Palacio
de Santería
A
cargo de Juan Ramón Rodríguez Gómez
Asesoría:
Giezi Rodríguez Perdomo
Fotos:
Lázaro Alonso
(Tomado
de El Habanero)
1
La permanencia de esclavos africanos en Cuba, durante casi cuatro siglos,
legó a la Mayor de la Antillas
una amplísima herencia cultural, manifiesta hoy en múltiples
aspectos de nuestra cotidianidad: tradiciones, costumbres, comidas, danzas,
elementos musicales y lingüísticos,...
Entre esa amalgama de influencias, se destaca, como elemento particularizante
y al mismo tiempo unificador, el aporte religioso, sin dudas uno de los
más valiosos, por su riqueza conceptual y espiritual, y el universo
litúrgico, simbólico, sicológico, rítmico,
sonoro y sociológico, en estrecha relación y armonía
con la vida toda de humanos, plantas y animales.
Según el área de procedencia, del Continente de Ebano, puede
hablarse de varias religiones afrocubanas, en las cuales son denominadores
comunes la existencia de sincretismo propios, a partir
del contacto directo con el Cristianismo, impuesto por la Metrópoli
española, y su íntima vinculación anímica,
corporal y práctica con quienes hacen y deshacen cada día
sobre la tierra, Dioses todos con virtudes y defectos, alegrías
y sinsabores, que guían y orientan, premian y castigan, pero también
ríen, cantan, bailan, beben, comen, aman,...
En ese amplio espectro de cultos, nadie discute la preponderancia de la
Santería o Regla de Ocha –resultante de la sincretización
de cultos yorubas y de la religión católica-, tras un proceso
natural, espontáneo y lógico, y un abarcador panteón
de orichas (deidades), que representan o simbolizan la mayoría de
las áreas y esferas que directa o indirectamente inciden sobre el
accionar de los hombres.
Una reciente visita a la casa-templo de Fredesvinda Rosel Rosel (Fredy),
la Reina del Palacio de los Orichas, en Madruga (a unos 60 kilómetros
al suroeste de la capital cubana), nos permitió hablar ampliamente
acerca de tan apasionante tema y tomar suficientes muestras fotográficas
de este verdadero santuario.
Fredy nos abrió las puertas de su casa y las de su corazón,
para que bebiéramos el néctar de los dioses africanos y respiráramos
el ambiente apacible y tranquilizador existente allí. Intentaremos
presentarles, en imágenes, algunos elementos de los muchos que atesora
aquel recinto. Tras estas paredes vive un mundo real y maravilloso que
envuelve al visitante, entre orichas y leyendas, y el encanto
de Fredy, santera y excelente promotora cultural, nominada en el año
2000 para el Premio Nacional de Cultura Comunitaria. Franca invitación
a entrar en la casa-templo-santuario. Todo cuanto hay dentro perteneció
a su esposo, Rigoberto Rodríguez, el santero más grande que
tuvo Madruga, quien nació en esa localidad el 20 de febrero de 1910,
y se inició en la Santería en 1937, bajo la consagración
de la Santísima virgen de la Caridad del Cobre (Ochún). Murió
el primero de marzo de 1975. "Para hablar de mí –nos dice-, primero
hay que hablar de Rigoberto. Todo se lo debo a él. Tuvo más
de 400 ahijados. Imagínate, él fue quien introdujo la iniciación
en Madruga. Cada 12 de septiembre (Día de la Caridad del Cobre),
salíamos en procesión, acompañados por la orquesta
de José Urfé, por la noche, hacíamos un gran baile
con
la orquesta." Hace años, Fredy puso la casa al servicio de la cultura
cubana, pero no ha dejado de celebrar sus fiestas en ella. Por allí
han pasado miles de personas, buscando conocer los más profundos
secretos de la religión yoruba, entre ellos, embajadores, escritores
y artistas, como el cantante catalán Joan
Manuel Serrat, o los cubanos Rosita Fornés, Héctor Quintero
y Luis Carbonell. Un aparte para mostrarnos un álbum lleno de grandes
recuerdos. "Muchas de las piezas que aquí se conservan las he expuesto
en varias oportunidades. En el 81, como parte del Atlas de la Cultura Cubana,
las mostré a los madruguenses, las vieron 15 000 personas. También
las he llevado al Palacio de Bellas Artes, a la Casa de África,
a los Teatros Mella y América, al Palacio del segundo Cabo,..."
