haya sido abandonado este lugar. En la década del treinta del siglo XIX existió un periódico titulado El Esquife Arranchador (…) en todos sus números que dice “con destino a Cayo Puto” simulando los tiempos en que aquel islote cumplía esa “importante función social”; pero esta vez los enviados a Cayo Puto serían los corruptos políticos del poder colonial”). También en el Diario de La Habana se le cita con frecuencia. Cayo Puto fue conocido luego como Cayo Cruz: claro referente expiatorio relacionado con su oscuro pasado; y, fiel a su tradición de escombrera humana, se convierte más tarde en el basurero de La Habana. Como decir “Mazorra,” “Cayo Cruz” impregna el imaginario escatológico de los habaneros. 

(12) Descripción de José Lezama Lima a propósito de la noche y el entorno portuario en el poema "La Ronda", de Zequeira. Lezama cuyo imaginario demonológico es bien conocido - fue una manera suya de “leer” la ciudad a tono con su concepción pre-moderna (y a la vez modernamente barroca) de la imago poética- traslada esta atmósfera a varios textos suyos; ver “Encuentro con el falso” (de Aventuras Sigilosas) en cuyo escenario -también “calles portuarias”- la brujería y la posesión contra natura campean por su suerte. Por otra parte, el ideario de Lezama en torno al siglo XVIII cubano es sumamente contradictorio; sublima el período de Las Casas y cada uno de sus gestos fundacionales, y a la vez desplaza hacia el coto cerrado de la poesía el horror de "La Ronda", propio de este momento. Obviamente Lezama es también un criollo cautivo, en la misma línea del discurso fundacional. (Ver entre otros “Juan Clemente Zenea” y “Don Ventura Pascual Ferrer y El Regañón”, ambos en La Cantidad Hechizada, Contemporáneos, 1970, pp. 259-328 y 189-212 respectivamente.) 

(13) Sorhegui, Arturo y Cartaya, Aliadna: “Las tres primeras Habana: Su expansión en el siglo XVIII y sus implicaciones para una caracterización-tipificación de la ciudad”; en Rabida, Hueva, España, 2001; no. 20, pp. 23 y 24 (remite también a la nota 8).

(14) Tran ponto asume el poder Las Casas hace levantar un censo tras el cual se trazan las estrategias de control dispuestas en: Bando de Gobierno de La Habana, 1792 e Instrucción para las justicias ordinarias de esta ciudad e isla en la recolección de hombres vagos o mal entretenidos y sus destinos por vías de corrección y enmienda, 1794, entre otros. Ambos textos permiten percibir de paso, tras el tejido de leyes y resoluciones, una Habana sórdida que con toda seguridad supera a la del Amante del Periódico en sus artículos “de costumbre”; y lo que es más, remiten al fracaso del proyecto ilustrado al topar éste con la imposibilidad de “ordenar” lo que es ya, de hecho, una cultura multiétnica que escapa por la tangente del deseo: el baile, el juego, el enmascaramiento, etc; una cultura obligada a trasgredir fronteras. 

(15) Valdés, José Antonio: Historia de la Isla y en especial de La Habana, editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1987; p. 105 (Dice de Don Luis de Las Casas: “el bien que se le debe excede a los males a que dio lugar”; este criterio es diferente al del resto de los historiadores, incluso al de buena parte de los contemporáneos. Atribuir los desmanes a una clase de funcionarios ha sido lectura común de los que leen la historia con el monóculo privado de los gobernantes).

(16) Ver “Carta sobre la Nobleza mal entendida”; “Carta sobre la educación de los hijos”; “Carta sobre la confusión de los trajes”; y “Carta crítica del hombre muger”: La Literatura en el Papel Periódico de la Havaba, 1790-1805; editorial Letras Cubanas, La Habana, 1990; pp. 59-75. (Todas y cada una de estas figuras - petimetres, falsos hidalgos o nuevos ricos, criollos consentidos, travestis y homosexuales, etc.- constituyen a mi modo de ver un continuun social. Claro está, lo discursivo no niega el dato real de una cultura homoerótica a finales del XVIII. Pero entonces concurren diversidad de procesos que escapan por la tangente del travestimo y el disfraz como códigos alternativos al Orden. Surge un nuevo “sentimiento de la infancia” y la juventud -para decirlo con el término empleado por P. Aries; surge o se disemina otra moda, alternativa a la española y cuyos valores serán exhibidos por diversos estamentos -esclavos, negros libres, mestizos y blancos pobres- como estrategias de asimilación/transgresión; y se arrastra, por último, una tradición de hijohildagos -contraria a las exigencias del utilitarismo burgués- que los nuevos ricos y clases medias -ya propiamente burgueses- de algún modo intentan emplear en provecho suyo. Etc.)

(17) Foucault, Michel: Los anormales. Michel Foucault. Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2000. (Ver, entre otras: Clase del 22 de enero de 1975, pp 61-82).

