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La sugerencia nos la hizo uno de nuestros amigos: Jesús J. Barquet. ¿Por qué no tener una especie de baúl añejado por el tiempo y la pátina del polvo?  Un baúl donde hurgar, de vez en cuando, y sacar de él un viejo poema, un ripio, algo de lo que muchos ya no se acuerdan y que, sin embargo, vale la pena orear, sacarlo al sol, ofrecerlo a la mirada indiscreta del lector. Y para comenzar este afanoso mirar en lo que se nos ha traspapelado, ofrecemos esta vez - también sugerido por Barquet-:
 
¿Por qué se van?
Nos miran los aeropuertos, escudriñan,
detrás de los visados nos registran el alma.
Y a la misma pregunta incansable,
cada cual con su gesto y su palabra,
explica, narra, intenta
hacerse comprender.
Nadie deja por gusto sus raíces
echándolas al hombro y caminando.Tria Giovan: fotografía en una residencia en Miramar
-- Es que somos tan bandoleros
como los terneros que piden leche.
-- Es que aspiramos al derecho
discrepante de la nube
que adopta la forma que le place.
-- Es que deseamos la libertad
del viento en el espacio.
-- Es que añoramos
nuestras viejas costumbres.
-- Es que no sé, no me hallo
con tantos batallones.
-- Pues mire usted, señor,
queremos un vestido.
-- Tenemos miedo
a que nos vigilen las sombras.
-- Me mataron a un hijo.
-- Me dejaron sin nada.
-- Es que nos parecemos.
-- Es que traemos ríos ensangrentados
y canciones de plomo.
-- Es que somos tan sinvergüenzas
que deseamos vivir,
el instinto, ya saben.
-- Yo deseaba escribir sobre los perros solitarios,
me aburrían los discursos,
no sé nada de política.
-- Me vi con quince años
abocado a las cuatro bocas,
y dije: Yo me voy.
-- Quería oír mis danzones,
la sinfonola del amor.
-- Ansiaba mi familia,
estaba solo.
-- Siempre fui como un tigre,
no sé andar en manadas.
-- Me llenaron las ventanas
de desfiles militares
y quise ver de nuevo
detrás de los cristales
el vuelo de los pájaros.
-- Es que ya, ni en mi suelo,
puedo tocar la Patria.
-- No tengo comentarios,
me queda allá un hermano, una sobrina,
compréndame, mi hermano.
-- No me sirven las boinas,
¿qué usted quiere?
-- Es que creo en la tierra,
y en ustedes, y en algo.
-- Quería ver vidrieras,
oír anuncios, olvidar tantos himnos,
comprar en el mercado.
-- Temí que si decía más palabras de la cuenta
me iba a ver en la cárcel.
-- No pude, compañero, con las colas,
la libreta estatal del alimento,
la nevera en mil pesos.
-- No hallaba cochecitos para el niño.
-- La receta del jugo de naranja
se atravesó en mi pecho.
-- Me quedé de repente sin amigos.
-- Dios estaba expulsado,
y me marché tras Él.
-- Ya no podía convidar a nadie
a cenar en mi casa.
-- Me faltaban ganchitos para el pelo,
creyón para los labios,
café para las tazas, y pañuelos
para decirle adios a la mañana.
-- Quería saber dónde andaban mis hijos,Tria Giovan: mujer vendiendo cigarros en una escalera
enseñarles la historia,
tenerlos en la casa.
-- Intentaba no más cepillarme los dientes,
darme un baño diario,
tener con qué lavar.
-- Me cansé de guardar latas, botellas,
y quise hacer mis cartas
sin que me las leyera la censura.
-- Mi hermano no me hablaba,
me enterró con mi madre,
pues no pensaba como él...
-- Pensé que más allá de las fronteras
existía la luz.
-- Yo tuve un sueño
y lo encontré manchado.
-- Vi crecer la pobreza
se me ahogaron, no más, las ilusiones.
-- Si usted me comprendiera, amigo mío,
¡Ni preguntas que hacer!

Pura del Prado
 

Tomado de: Poesía en éxodo, edición de Ana Rosa Núñez, Miami: Universal, 1970
 

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