Nuestra visita se produjo el 20 de febrero, exactamente el día de
nacimiento de Rigoberto, el hombre a quien tanto amó Fredy, y no
podíamos dejar pasar la ocasión de depositar algunas flores
en el panteón donde reposan sus restos. Nos ofrecimos para transportala
hasta el cementerio y aceptó de inmediato. Ya había pensado
que no podría ir en tan especial ocasión, según nos
dijo. Nos acompañó y la acompañamos. Junto al sepulcro,
al final de la tarde, expresó: "Póngale flores y pídanle
para ustedes, porque él logra milagros. Esta imprevista visita es
otro milagro de Rigo."
2
No más trasponer el umbral del Palacio de los Orichas, el 20 de
febrero pasado, brota el diálogo de Freddy con fotógrafo,
chofer, asesor y periodista, por más de cuatro horas. -Por fin,
el sueño de visitar este lugar se hace realidad -atino a decirle.
-¡Ah!, ¿tú no habías venido acá? -No.
-Pero esta carita sí... -Sí, discúlpeme, se me quedó
la foto que tomé la vez anterior. -¿SÍ? Pero esta
vez no me vas a tirar fotos... (su tierna sonrisa la contradice). -Se ve
que tiene hecho Oyá -piensa en voz alta el asesor. -Sí,...
Yo tengo hecho Oyá... (y sus ojos dicen mucho más, enriquecen
el contexto y extienden la frase, matizada por un cubanísimo sentido
del humor que, en segundos, le permite transitar a otro plano). Entonces,
vamos a comenzar...
Siempre
el primero
La lógica de un desconocedor de la Santería seguramente supone
comenzar la presentación-descripción de los orichas por Ochún
(cabeza del Santero Mayor de Madruga) o por Oyá (la
correspondiente a Freddy); sin embargo, si seguimos los criterios de esta
religión, debe hacerse con Elegguá, el primero entre todos,
el que tiene las llaves del destino, y abre o cierra la puerta a la desgracia
o a la felicidad. Elegguá es el Oricha de los caminos y dueño
de las encrucijadas, personificación del azar. Portero del monte
y la sabana, todas las fiestas o ceremonias de Santería se inician
con un canto o invocación a esta deidad. Es el primero del grupo
de los cuatro guerreros (Elegguá, Oggún, Ochosi y Osun).
Ningún oricha le antecede porque, según la leyenda, el mismo
Olofi (dios supremo) le dijo un día: "Siendo tú el más
chiquitico y mi mensajero, serás el más grande en la tierra
y en el cielo, y sin contar contigo nunca será posible hacer nada."
También accedió a que fuera saludado, a que comiera antes
que los demás orichas y a ser el primero a la entrada de la casa.
Se le considera un dios de carácter travieso y amante de las bromas.
Por ser el dueño de los caminos, se le ofrenda primero, para propiciar
el buen desenvolvimiento de las fiestas. Sus colores son el rojo
y negro. Su atributo, el garabato (una rama de árbol en forma de
gancho), para abrirse paso en la maleza. Se le sincretiza con el Niño
de Atocha, con San Antonio de Padua y con el Ánima Sola. Valga
decir que los orichas, en general, pueden representarse de diferentes formas,
siempre que éstas incluyan los elementos que les son característicos
y que permitan identificarlos. El Palacio de los Orichas muestra a Elegguá
según sus atributos (ver foto), pero también suele presentársele
con otras imágenes. Entre ellas, las más conocidas son las
que siguen.
Piedra, de aspecto humanoide, dentro de un recipiente de barro.
Niño travieso y juguetón, a partir de su sincretismo con
el santo Niño de Atocha, razón por la cual a Elegguá
siempre se le ofrecen caramelos, dulces y otras golosinas.
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Según las propias palabras de Fredesvinda Rosell Rosell, su esposo,
Rigoberto Rodríguez (el Santero Mayor de Madruga), se inició
en la religión lucumí, Regla de Ocha o Santería, en
el año 1937, bajo la consagración de la Santísima
Virgen de la Caridad de El Cobre (Ochún Yemí). Por eso, en
esta casa, siempre, siempre,... lo primordial fue, y es, todo lo relacionado
con...