(18) El internamiento de pobres crece a partir de 1765, y de manera vertiginosa después de 1790; las licencias para ejercer la mendicidad se vieron limitadas. Qué hacer con el pobre y el mendigo y con la miseria en general devino pregunta constante en el Papel Periódico. En 1794 se reportan 3341 internamientos en la Convalecencia de Belén, lo que quiebra el presupuesto por concepto de dietas; cifra ésta notable para una población de 70 000 ánimas. Habría que añadir las recogidas en la Casa de Beneficencia, suceso que tiene lugar este mismo año y cuyo discurso inaugural se disputan a bombo y platillo los ideólogos; así como los remitidos al Hospital de Paula, los siempre “pobres locos” y “locos pobres” enviados a la Cárcel, y el gran número considerable que apeló al sistema de licencias para continuar ejerciendo la mendicidad, etc. La “valetudiaria cubana” bajo los muros del Arco de Belén -adonde iban a comer los viejos y los más débiles y donde se echaban a morir- componían un espectáculo atroz que había a toda costa que resolver. Ver, Mena, Cesar A y Cobelo, Armando F: Historia de la Medicina en Cuba (Hospitales y Centros Benéficos en Cuba Colonial), tomo 1, ediciones Universal, Miami, 1992, pp. 289-90

(19) Ob.cit, ver nota 14 (A muchos se les destina a estos oficios y talleres bajo régimen de rigor; o bien al arsenal, a la milicia, o a diversas obras públicas). 

(20) López Prieto, Antonio “El Obispo Espada” Revista de Cuba, Tomo XI, pp. 85-87; y López Gustavo: Los locos en Cuba (Apuntes históricos), 1899; pp. 5 y 6. (El Obispo Espada fracasa en el intento de unir los tres centros benéficos entonces existentes; en introducir el trabajo como recurso de enmienda moral y, en su proyecto - el eterno tema de la cárcel como escuela de criminales - de reforma penal; logra en cambio luego de dos décadas de altercados el establecimiento del primer manicomio, San Dionisio y el traslado de las enfermas mentales a un departamento ad hoc en la Casa de Beneficiencia).

(21) Reglamento interior de la cárcel de esta ciudad, Imprenta de Pedro Nolasco Palmer e hijo, La Habana, 1821.

(22) Ob, cit, ver nota 14 (“Nadie en cuadrillas de tres debe andar después de las oraciones de noche y nadie después después de las diez”, expresa el artículo XX; y el XIX: “Si se encontrase alguno con vestido que no corresponda a su sexo, o con otro género de disfraz para confundir su persona, será arrestado hasta averiguar el fin que le conducía para imponerle la pena correspondiente a su malicia, y descontado perderá el vestido con aplicación a los pobres de la cárcel”. Por su parte en el Reglamento de policía acordado por el Ayuntamiento Provisional de la Villa de Guanabacoa (Imprenta de Palmer e hijo, 1820) se expresa, Art. VIII: “Ninguna persona andará por las calles disfrazada, ni con el rostro cubierto o enmascarado, pena de diez ducados”; hay otros ejemplos. Es la atmósfera que se respira en La Ronda; de hecho al servicio nocturno de policía le era encargado a la guardia de la ciudad, ordenanza ésta que Zequeira subvierte en su texto. Pero lo más curioso de todo es que este “servicio estuvo encomendado a patrullas de regidores disfrazados” según cuenta Pezuela en su Diccionario Geográfico. Como tensión entre lo público y privado, la máscara cumple su rol en el Papel Periódico, ciudadela de letrados en pugna ocultos y a la vez “descubiertos” bajo extravagantes y claro que divertidos pseudónimos.

(23) “La ordenanza y yo muy luchos/Volvimos al Principal/Y aquel señor oficial/Que era un joven mata siete; /Quiso mandarme al gabinete/De la historia natural (Arango y Zequiera, Manuel: Poesías, Editorial Letras Cubanas, 1984, p. 133

(24) Parte de proceso contra Enriqueta Faber puede consultarse en: ANC, Fondo Asuntos Políticos, legajo 20 expediente 2, y  Fondo Misceláneas de Expedientes, legajo 3483 expediente B 1. (En su declaración, que la jerga legal del escribano recorta a su manera, dice que “habiendo llegado a sus oídos la vos que ya corría de ser muger, tomó un pellejo de un guante muy fino y figuró un miembro de hombre, pintando con pintura  qe. lo hizo parecer tal, y que preparada con este instrumento se presentó de noche al Alcalde de Figuaro y se presentó a otras personas que allí se hallaron para qe. testificasen qe. era hombre, qe. como era de noche todos se quedaron engañados”. En el juicio sale a relucir el término “manfrodita”; como se sabe, el hermafroditismo fue un reto para el saber normativo pues tornaba ilegible la diferencia de géneros. Así este monstruo por excelencia está en el comienzo de la genealogía del anormal, como demuestra Foucault; el Hombre/Mujer de Caballero aún tiene algo de alegoría, de bestia cruzada, lo cual es propio del período pre-normativo; por último la Faber cabe dentro de la norma, una política de género más cercana de la medicina y que se aleja de las leyes. De hecho los jueces se extravían ante su delito, toda vez que el Código Penal no lo contemplaba.

(25) Inversión del sentido genésico es el término empleado por Charcot; para llegar a él el concepto de anomalía ha quedado fijado a la noción de instinto como acto irresistible o irrefrenable al cual serían más propensos los degenerados.

