De las calderas de lo cubano y de la poesía, nuestro amigo Pedro Marqués de Armas -- él mismo excelente poeta y ensayista -- rescata el siguiente poema que nos envía, y que reproducimos con el escueto comentario que lo acompaña.  Nuestra gratitud para el buen Pedro que de mí murmura.
 

Ante la tumba del esclavo

¡Descanza en paz!...Tus férreas lugaduras
ya desató la parca generosa!
Al dormir, para siempre, en honda fosa
alcanzas, ¡oh infeliz!, tu ansiado bien.

¡Tu cuerpo es libre ya!...Libre tu alma,
ya duerme en el Señor!...Ante Él abona
de abrojos punzadores la corona
que los hombres pusieron en tu sien.

¡Descanza, pobre paria!...Aquí te escuda
el símbolo del santo Cristianismo
emblema de igualdad ¡que a un tiempo mismo
cubre al mísero esclavo y al senor!

¡Descanza en un rincón del sacro asilo
donde tan sólo música te ofrecen
las canas cimbradoras, que florecen
regadas con tu sangre y tu sudor!

¡Voz que apagan los ayes, los gemidos,
el clamor de tus míseros hermanos,
la vista fija en Dios, juntas las manos,
demandando justicia...¡humanidad!

¡Duerme en la humilde fosa que sombrea
el cedro centenario, el viejo amigo 
de tu inmenso sufrir! Mudo testigo
de tanto horror...de tanta iniquidad. 

Su autor es Gregorio Sanz (1830-1882), que nació y murió en un finca azucarera en Cárdenas. Allí hizo toda su vida. No obstante, se desplazaba constantemente, como maquinista que era, de uno a otro ingenio. Hubert de Blank musicalizó este poema. Creo que su oscura vida se justifica por un 
verso: "Duerme en la humilde fosa que sombrea / el cedro milenario...".  Pedro Marqués de Armas.