La
Virgen de la Caridad
La principal sala del Palacio de los Orichas está
dedicada, en su totalidad, a la Santísima Virgen de la Caridad de
El Cobre, una buena muestra del sincretismo existente en Cuba entre la
Religión Católica y la Santería. Ochún,
orisha de la Santería equivalente a la Caridad de El Cobre, preside
(parte central y superior) la segunda sala del Palacio. En la Regla de
Ocha, es la reina del río, del amor y de la feminidad, símbolo
de la coquetería, la gracia y la sexualidad femeninas, íntima
amiga de Elegguá, quien la protege. Asiste a gestantes y parturientas.
Se le presenta como una mulata bella y eternamente alegre. Es capaz de
resolver y provocar riñas entre los orichas y los hombres. Los colores
que la identifican: amarillo y amarillo ámbar. Sus hijos (espirituales)
son simpáticos y fiesteros, voluntariosos y con gran deseo de ascensión
social: aman los perfumes, las joyas y las buenas ropas. En El Cobre,
a unos 15 kilómetros al oeste de Santiago de Cuba, se encuentra
el Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad, declarada Patrona de
Cuba, en 1916, por El Vaticano. Fue coronada por el Papa Juan Pablo II,
durante su visita a Cuba.
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Freddy constantemente se preocupa por los detalles de sus dioses. Aquí
la vemos junto a Yemayá,
oricha mayor, considerada la madre de la vida, de todos los orichas y de
la maternidad universal. Dueña de las aguas del mar (fuente fundamental
de la vida), indomable y astuta, sus castigos son duros; su cólera,
terrible, pero justiciera. En sus danzas se remedan los movimientos del
mar, ora ondulante, ora tempestuosa. Hermana de Ochún, quien siempre
la acompaña. Se le representa con los colores azul y blanco. Quienes
la tienen asentada son voluntariosos, fuertes, de gran vigor y, a veces,
impetuosos y arrogantes. Se sincretiza con la Virgen de Regla.
Una de las salas del Palacio de los Orichas está casi exclusivamente
dedicada a Oyá, junto a cuyo altar transcurrió la mayor parte
de nuestra entrevista con Freddy, pues, según ella misma nos dice,
"esto es el oricha que tengo yo en mi cabeza". Oyá es dueña
de los vientos, los remolinos, las tempestades, la centella, las puertas
del cementerio y los caminos que conducen a éste; la más
guerrera de las orichas mujeres. Danza violentamente, mientras agita en
lo alto su atributo: un iruke, cola de caballo negro. El metal que le pertenece
es el cobre. Sus colores son todos los del Iris. Es la hermana menor de
Yemayá y Ochún. Rige los viernes y el día 9 de cada
mes. Se le sincretiza con Santa Tersa y la Candelaria.
"Sí, ... yo tengo hecho Oyá... hace 31 años", nos
afirma Freddy. Oyá se identifica con todos los colores, excepto
el negro. Su traje se confecciona con retazos de tela, especialmente unidos
a manera de cuadros o con tela floreada, pero buscando que sea de varias
tonalidades. Este vestuario se completa con una corona de tela, adornada
con cuentas y caracoles.
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Obbatalá: Oricha mayor. Creador de la tierra y escultor del ser
humano. La deidad pura por excelencia, dueño de todo lo blanco,
la cabeza, los pensamientos y los sueños. Hijo de Olofi y Olorddumare.
Fue enviado a la tierra por Olofi (dios supremo) para hacer el bien y gobernar
como rey del planeta. Misericordioso, y amante de la paz y la armonía.
Los demás orichas lo respetan y lo buscan como abogado. No admite
que nadie se desnude en su presencia, o se profieran frases duras o injuriosas.
Sus números cabalísticos son todos los múltiplos y
submúltiplos de 8. Se le representa mediante una sopera blanca con
cuatro piedras de la loma y collares de cuentas blancas. Sus piedras no
admiten ni sol ni aire ni sereno. Protege de la ceguera, la parálisis
y la demencia. En los bailes, se manifiesta imitando los movimientos suaves
de un anciano eterno, de pasos lentos y cansados, o los de un joven guerrero.
Sus hijos espirituales son de férrea voluntad, tranquilos, dignos
de confianza, reservados, dados a las letras, y no acostumbra a lamentarse
de los resultados de sus propias decisiones. La sincretización entre
Obbatalá y la Virgen de las Mercedes se explica más claramente
a través del camino de Obanlá, Orichanlá u Ochanlá,
que representa a este oricha como una viejecita friolenta y temblorosa
a la que hay que tapar con una sábana blanca.
Changó: Oricha mayor. Dios del fuego, el rayo, el trueno, la guerra,
los tambores batá, el baile, la música y la belleza viril.