(26) Se publica todo una serie de libros y artículos que caben en este espacio de presiones normativas, entre ellos: Observaciones sobre los males a que se exponen en esta Isla de Cuba desde la infancia y consejos dados a las madres y al bello sexo (1828, Carlos Belot); Cartas sobre la educación del bello sexo, corregidas y aumentadas de su original (1831, s/a); Tratado práctico de las enfermedades venéreas (1845, Phillippe Ricord; td. de Nicolás Gutierez); Fisiología e higiene de los hombres dedicados a trabajos literarios. O investigaciones sobre lo físico y moral, costumbres, enfermedades, y régimen de los literatos, artistas, sabios, estadistas y jurisconsultos (1845 y 1846,  Joseph Henri Reiveille; td. Antonio Bachiller y Morales); Higiene de las mujeres nerviosas (1850 y 1851, Sabino Losada); y Apuntes de hijiene doméstica para las niñas de la Beneficencia de Matanzas (1860, José María Casal). (Sabino Losada, el más conocido entre los frenólogos cubanos, en unas charlas que imparte en el Liceo Artístico y Literario de La Habana, condena a los que “se comportan como mujercitas” quienes “deberían estar tras las rejas”). 

(27) Me refiero a Estudio médico legal sobre los delitos contra la honestidad (1857; Ambrosio Tardieu); Tratado de Alienación Mental. Lecciones del Dr. E. Baillarger, médico del Hospicio de la Sâlpetriere de París, recogidas y redactadas en castellano con algunas notas de José Joaquín Muñoz (1863); Lesons du Mardi a Salpetriere (1887, J. M. Charcot) (La obra que Muñoz traduce es la expresión más precisa dentro del alienismo francés de lo que Foucault llama -según dice a falta de otro término- “el descubrimiento del instinto”; las impulsiones “insólitas” se traducen en conductas desviadas, entre ellas la homosexualidad, término éste que no se acuña hasta 1870 y que le es atribuido a varios autores, entre ellos J. C. Westphal (Los Anormales, FCE, 2000, p. 158).

(28) Ver Discursos de Apertura de la Audiencia Petrorial de la Habana, años citados. (Desde la década del sesenta existe el Asilo de San José para menores pobres, pero que en efecto funciona como reclusorio de aquellos que delinquen o vagan sin rumbo. En los noventa comparte espacio con el Hospital de Higiene (para prostitutas) y es notorio porque “Allí los niños se encuentran a merced de todos los vicios y se respira el crimen y la inmoralidad”. A fines de mayo de 1892 se produce una rebelión que da lugar a que intervenga “un cuerpo completo de la policía”, suceso ampliamente divulgado en la prensa (ver “El Asilo de San José”, La Higiene, no 5, 1892). Uno de los pederastas presentados por Montané en su estudio dice: “De vuelta a La Habana tuve que sufrir un encierro de 14 meses en el Asilo San José: aún ahí, mi mala estrella me hacía entrar en el verdadero centro de pederastia” (cursivas mías).

(29) del Casal, Julián: "El Congreso Médico" en La Discusión, La Habana, jueves 16 de enero de 1890. Reproducido en Julián del Casal. Prosas, Edición del Centenario, (Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1963) t.2, p. 28. (Sobre los desencuentros entre Casal y Montané y, en general, entre Casal y el positivismo cubano, ver en esta misma revista el excelente artículo de Francisco Morán “Antonio Maceo y Julian del Casal: una historia cubana del héroe y el cadáver”).

(30) “Una sanguijuela en la cavidad del útero” y “Algunas consideraciones sobre un caso de himen biperforado”, El Progreso Médico, pp. 304-305 y 445-446 respectivamente, 1890.

(31) Desde 1862, al establecerse la Real Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales de La Habana y, sobre todo, desde finales de la década de 1870, comienzan a aparecer proyectos o peticiones al Gobieno Superior Político que pretenden ser articuladas ya no hacia dentro sino hacia fuera del manicomio y demás instituciones de reclusión. Se crean así los resortes de una incipiente Defensa Social que, como sabemos, pasa más allá del poder judicial y erige estas nomativas, ya sistematizadas, en política de Estado. En el plano teórico, por su parte, se ha adelantado un trecho: se asimilan las tesis de Lombroso acerca del criminal nato y las ideas del degeneracionismo. Fue notable en Cuba la influencia de Magnan, quien completa el concepto de degenerados de Morel, el cual abarcaría a aquellos no tan locos como para ser recluídos pero tampoco suficientemente cuerdos como para andar libremente por las calles. ¿Qué hacer con este “grupo de transición” fue la pregunta de rigor? En gran medida surge de aquí la eugenesia y luego el llamado movimiento por la salud mental. Entre tanto los homosexuales caben en esta categoría, ya rotulados de excéntricos, inarmónicos o invertidos. Por demás, en  Los degenerados (1893) e Higiene General de la Locura (1895) Gustavo López se plantea claramente el problema de la prevención y sugiere medidas de carácter eugenésico. Esto en lo que toca al discurso psiquiátrico. El evolucionismo, convertido en darwinismo social, lo complementa; el texto más sutilmente atento a la homosexualidad tal vez sea La Psicogenia infantil (1887), de Bejamín de Céspedes, quien habla claramente de éstos en La Prostitución en La Habana (1888).

(31) El propio Montané se refiere a una recogida policial de “45 pederastas empedernidos”. Estas eran frecuentes. En 1896 otro grupo numeroso, la mayoría mestizos, fueron arrestados y decenas de ellos deportados a la Isla de Pinos; ver La Lucha: 1 de abril y 31 de agosto. Por otra parte en un Diccionario razonado de legislación de policía se ficha el término “maricón”, descrito de este modo: “El hombre afeminado y cobarde. El que se ocupa en las faenas propias de la mujer. Ciertos hombres que afectan imitar a las mujeres en sus maneras, insinuaciones, y a veces hasta en el vestir, sustituyéndolas en los actos más impúdicos”; se menciona la prohibición de las “casas de maricones” (Citado por Victor Fowler en La Maldición: Una historia del placer como conquista, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1988, p. 17) 

(33) "La pederastia en Cuba" fue publicado en El Progreso Médico, 1890, pp. 117-125 y en las memorias del Primer Congreso Médico Regional de la Isla de Cuba, el mismo año.
 
 

Estudio de Medicina Legal

El Congreso médico 

La Pederastia en Cuba

por el  Dr. Luis Montané

p.117-125

     Durante el año que acaba de pasar la policía de la Habana ha puesto la mano sobre un grupo imponente de cuarenta y cinco pederastas empedernidos.
     Nunca se nos hubiera podido presentar mejor ocasión para examinar de cerca una clase de Tardieuindividuos, cuyo estudio constituye uno de los capítulos más importantes de la Medicina legal.
     Sin embargo, comenzar este trabajo después de los de Zacchias, Tylor, Cas[…], Tardieu, Hoftmann y Brouardel - para citar únicamente los principales nombres - hubiera sido una empresa tan pretenciosa como inútil: ¿qué podríamos, en efecto, añadir a sus descripciones?  Mas, al pensar queBrouardel los autores que acabamos de citar, no están siempre de acuerdo sobre la importancia de tal o cual signo; que los unos niegan completamente el valor que se les ha dado, mientras que otros, por el contrario, los dan como característicos, llegó a ser interesante el darnos cuenta del estado de la cuestión. Además, alrededor de esta idea fundamental, venían a agruparse problemas interesantes bajo el punto de vista de las condiciones de raza y de clima. De ahí que estudio de la pederastia en Cuba no fuera simplemente la reproducción de signos clásicos: ella ofrecía un punto de vista original a primera vista, digno de tentar a un concienzudo observador.
     Gracias a la benevolente autorización de un Juez, tan benevolente cuanto esclarecido, nos ha sido posible, durante varios días, penetrar en la cárcel, donde, con el concurso de un discípulo distinguido de nuestra Facultad, Sr. Manuel […] Alfonso, he podido recoger en el examen de 21 pederastas, los materiales que me han permitido llevar a buen fin este estudio.
     Deseo hacer público mi agradecimiento a dichos señores.

   I

     Desde el famoso grito de indignación de Foderé: que ne puis je eviter de salir ma plume de l’ infame turpitude des pederastes! es costumbre que todos los que se ocupan del mismo asunto, confiesen el rubor que les sube a la frente, y traduzcan las indecisiones que han tenido ante la idea de ocuparse de esta perversión sexual, tan asombrosa bajo el punto de vista psicológico: pudor exagerado, según mi criterio, cuando es el médico el que escribe o habla, porque considero que, al describir males avergonzantes, no tenemos, como hombres del arte, que inquietarnos ante lo que puedan tener de repugnantes. La ciencia no tiene, no puede, no debe tener pudor.
     Y sin embargo, si tuviera que hacer una profesión de fe, o mejor, si me fuera necesario resumir mi impresión sobre este tema, no podría hacerlo mejor que declarando a ejemplo de Goubaux (1) que mi creencia sobre el particular se encuentra expuesta en los versos siguientes de Boileau [2] en los cuales como veréis, he sustituido unas palabras por otras:

          «De tous les animaux qui a’ elevent dans l’ air,
          qui marchant en la terre, ou negent dans la mer,
          De Paris au Japon, de Cuba jusqu’a Rome,
          Le plus sale animal, á mon avis, c’est l’homme.»