Patrón de los guerreros y las tempestades. Posee el mayor número
de virtudes e imperfecciones humanas: trabajador, valiente, buen amigo,
adivino y curandero; pero también mentiroso, mujeriego, pendenciero,
jactancioso y jugador. Es el más apuesto de los orichas. Le pertenecen
el viernes y todos los días 4. En los collares que lo representan,
alternan los colores blanco y rojo (símbolo del amor y de la sangre).
Sus bailes son guerreros o eróticos: en los primeros, blande el
hacha; en los segundos, trata de acentuar su prepotencia y emplea las más
crudas evocaciones sexuales. Protege de las quemaduras y el suicidio por
fuego. Sus hijos espirituales son voluntariosos, enérgicos, inteligentes,
altivos, conscientes de su valor, amantes de las fiestas y libertinos.
La sincretización de Changó con Santa Bárbara no resulta
sorprendente si se recuerda que este oricha, en cierta ocasión,
se tuvo que disfrazar de mujer (Oyá).
Esta casa-templo-santuario es también una buena muestra del sincretismo
existente entre la Santería y la Religión Católica.
Allí conviven orichas y santos en franca y palpable armonía.
He aquí un ejemplo de ello: en la parte alta, Santa Bárbara
(Changó); abajo, Obbatalá (Virgen de las Mercedes).
Babalú Ayé: Oricha mayor y santo muy venerado. Dueño
de las plagas y enfermedades venéreas, de
la viruela, la lepra y, en general, de las afecciones de la piel. Padre
del mundo, hijo de Naná Burukú. Se estima que nació
directamente de Obbatalá. Su color es el morado obispo. En sus danzas
se imitan los movimientos de un hombre enfermo, de manos agarrotadas y
movimientos doloridos. Se sincretiza con San Lázaro.
Inlé: Dios de la pesca y de la medicina. Se le identifica como San
Rafael.
Obba: Oricha esposa de Changó. Representa la fidelidad conyugal.
Equivale a Santa Rita y a Santa Catalina.
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En las cinco partes anteriores, presentamos los principales orichas que
Fredesvinda Rosell Rosell (Freddy) muestra en su casa templo y, en general,
fueron mencionados algunos no incluidos en nuestra selección fotográfica.
Por eso, hoy cerramos esta serie con los elementos caracterizados de estos
últimos, y de otros, acerca de los cuales se da información
en las paredes del santuario, de manera que ello sirva de referencia a
quienes nos han seguido en esta incursión por el Palacio de los
Orichas, en Madruga.
Olofi: Dios supremo en la Santería. No es objeto de culto directo.
Sólo se le invoca.
Oggún: Dios de los metales, de la fragua, el monte, la guerra. En
todas las ceremonias de Santería, se le canta y ofrenda después
de Elegguá. Sus bailes son generalmente de carácter guerrero,
blandiendo el bailarín un machete que lo simboliza. Su color es
el morado. En La Habana se le identifica con San Pedro.
Osain: Oricha de las hierbas del monte y curandero. Se sincretiza con San
José.
Ochosi: El tercero de los santos guerreros. Se le considera el dios de
la cacería. Su atributo es un arco y una flecha. En su danza, el
bailarín remeda los movimientos del cazador al acecho. Se sincretiza
con San Norberto.
Orichaoko: Dios de la agricultura y de los terrenos labrantíos.
Se le representa por una teja y un arado. Su color es el lila. Se le identifica
con San Isidro Labrador.
Orula o Orumila: Dios de la adivinación. Es objeto de un culto,
especialmente por una casta de adivinadores (llamados babalaos o babalawos,
padres de los secretos), exclusiva para hombres. Sus colores son el verde
y el amarillo. Su equivalencia católica es San Francisco de Asís.
Oké: Dios de las lomas. Bastón de Obbatalá.
Odudua: Oricha del mundo subterráneo. Se le conoce como San Manuel.
Oggué: Oricha relacionado con Changó.
Ibeyis: Dioses de los niños. Según la leyenda, son hijos
gemelos de Changó. Alegres y amantes de las golosinas. Se les representa
por dos pequeños muñecos, unidos por el cordón umbilical,
o por los santos católicos gemelos San Cosme y San Damián.
Aggayú: Oricha gigante, dueño del río y la sabana.
Se le considera padre de Changó. Se sincretiza con San Cristóbal.
Osain: Oricha guardiero. Representa la vida del santero.
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