     La palabra hombre representa, desde luego, no como en el poeta francés, la idea de especie humana, sino aplicándose más particularmente al grupo de individuos adeptos al vicio asqueroso de que nos vamos a ocupar.
     Dejo a un lado, expresamente, el origen de la pederastia, que remonta a ... antes del diluvio; pero no puedo prescindir de trazar ante vosotros un bosquejo del asunto, tal como se encuentra en nuestros días. El moralista podrá convencerse de que la pederastia aún existe en todos los pueblos, y que en este capítulo no tenemos nada que envidiarle a los tiempos antiguos.
     En Francia, dice Carlier [3], quien va a servirme de guía en esta revista a vuela pluma, en diez años la jefatura de policía se ha ocupado de 6,342 pedrastas. Partiendo de este hecho, los moralistas se complacen en calificar esta inmoralidad de escandalosa para el resto del mundo, y definir la depravación contagiosa e incurable de la capital que se complacen en titular la Nueva Babilonia.
     Pues bien; veamos, bajo este especial punto de vista, las costumbres de las otras naciones.
     «En Turquía, en todos los pueblos musulmanes, la pederastia se practica en pleno día, y constituye la verdadera y casi única prostitución.
     «En Rusia es, entre ciertos […?], el pasatiempo favorito de numerosas reuniones de invierno. En ese país, la opinión pública no le presta gran importancia, y ni siquiera se toman el trabajo de ocultarla.
     «En Austria, la opinión apenas se preocupa; no necesitamos más pruebas que los anuncios que aparecen en cualquiera de sus periódicos. Copio un specimen, traducido al francés, y recogido de un número del “Tagblatt”:
     Busco, sí, busco un amigo que, como yo sea partidario de la soledad y huya de la sociedad, y sobre todo de la sociedad de las mujeres. ¡Feliz el que se basta a sí mismo! pero es más feliz el que posee un amigo, partidario de sus gustos. Que el que pueda comprenderme me escriba bajo esta dirección: «Señor Amigo de la Naturaleza, Contaduría del periódico [7,253].”
     Lleguemos a Italia:
 «Tal es el gusto que se tiene por la pederastia en Italia, que hace terrible competencia a la prostitución femenina; tan cierto es, que en las grandes ciudades, el mismo progenesta que persigue en las calles a los extranjeros, les ofrece en alta voz, y sin ruborizarse, un «abatino», una «bella regazza», o un «picolo bambino.»
     La Inglaterra:
     «Es cierto que la pudorosa Inglaterra no ha querido darle un nombre especial al vicio de la pederastia, pero es evidente que ciertos ingleses son partidarios del nameless crime: que reviste en ciertos barrios formas especiales, como lo demuestran los escándalos señalados en Londres, hace apenas un mes, por la prensa de todos los países.
     Alemania:
     La pederastia ha adquirido tal desarrollo en Alemania, que se ha visto precisado el legislador, para contener su expansión, a constituirla en delito que castiga el artículo 175 del Código Criminal. Tan Karl L Ulrichsbien aclimatada se encuentra en dicho país, que un Doctor, Mr. Marx, ha llevado el cinismo a publicar en Leipzig, en 1875, un folleto en el cual protesta contra esta reprimenda legal aplicada a los amores que, contra lo natural, se dedican ciertas categorías de individuos, y en los cuales aplaude la pureza, casi íbamos a decir la castidad.
     Difícilmente se encuentra un epíteto con que caracterizar la depravación moral que se desprende de dicho folleto, que lleva por título Urnings-Liebe.
     «Mr. Marx, afirma que todos los anti-físicos no son pederastas; entre ellos distingue aquellos que, aunque provistos de órganos masculinos, se aproximan a las formas de la mujer, por sus apariencias exteriores, haciendo un papel puramente pasivo, llevando una vida regular y tranquila con sus amantes, a quienes guardan absoluta fidelidad, no cediendo jamás a deseos de libertinaje o de corrupción. Estos individuos no son, según él, ni sodomistas ni pederastas: son seres de naturaleza particular que constituyen el género hombre-mujer, y a los que ha bautizado de Urnings
     «Veamos ahora por qué signo, según él, se reconocen los Urnings. Desde la infancia buscan la sociedad y los juegos de niñas; adultos, se dintinguen por su timbre de voz femenina y una gran timidez de carácter. Cualquier causa los abochorna, los asusta, y les hace subir la sangre al rostro; les repugnan todos los ejercicios violentos; por el contrario, tienen gusto pronunciado por los trabajos de aguja, marcada preferencia por las costumbres de señoritas, las sortijas, las cadenas, las flores y los perfumes. Además, manifiestan persistente repugnancia hacia las mujeres, no queriendo jamás tener con ellas contacto sexual. Es al hombre a quien tienen necesidad de amar; es hacia sus brazos, que los lleva el irresistible poder de un primer amor; es con él con quien reparten su fortuna, sin arrepentimiento y sin deseos de cambiar.
     «Los Urnings son, pues, seres que obedecen a las leyes y a las exigencias naturales que Dios les ha destinado, y que tienen derecho a vivir, a disfrutar de la vida, a ser dichosos según sus instintos, y a quienes no se puede hacer responsables, puesto que esos instintos han nacido con ellos.
     La repugnancia que manifiesta la opinión pública por el amor «urnieng», es evidente; pero no importa! Para Mr. Marx, esa repugnancia está ligada a una aprensión.
     «Se experimenta tanta repugnancia por un urning, debido a la costumbre de considerarlo macho; que se le considere como hembra, y entonces toda aprensión desaparecerá. Y además, ¿por qué hacerlo responsable de un error del Creador, que ha deshonrado su cuerpo dándole un órgano completamente inútil?
     Conforme con sus principios M. Marx dedica su folleto, Urnings-Liebe, al pueblo alemán, a los hombres de ciencia y a los miembros del Parlamento, para obtener, no solamente la supresión del artículo 175 del Código criminal, -- en lo que se refiere a los «Urnings» -- sino el reconocimiento legal de un tercer género: el género «urnien», y como consecuencia, la constitución del matrimonio legal del urnien con el hombre macho de su elección.
     M. Marx afirma que este género de matrimonio existe en Albania y en la isla de Balkan, donde se celebra por religiosos delante de un altar.
     Es una completa revolución social la que propone M. Marx.
     ¿Es esa obra la de un loco? No es ésta, ciertamente la opinión de M. Marx que se considera, un sabio, un filósofo humanitario. Pero poco importa, después de todo, que sea sabio o loco; lo que es necesario conservar de su folleto, es que ha sido libremente vendido en Alemania, y que demuestra, que en dicho país existe el vergonzoso vicio que nos ocupa.

   II

     Señores, después de todo lo que acabo de deciros, considero que poco os asombrareis al escucharme declarar que la pederastia existe en América.
     En verdad que no conozco folleto alguno que se ocupe de la pederastia entre nuestros vecinos delCine Yara Norte y del Sur; pero si es preciso juzgar por lo que pasa entre nosotros, debe existir en América, como existe en Europa, en Asia, en África, como existe en Cuba; algo más, sería floreciente en nuestro país si creemos las confidencias de cierta clase de individuos, a los que tendré el honor de hacer desfilar ante vosotros.
     Escuchad, la historia del jefe de la partida, el más interesante de estudio, bajo el punto de vista que nos ocupa.
     J. S. P., de origen español, es un joven de 24 años; en el mundo especial donde se le busca y acaricia, se le designa con el nombre de «Princesa de Asturias».
     Su aspecto general está lejos de ser repugnante, gracias a cierto cuidado en el vestir, y a su relativa limpieza, bastante desconocida por sus camaradas. La cara francamente empolvada, es imberbe, salvo los extremos del labio superior, provistos de ligera sombra. Los ojos negros, tienen expresión de languidez completamente femenina. Sus cabellos perfumados, cuidadosamente atendidos.
     La mano fina, lleva en el meñique una gran sortija de muy mal gusto.
     Con mimos de niña enternecida y con timidez de gacela, nos hace la historia de su vida.
     Es él quien habla:
     «Tengo vivos a mi padre, mi madre, mis hermanos, mis hermanas........
     A Dios gracias, ninguno se me parece!
     «Y es que he nacido con el vicio que me domina! Jamás he tenido deseos sino por las personas de mi sexo, y desde niño me agradaba vestirme de niña y dedicarme a los quehaceres de la casa. (¿No encontráis ya en él, señores, el tipo Urnien de M. Marx?)
     «A los 13 años hice mi travesía a América, y fue a bordo donde por primera vez conocí los contactos del hombre.
     «Mi aprendizaje en esta materia se continuó en los distintos establecimientos donde me colocaba mi tío. En ellos, no tardaba en experimentar las caricias íntimas, ya del principal, o más a menudo de los dependientes; porque en casi todos los establecimientos donde viven muchos empleados, hay matrimonios.
     «Al volver mi pariente a España quedé completamente libre. Abandoné las tiendas para entrar en diferentes fábricas de tabaco. Pero en ellas era tratado sin piedad desde que dejaba adivinar mi vicio.
     «He vivido en Cienfuegos, Cárdenas y otras ciudades del interior. Algunas veces me hacía violencia, pero en el mismo instante en que no pensaba en nada, encontré siempre un camarada que me ponía en excitación, y me hacía volver a la mala vida.
     «De vuelta a la Habana tuve que sufrir un encierro de 14 meses en el Asilo San José: aún ahí, mi mala estrella me hacía entrar en un verdadero centro de pederastia.
     «Al fin salí, y ante el desprecio que me hacían en todas partes, porque era muy comprometedor, me decidí a poner cuarto.
      «Desde entonces, he podido recibir con completa seguridad a mis amigos y protectores, que son en su mayor parte militares o gentes del comercio, haciendo todos o casi todos o casi todos en mi casa el papel pasivo, aunque también yo me presto a la misma fantasía, según el deseo de los aficionados.
     «¿Por qué me han arrancado violentamente de aquella existencia tranquila para encerrarme en esta prisión?
     «Yo estaba tranquilamente en mi cuarto con algunos compañeros, cuando llegó la policía y nos prendió brutalmente.
     «Por qué únicamente nos han cogido a nosotros?- ¡Hay tantos individuos que hacen lo que ¿Por qué únicamente nos han cogido a nosotros...?nosotros, y que se pasean libremente por las calles!, y permítame usted una pregunta: ¿qué han ganado al encerrarnos? Fuera, nuestro vicio es facultativo; aquí es obligatorio, y raro es el día en que no tenemos que pasar por las horcas caudinas de algún presidiario»!
     Todo esto señores, es la traducción exacta de lo narrado por la «Princesa». Para terminar el retrato de J. S. P. Agregaré que presenta un pene muy alargado, ligeramente enroscado, y cuyo glande es delgado y puntiagudo en su extremidad.
     Las nalgas normalmente desarrolladas, dejan ver cuando se las separan, un esfinter relajado casi por completo, y el orificio extremadamente dilatado e irritado.
     Este «individuo» acusa haber contraido mediante el coito con un hombre, algunos chancros que ha traido la supuración de algunos ganglios.
     Esta observación y algunas otras que me sería fácil reproducir, prueban, con la mayor evidencia, que la pederastia existe en la Habana, en las principales ciudades del interior, en el campo, en todas partes.
     Además, presento el cuadro que da la distribución por naturaleza y localidad.

     Europeos 4  ( Españoles 3, Italiano 1)
     Insulares 17 (Originarios de la Habana 10. Del interior de la isla 7. 
                        San Antonio de los Baños. Los Palos. Colón. Santa Clara. Sancti 
                        Spiritu. Puerto Príncipe. Manzanillo.)

     En Cuba, como en otras partes, encontramos dos categorías de pederastas.

     los aficionados
     los prostituidos. 

     Los aficionados, es decir aquéllos que buscan únicamente la satisfacción personal de sus deseos, y pagan el servicio al que se los proporciona.
     Los prostituidos, es decir, todos aquéllos que trafican con su cuerpo, y viven de la pederastia.
     A la primera categoría pertenece el individuo cuya observación en resumen voy a leeros, el que pude servir de tipo en la especie.
     N., de 55 años de edad, hombre distinguido por la educación y la fortuna. Después de poco tiempo de permanencia en la Habana comienza a frecuentar las mujeres públicas, que lo desprecian por impotente. Entonces se dedica a la pederastia (papel pasivo), guardando tan pocas conveniencias, que pronto es conocido como tal por los habituales concurrentes a sitios públicos.  Todas las noches, de once a doce se le vé en el parque, rodeado de jóvenes pederastas.
     En más de un café trata de corromper a los chiquillos que de noche se dedican a la venta de billetes de lotería.
     Cierta ocasión, en uno de los corredores de nuestro principal teatro, y durante la representación, en uno de los corredores de nuestro principal teatro, y durante la representación...es sorprendido arrodillado y besando las partes genitales, descubiertas, de un joven, perteneciente con seguridad, a la clase de los prostituidos.
     Además, N es un pederasta aficionado (amateur) de larga fecha. Ha hecho sus primeras armas en Oriente, donde ha ocupado varios puestos importantes: hace algunos años se hizo separar de su servicio donde se exhibía públicamente, en traje de oficial de húsares, y rodeado de jóvenes bambinos que le hacían escolta en las calles.
     Dos o tres meses antes de su partida de la Habana, se le ha reunido un Turco, de edad madura, antigua concubina de otros tiempos, el que retirado por falta de empleo, venía como una antigua querida, a reunirse con su primer adorador, del que no se ha separado después.
     En cuanto a la categoría de los prostituidos de que está compuesto el grupo de nuestros pederastas, no he encontrado la organización clandestina del chantage. Aquí, ¿los jesús? son desconocidos, desconocidos también los no sometidos, los entretenedores y los buscones. La división del trabajo no existe para esos seres degradados, que explotan del mismo modo el mismo vicio vergonzoso.
     Su aspecto exterior está calculado en el de los pederastas de otros países; quien ha visto uno sólo, conoce «la fisonomía extraña, repugnante y sospechosa que traiciona a los pederastas del extranjero.» Tardieu declara, que sin resultado positivo, ha buscado en las diferentes partes del cuerpo de los pederastas, tatuages análogos a los que se encuentran tan comúnmente en las mujeres públicas.
     Estos signos hemos podido encontrarlos en seis de nuestros detenidos.
     Dos de ellos merecen ser descritos: 
     J. S. J., por apodo Cece, presenta en la región precordial, el dibujo de un corazón con dos iniciales.
     Además, aquí como en el extranjero, es el mismo gusto desordenado por los perfumes, los polvos de arroz, los objetos brillantes [sortijas] o de colores vivos [¿en?] pañuelos, medias.
     El mismo contraste, entre el cuidado que prestan a la cara y al cabello, y la poca limpieza, a menudo repugnante, de la ropa interior.
     La misma monomanía por los retratos, en los que se hacen representar como personajes de teatro, o más a menudo con vestido de mujer, como podréis convenceros a la vista de dos ejemplares que hago pasar a vuestras manos.

                              ___________

     La repartición, según las edades, ha proporcionado la siguiente cifra:

   De 20 a 25 años............... 11
   De 25 a 35 idem..............    6
   De 35 a 50 idem..............    4
                                     ________
                                           21

     Detalle curioso y observado en todas partes: casi todos los pederastas que hemos examinado, viven en íntimo contacto con las mujeres, y trabajan junto a ellas en la más conmovedora armonía.
     Así es que, entre nuestros 21 pederastas, he contado:

   15 sirvientes de casas públicas,
     3 sastres,
     2 planchadores,
     1 tabaquero

     Y es que la prostitución masculina, tiene la misma organización que la prostitución femenina.
     Para mayor análisis, he aquí cuáles son los nombres por los que se conocen y distinguen algunos de nuestros pederastas:
   La Princesa de Asturias; la Pasionaria, la Verónica; la Isleñita; Reglana; la Camagüeyana; Manuelita; Albertina, etc., etc.
     En cuanto a los individuos que protegen esta triste compañía, pertenecen, según unánimes declaraciones, a la clase acomodada o rica; declarando, además, los pederastas de color, que son visitados únicamente por individuos blancos. ¡Curioso cruzamiento, bajo este punto de vista, de los diferentes grupos que pueblan este país!
     En efecto, nuestros 21 están divididos de la siguiente manera:

  Blancos  Mestizos  Negros
        8           9            4

     Los chinos no figuran en nuestro cuadro; pero sabemos que esta raza industrial y económica tiene particular tendencia hacia la pederastia. ¿Quién no conoce los detalles de su vida íntima en nuestros ingenios?
     Uno de nuestros pederastas de color (Marcelina) declara: «que siendo esclavo, y careciendo de alimento, iba en busca de los chinos, quienes, en cambio de un poco de comida, le exigían ciertas satisfacciones imposibles de referir.»
     E. J., igualmente pederasta de color, y hago aquí textualmente su declaración, «empezó de chico, dándole a los chinos, en el ingenio, donde era esclavo, sólo por el interés de la ración.»
     Digamos, para concluir con los caracteres generales de nuestros pederastas, que de ellos, únicamente el primero sabe leer y escribir; los demás han vivido siempre entre la miseria y la ignorancia.

   III

     Como ya habíamos dicho al principio de nuestro trabajo, lo que constituye la importancia de este estudio, es que todos los pederastas de que nos hemos ocupado, confiesan que vienen dedicándose desde más o menos remota época, al vergonzoso vicio; y, según sus declaraciones, podemos clasificarlos:

   Exclusivamente pasivos......   3
   Exclusivamente activos......    1
   Activos y pasivos........          17
                                             _____
                                              21

     Veamos ahora los signos que corresponden a cada una de nuestras categorías:

     I.- En primer lugar, pasemos revista a los signos característicos de la pederastia pasiva.
     El hábito especial de nuestros pederastas, está lejos de corresponder siempre a una conformación exterior femenina.
     Así es que, si nos ocupamos del estado de las nalgas, vemos que únicamente en seis casos se encuentran excesivamente desarrolladas esas partes.
     Una vez, en la camagüeyana, he encontrado la disposición tan singular, descrita por Tardieu, de las nalgas, completamente reunidas de modo a formar una masa globular.
     Si pasamos a la deformación infundibudiforme del ano, la encontramos: muy marcada en 6 casos; ligeramente marcada en 2 casos, es decir, 8 veces de 19, pues tres de nuestros pederastas, en un arranque de pudor, no se prestaron al examen directo del ano.
     Esta deformación atañe, pues, como frecuente, casi la mitad de los individuos examinados.
     El relajamiento del esfinter y la caída de los pliegues, figura en 7 casos.
     Una vez, en el caso de M. Ll. (Manuelita) hemos podido observar, con el Dr. Reyneri, el prolapsus de la mucosa, formando dos pequeños labios regulares, reunidos en su parte inferior, y recordando clásicamente la vulva de una pera.
     Pero el signo más constante de todos es la dilatación del ano: 15 casos de 19. En la mitad de ellos la separación de los glúteos determinaba un lagrimeo del orificio entreabierto. La camagüeyana presentaba el ano cubierto con un paño de tela ordinaria, probablemente para socorrer la incontinencia de materia fecal. [4]
     En la tentativa que hicimos de suspender una punta del paño, el individuo dejó escapar un grito penetrante, desplomándose, y pudimos asistir a un ataque clónico de histero epilepsia. ¡Nada más frecuente que los ataques de nervios en el mundo de los pederastas!
     Dejo a un lado la existencia de paquetes hemorroidales, tan frecuentes en los individuos que nos ocupan, pero de interés secundario.
     Así es, señores, que los signos clásicos de la pederastia pasiva, infundibu [?], relajamiento del esfinter y caída de los pliegues, dilatación del ano, se encuentran de un modo evidente en nuestros pederastas.
     Como signos especiales de ciertas costumbres obscenas, hemos podido observar, en 7 de ellos, la ausencia de 3 ó 4 incisivos. Estos dientes han sido completamente arrancados, o bien las raíces que quedan a veces limadas perfectamente. Estos individuos, sin duda alguna, pertenecen a la categoría de los que Tardieu tuvo que resolverse a hablar en latín [cita en latín, ilegible]
     Además, Brunardel refiere la observación de un joven detenido por actos de provocación en la vía pública, que declaraba en lenguaje imposible de reproducir.
     ¡Ah! ahora no nos dejamos más dar por atrás ¡es muy doloroso!, practicamos la [?] virgo (5). 

     II.--- Pasemos ahora al estudio de los pederastas activos.
     Como bien sabéis, los signos de la pederastia pasiva consisten para Tardieu, en una forma especial del glande, la que considera característica: en el caso en que el pene sea pequeño y muy delgado, va disminuyendo considerablemente desde la base hasta la extremidad, que es muy afilada, formando dedo de monja, y recuerda completamente el canum anore.
     En nuestros pederastas no he encontrado más que una sola vez, análoga conformación, estando el pene poco desarrollado y presentando el glande la forma y dimensiones de una perilla de tabuco.
     En otros tres casos el glande es largo y delgado, y el pene está ligeramente enroscado.
     Bajo el punto de vista de la dimensión, nuestras observaciones se han hecho en

     10 casos en los que el pene está muy desarrollado [en uno el pene en estado de reposo tenía 16 centímetros de largo por 12 de circunsferencia].
     2, en los que el pene está poco desarrollado
     1, atrofiado
     5, cuya conformación es normal.

     En el caso de S. L. (Sotero) hemos encontrado la conformación análoga a la que describe Tardieu en su XVI observación:
     Uno como surco circular, se extiende en toda su circunsferencia, y a partir de esta línea, la extremidad del glande va adelgazando.
     El estudio de los signos que presentan nuestros pederastas activos, nos lleva a declarar, que estamos de acuerdo, sobre este punto con Brunardel y Hoffmann.
     El primero de estos autores cuyas observaciones destruyen el valor de los signos acordados por    Tardieu, a los pederastas activos, dice -- «que la forma, el volumen del glande y del pene, varían infinitamente más, que los rasgos de la cara - y que no hay comparable a la diversidad del aparato genital masculino, más que los órganos genitales externos de la mujer.
     Por su parte Hoffmann, que niega que la pederastia activa posea algún signo característico, reproduce en su apoyo la siguiente observación, elocuente por lo conciso: «Hemos tenido la oportunidad de observar a un viejo monje, que según confesión propia, se había entregado a la pederastia activa, desde hacía largos años, y no hemos podido encontrar la menor deformación del pene».

                      ________________

 Conclusiones:

     Del estudio a que nos hemos dedicado sobre la pederastia en este país, se desprenden las dos proposiciones siguientes:
     10  Los signos de los hábitos pasivos de la pederastia, y en primer término la dilatación del ano y el relajamiento del esfinter, presentan gran valor bajo el punto de vista de la Medicina Legal.
     20  De acuerdo con la mayor parte de los autores que se han ocupado del mismo asunto, declaramos que la pederastia activa, no tiene signo alguno característico.

Habana, Enero 18 de 1890 

Notas

(1) Armand Goubaux: des aberrations de sons gonesques et de l’hibrydité dans les animaux.  Nouvelles archives d’ obstetrique et de Gynecologie, No.1, 1889.
(2) Satire, VIII.
(3) F. Carlier.  Les deux prostitutions.  Paris, 1887.
(4) Nota casi ilegible.
(5) idem.

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